II

II

La gran tienda de Stward en Broadway.—Lord y Taylor.—Ropa hecha.—Ropa-vejeros.—El Cementerio de Greenwood.—Un romance.

Ya que tuvo el lector la paciencia de acompañarme al Mercado; ya que fué tan complaciente que no se asustó con su nomenclatura y sus detalles, demos por vía de descanso una ojeada á establecimientos de otro género. Las tiendas de ropa, por ejemplo, y los depósitos de ropa hecha.

Entre los primeros descuella sin rival la tienda de Stward, que es aquel grande edificio que distinguimos en Broadway, de cristales, fierro y mármol, ocupando una manzana entera sus columnas, sus pórticos, sus hileras de arcos con ventanas rasgadas, y su magnificencia indescribible.

En el interior forman calles las armazones y mostradores con sus asientos de trecho en trecho, de la forma de losasientos redondos y giratorios que se usan frente á los pianos.

Centenares de dependientes por la parte exterior de los mostradores, sirven á la concurrencia inmensa y de exquisita elegancia que se agolpa á la tienda, y entra y sale por las muchas puertas que tiene á todos los vientos.

Hay departamentos enteros servidos por jóvenes, en quienes compite la educacion finísima, con la hermosura.

En el centro de las calles de estantes y mostradores, se abre una rotonda espaciosa cubierta de cristales, que derrama su luz vertical sobre los cinco anillos de los pisos, cada cual con sus columnas y barandales elegantes.

Cuando se contempla ese centro, que es como un teatro ó como un templo; cuando se está bajo la atrevida cúpula de fierro y vidrieras, se confiesa sin embozo que aquel es el primer establecimiento del mundo en su género.

Las calles paralelas de estaalcaiceríade cristales, porque así la quiero llamar para inteligencia de México, cada una tiene en su calle especialidad para las ventas.

En una calle solo se venden casimires, paños y lienzos para vestidos de caballeros.

En otra calle ó seccion hay tan solo tápalos en que compiten la cachemira, la seda con bordados, los chales, capotas, albornoces y capas.

Más adelante, en una seccion servida por señoras, caen en los mostradores á raudales, listones, cintas, encajes, sedas, botones, broches, embutidos y los accesorios todos del trage femenil.

Como entre nubes se percibe la concurrencia, en una esquina en que las blondas impalpables, el punto levísimo, lasgasas que parecen desvanecerse en el aire, alzan su vuelo.

Blanquea la lencería, duermen los terciopelos, se inclina uno bajo los gorrillos buscando un rostro de ángel escondido entre las sedas, listones, encajes y flores.

De los barandales de los balcones del inmenso salon circular penden telas de inestimable valor, alfombras persas, remedos fantásticos de gibelinos y cachemiras, de las que un tápalo solo tiene el valor de cinco mil pesos.

Los dependientes se cuentan por cientos, la realizacion por miles, el capital por millones.

La materializacion de todos los ensueños, la complacencia de todos los caprichos, la satisfaccion de todas las necesidades, están contenidas allí; la pompa de la jóven, la impertinencia de la vieja, el abrigo del anciano, el chiqueo del niño.

Despues de celebrada cada venta, el dependiente que la verifica da un signo, y el dinero se paga al cajero que concentra la contabilidad, lo que hace que cada dependiente asuma la responsabilidad de sus operaciones, que se establezca la emulacion y que el balance pueda hacerse momento á momento. Este mecanismo es lo propio en cada seccion.

Es notable que muchas veces, con su cuenta de pago, atraviesen la multitud las personas, á hacer su exhibicion, con una religiosidad que admira é infunde respeto por la moralidad de estas gentes.

En ese particular, y aunque esta sea una divagacion, poco hay que sea comparable con lo que aquí se ve.

En las cajas de los correos que están al pié de los faroles de las calles, no caben los periódicos; eso no importa, lagente los amontona, sellados y listos por la parte exterior, sin que nadie se atreva á tocarlos.

En los ómnibus, hay cajitas en que el público mismo deposita el dinero, y no se da caso de reclamo porque la negligencia ó la malicia se sustraigan al pago. Yo he visto á un muchacho encontrarse un guante en una banqueta, en la plaza deUnion Square. Vagó el chico con el guante en la mano, no halló á su dueño y lo clavó con un alfiler á un árbol, donde vino á recogerlo una señora despues de media hora.... Por supuesto que hay sus rateros.... pero.... no se quebranta con jactancia el sétimo mandamiento.

Despues del establecimiento de Stward, debe mencionarse el de Lord y Taylor.

Se dignó mostrarme esa tienda el Sr. Delmote, nativo de la Habana, con singular cortesía.

Lo que llaman elbassementó subterráneo, son amplísimos salones con robustas columnas. Están los salones, aun á la mitad del dia, iluminados por gas.

Allí ví en mamparas encuadernadas como libros, las muestras de los hules para el suelo; allí camas de primavera con una tela de alambre como colchon de verano; allí camas á dos pesos, formadas de tablitas flexibles y mullidas como plumas.

Se asciende por elevador á los varios pisos del edificio.

Uno de estos pisos está reservado á corsés de todas las formas, listos para recibir hasta las confidencias de un esqueleto y trasformar las momias en beldades.

Hay por centenares crinolinas, tontillos y cosas que figuran como perfecciones y presentan allí su triste realidad.

El departamento superior lo ocupan los muebles, con sillones que ponen en olvido las fatigas, tocadores que adulan, lechos que hacen cerrar voluptuosamente los ojos, de dulce y apacible sueño.

En los establecimientos de ropa hecha y sastrerías para hombres, se deja entender que hay muros de chalecos, torres de pantalones y montañas de levitas. Vease si no, la sastrería de Deblin y C.ª, y la de Brooks.

Son como la contrapartida de tanto lujo, como la caricatura de tan deslumbradoras grandezas, como la carcajada homérica de esas manifestaciones de opulencia, las roperías ó establecimientos desegunda mano(Second Hand).

Aquello sí que es gresca; es, como quien dice, las casas de inválidos de la ropa.

Se anuncian las crinolinas suspendidas á las puertas haciendo la rueda, abiertos de brazos sacos y levitas, moviéndose cancaneros los pantalones, y los sombreros de losdandysy los gorrillos de lasladysgesticulando, con el pelo raido, con las plumas tiñosas y como mojadas.

Esasegunda manoes la charlatanería del trapo, el cinismo del forro humano, pero á la vez la chanza y el fraude, el panteon y la orgía....

Es unmeetingde viejos verdes contando sus aventuras.

Y no solo son vestidos, sino que figuran en el pandemonium, anteojos y soguillas, guantes y anillos, cruces y relicarios con todo y retrato, anteojos de teatro y libros hasta por un centavo....

Hé ahí la filosofía hecha trapo, el amor enseñando el cobre, la gloria ántes de envolver botones, el desengaño en su expresion más grotesca.... Y sin embargo, esos despojos reaparecerán sobre las formas humanas..... como nuevos.

Los ropa-vejeros no son desconocidos en ninguna parte; cada tienda de empeño en México, es un establecimiento semejante á los descritos. Pero la dedicacion á lasegunda mano, la especificacion del tráfico, es lo que llamó mi atencion en Nueva-York. Este tráfico es especialmente de los judíos.

Habia diferido mi visita al Cementerio de Greenwood: las disposiciones de mi espíritu han sido tales, los dolores que he apurado tan acerbos, que sentia miedo de una entrevista con la muerte.

Sin embargo, la fama que disfruta el Cementerio es tal, que fué necesario resolverme á una excursion á Broklyn, lugar en que está situada la maravilla del descanso eterno.

Era un domingo: apénas salió la luz, cuando atravesé solitario las calles silenciosas, como si hubiese sido abandonada la ciudad en la noche: dirigíme por el embarcadero de Hamilton, atravesé el rio, entré en un wagon, y héme, al doblar una calle, á la entrada del Cementerio.

Es un gran pórtico compuesto de una magnífica portada gótica, con dos edificios laterales del mismo órden.

Las puertas y sus agudos remates, las verjas y las alturas cónicas con primorosas molduras, constituyen por sí una augusta belleza.

Si fuera posible colocarse en una altura que dominase el conjunto, la impresion seria extraña y grandiosa.

Veríase en terreno extraordinariamente accidentado, uninmenso parque sembrado de arboledas gigantescas y sombrías, con sus eminencias, con sus laderas que forman como escalones, con sus cuencas y bajíos, que se tienden en apacibles vegas y duermen cristalinas fuentes de monótono y triste murmurar.

El terreno, donde no lo cruzan las anchas calzadas de asfalto ó arena, está alfombrado de verde césped, cuidado con tal esmero y pulido con tan exquisita diligencia, que se distingue aterciopelado y luminoso donde los llenos de la luz le bañan y donde rompen los rayos del sol las sombras que dibujan en el suelo, la forma y los trémulos follajes de los árboles.

El parque, austero, pero de sorprendente hermosura, está cortado por calles y avenidas; pero no como una ciudad, sino como el panteon de una ciudad.

Es á su vez el Cementerio una como poblacion de granito y de mármol; un bosque de pirámides y de columnas, como si la piedra floreciese; una petrificacion de séres humanos, inmóviles, llenos de majestad: tales se presentan arcángeles y estatuas en aquel cortejo silencioso de la muerte.

En cada paso se presenta un aspecto nuevo de aquella mansion silenciosa é imponente.

En aquella sucesion de hondonadas y colinas, ya tiene uno á sus piés templetes, obeliscos y pórticos, ya en gradacion ascienden como por fajas entre los árboles, grandiosos monumentos coronados en sus alturas por guerreros, por mujeres con los brazos extendidos, con arcángeles prontos á emprender su vuelo.

A la entrada se toma un carruaje que por veinticinco centavos hace la excursion del Cementerio. El conductor tienela obligacion de ir haciendo notar al viajero los sepulcros y monumentos más célebres. Hace su oficio elciceronecomo de rutina, con su voz indiferente y sin acentuacion, como automática.

El coche avanza rodando sordamente; se detiene á cada instante elcicerone, pronuncia un nombre y da lugar á la meditacion.

Aquella luz que intensa reverbera para alumbrar la nada; aquel silencio que es por sí una pompa; aquellas aguas que remedan á lo léjos la plegaria, y aquella grandiosidad de monumentos, producen una impresion única y sublime.

A la entrada tomó el guía el rumbo sur del Cementerio: las losas de mármol del suelo, como que repercutian acentos de otros mundos; era la palabra muerta tambien en un idioma extraño, el clamor perdido de la nada.

De repente, como una ráfaga de luz, iluminaba mi memoria un nombre.... era el de Morse, el inventor del telégrafo, que vive en espíritu, conduciendo la palabra al través del espacio y por el fondo del mar.

Su monumento es soberbio; son las fases cóncavas de una pirámide triangular.

En la portada de un monumento que no pude distinguir con propiedad, habia un grupo magnífico.

Era un ángel arrancando á un niño de los peligros de la vida, pronto á levantar el vuelo con él; era la salvacion y la felicidad; pero á los piés del ángel, arrodillada y loca de dolor, con el cabello esparcido, la garganta henchida de sollozos, los ojos sin luz, pero con lágrimas, como que pretende detener al ángel, como que es mortal, y como que á una madre nada consuela de la muerte de un hijo.

Apéeme del carruaje y seguí á pié mi camino; quedaba por momentos el sendero que recorria, solitario, poblado de mármoles, sin más ruido que el de mis pasos, que parecian ecos que venian de la region de las eternas sombras.

Gorchatz, el compañero de Talberg y de Litz, descansa allí; la Europa lo admiró mucho tiempo, vibraban en los salones sus notas voluptuosas, fomentando el arrebato del baile.... ni un suspiro de sus delicadas concepciones, ni un rumor de sus cantos deliciosos.

Pero, ¡singular supervivencia del talento! aquel, como otros nombres, resonaban en todos los labios; era como la sustraccion de la muerte, como un triunfo del olvido su mencion.

Entre otros monumentos relucientes como de nieve, estaba uno que todo viajero menciona y en el que todos se detienen á pagar un tributo de ternura: recuerda los bomberos. Quien dice bombero, dice el atleta que lucha contra la llama, el que profesa la religion del bien y del amor, arrostrando temerario el peligro. Bombero es sinónimo de salvador.

¿Quién no ha visto á estos héroes, en medio de los horrores del incendio, cruzar entre el humo, abalanzarse al muro que se derriba, colgarse de la soga que va á salvar un náufrago de la vida, envuelto en el martirio?

Se prodiga la existencia, se lucha brazo á brazo con el más feroz de los elementos; y si se restituye un padre á una familia; si se reintegra el hogar; si la alegría se reconcilia con aquellas víctimas, entónces, la recompensa es ese espectáculo de ventura que llena y alumbra el alma con luz divina.

El monumento recuerda un bombero que colocó un niño sobre su pecho: el bombero se dejó caer de espaldas, despedazándose, pero salvando al niño.

La gratitud pública repite ese tradicional episodio: cuando humeaba la piedra, cuando las víboras de fuego ceñian el edificio haciéndolo bambolear como ébrio; cuando se hundian con estrépito los techos, y los gemidos cruzaban el viento, y los alaridos de angustia y dolor hacian temblar la ciudad entera; cuando este espectáculo de destruccion se enseñoreaba y sobrecogia de espanto, se notó en las alturas de un edificio un niño que corria en las citarillas salientes á la calle, próximo á perecer, tan rubio, tan hermoso, tan delicado.... Uno de los bomberos lo percibe.... no vacila un instante, escala, se encarama, las piedras que se desmoronan esperan que pase para caer.... parece que le hace paso la llama.... desparece entre el humo.... la ansiedad por su vida es mortal.... el humo se disipa; él aparece en la altura con el niño en los brazos.... una ráfaga de felicidad iluminó las almas.... el descenso comienza.... va descendiendo entre una granizada de piedras, de cristales despedazados, de plomo y hierro fundido.... hubo un momento en que el tránsito fué imposible.... faltaba piso, la ceja de pared que sustentaba al héroe, se desgranaba.... el niño veia absorto á su salvador, le tenia abrazado su cuello.... la muerte era indefectible: todos llevaron las manos á sus ojos para no presenciar la horrible catástrofe.... entónces el bombero cogió al niño, lo acomodó sobre su pecho, como en una cuna, puso en hueco sus brazos para defenderlo, y se precipitó de espaldas desde la inmensa altura.... haciendo que de sobre su cuerpo despedazado se quitase al niño, sano y salvo....El hecho es de aquellos que son gloria y orgullo de la humanidad. El monumento de los bomberos es hermoso, y es hermoso porque motiva la eterna ovacion que justamente se rinde á esa institucion sublime.

El monumento consiste en una columna piramidal que descansa en un macizo pedestal de mármol, con planchas de granito. El bombero tiene una expresion sublime. Uno de sus brazos rodea al niño, defendiéndole de la llama; en la otra tiene la trompeta que distingue al bombero, y cuelga á su lado una linterna. Sobre las cuatro pilastras de otro monumento, se extiende una pequeña bóveda, y en ella hay figuras alusivas al Cuerpo de Bomberos.

Siempre siguiendo entre lápidas, obeliscos, estatuas y pirámides, me detuve á leer el epitafio de un bravo marino, que él propio construyó su sepulcro y lo tuvo en espectativa de su mansion, diez y ocho años.

El monumento de la jóven Carlota Canda, es una grandeza de Greenwood; es casi un templo ceñido con su balaustrada de fierro y custodiado por ángeles.

La jóven á quien se dedica el monumento, tenia diez y siete años; las gracias coronaban su frente; la felicidad tendia á sus piés alfombras de flores.

Regresaba de un baile con su padre y una amiga. En el baile habia sido el rayo de sol, el canto de jilguero, el celaje de oro de la reunion.

Detúvose el carruaje que la conducia cerca de Broadway: el padre descendió á dejar á la amiga; el cochero dejó el pescante; cayeron las riendas; los caballos, desbocados, azotaron el coche contra una esquina; la niña cayó al suelo despedazándose el cráneo.

En medio de la magnificencia de este monumento, se oye gemir á la piedra, se ve llorar el mármol; el dolor paternal se ve extendido en aquel refinamiento artístico.... es una novedad del dolor; martiriza aquella riqueza.

En el gran Cementerio, muy particularmente en los escalones superiores de las altas columnas, se ven puertas de granito, tan misteriosas y severas, que son propiamente pórticos de las sombras, puertas de recepcion de la eterna noche.

Esas puertas conducen á subterráneos en que se conservan en lechos de mármol los cadáveres perfectamente embalsamados y en sus cajones, que tienen una ventanilla de cristales por donde asoma el muerto. A aquellos subterráneos alumbrados con gas, que se modifica segun la voluntad, suelen concurrir familias á platicar con sus muertos....

Los lotes del Cementerio cuestan, en general, cuatrocientos pesos; pero la Compañía que dirige el establecimiento, ha hecho donacion de un trecho espacioso de terreno para que se sepulten los niños pobres, y así se verifica en efecto.

Nada de monumentos ni inscripciones, ningun indicio de la vanidad humana en esa seccion del Cementerio. Lecho comun de musgo, mortaja de césped humilde, algunas flores. Y sin embargo, la ternura maternal, esa glorificacion del amor, ese heroismo oscuro de la abnegacion, se encarga de comunicar encanto indecible á este lugar.

La vida que se extingue al nacer; la llama que espira al encenderse, iluminando el borde de cristal de la infancia, que unió su cuna á su tumba; la sonrisa y el gemido en un mismo estremecimiento del labio; la mirada y la lágrima.

En el agrupamiento de las escasas flores; en el conato decoronita medio deshojada y puesta con esmero, como si al través de la tierra sintiese la madre el cútis de la frente del niño.

Con cristales y cuentas de vidrio, con fragmentos anónimos de objetos relucientes, ha hecho, sobre aquellos montoncitos de tierra, nichos el amor, y bajo de ellos están los juguetes de los niños, sus arlequines, sus esferitas de goma, sus caballitos, sus trompos.... esos eran sus juegos: con pretexto de ellos se hacia ostentacion de las gracias; y se ve, se tienta, que aquellas chucherías, que aquellos primores, han sido regados con lágrimas.... ¿por qué morir? y ¿por qué ese supérfluo relámpago de vida si se ha de perder en la eterna sombra? ¿Por qué esa inconsecuencia del ser?

¡Madre de mi alma si tú me vieras perdido en esta extranjería de muerte; si vieras que interrogo las tumbas para que me traigan, aunque hecho cadáver, un recuerdo de la patria; si me vieras ébrio de hiel, sintiendo como losa de sepulcro el cielo, y la multitud en que me pierdo como sombra!......

Me duele la luz, me duele el aire, tiene quejidos esa fuente, estas tumbas son más hondas y más oscuras.... tragarian mi recuerdo.... aquí se cae.... en las tumbas de mi tierra se duerme.... en los sepulcros de mi patria hay polvo que nos ama......

Yo no sé cuánto tiempo duró mi letargo de dolor. Cuando volví en mí, estaba haciendo compañía á un desterrado de Cuba.... D. Miguel Aldama....

A la salida del Cementerio, desde un claro que deja la altura, se percibe Broklyn, que es tendidísima ciudad entre los árboles, con sus divisiones regulares, sus mil torres, astas y veletas: parece que allí ha dicho su última palabra la grandeza; pero se anda un poco más y teniendo como un pedestal aquella altura de la muerte en que se siente el soplo de lo eterno.... á nuestros piés percibimos magnífico el mar.... el mar sepultándose en un horizonte en que parece tender sus alas el infinito......

A mis piés, y tocando las aguas la tierra de los sepulcros, habia algunas barcas vacías, juguete de las olas.... parecia que ellas habian sido las conductoras de los muertos y que se entregaban abandonadas al acaso....

Yo no puedo hacer comparaciones; pero sí puedo decir que el Cementerio de Greenwood, cuando le comunique su majestad el tiempo, para que no se crea en este pueblo movedizo que tambien tienen hotel los muertos, será uno de los lugares que honren al mundo.

Ahora tiene el Cementerio 21,000 y tantos sepulcros.

Al leer á Francisco mis apuntaciones sobre el Cementerio, me decia:

—Es una lástima que para ver esa maravilla no te hubiera acompañado un guía experto: te hubiera hecho notar, entre mil espléndidos monumentos, el erigido á los heróicos pilotos que en una noche tempestuosa se lanzaron fuera de la bahía á salvar un buque náufrago, pereciendo en la demanda.

Hubieras detenido tus pasos para anotar el sepulcro del marino que construyó su monumento creyendo próxima su muerte, y esperó la tumba diez y ocho años á su ilustrehuésped, que está representado en una soberbia estatua que tiene el sextante en la mano.

Hay otros cementerios, continuó Francisco, como Evergreen, situado en el mismo Broklyn, que tiene un aspecto rústico que encanta, Cipres Hill, Wood Lawn, á siete millas del puente de Harlem, New-York, Bay y sobre todo el Calvary, en que se entierran exclusivamente los católicos. Los sepulcros rodean una pequeña montaña y el conjunto del lugar tiene grandiosa majestad.

Habrias llamado la atencion sobre que el sistema de nichos, hijo en mucha parte de la codicia clerical, es de todo punto desconocido.

Ese empacamiento de los difuntos, esas casas de vecindad de los restos humanos, desnuda de su grandiosidad el culto de las tumbas.

Se recorre un panteon como una librería, viendo los rubros de las obras que guarda la armazon.

En el sepulcro de la tierra se improvisa el altar; parece que la restitucion del polvo al polvo se hace más patente; la flor es el recuerdo y la lágrima.

Yo no sé en qué disposicion de espíritu visité á Greenwood, que me sentí muerto; parece que celebraba el duelo de mis propios funerales.

Extinguirse entre la soledad de la multitud; extinguirse sin que nos acaricie la idea de la vista de los que nos sobreviven en espíritu y quedan calentando en sus corazones nuestra memoria; morir sin esa revelacion de la inmortalidad que se llama el recuerdo, es naufragar con el alma, perderse en un infinito de olvido.

Entónces nos lloramos; pero esas lágrimas las orea elviento; cuando las enjuga una mano querida, sentimos como una iluminacion en nuestro espíritu.

En vano la filosofía describe la muerte como término forzoso, como condicion de la renovacion del sér; en vano nos redime el sepulcro de una existencia eterna con sus eternos dolores, cuando la mano temblorosa de la caducidad no puede llevar á nuestros labios la copa de goce alguno; siempre que el sentimiento nos domina; siempre que rotas las ligaduras de la escuadra y el guarismo, la alma se habla con su lógica peculiar, Dios resplandece en nosotros y el espíritu ansía por relaciones y consuelos que no podrá suministrarle nunca el universo material.

Yo he sentido mi polvo mezclado á esta tierra, he visto mi tumba como una usurpacion; el hielo de la extranjería de la muerte ha llevado el frio á mis huesos; y advenedizo de la misma nada, á mí tornaba mi duelo como el polvo que se lanza contra el viento y ciega nuestros ojos. Mejor dicho; mi duelo era á los que no lloraban por mí sobre mi desconocida losa.

Sentia mi corazon enfermo, mi salida del Cementerio era como una exhumacion. Creia en mi alucinacion de muerte, y habia visto hecho cadáver el Parque Central.

En la noche á él me dirigí, y consigné mis impresiones allí, de esta manera:

Están en el ancho espacioTan apiñadas las sombras,Que en vez de cielo se miraLa ciudad bajo una losa,Y sus gigantes palaciosCalles en la altura forman,Que detienen las miradasY que el horizonte angostan,Como se ve desde el fondoDe barranca pavorosa,Las quiebras y los senderosQue en la cima hacen las rocas.Sartas de luz los farolesForman de una acera y otra,Y en el centro las tinieblasVan corriendo silenciosas;Pero la luz es tan vivaY á trechos tal se amontonaEn capelos de cristales,En urnas tan primorosas,Y en mil globos luminososDe llamas verdes y rojasY de intenso azul de cielo,Que vaga la vista absortaEntre ese hervor de coloresQue saltan entre las sombras,Y que como en festin de hadasLa negra tiniebla tornan.Al descender los declivesDe las calles espaciosas,Se va entre dos firmamentosDe llamas deslumbradoras;El uno de dosel funge,Y el otro sirve de alfombra.En relieve se sospechaCon alguna luz traidoraQue dejó como perdidasSus claridades dudosas,Ya la mezquita del moro,Ya la gentil sinagoga,Ya la catedral romanaOstentando pompas góticas.En medio de esos conjuntosDe masas que se amontonan,Abren sus brazos las plazasEn anchuras espaciosas,Y los árboles se miranDe pié, sin verse sus hojas,Murmurando sus acentosEn acompasadas notas.Entre los arbustos lucenY bajo las ramas brotanCentellas que se derramanY que tiemblan silenciosas,Dejando rastros de fuegoEn las fuentes bullidoras,Que polvareda de plataVuelven las aguas que arrojan.——Iba solitario al ParqueA esconder mis amarguras,Que cuando el alma padeceEn la sombra se refugia.Esa mansion de placeresCon sus fuentes de aguas puras,Sus salones voluptuososY sus enramadas rústicas;Esa estancia de delicias,Con sus lagos que deslumbran,Sus glorietas, sus estatuas,Sus calzadas y sus grutas;Donde la beldad ostenta,Sedas, encajes y plumas,Donde la infancia dichosaTrisca con alegre bulla...La contemplé desde fueraTriste como negra tumbaCircundada de fantasmas,Que así en su torno se agrupanDe los chopos, los ramajesQue en lo oscuro se dibujan.Al interior penetrando,Con la claridad confusaDe insuficientes farolesQue entre las ramas se ocultan,Produciendo sus reflejosLa indecision y la duda,Observé como corrienteDe gentío que iba en buscaDe la sombra del misterioQue se escurre, que se ofusca,Bien al borde de los lagos,Ya entre las ramas profusasDe los sauces, ya en las rocasQue parece se derrumbanEn los extendidos pradosY al borde de las lagunas.¡Cómo el murmullo del hablaCon el susurrar se aduna!¡Cómo las fuentes perdidasEn las tinieblas oscuras,Miman con sus blandos cantosA las parejas que cruzan!....Como sintiendo sin vistaDel Parque la galanura,¡Qué suspiros encendidos!¡Cuántas risas de venturaDe mil parejas que aisladasEstán en medio á la turba,Como cruzando invisiblesCelebrando su fortuna,Triunfantes de las pesquisasY de la luz importuna!Era el Parque una bellezaA quien negro velo anubla,Y al que ha visto sus encantosCon sospecharlos se abruma.Entre esas hondas tinieblasQue á la pasion no perturban,Que las risas estremecenY que las flores perfuman,Aislado junto de un lagoQue indeciso se columbraEntre macizos de ramas,La alma triste, la voz muda,Sin un eco que sonasePara mí como en la tumba,Dí rienda suelta á mis ansias,Dije: ¡"oh patria!" con angustia,Las manos llevé á mis ojosCon mis tormentos convulsas,Y sentí que al retirarlasCon mi llanto estaban húmedas.Guillermo Prieto.Nueva-York.—Junio, 1877.

Están en el ancho espacioTan apiñadas las sombras,Que en vez de cielo se miraLa ciudad bajo una losa,Y sus gigantes palaciosCalles en la altura forman,Que detienen las miradasY que el horizonte angostan,Como se ve desde el fondoDe barranca pavorosa,Las quiebras y los senderosQue en la cima hacen las rocas.Sartas de luz los farolesForman de una acera y otra,Y en el centro las tinieblasVan corriendo silenciosas;Pero la luz es tan vivaY á trechos tal se amontonaEn capelos de cristales,En urnas tan primorosas,Y en mil globos luminososDe llamas verdes y rojasY de intenso azul de cielo,Que vaga la vista absortaEntre ese hervor de coloresQue saltan entre las sombras,Y que como en festin de hadasLa negra tiniebla tornan.Al descender los declivesDe las calles espaciosas,Se va entre dos firmamentosDe llamas deslumbradoras;El uno de dosel funge,Y el otro sirve de alfombra.En relieve se sospechaCon alguna luz traidoraQue dejó como perdidasSus claridades dudosas,Ya la mezquita del moro,Ya la gentil sinagoga,Ya la catedral romanaOstentando pompas góticas.En medio de esos conjuntosDe masas que se amontonan,Abren sus brazos las plazasEn anchuras espaciosas,Y los árboles se miranDe pié, sin verse sus hojas,Murmurando sus acentosEn acompasadas notas.Entre los arbustos lucenY bajo las ramas brotanCentellas que se derramanY que tiemblan silenciosas,Dejando rastros de fuegoEn las fuentes bullidoras,Que polvareda de plataVuelven las aguas que arrojan.——Iba solitario al ParqueA esconder mis amarguras,Que cuando el alma padeceEn la sombra se refugia.Esa mansion de placeresCon sus fuentes de aguas puras,Sus salones voluptuososY sus enramadas rústicas;Esa estancia de delicias,Con sus lagos que deslumbran,Sus glorietas, sus estatuas,Sus calzadas y sus grutas;Donde la beldad ostenta,Sedas, encajes y plumas,Donde la infancia dichosaTrisca con alegre bulla...La contemplé desde fueraTriste como negra tumbaCircundada de fantasmas,Que así en su torno se agrupanDe los chopos, los ramajesQue en lo oscuro se dibujan.Al interior penetrando,Con la claridad confusaDe insuficientes farolesQue entre las ramas se ocultan,Produciendo sus reflejosLa indecision y la duda,Observé como corrienteDe gentío que iba en buscaDe la sombra del misterioQue se escurre, que se ofusca,Bien al borde de los lagos,Ya entre las ramas profusasDe los sauces, ya en las rocasQue parece se derrumbanEn los extendidos pradosY al borde de las lagunas.¡Cómo el murmullo del hablaCon el susurrar se aduna!¡Cómo las fuentes perdidasEn las tinieblas oscuras,Miman con sus blandos cantosA las parejas que cruzan!....Como sintiendo sin vistaDel Parque la galanura,¡Qué suspiros encendidos!¡Cuántas risas de venturaDe mil parejas que aisladasEstán en medio á la turba,Como cruzando invisiblesCelebrando su fortuna,Triunfantes de las pesquisasY de la luz importuna!Era el Parque una bellezaA quien negro velo anubla,Y al que ha visto sus encantosCon sospecharlos se abruma.Entre esas hondas tinieblasQue á la pasion no perturban,Que las risas estremecenY que las flores perfuman,Aislado junto de un lagoQue indeciso se columbraEntre macizos de ramas,La alma triste, la voz muda,Sin un eco que sonasePara mí como en la tumba,Dí rienda suelta á mis ansias,Dije: ¡"oh patria!" con angustia,Las manos llevé á mis ojosCon mis tormentos convulsas,Y sentí que al retirarlasCon mi llanto estaban húmedas.Guillermo Prieto.Nueva-York.—Junio, 1877.

Están en el ancho espacioTan apiñadas las sombras,Que en vez de cielo se miraLa ciudad bajo una losa,Y sus gigantes palaciosCalles en la altura forman,Que detienen las miradasY que el horizonte angostan,Como se ve desde el fondoDe barranca pavorosa,Las quiebras y los senderosQue en la cima hacen las rocas.Sartas de luz los farolesForman de una acera y otra,Y en el centro las tinieblasVan corriendo silenciosas;Pero la luz es tan vivaY á trechos tal se amontonaEn capelos de cristales,En urnas tan primorosas,Y en mil globos luminososDe llamas verdes y rojasY de intenso azul de cielo,Que vaga la vista absortaEntre ese hervor de coloresQue saltan entre las sombras,Y que como en festin de hadasLa negra tiniebla tornan.Al descender los declivesDe las calles espaciosas,Se va entre dos firmamentosDe llamas deslumbradoras;El uno de dosel funge,Y el otro sirve de alfombra.En relieve se sospechaCon alguna luz traidoraQue dejó como perdidasSus claridades dudosas,Ya la mezquita del moro,Ya la gentil sinagoga,Ya la catedral romanaOstentando pompas góticas.En medio de esos conjuntosDe masas que se amontonan,Abren sus brazos las plazasEn anchuras espaciosas,Y los árboles se miranDe pié, sin verse sus hojas,Murmurando sus acentosEn acompasadas notas.Entre los arbustos lucenY bajo las ramas brotanCentellas que se derramanY que tiemblan silenciosas,Dejando rastros de fuegoEn las fuentes bullidoras,Que polvareda de plataVuelven las aguas que arrojan.——Iba solitario al ParqueA esconder mis amarguras,Que cuando el alma padeceEn la sombra se refugia.Esa mansion de placeresCon sus fuentes de aguas puras,Sus salones voluptuososY sus enramadas rústicas;Esa estancia de delicias,Con sus lagos que deslumbran,Sus glorietas, sus estatuas,Sus calzadas y sus grutas;Donde la beldad ostenta,Sedas, encajes y plumas,Donde la infancia dichosaTrisca con alegre bulla...La contemplé desde fueraTriste como negra tumbaCircundada de fantasmas,Que así en su torno se agrupanDe los chopos, los ramajesQue en lo oscuro se dibujan.Al interior penetrando,Con la claridad confusaDe insuficientes farolesQue entre las ramas se ocultan,Produciendo sus reflejosLa indecision y la duda,Observé como corrienteDe gentío que iba en buscaDe la sombra del misterioQue se escurre, que se ofusca,Bien al borde de los lagos,Ya entre las ramas profusasDe los sauces, ya en las rocasQue parece se derrumbanEn los extendidos pradosY al borde de las lagunas.¡Cómo el murmullo del hablaCon el susurrar se aduna!¡Cómo las fuentes perdidasEn las tinieblas oscuras,Miman con sus blandos cantosA las parejas que cruzan!....Como sintiendo sin vistaDel Parque la galanura,¡Qué suspiros encendidos!¡Cuántas risas de venturaDe mil parejas que aisladasEstán en medio á la turba,Como cruzando invisiblesCelebrando su fortuna,Triunfantes de las pesquisasY de la luz importuna!Era el Parque una bellezaA quien negro velo anubla,Y al que ha visto sus encantosCon sospecharlos se abruma.Entre esas hondas tinieblasQue á la pasion no perturban,Que las risas estremecenY que las flores perfuman,Aislado junto de un lagoQue indeciso se columbraEntre macizos de ramas,La alma triste, la voz muda,Sin un eco que sonasePara mí como en la tumba,Dí rienda suelta á mis ansias,Dije: ¡"oh patria!" con angustia,Las manos llevé á mis ojosCon mis tormentos convulsas,Y sentí que al retirarlasCon mi llanto estaban húmedas.Guillermo Prieto.Nueva-York.—Junio, 1877.

Están en el ancho espacio

Tan apiñadas las sombras,

Que en vez de cielo se mira

La ciudad bajo una losa,

Y sus gigantes palacios

Calles en la altura forman,

Que detienen las miradas

Y que el horizonte angostan,

Como se ve desde el fondo

De barranca pavorosa,

Las quiebras y los senderos

Que en la cima hacen las rocas.

Sartas de luz los faroles

Forman de una acera y otra,

Y en el centro las tinieblas

Van corriendo silenciosas;

Pero la luz es tan viva

Y á trechos tal se amontona

En capelos de cristales,

En urnas tan primorosas,

Y en mil globos luminosos

De llamas verdes y rojas

Y de intenso azul de cielo,

Que vaga la vista absorta

Entre ese hervor de colores

Que saltan entre las sombras,

Y que como en festin de hadas

La negra tiniebla tornan.

Al descender los declives

De las calles espaciosas,

Se va entre dos firmamentos

De llamas deslumbradoras;

El uno de dosel funge,

Y el otro sirve de alfombra.

En relieve se sospecha

Con alguna luz traidora

Que dejó como perdidas

Sus claridades dudosas,

Ya la mezquita del moro,

Ya la gentil sinagoga,

Ya la catedral romana

Ostentando pompas góticas.

En medio de esos conjuntos

De masas que se amontonan,

Abren sus brazos las plazas

En anchuras espaciosas,

Y los árboles se miran

De pié, sin verse sus hojas,

Murmurando sus acentos

En acompasadas notas.

Entre los arbustos lucen

Y bajo las ramas brotan

Centellas que se derraman

Y que tiemblan silenciosas,

Dejando rastros de fuego

En las fuentes bullidoras,

Que polvareda de plata

Vuelven las aguas que arrojan.

——

Iba solitario al Parque

A esconder mis amarguras,

Que cuando el alma padece

En la sombra se refugia.

Esa mansion de placeres

Con sus fuentes de aguas puras,

Sus salones voluptuosos

Y sus enramadas rústicas;

Esa estancia de delicias,

Con sus lagos que deslumbran,

Sus glorietas, sus estatuas,

Sus calzadas y sus grutas;

Donde la beldad ostenta,

Sedas, encajes y plumas,

Donde la infancia dichosa

Trisca con alegre bulla...

La contemplé desde fuera

Triste como negra tumba

Circundada de fantasmas,

Que así en su torno se agrupan

De los chopos, los ramajes

Que en lo oscuro se dibujan.

Al interior penetrando,

Con la claridad confusa

De insuficientes faroles

Que entre las ramas se ocultan,

Produciendo sus reflejos

La indecision y la duda,

Observé como corriente

De gentío que iba en busca

De la sombra del misterio

Que se escurre, que se ofusca,

Bien al borde de los lagos,

Ya entre las ramas profusas

De los sauces, ya en las rocas

Que parece se derrumban

En los extendidos prados

Y al borde de las lagunas.

¡Cómo el murmullo del habla

Con el susurrar se aduna!

¡Cómo las fuentes perdidas

En las tinieblas oscuras,

Miman con sus blandos cantos

A las parejas que cruzan!....

Como sintiendo sin vista

Del Parque la galanura,

¡Qué suspiros encendidos!

¡Cuántas risas de ventura

De mil parejas que aisladas

Están en medio á la turba,

Como cruzando invisibles

Celebrando su fortuna,

Triunfantes de las pesquisas

Y de la luz importuna!

Era el Parque una belleza

A quien negro velo anubla,

Y al que ha visto sus encantos

Con sospecharlos se abruma.

Entre esas hondas tinieblas

Que á la pasion no perturban,

Que las risas estremecen

Y que las flores perfuman,

Aislado junto de un lago

Que indeciso se columbra

Entre macizos de ramas,

La alma triste, la voz muda,

Sin un eco que sonase

Para mí como en la tumba,

Dí rienda suelta á mis ansias,

Dije: ¡"oh patria!" con angustia,

Las manos llevé á mis ojos

Con mis tormentos convulsas,

Y sentí que al retirarlas

Con mi llanto estaban húmedas.

Guillermo Prieto.

Nueva-York.—Junio, 1877.


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