CAPITULO VII.
El indo-antillano tenía religión.—Los tres frailes Pane, El Bermejo y Tisím.—Dos grandes agrupaciones de cultos religiosos: el animismo difuso y el condensado.—¿Qué culto correspondía al indígena boriqueño?—Sitio religioso del indo-antillano en el animismo difuso.—Amuletos ó dioses penates.—Loszemis.—El totemismo.—Zoolatría.—Fitolatría.—Antropomorfismo.—Idolos para proteger las sementeras, obtener la lluvia, facilitar los partos, conseguir caza, pesca y ayuda en los combates.—El espíritu benéfico morador de Luquillo.—Yucajú, convertido enYukiyu, dios bienhechor deBoriquén.—Los dioses penates, ózemis, eran irradiaciones deYucajú.—El espíritu maléfico deBoriquénvenía de fuera.—Juracán.—Los fantasmas nocturnos, ómaboyas, eran irradiaciones deJuracán.—Los adoratorios.—Elbohiqueó augur curandero.—Ofrendas.—Elcojoba.—Consejo de jefes y toma delcojibá.—Stahl niega religión á los boriqueños.—García les concede astrolatría á los haytianos.—Parecer de Colón, Mártir de Anglería, Pane, Las Casas y Oviedo respecto á la astrolatría indo-antillana.—Nuestra opinión.—Nebulosa concepción de ultratumba entre nuestros aborígenes.—Idea del bien y del mal.—No podían comprender en su estadoneolítico, ó de la piedra pulimentada, la unidad absoluta de Dios.
El indio boriqueño rendía culto á la Divinidad en las rudimentarias formas de un puebloneolítico. Las ideas religiosas de los pueblos primitivos vienen á ser á las ideas religiosas modernas lo que la alquimia á la química y la astrología á la astronomía. No podemos, por ende, exigir al indígena boriqueño una religión á la moderna. Entonces, lesnegaríamos el culto religioso y les llamariamosateos, como calificaban los griegos á los primeros cristianos. La fe del hombre salvaje en un poder sobrenatural es el alborear del sentimiento religioso bajo la honda impresión de un miedo cerval á lo Desconocido. La ignorancia supina de las leyes físicoquímicas, que rigen el cosmos, le sugestiona de contínuo ante cualquier fenómeno de la naturaleza, del cual no puede darse explicación alguna. En este sentido el salvaje está al nivel del niño; es pueril en sus concepciones.
Hubo tres frailes que se dedicaron al principio del Descubrimiento de las Indias al estudio de las ideas religiosas de los indios. Fray Román Pane, que vino con Cristóbal Colón en el segundo viaje, y á quien el Almirante encargó inquiriese lo más que pudiera saber de los ritos y religión de los haytianos; por lo que Fray Román dejó elMacorixabajo, donde vivía y se marchó áMaguá, el cacicazgo del valienteGuarionex, quien tenía á sus órdenes veinte y unnitaynosó caciques subalternos, que gobernaban los territorios deBatey,Sabanacóa,Corojay,Cotuí,Cibao,Ciguay,Tuna,Guaybamoca,Goacoa,Janique,Marien,Maymón,Majagua,Macorixarriba,Moca,Mayonix,Maguey,Manicú,Samaná,YaguaxyYaguahayucú. Entre la gente de estos sitios de La Española fué que el decidido eremita benedictino hizo sus investigaciones religiosas. Su trabajo lo titulóCreencia é idolatría de los indios é cómo observaban sus dioses. El informe original, dado al Almirante en latín, se ha perdido y no se conserva de él más que una mala traducción al castellano,tomada de una hecha al italiano.[166]
Los otros dos frailes eran Fray Juan Borgoñón, el Bermejo, y Fray Juan de Tisím, ambos de la orden de San Francisco, que vinieron con el comendador Ovando, en 1502, cuando por vez primera arribaron los franciscos á La Española. Uno de ellos, elBermejo, acompañó á Fray Román Pane áMaguá: cuya misión duró dos años, ayudados de un buen intérprete indio llamadoGuay Sabána, que les fué muy adicto. Las Casas trató, íntimamente á estos tres frailes y tomó de ellos suficientes noticias; por lo tanto, el obispo de Chiapa es una buena fuente de información histórica sobre estos asuntos.
Todos los cultos religiosos pueden comprenderse en dos grandes agrupaciones. La primera abraza elanimismo difusocon sus correspondientes zoolatría, fitolatría, litolatría, falismo, cultos del agua, de la atmósfera, de los cuerpos celestes, de la tierra y el cielo, de instrumentos é industrias, de circunstancias y accidentes de la vida, de facultades, de cualidades y conceptos, de las representaciones figuradas, de los espíritus y de la vida de ultratumba. La segunda agrupación comprende elanimismo condensadocon sus correspondiente naturalismo, politeismo, simbolismo, misticismo, sincretismo y monoteismo.
El animismo condensado representa ya un gran progreso religioso de la humanidad. Tenemos, por consiguiente, que buscar sitio para nuestro indo-antillano en el seno de la primera agrupación, ó seaen el animismo difuso. En los cementerios de nuestros indígenas se encuentran con profusión unasfigurillasde arcilla roja, cocida, que semejan animaluchos, como el sapo, ó una cara humana grotesca. Estos objetos, ocupando las fosas sepulcrales, demuestran patentemente, á parte los datos suministrados por los Cronistas, que el boriqueño tenía una creencia supersticiosa en estas figurillas. Es verdad que las encontramos también en las asas de algunas vasijas y platos; pero en estos recipientes tienen entonces más carácter de ornamentación que simbólico. El indio era enterrado con su amuleto ódios penate; y teniendo el idolillo unas veces aspecto de animal y otras forma humana, la interpretación á esta variedad de figuras no puede ser indiferente.
Eltotemismoes el culto de la naturaleza, que se manifiesta de varios modos. El vocablo viene detotem, blasón, y tiene por fundamento el aplicar nombres de animales á jefes de tribu; cuyos nombres, con la acción de la leyenda pasa á la tribu misma y termina por convertirse enmito religiosocon el tiempo. La cara desapoen el idolito indígena es la conservación deltotemismoen el período de zoolatría; cuyo culto, al tener el amuleto cara humana, había pasado lentamente de lazoolatríaalantropomorfismo, ó idolatría, en la que eldios penateadquiere completamente naturaleza humana. Aún vemos estos tránsitos religiosos en nuestra actual sociedad, desde el trozo decoral(litolatría) al cuello del niño, para ampararle delmal de ojo, hasta las imágenes y escapularios de los católicos. Los generales romanos más valientes solían llevar al cuellofigurillas de sus dioses al marchar á la guerra, creyendo ciegamente en la protección y ayuda de ellos en los combates.[167]En eltotemismose tienen ideas confusas de un poder sobrenatural, al cual se le tiene más miedo que amor, y cuya influencia directa se admite en todos los sucesos de la vida. De ahí surge eldios penate. La fe por teoría y la adoración por práctica. Apenas alborea entonces el elemento moral.
Refiere Las Casas, que “cuando algún indio iba caminando é veía algún árbol que con el viento, más que otro, se movía, de lo cual el indio tenía miedo, llegaba á él é le preguntaba: Tú, ¿quién eres? é respondía el árbol: Llámate aquí á unbohiquey él te dirá quien yo soy.”[168]Venía entonces el augur, practicaba unas cuantas ceremonias, cortaba el árbol, hacía fabricar á los artistas de la tribu una grotesca estatua del tronco y le consagraban una casa y sus ofrendas. La explicación de estoes bien sencilla: el pobre indio, sugestionado por el miedo, había oido todas esas voces, y era explotado por otro indio, elbohique, un embaucador, más listo que él. Generalmente el augur marchaba de acuerdo con el jefe de la tribu, elcacique. La historia de todos los tiempos. El culto de los árboles ha existido en Asiria, Grecia, Polonia, Francia, Vizcaya, Alemania, Inglaterra y otros muchos países, bajo otras formas, y hasta prestándole veneración profunda al mismo árbol.
En los ídolosmamiformes, de piedra, se encuentranmuchos con la faz de múcaro, lagarto, ú otro reptil ó ave; y también algunos con pies humanos, los que comprueban el pase lento de la zoolatría al antropomorfismo. Luego vienen ídolos con cara y pies humanos, que confirman la completa transición mitológica. Había, pues, tres clases fundamentales de estas piedrascónicas. Describiendo el historiador Las Casas[169]los dioses de piedra de los indo antillanos dice, que unos eran para favorecer sus sementeras. Creemos nosotros, que estos serían los que tienen cara de lagarto, sabandija que anda siempre por los campos entre los sembrados. Otros ídolos eran para impetrar la lluvia y el buen tiempo. Opinamos, serían los que tienen faz de pájaro porque el ave cruza la atmósfera y se pierde á veces con su alto vuelo entre las nubes. Y los terceros eran para que las indias tuvieran buena dicha en parir. Estos ídolos corresponderían á los que tienen cara y pies humanos. Aunque el obispo de Chiapa no cita más que estas tres clases, nosotros, por inducción lógica, nos inclinamos á creer que los ídolos con figura de tortuga, ó de pez, serían para obtener buena pesca. Los de cara de múcaro para la buena caza. Y los que les recordaban sus valientes jefes los invocarían al emprender sus guerrillas.[170]Vése, empero, en toda esta morfología la variedad en la unidad religiosa.
Adelantemos más aún en nuestras apreciaciones. El indio de Boriquén creía desde luego en unespíritu benéfico, al tener en sus piedras cónicas determinadas aspiraciones religiosas á su favor: creencias que nos ha conservado el venerable Las Casas, observadas personalmente por él mismo y corroboradas con los informes precisos de sus cofrades, los otros tres religiosos citados. La cordillera central de la Isla, con su abrupto monteLuquillo, tuvo que impresionar vivamente la infantil imaginación de nuestros indígenas. En eltotemismo, ó culto de la naturaleza, obsérvase la adoración de las montañas; pues bien, nosotros creemos que el artista boriqueño figuraba en sus ídolosmamiformespétreos el monteLuquillo, donde moraba para ellos elespíritu benefactorde su país, representado en animal (zoolatría); en animal con pies humanos (período de transición mitológica); y en ídolo completo humano (antropomorfismo); llevando siempre á cuestas la Isla.
Una de las grandes preocupaciones de los pueblos primitivos ha sido idear cómo fué la creación de cielo y tierra. No hay que olvidar nunca, dice Lubbock[171], que la idea de los salvajes sobre la Divinidad es esencialmente diferente de la que profesan las razas superiores. Para ellos, el dios forma parte del cosmos. Así, pues, para nuestro boriqueño su benéfica divinidad formaba parte de la naturaleza de su Isla.
Ahondemos algo más en esta tesis religiosa. Fray Román Pane nos asevera, que los haytianos creían que su dios les daba y conservaba layuca. Según Las Casas el dios de Hayti se llamabaYucahúBagua Maorocotí; manifestando el ingenuo cronista que no sabía lo que por este nombre los haytianos querían significar. Estudiemos filológicamente estas palabras.Yucajú(Las Casas escribeYucahú) palabra compuesta deYucayjú. Ya sabemos queyucaóyukaes el utilísimo tubérculo farináceo del cual hacían los indo-antillanos su pancasabí. El sufijohú,júóyúsignificablanco, según Rafinesque.[172]El segundo vocablo esBagua, que en el habla indo-antillana equivale á lamar. En la palabraMaorocotíhay aglutinación de raices. Ya sabemos que las lenguas americanas son polisintéticas. (Duponceau, Lucien Adams, etc.) Descompongamos, pues, este vocablo,Ma-o-roco-tí. En esta palabra, es nuestro parecer, están condensados los atributos de la divinidad haytiana.Ma, grande;ti, alto, elevado, poderoso;o, montaña;roco, el verbo, que da á conocer (rocosignificaconocer) dichos atributos. Es decir, queYucajú Bagua Maorocotíequivale áYuca Blanca;grande y poderosa, como el mar y la montaña. Este era para los haytianos su dios bienhechor. Robertson[173]incurre en un error, al afirmar que los habitantes de estas islas admitían seres, á quienes llamabanCemís, y que los tenían por autores de todos los males que aflijían á la especie humana.
Reflexionemos un poco sobre las dificultades primeras de los indo-antillanos para poder extraer de un tubérculo venenoso, como layuca, su alimenticio pan; y no nos extrañará su adoración simbólica (Fitolatría) á la bienhechora y misteriosaplanta que los sustentaba. ¡Qué sorpresa, cuando manipulándola bien, por vez primera obtuvieron la buena harina! ¡Qué terror, cuando los mataba rápidamente, sin saber extraerle el farináceo producto! ¡Terrible misterio para la infantil imaginación de aquellos hombres primitivos! ¡Cuántos tanteos debieron haber tenido para llegar á la realidad conveniente de separar elvenenosojugo de laútilharina! Así como el hombre primitivo, al ver hervir el agua y percibir el rumor que se desprendía de la vasija, el movimiento contínuo de las burbujas de aire, y la agitación creciente del hirviente líquido, creyó queallí, en el fondo de la marmita, había unespíritu supremo, que de repente se le manifestaba, de igual modo el indo-antillano creyó que en la misteriosa acción de vida y muerte que se encierra en layuca, existía unpoderoso espíritu, que le convenía acatar y venerar para tenerle propicio, á fin de que le favoreciera siempre con la parte bienhechora de la misteriosa planta.
Corrobora nuestro aserto el valor que le daban ciertos pueblos indios al vocabloyuca. En el lenguajetupí-guaranísignificamatar. Deyuká, matar, derivaron lostupí-guaraníel vocablotupá, dirigido á la Divinidad, y que equivale áquién es, significandoqué espírituresidiría enaquellaplanta, lamaniocaóyuca, que producía á veces lamuerte, ytambién daba lavida, mediante su alimenticia harina. Y nosotros opinamos, que esta lengua, la tupí-guaraní, ha sido la madre de lacaribey de laaruaca. Todavía encontramos la palabrayuca, con igual significación,matar, entre los Oyampis del Brasil[174]y los Cumanagotos[175]y Tamanacos de Venezuela.[176]
Pasemos áBoriquén. La misma unidad religiosa tenían los boriqueños. Solamente que á nosotros no ha llegado más que el primer vocabloYucahú, conservado en el nombre que se le asigna hoy al monteLuquillo, el más alto de la Isla. Los primeros españoles que vinieron al Boriquén oyeron á los indios decirYuquiyú, y sin precisar la difícil fonética de una lengua desconocida, juzgaron que se trataba de algún caciqueloco; adjudicándole desde luego, sin más reflexión, el diminutivo de esa palabra. Los indios de la islaYucayú, de las Bahamas, han pasado á la historia con el nombre deLucayos, trastocando los cronistas laYenL, y laufinal eno, para castellanizar la palabra. Lo mismo ha pasado, con otros muchos vocablos indo-antillanos, cambiando, suprimiendo ó agregando letras y sílabas.
DeLuquillotenemos, depurando la palabra filológicamente,Yuquiyu—Yukiyu—Yukayu—Yucajú. La aspiración fonética, que tenían los indo-antillanos como los árabes[177], la fijaban los cronistas en sus notas, indistintamente, con unah, unaygriega ó una jota. De manera que los boriqueños y los haytianos veneraban el fruto que les producía sublanco pan, sucasabí, bajo un simbólicodios, protector de sus sementeras. El culto de las plantas útiles, ó dañinas, forma parte de las mitologías. La palmera, el árbol del pan, la higuera, el trigo, la viña, etc., han sido adorados en la antigüedad. Es el efecto del animismo difuso. En la virtud íntima de las plantas el hombre primitivo creyó que residíaun espírituque le concedía aquel don. De ahí nos ha quedado el simbolismo litúrgico del trigo y de la uva, que de los misterios eleusianos ha pasado á la eucaristía de los católicos. De Brosses[178]dice: “Los primeros hombres consagraron las plantas que brotan de la tierra y las tuvieron pordiosesy las adoraron, aunque vivían de ellas.” Una gran verdad, que vemos comprobada con el desenvolvimiento mitológico que hemos explicado en el indo-antillano.
En ese pedruscocónicoó mamiforme, figurando una montaña, que descansa sobre un animal, pájaro ó ser humano, y que parece que la lleva á cuestas, hay toda una leyenda religiosa. Tras eltotemismode los boriquenses adorando la plantayuca(fitolatría) y venerando animales y pájaros (zoolatría) surge la figura humana de otros ídolos (antropomorfismo); pero en esta variedad de formas está la unidad fundamental de la Divinidad, radicando en el espíritu bienhechorYucajú, que moraba en la alta montaña, formando parte de ella, y á quien los boriqueños invocaban para todas sus necesidades; siendo loszemís, ó dioses tutelares, unas irradiacionesdel granYucajú, convertido enYukiyuel dios protector deBoriquén.[179]
El espíritu maléfico de los indo-antillanos eraJuracán, cuyo vocablo ha pasado á nosotros conservado enHuracán: palabra con que se designan esos violentos ciclones, que periódicamente visitan las islas de nuestro Archipiélago, produciendo grandes estragos y destruyendo vidas y haciendas. Natural era que estos terribles meteoros impresionaran hondamente las sencillas imaginaciones de nuestros indígenas; y á juzgar por el destrozo de sus sementeras, derrumbamiento de sus bohíos, caida de las corpulentas ceibas y demás árboles, arrancados de raíz, desbordamiento de los ríos, y daños por todas partes, concibieran la idea de unespíritu perverso, dirigiendo la trayectoria del ciclón y encarnado, por decirlo así, en el mismo dañífico meteoro. Y, como una prueba más fehaciente de lo que aseveramos, véase que para designar alespíritu malignolos Chaymas dicenYorocián, los TamanacosYolokiamo, los CumanagotosYroklamo, los GalibisYurakán, los CaribesYoroko, los ApalayYoloco, los GuayanensesYolocy los YpurocotesYucreca.[180]El mismo vocablo, designando alespíritu maléfico, en fermentación fonética, ha sufrido alteraciones de letras ó sílabas y ha cristalizado por fin con algunas variantes, más ó menos acentuadas, en todos estos dialectos indios.[181]Jurakánera, pues, el espíritu maligno de los indo-antillanos. LlamabanMaboyasá los fantasmas nocturnos, que creían ellos rondaban por sus sementeras, atribuyéndoles los pequeños daños ocurridos en sus labranzas, los perjuicios en sus casas y las enfermedades de sus hijos y mujeres. LosMaboyaseran irradiaciones deJurakán. Como los indígenas tenían gran miedo á los fantasmas de noche, creían en las apariciones de las ánimas de los difuntos, las que llamabanjupias, y de lo cual daban cuenta inmediatamente albohique, quien tenía buen cuidado de atemorizarlos por la tal aparición y les pronosticaba algún mal.[182]
Elbohiquetenía su puesto social en el pueblo boriqueño, completamente independiente delcacique. Este era el jefe de la tribu, aquel el curandero y el augur, intermediario con la divinidad indígena. En la época de la recolección de las mieses se llevaban ofrendas de casabe, boniatos, batatas y maíz alzemí, que estaba en la casa grande de los caciques, llamadacaney; y también llevaban ofrendas á la choza delbohique. Los niños consumían estas viandas. No había templos públicos, pero sí alguno que otroadoratorio, llamadoku, que era una casa de pajas, como las otras comunes,algo apartadade las demás,según Las Casas. También solían utilizar algunas cavernas para adorar suszemis.[183]Pasemos á la liturgia. Cuando elbohiqueiba á consultar al ídolo, antes hacía la ceremonia llamadacojoba, que era absorver por las narices elcojibá, tabaco en polvo, tomado de un plato redondo, hecho de madera negra, muy lisa y pulimentada. Esta ceremonia la hacía elbohiquemediante un instrumento, también de madera negra, en forma de una Y griega mayúscula, según Oviedo, ó dos tubillos de cañas huecas, pareadas, según otros autores. Estimulado el augur por el narcotismo del tabaco, como un poseido, empezaba á profetizar. Igual ceremonia solían practicar juntosbohique,caciqueynitaynoscuando había que resolver, en consejo de jefes, alguna cuestión ardua, como sus guerrillas, que eran muy frecuentes por motivo de los límites de sus cacicazgos. Dato importantísimo, anotado por Las Casas, y que desvirtúa por completo el consignado por Mártir de Anglería, de que los indo-antillanos no conocíanlo míoylo tuyo, ó sea que no tenían los rudimentos principales del derecho de propiedad.
El fumar tabaco nunca fué una ceremonia religiosa entre los indígenas, sino un uso común, como se deduce claramente del libro de bitácora del Almirante y de la historia del Obispo de Chiapa. El tabaco entraba en la liturgia religiosa en forma derapé. Son curiosos los detalles del ceremonial. El primero que tomabapolvosera elcacique, sentado enundujo, reinando un gran silencio. Aspiraba elcobijápor las narices, se quedaba un rato con la cabeza vuelta á un lado y los brazos puestos encima de las rodillas. Después, alzaba el rostro hacia el cielo, hablaba ciertas palabras y daba, por fin, su opinión á la concurrencia de jefes.[184]Así procedían los demás concurrentes. Elbohique, ó agorero, practicaba el ayuno para tener propicia á la divinidad, lo que prueba tenía alguna buena fe en sus actos religiosos, y obligaba á sus discípulos á practicarlo también.
El doctor Stahl niega que nuestros boriqueños tuvieran religión alguna.[185]Dice el estudioso etnólogo: “Todo inclina á creer, que los indios boriqueños carecían en absoluto de ideas religiosas”. Balmes, el profundo filósofo catalán, aconseja que jamás será exajerado el cuidado que pongamos en fijar con propiedad y exactitud el sentido de las palabras, especialmente de aquellas que sean el eje sobre que jira una cuestión. Fiel á este consejo precisemos el valor del vocabloreligión. Para nosotros, religión es el culto que el hombre rinde á la Divinidad, en harmonía con su estado de civilización; es el culto á lo Desconocido: la aspiración á lo Infinito: la idea vaga del Ser Supremo: la sensación humana de que en la naturaleza palpita una Inteligencia Suprema. El indo-antillano pasó del fetichismo al totemismo y á la idolatría, manteniendo restos de cada uno de estos períodos mitológicos ensu teogonía, como ha ocurrido con otros pueblos. A la llegada de Colón se hallaba el indígena en el dualismo de las ideas religiosas delbieny delmal, creyéndolas ligadas á la naturaleza é interpretándolas vagamente.[186]
El ilustrado historiador dominicano don José Gabriel García[187]opina, que los indígenas dominicanos “rendían tambiénfervoroso cultoá cuatro estrellas que consideraban como transformaciones deRacuno,Sabaco,AchinaoyCoromo, hijos predilectos deLouquo, ser omnipotente, que había premiado sus buenas obras, colocándoles en el firmamento, revestidos de un poder celestial.” Esta es una leyenda religiosa, que no tiene base en que poderla cimentar el señor García. Ha cometido esta equivocación por seguir á Champlain, Laborde y Souvestre en la teogonía caribe de las Islas de Barlovento.
El Almirante, en la carta que dirigió á los Reyes Católicos, escrita en el mar cuando regresaba de suprimer viaje, y enviada desde Lisboa á Barcelona, en Marzo de 1493, dice: “Y no conocían ninguna secta, ni idolatría, salvo que todos creen que las fuerzas y el bien están en el cielo.” De modoque Pedro Mártir de Anglería tomó sus informes de los papeles delprimer viajede Colón y de los relatos de los españoles vueltos á la Península, por aquellos tiempos, y aseveró “que no adoraban más que á las lumbreras visibles del cielo”. Esto decía en su carta al cardenal Luís de Aragón, escrita en Granada el 23 de Abril de 1494, añadiendo: “Sábete, que yo escogí estas pocas cosas de los originales del mismo Prefecto marítimo, Colón.” Después, al cotejar los trabajos de Fray Román Pane, que son de 1496 á 97, aceptó, que “observaban varias ceremonias y ritos.”[188]. Las Casas, que vivió entre los haytianos largo tiempo, nada dice respecto al culto del sol, la luna, ó las estrellas. Oviedo tampoco.
Sin embargo, las piedras figurando estos astros se han encontrado en Puerto Rico. En nuestra propia casa, cuando éramos niños, había una media luna de piedra, artísticamente trabajada. Fué extraída por el ancla de un buque del fondo del puerto de Arecibo. Creemos que estos ídolos no procedían de la industria pétrea indo-antillana, sino que eran del inmediato Continente, traídos áBoriquén, donde empezaba á iniciarse laastrolatría, en su forma primitiva, sin diferir esencialmente del culto natural de una montaña ó de un animal. (Totemismo). De manera que entre los indo-antillanos no había adoratorios al sol ó á la luna, como en el Perú y otros países de América, ni culto, ni ofrenda, ni sacrificio alguno; ni siquiera la danza de salutación de losSemínolas, al salir el sol. Según el doctorCrévaux, los indígenas de las Guayanas no adoraban los astros.[189]
Los indo-antillanos llamaban al cieloturey; pero sin rendirle culto alguno, ni á ninguno de sus luminares. Respecto á los astros, Pane dice á Colón, en su célebre informe: “Saben los indios de donde tuvo origen el sol y la luna.” Y más adelante trasmite la leyenda sobre la procedencia de los luminares celestes, manifestando, que los indígenas decían, “que el sol y la luna salieron de una cueva que está en la tierra del caciqueMaosiá Siboex; y á la cueva llamabanJobobaba, y la tenían en mucha estimación, pintada sin figuras, á su manera, adornada con follajes y cosas semejantes. En esta cueva había doszemís, de piedra, del tamaño de medio brazo y los tenían en gran veneración y á los cuales pedían la lluvia y otras cosas. Uno de los ídolos se llamabaBoiníaexy el otroMarojú.” De modo que también los datos suministrados por el informador eremita benedictino son contrarios á la astrolatría de los indo-antillanos.
El boriqueño tenía una nebulosa idea de ultratumba. Para los indo-antillanos no todo terminabacon la muerte. No comprendían la inmortalidad del alma; y tenían una creencia esencialmente distinta de la nuestra sobre la vida futura. El ánima del difunto, lajupía, se replegaba á un sitio apartado de la Isla, elcoaibay, donde de día estaba quieta y de noche salía á pasear, á comer de las frutas silvestres,hasta comunicarse con los demás seres vivientes. Estosespíritus, tenían para los indígenas envoltura mortal.
El hombre primitivo empieza por rendir adoración á aquello que le tiene miedo y se imagina que le hacemal; después venera lo que cree que le hacebien; y surge entonces el terribledualismomitológico, que tanto ha dado, y da que hacer, en todas las religiones. El bien y el mal físicos son innegables; y esta realidad subjetiva guía al hombre inculto. Ansioso mira en torno, levanta la cabeza al cielo y desea conocer el origen de las cosas, con el mismo anhelo que vemos estalla en el niño ese deseo tan pronto le ilumina la luz de la razón. Ve el día y la noche, la alborada y las tinieblas, el sol y la luna, el fuego y el agua, la tierra y el cielo, el abismo y la montaña, el río grato con sus claras linfas para apagar la sed, y el mar amargo con sus diáfanas ondas, el mismo líquido agrio y dulce, la vida y la muerte en torno suyo.... y piensa.... y reflexiona. ¡Cuán profundo misterio!.... La luz ahuyenta las tinieblas, que retornan para no darse por vencidas: el fuego consume el agua y ésta cae en benéfica lluvia para combatir el calor: el mar golpea la tierra de continuo y rugey se encrespa, y los ríos desde la altura desaguan humildemente en el mar: las nubes ocultan el sol y el luminar del día rasga el tempestuoso nublado y resplandece de nuevo: el rayo quema el árbol, y el aniquilado tronco reverdece prontamente: el buen tiempo favorece sus labranzas y el huracán destroza su choza y su sementera. ¡Qué terrible dualismo! El hombre primitivo tuvo que quedarabsorto y abrumado ante estos sublimes fenómenos de la naturaleza y caer en tierra, postrado por la emoción. Y ante el dolor, que lo aterra, y el miedo que se apodera de sus sentimientos, crea en su imaginación el mito delespíritu del mal; y procura aplacarlo, rindiéndole culto y sacrificio. Por el contrario, ante el placer que exalta sus sentidos, relampaguea su razón y se expande entonces el sentimiento de la gratitud; y el amor alespíritu del bien, que él cree que le proteje y ayuda, le hace rendirle adoración con ritos, ceremonias y ofrendas.
Nuestro indio deBoriquénestaba en este período delanimismo difuso. Tenía su espíritu del bien enYuquivú, que protegía su vida y sus labranzas, y moraba en la gran montaña. Cuando menos lo pensaba, se aparecía en la IslaJurakán, el espíritu del mal, ocasionando la muerte y la destrucción por todas partes. Como irradiaciones de este dualismo mitológico, loszemísy losmaboyas. Elzemí, el dios tutelar, de ambos sexos[190], apegado al hogar, y como fiel amuleto acompañando al indio hasta el sepulcro. Elmaboya, el fantasma nocturno, que le hacía daño en sus sembrados, y ante el cual huía aterrado, rindiéndole sacrificios desde lejos y por mediación delbohique, el agorero.
Todavía al llegar alanimismo condensadode las religiones superiores de nuestros días, ¡con quépoderosa fuerza se presenta aún eldualismodel bien y del mal, en el orden moral, á combatir la unidad incontrastable del Ser Supremo, Creador é Infinito!