ENTREMESDEL RETABLO DE LAS MARAVILLAS.
Salen Chanfalla y los Chirinos.
CHANFALLA.
No se te pasen de la memoria, Chirinos, mis advertimientos, principalmente los que te he dado para este nuevo embuste, que ha de salir tan á luz, como el pasado del llovista.
CHIRINOS.
Chanfalla ilustre, lo que en mí fuere, tenlo como de molde: que tanta memoria tengo, como entendimiento, á quien se junta una voluntad de acercar á satisfacerte, que escede á las demás potencias; pero dime, ¿de qué sirve este Rabelin, que hemos tomado? ¿Nosotros dos solos no pudiéramos salir con esta empresa?
CHANFALLA.
Habíamosle menester, como el pan de la boca, para tocar en los espacios que tardaren en salir las figuras del retablo de las maravillas.
CHIRINOS.
Maravilla será si no nos apedrean por solo el Rabelin; porque tan desventurada criaturilla no la he visto en todos los dias de mi vida.
Sale el Rabelin.
RABELIN.
¿Háse de hacer algo en este pueblo, señor autor? Que ya me muero porque vuestra merced vea que no me tomó á carga cerrada[45].
CHIRINOS.
Cuatro cuerpos de los vuestros no harán un tercio, cuanto mas una carga: si no sois mas gran músico, que grande, medrados estamos.
RABELIN.
Ello dirá: que en verdad que me han escrito para entrar en una compañía de partes, por chico que soy.
CHANFALLA.
Si os han de dar la parte á medida del cuerpo, casi será indivisible. Chirinos, poco á poco estamos ya en el pueblo; y estos que aquí vienen, deben de ser, como lo son sin duda, el gobernador y los alcaldes: salgámosles al encuentro; y date un filo á la lengua en la piedra de la adulacion[46]; pero no despuntes de aguda[47].
Salen el gobernador, y Benito Repollo, alcalde, Juan Castrado, regidor, y Pedro Capacho, escribano.
Beso á vuestras mercedes las manos: ¿quién de vuestras mercedes es el gobernador de este pueblo?
GOBERNADOR.
Yo soy el gobernador: ¿qué es lo que quereis, buen hombre?
CHANFALLA.
Á tener yo dos onzas de entendimiento, hubiera echado de ver que esa peripatética y anchurosa presencia no podia ser de otro que del dignísimo gobernador de este honrado pueblo, que con venirlo á ser de las Algarrobillas, lo deseche vuestra merced.
CHIRINOS.
En vida de la señora y de los señoritos, si es que el señor gobernador los tiene.
CAPACHO.
No es casado el señor gobernador.
CHIRINOS.
Para cuando lo sea: que no se perderá nada.
GOBERNADOR.
Y bien, ¿qué es lo que quereis, hombre honrado?
CHIRINOS.
Honrados dias viva vuestra merced, que asi nos honra: en fin, la encina da bellotas, el pero peras, la parra uvas, y el honrado honra, sin poder hacer otra cosa.
BENITO.
Sentencia ciceronianca, sin quitar ni poner un punto.
CAPACHO.
Ciceroniana quiso decir el señor alcalde Benito Repollo.
BENITO.
Siempre quiero decir lo que es mejor, sino que las mas veces no acierto: en fin, buen hombre, ¿qué quereis?
CHANFALLA.
Yo, señores mios, soy Montiel, el que trae el retablo de las maravillas: hánme enviado á llamar de la córte los señores cofrades de los hospitales; porque no hay autor de comedias en ella, y perecen los hospitales; y con mi ida se remediará todo.
GOBERNADOR.
¿Y qué quiere decir retablo de las maravillas?
CHANFALLA.
Por las maravillosas cosas, que en él se enseñan y muestran, viene á ser llamado retablo de las maravillas; el cual fabricó y compuso el sabio Tontonelo, debajo de tales paralelos, rumbos, astros y estrellas, con tales puntos, caracteres y observaciones, que ninguno puede ver las cosas que en él se muestran, que tenga alguna raza de confeso[48], ó no sea habido y procreado de sus padres de legítimo matrimonio; y el que fuere contagiado de estas dos tan usadas enfermedades, despídase de ver las cosas jamás vistas ni oidas de mi retablo.
BENITO.
Ahora echo de ver que cada dia se ven en el mundo cosas nuevas. ¿Y qué se llamaba Tontonelo el sabio que el retablo compuso?
CHIRINOS.
Tontonelo se llamaba, nacido en la ciudad de Tontonela: hombre de quien hay fama que le llegaba la barba á la cintura.
BENITO.
Por la mayor parte los hombres de grandes barbas son sabiondos.
GOBERNADOR.
Señor regidor Juan Castrado, yo determino, debajo de su buen parecer, que esta noche se despose la señora Teresa Castrada, su hija, de quien yo soy padrino; y en regocijo de la fiesta, quiero que el señor Montiel muestre en vuestra casa su retablo.
JUAN.
Eso tengo yo por servir al señor gobernador, con cuyo parecer me convengo, entablo y arrimo, aunque haya otra cosa en contrario.
CHIRINOS.
La cosa que hay en contrario es, que si no se nos paga primero nuestro trabajo, asi verán las figuras como por el cerro de Úbeda. ¿Vuestras mercedes, señores justicias, tienen conciencia y alma en esos cuerpos? Bueno seria que entrase esta noche todo el pueblo en casa del señor Juan Castrado, ó como es su gracia, y viese lo contenido en el tal retablo; y mañana cuando quisiésemos mostralle al pueblo, no hubiese ánima que le viese: no señores, no señores,ante omnianos han de pagar lo que fuere justo.
BENITO.
Señora autora, aquí no os ha de pagar ninguna Antona, ni ningun Antoño: el señor regidor Juan Castrado os pagará mas que honradamente, y si no el concejo: bien conoceis el lugar por cierto: aquí, hermana, no aguardamos á que ninguna Antona pague por nosotros.
CAPACHO.
Pecador de mí, señor Benito Repollo, y qué lejos da del blanco: no dice la señora autora que pague ninguna Antona, sino que le paguen adelantado, y ante todas cosas, que eso quiere decirante omnia.
BENITO.
Mirad, escribano Pedro Capacho, haced vos que me hablen á derechas, que yo entenderé á pie llano: vos, que sois leido y escribido, podeis entender esas algaravías de allende, que yo no.
JUAN.
Ahora bien, ¿contentarse há el señor autor con que yo le dé adelantados media docena de ducados? y mas que setendrá cuidado que no entre gente del pueblo esta noche en mi casa.
CHANFALLA.
Soy contento; porque yo me fio de la diligencia de vuestra merced y de su buen término.
JUAN.
Pues véngase conmigo, recibirá el dinero, y verá mi casa, y la comodidad que hay en ella para mostrar ese retablo.
CHANFALLA.
Vamos; y no se les pase de las mientes las calidades que han de tener los que se atrevieren á mirar el maravilloso retablo.
BENITO.
Á mi cargo queda eso; y séle decir que por mi parte puedo ir seguro á juicio, pues tengo el padre alcalde: cuatro dedos de enjundia de cristiano viejo rancioso tengo sobre los cuatro costados de mi linaje: miren si veré el tal retablo.
CAPACHO.
Todos le pensamos ver, señor Benito Repollo.
JUAN.
No nacimos acá en las malvas, señor Pedro Capacho.
GOBERNADOR.
Todo será menester, segun voy viendo, señores alcalde, regidor y escribano.
JUAN.
Vamos, autor, y manos á la obra: que Juan Castrado me llamo, hijo de Anton Castrado, y de Juana Macha; y no digo mas en abono y seguro que podré ponerme cara á cara y á pie quedo delante del referido retablo.
CHIRINOS.
Dios lo haga.
(Éntranse Juan Castrado y Chanfalla.)
GOBERNADOR.
Señora autora, ¿qué poetas se usan ahora en la córte, de fama y rumbo, especialmente de los llamados cómicos? Porque yo tengo mis puntas y collar de poeta, y pícome de la farándula y carátula[49]. Veintidos comedias tengo, todas nuevas, que se ven las unas á las otras; y estoy aguardando coyuntura para ir á la córte, y enriquecer con ellas media docena de autores.
CHIRINOS.
Á lo que vuestra merced, señor gobernador, me pregunta de los poetas, no le sabré responder; porque hay tantos, que quitan el sol; y todos piensan que son famosos. Los poetas cómicos son los ordinarios y que siempre se usan, y asi no hay para qué nombrallos. Pero dígame vuestra merced, por su vida, ¿cómo es su buena gracia? ¿Cómo se llama?
GOBERNADOR.
Á mí, señora autora, me llaman el licenciado Gomecillos.
CHIRINOS.
¡Válame Dios! ¿Y qué, vuestra merced es el señor licenciado Gomecillos, el que compuso aquellas coplas tan famosas deLucifer estaba malo, y tómale mal de fuera?
GOBERNADOR.
Malas lenguas hubo, que me quisieron ahijar esas coplas; y asi fueron mias, como del Gran Turco. Las que yo compuse, y no lo quiero negar, fueron aquellas que trataron del diluvio de Sevilla: que puesto que los poetas son ladrones unos de otros, nunca me precié de hurtar nada á nadie: con mis versos me ayude Dios, y hurte el que quisiere.
Vuelve Chanfalla.
CHANFALLA.
Señores, vuestras mercedes vengan, que todo está á punto, y no falta mas que comenzar.
CHIRINOS.
¿Está ya el dineroin corbona?
CHANFALLA.
Y aun entre las telas del corazon.
CHIRINOS.
Pues dóite por aviso, Chanfalla, que el gobernador es poeta.
CHANFALLA.
¿Poeta? ¡Cuerpo del mundo! pues dale por engañado; porque todos los de humor semejante son hechos á la mazacona, gente descuidada, crédula, y nada maliciosa.
BENITO.
Vamos, autor, que me saltan los pies por ver esas maravillas.
(Éntranse todos.)
Salen Juana Castrada y Teresa Repolla, labradoras: la una como desposada, que es la Castrada.
CASTRADA.
Aquí te puedes sentar, Teresa Repolla amiga, que tendremos el retablo en frente; y pues sabes las condiciones que han de tener los miradores del retablo, no te descuides, que seria una gran desgracia.
TERESA.
Ya sabes, Juana Castrada, que soy tu prima, y no digo mas. Tan cierto tuviera yo el cielo, como tengo cierto ver todo aquello que el retablo mostráre: por el siglo de mi madre, que me sacase los mismos ojos de mi cara, si alguna desgracia me aconteciese: ¡bonita soy yo para eso!
CASTRADA.
Sosiégate, prima, que toda la gente viene.
Entran el Gobernador, Benito Repollo, Juan Castrado, Pedro Capacho, el autor y la autora, y el músico, y otra gente del pueblo, y un sobrino de Benito, que ha de ser aquel gentil hombre que baila.
CHANFALLA.
Siéntense todos: el retablo ha de estar detrás de este repostero: y la autora tambien, y aquí el músico.
BENITO.
¿Músico es éste? Métanle tambien detrás del repostero; que á trueco de no velle, daré por bien empleado el no oille.
CHANFALLA.
No tiene vuestra merced razon, señor alcalde Repollo, de descontentarse del músico, que en verdad que es muy buen cristiano, é hidalgo de solar conocido.
GOBERNADOR.
Calidades son bien necesarias para ser buen músico.
BENITO.
De solar bien podrá ser; mas de sonar, abrenuncio.
RABELIN.
Eso se merece el bellaco que se viene á sonar delante de...
BENITO.
Pues por Dios, que hemos visto aquí sonar á otros músicos tan...
GOBERNADOR.
Quédese esta razon en el de del señor Rabel, y en el tan del alcalde, que será proceder en infinito; y el señor Montiel comience su obra.
BENITO.
Poca balumba trae este autor para tan gran retablo.
JUAN.
Todo debe de ser de maravillas.
CHANFALLA.
Atencion, señores, que comienzo. ¡Ó tú, quien quiera que fuiste, que fabricaste este retablo con tan maravilloso artificio, que alcanzó el renombre de las maravillas: por la virtud que en él se encierra, te conjuro, apremio y mando que luego incontinente muestres á estos señores algunas de las tus maravillosas maravillas, para que se regocijen y tomen placer, sin escándalo alguno! Ea, que ya veo que has otorgado mi peticion, pues por aquella parte asoma la figura del valentísimo Sanson, abrazado con las colunas del templo, para derriballe por el suelo, y tomar venganza de sus enemigos. ¡Ténte, valeroso caballero: ténte por la gracia de Dios Padre, no hagas tal desaguisado, porque no cojas debajo y hagas tortilla tanta y tan noble gente como aquí se ha juntado!
BENITO.
¡Téngase! cuerpo de tal conmigo: Bueno seria, que en lugar de habernos venido á holgar, quedásemos aquí hechos plasta: ¡téngase, señor Sanson, pesia á mis males! que se lo ruegan buenos.
CAPACHO.
¿Véisle vos, Castrado?
JUAN.
¿Pues no le habia de ver? ¿Tengo yo los ojos en el colodrillo?
CAPACHO.
Milagroso caso es éste: asi veo yo á Sanson ahora, como el Gran Turco; pues en verdad, que me tengo por legítimo y cristiano viejo.
CHIRINOS.
¡Guárdate, hombre, que sale el mesmo toro que mató al ganapan en Salamanca! ¡échate, hombre: échate, hombre: Dios te libre: Dios te libre!
CHANFALLA.
¡Échense todos, échense todos! ¡ucho ho, ucho ho, ucho ho!
(Échanse todos, y alborótanse.)
BENITO.
El diablo lleva en el cuerpo el torillo: sus partes tiene de hosco y de bragado: si no me tiendo, me lleva de vuelo.
JUAN.
Señor autor, haga, si puede, que no salgan figuras que nos alboroten; y no lo digo por mí, sino por estas mochachas, que no les ha quedado gota de sangre en el cuerpo, de la ferocidad del toro.
CASTRADA.
¿Y cómo, padre? no pienso volver en mí en tres dias: ya me ví en sus cuernos, que los tiene agudos como una lesna.
JUAN.
No fueras tú mi hija, y no lo vieras.
GOBERNADOR.
Basta que todos ven lo que yo no veo; pero al fin habré de decir que lo veo, por la negra honrilla.
CHIRINOS.
Esa manada de ratones, que allá va, deciende por línea recta de aquellos que se criaron en el arca de Noé: de ellos son blancos, de ellos albarazados, de ellos jaspeados, y de ellos azules: y finalmente, todos son ratones.
CASTRADA.
¡Jesus! ¡ay de mí! ¡ténganme, que me arrojaré por aquella ventana! ¿Ratones? ¡desdichada! amiga, apriétate las faldas, y mira no te muerdan; y monta que son pocos: por el siglo de mi abuela, que pasan de milenta.
REPOLLO.
Yo sí soy la desdichada, porque se me entran sin reparo ninguno: un raton morenico me tiene asida de una rodilla: ¡socorro venga del cielo, pues en la tierra me falta!
BENITO.
Aun bien que tengo gregüescos, que no hay raton que se me entre, por pequeño que sea.
CHANFALLA.
Esta agua, que con tanta priesa se deja descolgar de las nubes, es de la fuente que da orígen y principio al rio Jordan: toda mujer á quien tocáre en el rostro, se le volverá como de plata bruñida, y á los hombres se les volverán las barbas como de oro.
CASTRADA.
Oyes, amiga, descubre el rostro, pues ves lo que te importa. ¡Ó qué licor tan sabroso! cúbrase padre, no se moje.
JUAN.
Todos nos cubrimos, hija.
BENITO.
Por las espaldas me ha calado el agua hasta la canal maestra.
CAPACHO.
Yo estoy mas seco que un esparto.
GOBERNADOR.
¿Qué diablos puede ser esto, que aun no me ha tocado una gota, donde todos se ahogan? Mas ¿si viniera yo á ser bastardo entre tantos legítimos?
BENITO.
Quítenme de allí aquel músico, sino, voto á Dios, que me vaya sin ver mas figura: ¡válgate el diablo por músico aduendado, y que hace de menudear sin cítola y sin són!
RABELIN.
Señor alcalde, no tome conmigo la hincha; que yo toco como Dios ha sido servido de enseñarme.
BENITO.
¿Dios te habia de enseñar, sabandija? métete tras la manta, si no por Dios que te arroje este banco.
RABELIN.
El diablo creo que me ha traido á este pueblo.
CAPACHO.
Fresca es el agua del santo rio Jordan; y aunque me cubrí lo que pude, todavía me alcanzó un poco en los vigotes; y apostaré que los tengo rubios como un oro.
BENITO.
Y aun peor cincuenta veces.
CHIRINOS.
Allá van hasta dos docenas de leones rampantes y de osos colmeneros: todo viviente se guarde, que aunque fantásticos, no dejarán de dar alguna pesadumbre, y aun de hacer las fuerzas de Hércules, con espadas desenvainadas.
JUAN.
Ea, señor autor, cuerpo de nosla, ¿y agora nos quiere llenar la casa de osos y de leones?
BENITO.
Mirad qué ruiseñores y calandrias nos envia Tontonelo, sino leones y dragones. Señor autor, ó salgan figuras mas apacibles, ó aquí nos contentamos con las vistas; y Dios le guie, y no pare mas en el pueblo un momento.
CASTRADA.
Señor Benito Repollo, deje salir ese oso y esos leones, siquiera por nosotras, y recibiremos mucho contento.
JUAN.
Pues, hija, de antes te espantabas de los ratones, ¿y agora pides osos y leones?
CASTRADA.
Todo lo nuevo aplace, señor padre.
CHIRINOS.
Esa doncella, que agora se muestra tan galana y tan compuesta, es la llamada Herodías, cuyo baile alcanzó enpremio la cabeza del precursor de la vida: si hay quien la ayude á bailar, verán maravillas.
BENITO.
¡Ésta sí, cuerpo del mundo, que es figura hermosa, apacible y reluciente! ¡Hi de puta, y como que se vuelve la mochacha! Sobrino Repollo, tú que sabes de achaque de castañetas, ayúdala, y será la fiesta de cuatro capas.
SOBRINO.
Que me place, tio Benito Repollo.
(Tocan la zarabanda.)
CAPACHO.
Toma á mi abuelo, si es antiguo el baile de la zarabanda, y de la chacona.
BENITO.
Ea, sobrino, ténselas tiesas á esa bellaca jodía; pero si ésta es jodía, ¿cómo ve estas maravillas?
CHANFALLA.
Todas las reglas tienen escepcion, señor alcalde.
Suena una trompeta ó corneta dentro del teatro, y entra un Furrier de compañías.
FURRIER.
¿Quién es aquí el señor gobernador?
GOBERNADOR.
Yo soy, ¿qué manda usted?
FURRIER.
Que luego al punto mande hacer alojamiento para treinta hombres de armas, que llegarán aquí dentro de media hora, y aun antes, que ya suena la trompeta; y á Dios.
(Váse.)
BENITO.
Yo apostaré que los envia el sabio Tontonelo.
CHANFALLA.
No hay tal, que esta es una compañía de caballos, que estaba alojada dos leguas de aquí.
BENITO.
Ahora yo conozco bien á Tontonelo, y sé que vos y él sois unos grandísimos bellacos, no perdonando al músico; y mira que os mando que mandeis á Tontonelo no tenga atrevimiento de enviar estos hombres de armas, que le haré dar doscientos azotes en las espaldas, que se vean unos á otros.
CHANFALLA.
Digo, señor alcalde, que no los envia Tontonelo.
BENITO.
Digo que los envia Tontonelo, como ha enviado las otras sabandijas que yo he visto.
CAPACHO.
Todos las habemos visto, señor Benito Repollo.
BENITO.
No digo yo que no, señor Pedro Capacho. No toques mas, músico de entre sueños, que te romperé la cabeza.
Vuelve á entrar el Furrier.
FURRIER.
Ea, ¿está ya hecho el alojamiento? que ya están los caballos en el pueblo.
BENITO.
¿Qué todavía ha salido con la suya Tontonelo? pues yo os voto á tal autor de humos y de embelecos, que me lo habeis de pagar.
CHANFALLA.
Séanme testigos, que me amenaza el alcalde.
CHIRINOS.
Séanme testigos, que dice el alcalde que lo que manda S. M., lo manda el sabio Tontonelo.
BENITO.
Atontonelada te vean mis ojos, plega á Dios todo poderoso.
GOBERNADOR.
Yo para mí tengo que verdaderamente estos hombres de armas no deben de ser de burlas.
FURRIER.
¿De burlas habian de ser, señor gobernador? ¿está en su seso?
JUAN.
Bien pudieran ser atontonelados; como esas cosas habemos visto aquí. Por vida del autor, que haga salir otra vez á la doncella Herodías, porque vea este señor lo que nunca ha visto: quizá con esto le cohecharemos para que se vaya presto del lugar.
CHANFALLA.
Eso en buen hora; y véisla aquí á do vuelve, y hace de señas á su bailador que de nuevo le ayude.
SOBRINO
Por mí no quedará, por cierto.
BENITO.
Eso sí, sobrino, cánsala, cánsala: vueltas y mas vueltas: ¡vive Dios, que es un azogue la muchacha! ¡al hoyo, al hoyo: á ello, á ello!
FURRIER.
¿Está loca esta gente? ¿Qué diablos de doncella es esta, y qué baile, y qué Tontonelo?
CAPACHO.
¿Luego no ve la doncella herodiana el señor furrier?
FURRIER.
¿Qué diablos de doncella tengo de ver?
CAPACHO.
Bastade ex illis est[50].
GOBERNADOR.
De ex illis est, de ex illis est.
JUAN.
De ellos es, de ellos el señor furrier; de ellos es.
FURRIER.
Soy de la mala puta que los parió; y por Dios vivo, que si echo mano á la espada, que los haga salir por las ventanas, que no por la puerta.
CAPACHO.
Basta,de ex illis est.
BENITO.
Basta de ellos es, pues no ve nada.
FURRIER.
Canalla barretina[51], si otra vez me dicen que soy de ellos, no les dejaré hueso sano.
BENITO.
Nunca los confesos ni bastardos fueron valientes; y por eso no podemos dejar de decir: de ellos es, de ellos es.
FURRIER.
¡Cuerpo de Dios con los villanos: esperad!
(Mete mano á la espada, y acuchíllase con todos;y el alcalde aporrea al Rabelejo;y la Chirinos descuelga la manta y dice):
CHIRINOS
El diablo ha sido la trompeta y la venida de los hombres de armas: parece que los llamaron con campanilla.
CHANFALLA.
El suceso ha sido estraordinario: la virtud del retablo se queda en su punto; y mañana lo podemos mostrar al pueblo; y nosotros mismos podemos cantar el triunfo de esta batalla, diciendo: ¡vivan Chirinos y Chanfalla!
FIN DE ESTE ENTREMES.