Tengo un amigo: no entiendePalabra de castellano,Y cuando me da la manoParece que no comprende.——Yo nada pesco de inglés;Pero si al paso le encuentro,Hállome como en mi centroY á todo le digo:yes.——En frecuente ir y venir,Con él placentero vago,Y es mi encuentro un solo tragoDe espumosoLaguebir.——Ayer, despues de una espera,Lo percibí, y muy formalSe montó en el barandalY así bajó la escalera,——Dizque por verme de prisaPorque iba en el quinto piso:Yo le contemplé indecisoEntre el espanto y la risa.——Cruzábamos como hormigasDe gente entre un peloton:El me alzó.... y á un carretonMe colocó entre unas vigas.——Iba, lo juro, en un ¡ay!El, satisfecho y contento,Miraba mi aturdimientoY exclamaba alegre:¡juay!——Parece el yankee hombre fino,Cadena y anillos de oro,En sus modales decoro,No procaz, no libertino.——Fuimos, tomamos cerveza;Pero ¡oh desgracia y oh chasco!El cielo soltó un chubascoDe chupete, de grandeza.——Era nuestra calle un rio;El sacó tres ocasionesEl reloj, de ocupacionesIndicio: tambien vió el mio.——Me hizo seña de salir,Meatranqué.... me dió la mano,Y muy fresco y muy ufanoSe alistó solo á partir.——Y sin el menor recelo,De levita, bien plantado,Se quitó media y calzado,Quedó con el pié en el suelo.——Mirarlo me calosfrió,El me contempló riendo,Alegre al partir diciendo:No difference.... y corrió.
Tengo un amigo: no entiendePalabra de castellano,Y cuando me da la manoParece que no comprende.——Yo nada pesco de inglés;Pero si al paso le encuentro,Hállome como en mi centroY á todo le digo:yes.——En frecuente ir y venir,Con él placentero vago,Y es mi encuentro un solo tragoDe espumosoLaguebir.——Ayer, despues de una espera,Lo percibí, y muy formalSe montó en el barandalY así bajó la escalera,——Dizque por verme de prisaPorque iba en el quinto piso:Yo le contemplé indecisoEntre el espanto y la risa.——Cruzábamos como hormigasDe gente entre un peloton:El me alzó.... y á un carretonMe colocó entre unas vigas.——Iba, lo juro, en un ¡ay!El, satisfecho y contento,Miraba mi aturdimientoY exclamaba alegre:¡juay!——Parece el yankee hombre fino,Cadena y anillos de oro,En sus modales decoro,No procaz, no libertino.——Fuimos, tomamos cerveza;Pero ¡oh desgracia y oh chasco!El cielo soltó un chubascoDe chupete, de grandeza.——Era nuestra calle un rio;El sacó tres ocasionesEl reloj, de ocupacionesIndicio: tambien vió el mio.——Me hizo seña de salir,Meatranqué.... me dió la mano,Y muy fresco y muy ufanoSe alistó solo á partir.——Y sin el menor recelo,De levita, bien plantado,Se quitó media y calzado,Quedó con el pié en el suelo.——Mirarlo me calosfrió,El me contempló riendo,Alegre al partir diciendo:No difference.... y corrió.
Tengo un amigo: no entiendePalabra de castellano,Y cuando me da la manoParece que no comprende.——Yo nada pesco de inglés;Pero si al paso le encuentro,Hállome como en mi centroY á todo le digo:yes.——En frecuente ir y venir,Con él placentero vago,Y es mi encuentro un solo tragoDe espumosoLaguebir.——Ayer, despues de una espera,Lo percibí, y muy formalSe montó en el barandalY así bajó la escalera,——Dizque por verme de prisaPorque iba en el quinto piso:Yo le contemplé indecisoEntre el espanto y la risa.——Cruzábamos como hormigasDe gente entre un peloton:El me alzó.... y á un carretonMe colocó entre unas vigas.——Iba, lo juro, en un ¡ay!El, satisfecho y contento,Miraba mi aturdimientoY exclamaba alegre:¡juay!——Parece el yankee hombre fino,Cadena y anillos de oro,En sus modales decoro,No procaz, no libertino.——Fuimos, tomamos cerveza;Pero ¡oh desgracia y oh chasco!El cielo soltó un chubascoDe chupete, de grandeza.——Era nuestra calle un rio;El sacó tres ocasionesEl reloj, de ocupacionesIndicio: tambien vió el mio.——Me hizo seña de salir,Meatranqué.... me dió la mano,Y muy fresco y muy ufanoSe alistó solo á partir.——Y sin el menor recelo,De levita, bien plantado,Se quitó media y calzado,Quedó con el pié en el suelo.——Mirarlo me calosfrió,El me contempló riendo,Alegre al partir diciendo:No difference.... y corrió.
Tengo un amigo: no entiende
Palabra de castellano,
Y cuando me da la mano
Parece que no comprende.
——
Yo nada pesco de inglés;
Pero si al paso le encuentro,
Hállome como en mi centro
Y á todo le digo:yes.
——
En frecuente ir y venir,
Con él placentero vago,
Y es mi encuentro un solo trago
De espumosoLaguebir.
——
Ayer, despues de una espera,
Lo percibí, y muy formal
Se montó en el barandal
Y así bajó la escalera,
——
Dizque por verme de prisa
Porque iba en el quinto piso:
Yo le contemplé indeciso
Entre el espanto y la risa.
——
Cruzábamos como hormigas
De gente entre un peloton:
El me alzó.... y á un carreton
Me colocó entre unas vigas.
——
Iba, lo juro, en un ¡ay!
El, satisfecho y contento,
Miraba mi aturdimiento
Y exclamaba alegre:¡juay!
——
Parece el yankee hombre fino,
Cadena y anillos de oro,
En sus modales decoro,
No procaz, no libertino.
——
Fuimos, tomamos cerveza;
Pero ¡oh desgracia y oh chasco!
El cielo soltó un chubasco
De chupete, de grandeza.
——
Era nuestra calle un rio;
El sacó tres ocasiones
El reloj, de ocupaciones
Indicio: tambien vió el mio.
——
Me hizo seña de salir,
Meatranqué.... me dió la mano,
Y muy fresco y muy ufano
Se alistó solo á partir.
——
Y sin el menor recelo,
De levita, bien plantado,
Se quitó media y calzado,
Quedó con el pié en el suelo.
——
Mirarlo me calosfrió,
El me contempló riendo,
Alegre al partir diciendo:
No difference.... y corrió.
En estas pláticas llegamos á Menphis, capital del Mississippí, donde descansamos hasta las cinco y media de la tarde.
La estacion es un jacalon á la rústica; tiene adherido, como un lobanillo, un cuartito con las pretensiones derestaurant, y obsequia al viajero á su entrada, un tendajo con su aparador con botes de conservas ypikles, licores,quequesy carnes frias.
Calles en iniciativa por aquí, tablazones por allá, grandes edificios con cristales, aceras intermitentes, duda sobre si se trata de una poblacion que espicha entre tablones y escombros, ó una sociedad que nace de entre el lodo y la yerba. Por supuesto que negrea de habitantes la poblacion.
A la salida del tren admiramos campos hermosos, horizontes risueños, fincas rústicas y ganados.
Menphis toma creces momento á momento: el tráfico, que alimentan Galveston y Texas, lo desarrolla poderosa la comunicacion con el Palestine Longvieu Troup; y colonias, en que palpita enérgico el trabajo y se desarrolla el comercio, hacen que Menphis proceda como á saltos y por improvisaciones, á su engrandecimiento.
Sobre todo, la nueva y poderosa empresa del ferrocarril del Pacífico (Souten Pacifique), llevará al Oeste las comunicaciones, en tres dias ménos que el actual ferrocarril que hemos recorrido.
Las nieves no paralizarán la nueva vía, produciendo grandes ahorros y haciendo regular el tráfico; los intereses agrícolas cobrarán creces invencibles, y los Estados del Norte sufrirán una crísis de incalculables consecuencias. Triunfará entónces la libertad mercantil, tomará otras fases el contrabando.... y nosotros.... nosotros.... arrogantes con el proteccionismo, compraremos unas chalupas para poner murallas á nuestros mares, y salvar los intereses de nuestras industrias protegidas por el Gobierno.
Apénas saliamos de Menphis, cuando como que nos salió al paso de entre las chozas y las milpas, el Mississippí, con toda su magnificencia.
Como corcel impetuoso que sorprendido por la presencia del torrente, echa hácia atrás el cuerpo, estriba en las tirantes patas, resopla asustado y queda trémulo sin avanzar.... así, como dotado de instinto y de vida, quedó el tren.... La vía férrea se abrió y desarticuló en secciones.... un buque que se hallaba á la orilla, se acercó como gente á tender su mano.... y pasar en sus hombros el tren.
El buque tenia sus rieles, que ajustaron perfectamente, poruna série de operaciones rapidísimas, á la vía de tierra: la locomotora enmudeció, despues de rezongar con extrañeza, á la vista de aquel embarque extraordinario.... Estábamos embarcados con todo y wagones, y navegamos cortando de lo lindo las aguas del rio....
El jefe de aquellas maniobras, aunque lleno de tizne, con sus manos callosas y su mandil, parecia un hombre educado, conocia el español y lo designaban como ingeniero y mecánico muy hábil....
No sé cómo tuvo conocimiento de mi insignificante persona, de mis coplas y de mi admiracion á Mr. Bryant. Yo habia seguido con admiracion sus movimientos, por su destreza y atrevimiento. ¿Quién habia de creer que aquel jóven era un literato con pasion por los autógrafos, como otros muchos? Cuando estábamos del otro lado del rio, y yo materialmente absorto de la temeridad de nuestra travesía, se acercó el jóven por uno de los postigos del coche y me dijo, sin más cincunloquios:
—¿Vd. quiere ponerme en esta cartera su firma, Sr. Prieto, mexicano....?
—Con mucho gusto, respondí.... y no solo mi firma, sino una cuartetilla que se me escurrió, sin sentirlo, de la punta del lápiz.
Me dijo no sé qué cumplimientos con tan tierna expresion, que yo le pedí escribiese en mi (carnet), librito de apuntaciones, su nombre, y él, con unas letrotas como nueces, puso:
Julio 30 de 1878.
Querido de Prieto.
H. B. Nutt.
En Litl Roch, conjuncion de los caminos del Norte y el Oeste, cambiamos carruaje para continuar á San Antonio.
El nuevo wagon contenia viajeros de todas partes del mundo, que iban en calidad de colonos á Texas.
Era como el resíduo, como los harapos humanos de todo el globo; eran los Cuasimodos de todas las naciones, como regados sobre el fondo negro de la raza africana.
La marcha del tren era lenta, el camino fangoso, la luz del interior del wagon amarilla y enferma, la atmósfera espesa y pestilente.
Para que no nos faltara ningun disgusto que sufrir, como ataques de estornudos intempestivos, como invasiones nerviosas, yo no sé con qué motivo acometieron accesos de risa y alegría, á negros, negras y negritos, circularon de boca á boca botellas, reventando dewiskey, desenvainaron de no sé dónde unas guitarras los hijos de la tiniebla, sonaron los palillos, que repican como castañuelas, y aquello fué fandango.
Francisco, de un salto, se puso fuera del wagon, y se colocó en la plataforma, echando chispas; otros tres viajeros lo seguimos, resueltos á pasar la noche á la intemperie, ántes que estar en aquel infierno.
Entre los viajeros que nos seguian habia un hombre vestido de cuero, bruscos movimientos, aunque se conocia que eran afectados, y callosas manos; pero su fisonomía formaba contraste.
Era un hombre de semblante apiñonado, un tanto pálido y de ojos negros; el cabello descuidado, pero finísimo; la boca con el labio superior algo levantado, y la barba y el cuello de persona de alta distincion: desde que entramos alwagon, Enrique, á quien discretamente llamaremos así, nos colmó de atenciones, hizo que sus criados nos sirviesen y se captó nuestra voluntad.
Preguntéle si era español; me dijo que era mexicano; y en efecto, le era conocida no solo nuestra historia, sino peculiaridades de colegio, que convirtieron casi en íntimas nuestras nacientes relaciones.
Por su parte, para Enrique el nuevo conocimiento se advertia que le era muy grato; pero cuando Francisco y yo hablábamos de nuestras familias, se le veia hondamente afectado, y aun me pareció ver alguna vez que con disimulo enjugaba una furtiva lágrima.
En el grupo que formábamos los cuatro prófugos de la orgía, no daba luz alguna; sospechábamos movimientos y fisonomías, la noche era oscurísima, el carruaje marchaba lentamente; era un paseo en la barca Caron, porque nos deslizábamos como sombras.
Alguno me dijo:
—Aunque sea un cuento, cuéntenos vd.,Fidel; ya este es mucho fastidio.
—A tí te toca, Francisco, que eres el que ménos hablas: haz ahora el gasto.
—Enrique, Enrique que es el más jóven, tiene obligacion de entretener á los viejos, dijeron los otros.
—Allá voy, dijo Enrique. Voy á contar á vdes. la historia de Fernando Verjeles, historia que me trajo por estos mundos, como por incidencia,por tabla, como dicen los jugadores de billar de nuestra tierra.
Ya advertirán los lectores que aunque Enrique supuso el nombre de Fernando, él realmente era el héroe de lanovelita que voy á referir, aunque sin la naturalidad y la gracia que lo hizo Enrique, y sin el atractivo que le comunicaron las circunstancias particulares en que me encontraba.
Enrique, despues de anunciar su cuento, quedó con la cabeza inclinada. Acaso dudaba hacernos su confidencia; pero, como supe despues, superó en él la idea de vindicarse de la nota de bandido ó de traidor. Tan absorbido estaba en su meditacion, que fué necesario que le dijéramos:
—Estamos esperando el cuento.
Volvió en sí como quien despierta, y habló como sigue:
—Era de por estas tierras Fernando, pobre como Aman y entusiasta y ambicioso de gloria como César ó como Goethe.
Una madre anciana, una camisa sin parentesco con otra alguna, y un firmamento de esperanzas en el cielo de su alma, hé ahí su patrimonio.
En medio de tan escasa fortuna, su alma estaba dotada de la alegría, luz intensa, flor de ricas esencias que perfuma todos los caminos y corona de encantos la frente misma de la adversidad.
No sé qué traza se dió Fernando que resultó en México, como llovido del cielo, con su tierna madre á quien idolatraba, y se estableció en una casuquita interior en la calle de las Gallas, sin otro amparo que el del mismo cielo.
Un banco de cama tartamudo de piés, una mesa de palo blanco con una espina dorsal en el centro, que le quitaba toda utilidad, cinco trastos para guisos y servicio de mesa, una silla desfondada, pero conservando gravedosa su figura, y otra que mantenia al ocupante en cuclillas, hé ahí el ajuar de la casita de Fernando.
No obstante, con el brío y la entereza de que estaba dotado, entróse de capense en Letran, captóse la voluntad de Lacunza, y á poco el Dr. Arrillaga, capellan de Santa Brígida, le abrió de par en par las puertas de su confianza, y caten vdes. á mi capense con seis reales diarios, por escribir sermones y polémicas teológicas.
Doña Pepita, santa y nobilísima mamá de Fernando, tuvo su criada, apareció deslumbrante un espejillo en la desnuda pared de la sala, hasta media docena de sillas de tule iniciaron el ajuar, sintióse en la cocina calor y en la hornilla la alegre algarabía de las frituras.
Fernando trabajaba sin cesar, estudiaba, escribia, pronunciaba discursos y hacia unas coplas tales, que era el Campoamor de todas las costureras de modista, y el Zorrilla de todos los amantes de tres al cuarto y escasa fortuna.
Patio no lo habia en la casa, las piezas se encerraban en dos; no quedaba más campo á la inspiracion que la azotea, y la azotea fué el templo del ingenio y el pedestal de las soñadas glorias de Fernando.
Su hablar recio, sus aspavientos frente al sol poniente, sus apóstrofes apasionados á los horizontes y á las montañas, dieron cierta celebridad al poeta, con recamareras, cocineras, y niñas entregadas á la costura, frente á exíguas ventanillas que les regatean hasta pedazos de cielo.
Capotin destrozado y lleno de chorreones, sombrero independiente de toda línea y conformacion regular, calzado en desavenencia eterna con el pié, corbata buscando una tangente sobre el hombro, escondiendo uno de sus extremos como víbora en la abierta camisa, alborotado sobre la frente el rubio cabello, cubriendo casi los vidrios de sus anteojos, pero alegre, ufano, decidor y atrevido, he ahí á Fernando en sus paseos sobre las alturas, como ave torpe que sube á la cima del árbol, ensaya sus alas y las recoge triste desconfiando de su fuerza.
Paseando la azotea y espiando hácia abajo, ya por aquí, ya por allá.... le llamó la atencion en el centro de una azotehuelita reducida, un jóven vestido con cierta compostura, aunque muy pobremente.
Era levantado sobre la frente su rubio cabello, lleno de carrillos y gruesa papada, boca grande, pero con dentadura blanquísima, y unos ojos que tenian el reflejo del topacio.
Nada le pareció más perfecto que sus manos de alabastro, tan bien hechas y aristocráticas, que parecian haber sido modeladas para las caricias.
Estaba el jóven sentado en una sillita baja, de las que llaman de costura las señoras de nuestra tierra, y tenia en sus rodillas una de esas tablas que hacen una curva en uno de sus lados, de las que se servian en aquella época los sastres infelices para sus cortes y arreglos.
Sobre la tabla habia un lienzo; parecia trazar con una uña de jabon unos pantalones.
A la derecha del incógnito jóven, en otra sillita pequeña, habia abiertos unos libros, y una tira de papel con un lápiz descansando sobre ella.
El jóven trazaba su pantalon, tarareando no recuerdo qué; pero de repente apartaba los toscos lienzos y se entregaba á profundas meditaciones sobre su libro, haciendo apuntaciones.
Yo (digo, Fernando), tras el pretil de la azotea, todo loveia, y veia, como entrada á la casa, una pequeña pieza que era la cocina, donde no habia percibido gente....
De repente el sastre-literato gritó: "¡Leonor!" y formándole marco la entrada á la cocina, vió Fernando una mujer de rara hermosura, que tal vez por lo inesperada le deslumbró.
Era la jóven delgada, pálida, augusta en su porte y en su inocente majestad.
Bajo su cabello negro se veia su semblante de alabastro, como bajo una nube un horizonte luminoso; sus grandes ojos negros resplandecian coronados por sus largas pestañas, que sombreaban la parte inferior de sus ojos; su nariz, de delicadeza griega, llevaba la vista á sus labios, que se habrian podido cerrar con el pétalo de un clavel, y su barba y su torneado cuello, como que abandonaban la provocacion al encanto, para glorificar aquella hermosura angélica.
Vestia Leonor humildísima muselina azul; pero el trage, tan limpio y bien tallado, que parecia orgulloso de estar al servicio de semejante dueño.
Formaba contraste con el primer aspecto de la hermosura severa, el regocijo, la gracia realmente infantil con que se acercó juguetona al jóven rubio.... tomó de sus manos el proyecto de pantalon, se sentó á su lado y comenzaron su trabajo; la una cosia, el otro estudiaba, y se interrumpian y cantaban en el colmo de la felicidad.
Unas veces suspendia su trabajo la niña, para tomar la leccion al hermano; otras el hermano daba su voto acerca de los pantalones, siempre riendo y como el cuchichear de dos alegres golondrinas.
Fernando estaba endiosado, no queria abandonar aquel espectáculo; el sol recogia en Occidente sus últimos rayos, y en la pared de la azotehuela se dibujaba perfectamente el busto del intruso espectador....
El jóven literato lo advirtió y alzó la cara: vió á Fernando y le dió las buenas tardes, sin abandonar su alegría.
—¿Qué hace vd. por ahí, amigo?
—Este es mi salon de estudio.... un poquito más grande y mejor ventilado que el de vdes. Este es un taller al aire libre, con mejores vistas....
—Pero de muy difícil subida, dijo Leonor.
—Diré á vd., señorita, las subidas son relativas á la altura de las azoteas.
—De todos modos, á mí no me podria acompañar Leonor.... y me hace falta.... ya vd. lo ve.
—En cambio, yo puedo deshacer mis pantalones bajando, con ménos trabajo que los que vdes. hacen, segun veo....
—¿No gusta vd. de pasar? le dijo el jóven á Fernando.
—De muy buena gana lo haria, respondió éste; pero vd. ve que no puedo hacerlo, sin comprometer la integridad de mi territorio.
—¡Eh! ahora, con el cloroformo, nada importa romperse una pierna.
—Vd. lo dice porque teniendo una sola pierna los pantalones, trabajaria ménos Leonor.
—Baje vd., decia ésta; traigo una mesa, sobre la mesa se pone una silla; así se alcanza á la azotea del palomar, y á ella se baja con un salto pequeño.
—Señorita, el salto de Alvarado fué á lo ancho siquiera.... si he de llegar á vd. por el camino de los héroes, avíseme con tiempo.
Hablando, hablando, trajo el letrado la mesa, se colocó la silla, me armé de resolucion, (se armó Fernando de resolucion), y despues de tres maromas, estrechaba la mano de los nuevos amigos.
No sé ni podria recordar todo lo que hablaron; pero todo era oportuno, risueño, caia en gracia, se celebraba con entusiasmo, aunque fueran tema de los epígramas los desdenes de la fortuna, que realmente trataba de perros á los tres actores de este drama.
—Pase vd., amigo: ¿cómo se llama vd.?
—Fernando, para servir á vd.
—Pase vd., y le hablará á mamá.
Atravesaron la cocinita y dos piececitas que servian de toda clase de departamentos de una habitacion, y en una de esas piezas estaba una viejecita limpia, afable y de dulcísima voz, que me felicitó (á Fernando), por el conocimiento que habia hecho con sus hijos.
Entónces fué el relato de las historias: ya vdes. saben la de Fernando; la de Miguel y Leonor era muy sencilla. Hijos de un opulento negociante, dejó parte de su fortuna para obras piadosas; los abogados de los conventos á quienes habia hecho el negociante legados, emprendieron pleito para quedarse cada quien con la mayor parte del caudal. En esto se destruyó la fortuna: la familia vivia á expensas de un bienhechor generoso y desinteresado, hermano de la mamá de los jóvenes, y éstos, estudiando el uno para abogado, y los dos cosiendo municion, atendian á las necesidades de la casa.
El trabajo, la virtud y la conformidad con la mala suerte, hacian la riqueza de aquella familia venerable y encantadora....
Miguel, que hemos dicho era el nombre del futuro abogado, quiso á Fernando con pasion desde que lo vió.
—Merienda vd. con nosotros, muy pobremente, le dijo.
—No muy pobremente, dijo Leonor; yo prepararé un banquete de manteles largos.
—Me van vdes. á hacer mal: á mí me tiene á dieta rigurosa el Dr. Arrillaga.
—Ya verá vd., yo soy una notabilidad de brasero.
—Yo en ese ramo, he aprendido á soplar; desbarato en cada fagina un aventador.
—Queden vdes. platicando, dijo Leonor, que yo voy á disponer la merienda.... y desapareció.
A poco de salir Leonor de la pieza, escuchó Fernando desusado tragin en la cocina; entraba y salia la mocita, y se escuchaban esos rumores que acompañan á los guisos y forman un lenguaje que comprende regocijado el estómago.
Poco tiempo duró la espectativa: llamólos la voz musical de Leonor á merendar, y no asistió á la mesa la señora por sus enfermedades.
La mesa albeando, la iluminaciona giorno, porque habia dos velas, la sal remolida, unas florecitas en una copa, fungiendo de ramo, todo revelaba mujerío completo, esmero delicado, y Leonor no cabia en sí de contento.
El festin verdadero estaba en las almas, los manjares eran pobrísimos; pero, ¡qué sazon! y cuántas atenciones de los muchachos á Fernando; se acogia cualquiera ocurrenciacon placer, se reia y habia sus palmadas, como en estrepitosa francachela.
Lo singular de este cuento es que Fernando, no obstante desmorecerse por las hijas de Eva, y no obstante que Leonor era un verdadero prodigio de hermosura, no le dirigió palabra ni mirada que pudiera tener interpretacion amorosa; era una franca é inocente simpatía, una explosion de afectos puros, alegres, incontenibles; eran las auras de la juventud, abriendo las almas y embalsamando los aires.
Miguel penetraba en el espíritu de Fernando, y se enorgullecia de aquella relacion.
Modas, bailes, anécdotas risueñas, versos sentidos, cayeron como lluvia de perlas en el festin, y al despedirse los muchachos, Fernando ofreció su habitacion en la misma casa, con la más exquisita finura.
Al salir Fernando deslumbrado del convite, se felicitó de no haber hecho una de las suyas; esto es, de no haber insinuado afecto alguno á Leonor, que tanto respeto merecia.
Cumplia como caballero Fernando, puesto que estaba formalmente comprometido para casarse con Julia, su primer amor, la señora de su alma, el ángel inspirador de los primeros cantos de su lira.
Pero nada de esto obstaba para que Leonor fuese divina.
En estas circunstancias, la señora mamá de Fernando fué atacada de una angina de pecho; enfermedad cruelísima que puso desde su primer anuncio en peligro su existencia, convirtiendo en horrible la situacion de Fernando.
Salia la primera noche en busca del médico, sin saber qué hacer ni tener con qué pagarle, cuando se le unió Miguel, le llevó con un médico amigo, y volvieron con él á la casa.
Leonor, entre tanto, habia provisto á las necesidades de la casa; la señora mamá de Fernando estaba en su lecho, la vela encendida y todo á punto de emprenderse la curacion.
Calificóse el caso de gravísimo, se aplicaron á la enferma sinapismos, se recurrió al éter, se recetó cáustico, y todo apareció allí como por encanto.
Fernando tenia que concurrir á su colegio, no podia abandonar al padre, que era su recurso único de subsistencia, las noches las pasaba á la cabecera de la enferma, ó tirado á sus piés como un lebrel, atado con una faja á su brazo, para que le llamase su madre cuando sintiese el acceso del horrible mal que la privaba del sentido, y que cuando pasaba, dejaba trastornada su razon.
Iba Fernando á sus quehaceres dejando al arbitrio de una criadita de doce á trece años, la preciosa vida de su madre.
Cuando volvia Fernando á la casa, la hallaba perfectamente aseada; Leonor habia guisado, barrido, curado á la enferma, consolándola de sus penas, siendo el ángel bueno, el aroma y la luz de aquella mansion de dolor y miseria....
Y miéntras tanta diligencia y cuidado tenia Leonor, evitaba ver á Fernando, espiaba sus pasos, se valía de subterfugios para que no le humillasen sus favores, y tenia delicadezas de las que revelan una alma sublime y generosa.
Miéntras estas atenciones se hacian más sensibles, más respetuoso era Fernando con su bienhechora, á quien profesaba apasionada gratitud.
Miguel se recibió de abogado, y á poco de recibido, obtuvo un destino en Mazatlan, dejándome (dejando á Fernando), al cuidado de la casa, aunque, como se ha dicho, era su sostén un tio de la señora mamá de Miguel. Fernando varió de habitacion y de fortuna no sé por qué accidentes.
Una noche, á deshora, pasando frente á la Profesa, atravesaron dos señoras junto á Fernando, con rara precipitacion: una de ellas, anciana, iba sofocándose: siguiólas Fernando, y aquellas voces sonaban anegadas en llanto....
—¡Leonor! gritó mi amigo al reconocer á la jóven: ¿dónde van vdes.?
—Mi tio acaba de morir, contestó Leonor, vamos á su casa, calle de Capuchinas. ¡Dios nos ha traido á vd.!
Siguieron su camino en silencio; la señora iba sollozando.... entraron en una gran casa.... Fernando suplicó al portero que avisase á la señora su madre que no le esperase.
La sala á que penetraron estaba desierta; en el centro habia un lecho, entre cuatro robustos hachones de cera. En el lecho estaba el cadáver, con su hábito de San Francisco, sus manos cruzadas sobre el pecho.... y su silencio horrible sobre las rígidas facciones.
La señora madre de Leonor oraba de rodillas á corta distancia del cadáver.
Fernando y Leonor se colocaron, buscando fresco, en el balcon. La niña infeliz lloraba sin consuelo.... Fernando guardaba profundo silencio.
En la acera de la habitacion en que pasaba esta escena, caia la sombra, y se reflejaba la intensa luz de los cirios enla pared de enfrente; sobre las azoteas que se veian desde el balcon brillaba la luna, y al Sur culebreaban fugaces relámpagos sobre las montañas.
La situacion no se podia prolongar.... comenzó Fernando por excitar á Leonor á que cuidase de su mamá, á que ella, tan tierna y generosa, la consolase, y elevase su espíritu á la consideracion de que era el amparo de su familia.
Leonor casi no escuchaba, y entónces Fernando, por distraerla, le llamó la atencion sobre los encantos de la noche, la apacible claridad de la luna y la tranquila majestad del firmamento....
La luz de los cirios heria el perfil perfecto de Leonor; en sus ojos húmedos morian los destellos de la llama, cortejo de la muerte; el busto de la hermosa tenia esa animacion épica, sombría, de los retratos de Rembrat, presentando la lucha de la tiniebla y la luz sobre la fisonomía humana.
Fernando, arrebatado por la aparicion, sin premeditacion, frívolo, entusiasta, haciendo, sin quererlo, pueril alarde de su facundia arrebatadora, habló sentido, ardiente, enamorado, envolviendo en las ráfagas de su palabra á la niña inocente que se dejaba arrebatar, enloquecida de aquel torbellino de pasion intempestiva.... Dejábase arrebatar voluptuosa como la ola, sensual como el ave que se mece en las auras embriagadoras; se inclinaba, como la flor, á la lluvia que la refrigera y embellece....
Y habló de tal modo Fernando, que la niña le interrumpió diciéndole:
—Sí, vd. me ama, me ama, y si no, yo moriria: era capaz de haber hecho yo esta misma revelacion; pero vea vd.lo que dice, por Dios, vealo vd., porque un desengaño me mataria....
Y él, mal caballero y pérfido, creyendo acto tan solemne un galanteo, con el alma entregada á otro amor, con el corazon envenenado por el engaño, creyendo que con las sombras se disiparia aquel juego sin consecuencia.... seguia dejando escapar de su corazon notas vibrantes de falaz ternura...... y complaciéndose en ver perdida en el éxtasis de la fascinacion, á la niña, á la vírgen, al ángel bienhechor de su madre....
La voz de Leonor estaba convulsa y la entrecortaban los sollozos.... no se veia su fisonomía, Fernando la adivinaba, expresando la agonía y la locura....
Algun rumor que escucharon, los hizo volver el rostro.... La santa madre de Leonor seguia orando cerca del cadáver....
Pasó aquella noche como un sueño; ella envolvió aquellos juramentos y aquellas promesas.
Fernando evitó todo encuentro con Leonor.... murió su buena madre, ella se refugió con unas parientas infelices.
La fortuna de mi amigo habia cambiado; se enlazó á su prometida: gloria, distinciones, riquezas y honores le cercaron.... Solia á veces sombrear su frente un recuerdo.... lo separaba con aturdimiento y disculpaba su conducta con las locuras de la juventud....
Solian humedecerse sus ojos por un vago dolor, por una sombra errante que pasaba gemidora en su memoria.... pero se decia, usando el lenguaje del mundo: "Ella amaráá otro.... ya no se usan las Eloisas: estamos en un siglo positivo."
Un dia entraba en palacio mi amigo con varios compañeros; un muchacho desbarajustado, haciendo caballo en un carrizo, le preguntó:
—¿Vd. es D. Fernando?
Hizo señas de que él era, y le entregaron un papel....
Calle de **** 2º núm. 4.
Ahora mismo.
Leonor.
¿Quién lo creerá? aquello fué para Fernando como el prólogo de una aventura de libertino. No vaciló; dejó á los compañeros y partió tras el muchacho; iba en el camino ensayando vil, actitudes cómicas, palabras de disculpa.... farsas de sentimentalismo....
Aseguro á vdes., por mi honor, que Fernando no era un malvado; pero, ó no tenia conciencia del mal que hacia, ó se le figuraba que era pasar por desairado y por imbécil, dejar sin galantear á una hermosa. Acaso pensó en que la jóven Leonor, con su actitud doliente y con sus lágrimas, con la pintura de su desesperacion y su abandono, tambien le representaba una comedia. ¡Nos da tantos tintes de experimentado y de diestro, decir que todo es artificio en las mujeres! ¡Nos acredita tanto decir que en ellas todo es fingimiento! ¡Es de tan mal tono presentarse como crédulo! Poseido de estas ideas, cuando el remordimiento atravesaba su espíritu, lo desechaba, y la entrevista misma se le presentaba con el atractivo de una novelesca aventura.
Entró risueño, feliz, en la casa.... era una humilde casa de vecindad, trascendia á incienso.... estaba regada de trebol y flores la escalera; subió precipitado, preguntó por Leonor.... Estaba en el quicio de una vivienda.... al frente de la puerta habia un altar, entre cortinas blancas como nieve salpicadas de rosas; la cera aún ardia: se acababa de servir el pan eucarístico.
Volvió el rostro: en un lecho purísimo de armiño, descansaba Leonor.... sus ojos le atraian con infinita ternura.
Fernando se acercó aterrado, estupefacto, yerto....
La niña retiró á la gente: quedóse sola con Fernando, y le dijo:
—Con mi alma lo amé.... con toda mi alma, y quiero dejar aquí mi secreto, porque turbaria mi felicidad en el cielo.... Creí.... y era nesesario morir.... una vida por un momento de dicha....
Pero vd. es jóven, vd. tiene música en su palabra y embriaga aun mintiendo.... ¿qué uso es ese de la voz de Dios y del talento? ¿qué placer se puede hallar en el envenenamiento de una alma que el delito que tiene es amarnos? ¿cómo pasa por frívolo ese juego que nos acarrea la prostitucion del espíritu, ó la muerte?
Sea vd. bueno, no haga de su elocuencia instrumentos de tortura; yo le perdono á vd., porque le he amado; le perdono, y me muero, queriendo que me hable para morir tranquila.... ¡Adios!.... y mi muerte sea una leccion contra el libertinaje de la palabra, que casi es una recomendacion en el mundo....
VIAJE DE FIDELLIT. H. IRIARTE, MEXICOTemplo Católico Mexicano.S. ANTONIO.
VIAJE DE FIDELLIT. H. IRIARTE, MEXICOTemplo Católico Mexicano.S. ANTONIO.
VIAJE DE FIDELLIT. H. IRIARTE, MEXICOTemplo Católico Mexicano.S. ANTONIO.
Leonor quiso seguir.... sus manos errantes buscaban envano la vida que se le escapaba; sus labios, en sus últimas contracciones, como que besaban el nombre de mi amigo.
Dejando familia, abandonando cuanto poseia, Fernando vino á sepultarse en estos desiertos, y yo le acompañé....
Enrique quedó inmóvil y silencioso: mucho tiempo despues de haber concluido su narracion, le oimos sollozar....
Habiamos pasadoPalestiney laTroupe.
La aurora apuntaba en el horizonte: estábamos en el Estado de Texas.