XIXWashington.

XIXWashington.

No obstante estar molido y semidescoyuntado por la noche que acababa de pasar, y que pedia más mi cuerpo descanso que emociones de viajero, era forzoso aprovechar el tiempo, y tenia contados los minutos de nuestra detencion en la gran capital de la Union.

Rey y señor puede considerarse cualquiera de nuestros cafesuchos de segundo órden, comparado al cafecito en que pedimos untente en piéy sirve como de apéndice á esa estacion, que es la antigua y la conocida con los nombres de "Baltimore" y el "Ohio."

Desnudas paredes, un mostrador mezquino, con seis botellas por banda en la armazon del respaldo, tres mesas en menguante, pelonas como una bola de billar, y un piso de asfalto capaz de enfriar la inspiracion del propio Lord Byron, hé ahí el ajuar del paradero aquel, al que no me atrevo á repetir el dictado de café.

Soñolientos los criados, el café frio, el pan helado y con elasticidad desesperante, tal fué nuestro desayuno.

Miéntras lo servian, me decia Francisco:

—Componte esa corbata, que estamos en la capital de los Estados-Unidos, alíñate y enderézate, que has tocado en la alta residencia de los Poderes de la Union, como quien dice, al fiel de la balanza de ese conjunto de reinos que se llama Nacion Americana, la fundada por Washington mismo, quien colocó la primera piedra. Al distrito de Colombia tocó la suerte de albergar los poderes supremos, Maryland vendió el terreno, que ya verás, se extiende á la orilla del rio Potomac, de tanta celebridad histórica.

—La ciudad es novísima, expuse á Francisco, creo que se designó su sitio en 1790, y diez años despues se trasladaron aquí los poderes, ántes residentes en Filadelfia.

Dimos á guardar nuestros sacos en el cafecito, y salimos en pos del Capitolio.

Pero es el caso, que aunque todo yo me volvia ojos, no habia sino llanuras verdes, secciones de tierra cercadas con esmero, y á distancia, y aquí y acullá, grandes edificios, columnas y cúpulas; pero en cierta dispersion y como si estuvieran en solitaria espectativa.

—Sábete, dije á Francisco, que he venido á ver lo que me parecia un chiste de mi maestro Cardoso; es decir, una ciudad en el campo: me parece que voy andando por los alrededores de Mixcoac ó San Angel.

—Deja que torzamos esa esquina, y ya hablarás de otra manera.

En efecto, á pocos pasos tocábamos en la grande Avenida de Pensylvania, dilatadísima calle, sombreada por frondosísimos árboles. La avenida tiene una extension de setenta varas, poco más, de amplias banquetas y pavimento sólido y terso como una sola losa.

—Ese es el famoso asfalto de Neuchatel.... Vuelve por aquí, dijo Francisco.

Aunque á gran distancia, es decir, á mil quinientas varas, percibí en medio de arboledas, descollando gigantesco y estupendo, el Capitolio. Rodeábalo y perfilaba su elegante cúpula el sol naciente, y salia de entre la verdura como en ascension fantástica.

Como al flotar bajo el cielo azul, en el éter purísimo, distinguia un primer semicírculo de altísimas columnas, como la mitad de un inmenso circo ceñido por salientes cornisas, base y engaste de otro semicírculo más recogido, tambien con sus columnas y con ventanas interiores que se destacaban con la vivísima luz del sol, calando y cincelando la primorosa arquitectura....

La segunda columnata como que la ciñe afiligranado anillo con huecos como calado exquisito, y de allí arranca en gajos, el cierre de la cúpula, cuyo remate es una linternilla en forma de delgados, pero esbeltísimos pilares, que sustentan una peana, sobre la que se enseñorea triunfal y poderosa la estatua de la Libertad.

Francisco me dejaba gozar en silencio mis impresiones y detenia sus pasos, miéntras yo hacia mis apuntaciones, advirtiéndome prudentemente con ver el reloj, que teniamos poco tiempo disponible.

Aunque los árboles, los sembrados, las mil flores y losedificios eran para distraerme, yo, con los ojos hácia el Oriente, caminaba y estaba en el centro del parque hermosísimo, que rodea esa parte del Capitolio y se cuida con particular esmero.

A medida que ascendia el terraplen que lleva á las primeras gradas del monumento épico, éste iba como saliendo de entre las ramas y apareciéndoseme en toda su majestad.

Subí la primera escalera y me encontré como sobre una muralla ó talus, desde donde comenzaban á dominarse los alrededores: despues de la segunda escalinata, ya se tiende la vista sobre campiñas y vegas deliciosas, se perciben columnas y agrupamientos de casas y grandes edificios aislados al Norte, miéntras en la parte Sur el campo, los árboles y las aguas se esparcian en festin alegre, recreando los sentidos.

Aunque no me encontraba convenientemente colocado para contemplar el conjunto del grande monumento, admiré el pórtico saliente y de estilo griego que se acentúa en la medianía de dos extensas alas con sus grandes ventanas en la base, columnas y cornisas soberbias en la parte superior.

Muros y columnas son de mármol blanco; pero con tal primor pulimentado, que compite en brillantez y hermosura con el cristal. Todos los fustes de esas columnas de diez varas, son de una sola pieza.

Penetré, pues, al Capitolio y me encontré en lo que se llama la rotonda, es decir, bajo la inmensa cúpula cuya elevacion sorprendente la hace augusta y la reviste de especial magnificencia.

Los rayos del sol que caian como desprendidos de la reverberacion de los cristales, la luz que corria y como que seprecipitaba de las rasgadas ventanas y las magnificencias de la arquitectura, me tenian absorto.

En el gran salon octágono que está abajo de la rotonda y que no tiene mueble ni adorno que llamase mi atencion, se ven algunas pinturas de mediano mérito, que, no obstante, contienen brillantes páginas históricas.

Esas pinturas, que recuerdo en desórden, porque no tengo á mano la Guía ni tiempo para buscarla, representan:

La declaracion de Independencia, con los retratos de cuerpo entero y excelente parecido, segun la voz general, pero que no merece mucho crédito despues de trascurrido tanto tiempo.

La rendicion en Saratoga del general inglés Burgoque, en 1777.

Rendicion de Cornwallis, en Octubre de 1781.

Renuncia de Washington.

El bautismo de la india Pocahontas, 1613.

Descubrimiento del Mississippí por Soto, en 1541.

Desembarco de Colon á la Isla Española, en Octubre de 1492. Este cuadro es de Vauderling, y tiene bastante mérito.

Embarque de los peregrinos en Holanda.

La altura de la rotonda es de más de sesenta varas, su diámetro de treinta y tres; en la parte de que arranca la cúpula se ve un círculo de pilastras, de las que penden guirnaldas que circundan los bustos en relieve de Colon, descubridor del Nuevo Mundo; Cabot, Raleigh y La Salle.

Además, y en los mismos entrepaños en que caen las guirnaldas, se ven otras composiciones de bajo-relievesque se refieren á las conferencias de Guillermo Pen con los indios, el conflicto de Daniel Boone con los mismos y el acto heróico de la india Pocahontas, que bien merece una leyenda.

Pocahontas era una india linda como la hora del crepúsculo cuando cierra sus ojos viendo los lagos de mi patria.

Hija del caudillo indio Prohatan, le seguia en sus campañas, y estaba presente cuando su tribu valerosa hizo prisionero al capitan Smith y le mandó sacrificar.

Pocahontas se conmovió á la vista del prisionero; lloró, suplicó, y viendo que todo era inútil y que se iba á consumar el sacrificio, se lanzó donde estaba Smith, colocó su cabeza junto á la suya en el tajo que debia inmolarlo.... y el feroz caudillo mandó suspender la ejecucion, porque adoraba en su hija.

Es de suponer que en todo este paseo me acompañaba Francisco corrigiendo mis errores, rectificando mis dudas é instruyéndome, porque yo solo no le hubiera encontrado punta á la hebra.

—Ya estás ensartando una novela y no tenemos sino hora y media, Guillermo; dáte prisa, y deja en paz á esa india que te está preocupando, cuando el tiempo no lo permite. Ven por aquí....

—Tú sabes, le dije ¿de qué autor son esos bajo-relieves?

—Son de dos discípulos de Canova, uno de los cuales se llama Capitani.

Atravesamos por un intrincado laberinto de columnas, subimos, cruzamos corredores magníficos, en los que se distinguian grandes salas con sofás, espejos, mesas de mármol, candelabros y lámparas, y al fin nos asomamos á unbarandal, desde donde vimos, inclinándonos, laCámara de Diputados.

Es la Cámara un rectángulo. En el centro de uno de sus lados más largos se suben dos ó tres escalones y se extiende un ancho estrado en cuyo centro se ve una mesa de mármol, en la que se coloca el secretario y algunos de sus dependientes.

Siempre contra el muro y dominando la mesa, hay otro estrado más pequeño en que estaba un sillon frente á una pequeña mesa de mármol; allí, solitario é incomunicado, se sienta elSpeakeró presidente de la Cámara, que tiene á su derecha un martillito ómayetacon que golpea la mesa para llamar al órden, porque no hay campana.

En el piso del salon, y frente á las mesas del secretario y elSpeaker, se abre en abanico semicircular la sillería, colocados asientos de dos en dos, con bufetes dobles á su frente, que tienen recado de escribir, papel, etc. Al pié de los asientos de cada diputado, hay sus ventiladores con sus rejillas y su tapa, que se cierra á la voluntad de cada individuo á quien corresponde. En verano, por esos ventiladores sopla el aire fresco, que impulsa un ingenioso aparato de abanicos, y en invierno penetra aire calentado en hornos á propósito, que existen en el subterráneo.

No hay tribuna: cada diputado hace uso de la palabra en pié, al lado de su asiento.

—Ojalá hubiera podido venir, dije á Francisco, en un dia de sesion.

—Poco hubieras ganado.

—Entónces, tal vez sea cierto lo que me han asegurado personas formales; es decir, que de lo que ménos parecenocuparse los diputados es de la sesion: unos escriben su correo, los otros leen periódicos, algunos dormitan con los piés en alto, y miéntras, el orador se desgañita como un desesperado, como si predicara en desierto....

—Algo dicen que hay de eso, dijo Francisco con cierta sorna, como quien no quiere aclarar paradas.

Son como trescientos diputados, y me hice cargo de esedolce farnientede loselegidosde los pueblos.

Las galerías corren sobre todos los lados del rectángulo, teniendo los asientos en forma de gradas, como los teatros, lo que da cabida cómoda á muchísima gente.

En las galerías hay dos departamentos con destino particular; uno para los individuos del cuerpo diplomático; el otro para los periodistas, á los que se facilita recado de escribir y agua helada, que es un obsequio en la estacion de los calores. El resto de las galerías se divide en dos partes, una para señoras y otra para el sexo masculino. Las señoras concurren en mayor número. El público asiste á las discusiones en perfecto silencio, no permitiéndose ni aplaudir á los oradores, ni mucho ménos dar signos de reprobacion. Ha habido aplausos en casos muy extraordinarios, como al sancionarse la enmienda al art. 15 de la Constitucion, que dió igualdad de derechos á negros y blancos.

Ya hemos dicho que las comisiones todas tienen sus salones espléndidos; además, hay uno especial decorado con lujo extraordinario, donde recibe elSpeakerá personas distinguidas y al Presidente de la República y sus ministros, en los dias que señalan las leyes su presencia en la Cámara.

El techo del salon es de hierro colado y se ve como una obra artística de sobresaliente mérito; el tablero está dividido en rectángulos cubiertos de cristales, y en esos claros están pintadas de mano maestra las armas de los Estados de la Union.

En las noches, la vista es encantadora y como de un palacio de hadas: el edificio magnífico. La iluminacion se hace por medio de una batería eléctrica y de un solo golpe, como si estallase súbito un incendio en rotonda, tránsitos y salones.

Teniamos una hora disponible: salimos precipitadamente y vimos, así al paso, una pieza pequeña en que despacha la Corte de Justicia, y el Senado, que es de la misma forma, pero más pequeño que la Cámara de Diputados.

Antes de apartarme de aquel sitio, quise ver de frente el Capitolio.

A lo léjos distinguí, cuando yo salia, una gran estatua de Washington: unos dicen que tiene gran mérito; los otros la llaman elJúpiter doméstico, como quien dice, el leon faldero.

Washington está sentado, con su toga romana, objeto de censuras: yo no puedo dar opinion, porque no pude examinar bien aquella escultura.

Hay un Colon en actitud de jugar á los bolos, que seria de mérito en cualquiera de nuestros Tívolis: allí me pareció de desgraciado efecto.

No opino lo mismo de un correcto y soberbio grupo que representa á una linda mujer con su niño en los brazos, amagada por el hacha de un salvaje, y contenido y sojuzgado por la mano vigorosa de un yankee.... Es el apoteósis de la civilizacion, su triunfo sobre la barbarie.... El pensamiento me pareció magnífico y desempeñado con gusto admirable: ¿qué mejor empleo de la civilizacion que proteger á la mujer y al niño? ¿qué manifestacion más repugnante de la barbarie que el ultraje á los inocentes y á los débiles?

Aquellas actitudes, aquella accion, aquel conjunto, son de raro mérito, y me separé con repugnancia de ese grupo que bien merece detenido exámen. Este grupo hermoso es de Horacio Grinoffh, célebre escultor americano nativo de Boston, que murió en 1852.

Al salir por el interior del edificio para tomar el camino por donde venimos, me hizo notar Francisco la soberbia puerta de bronce que está al salir de la rotonda y tiene en relieve los paisajes más notables de la vida de Colon: aseguran que esa puerta costó cerca de treinta mil pesos.

—¡La Biblioteca! me dijo Francisco.

—Hermano, lo ves, ya no hay tiempo: tenemos tres cuartos de hora.

—Te pierdes de conocer una de las más hermosas bibliotecas del mundo, acaso solo la de Paris le iguale: tiene 300,000 volúmenes.

Estaba al frente de la opulenta Avenida de Pensylvania: dos líneas de verdes, juveniles y arrogantes árboles, marcaban la amplísima calle; de entre las copas de los árboles parecian salir los edificios á admirar el Capitolio, engalanados como para formarle desde léjos cortejo respetuoso.

A mi derecha distinguia varios edificios suntuosos: Francisco, conociendo mi deseo de informarme sobre lo que veia, me decia:

—Ese edificio en que te estás fijando, ocupa toda una manzana, ¿Ves su extension de 300 piés? Es el Correo. Costó 1.700,000 pesos.

El que está un poco más léjos, mediando solo el ancho de una calle, es el Ministerio del Interior. ¿Le ves blanquear? Es de mármol, como el Correo: contiene la famosa oficina de patentes, 120,000 modelos de distintas invenciones, distribuidos en cuatro salones inmensos. Allí se conservan con veneracion las prensas de Franklin. Ese edificio se incendió en 1836, destruyéndose los modelos acumulados en cerca de medio siglo; de suerte que el número de modelos que existe, es de 1836 á la fecha.

—Esto prueba que en materias de invencion, estos hombres les dan la debida importancia. El Ministerio del Interior funge á modo de nuestro Ministerio de Gobernacion, y tiene á su cargo lo relativo á los indios, las tierras públicas, y como hemos indicado, las patentes de invencion.

Ahora ponte de frente, como quien ve el término de esta Avenida de Pensylvania.

El inmenso edificio de granito que tienes delante es el Ministerio óDepartamento del Tesoro. Es una copia su arquitectura del templo de Minerva: lo dirigió Walter, arquitecto del Capitolio. En él se fabrican parcialmente losgreenbacksó billetes de papel moneda; las labores de toda clase de ese Ministerio dan ocupacion á muchísimos empleados, entre ellos 800 mujeres que tienen generalmente sueldos de cien pesos y que han observado conducta irreprensible. La existencia que ahora tiene la bóveda para el oro, es de diez millones de pesos, entre monedas de este metal y certificados de depósitos existentes entre otras oficinas. El edificio consta de doscientas piezas.

—Ese edificio que está un poco atrás blanqueando entre los árboles, ese sí lo conozco, por la exactitud de las estampas que he visto, dije á Francisco. Esa es laCasa Blanca.

—En efecto, continuó Francisco, esa es la residencia del Presidente de la República; el edificio es modesto, aunque está amueblado interiormente con bastante lujo.

Aquí tiene sus recepciones públicas el Presidente, y en ellas no se acostumbra más que saludarlo y darle la mano, pasando frente de él. Para hablarle de negocios se necesita pedirle audiencia por escrito, á no ser los altos funcionarios, á quienes recibe en horas determinadas.

Por supuesto tiene sus reuniones íntimas, á donde no van sino las personas de su parentesco y amistad particular.

—Entónces, interrumpí á Francisco, esetoro emboladoque hay en Palacio con el nombre de "Audiencias públicas," no lo conocen estos, aunque sean muy democráticos.

—Mira en esta misma direccion, sobre las copas de los árboles, esa masa: es la parte alta de un edificio magnífico. Ese es el Ministerio de Relaciones, que aún no está concluido. Cuando esto suceda, rivalizará en grandeza con el Capitolio, pues ha de comprender, á más del Ministerio citado, el Ministerio de Justicia ó sea del Procurador general. Ya sabrás que el Procurador general es aquí un miembro del Gabinete, y por lo mismo, nombrado por el Presidente.

Detrás de ese edificio, que tiene por frente principal al rio que corre á nuestra izquierda, hay dos grandes edificios viejos y de ladrillo, que son los Ministerios de la Guerra y el de la Marina. Nada tienen de particular, porque no es aquí particular que tenga cada oficina un ejército de empleados. Vuélvete un poco á la izquierda.

Lo hice así, como me lo decia Francisco.

VIAJE DE FIDELLIT. H. IRIARTE, MEXICOMinisterio de Relaciones Exteriores.

VIAJE DE FIDELLIT. H. IRIARTE, MEXICOMinisterio de Relaciones Exteriores.

VIAJE DE FIDELLIT. H. IRIARTE, MEXICOMinisterio de Relaciones Exteriores.

Ví entónces el Instituto Smithsoniano, que es de piedra roja.

Descuella el edificio de estilo romanesco entre el Capitolio y el Departamento de agricultura. El noble edificio fué instituido por el inglés James Smithson,para el adelanto y difusion de los conocimientos científicos entre los hombres. Tiene 447 piés de largo, 450 de ancho, y 9 torres de 75 á 150 piés de altura.

Contiene un Museo de Historia Natural, con muchas y valiosas muestras, arregladas en unos salones en que se ven y estudian colecciones metalúrgicas, mineralógicas y etnológicas.

Persona que debe saberlo me dijo, que entre las curiosidades que se notan en aquel Museo, hay un aerolito de gran tamaño, que tiene la figura de un anillo, y que lo llevó allí desde México algunyankeegarboso, de órden de Dios que puede más que nadie. Le llaman el aerolito Ainza, del nombre del sonorense que lo donó.

Sin fijarnos en el Departamento de Agricultura ni el Jardin Botánico, Francisco, viendo su reloj y arrancándome al panorama que contemplaba tan entretenido, me dijo:

—Fíjate bien en aquel edificio que está á la izquierda: es un hospital de mujeres dementes; recuérdame que te tengo que hablar de él.

A escape bajamos las escaleras y corrimos hácia la estacion.

—Francisco, Francisco, no vimos ni me hablaste del monumento de Washington, que está tan hermoso en las Guías.

—Esa es manía de los fabricantes de Guías, dan por hecho lo que es proyecto: ya viste la Casa Municipal de California y la de Albany.

El monumento de Washington, aunque no levanta sino poco más de cincuenta varas del suelo, da lugar á que se diga en la Guía que tendrá 200 varas de altura, que lo van á poblar en su interior estatuas de los héroes, y qué sé yo qué más prodigios. Lo cierto es que ha costado 130,000 pesos, y que segun todas las trazas, no concluirá.

El monumento está colocado en un terreno bajo y pantanoso inmediato al rio Potomac. Todo el mundo critica su mala colocacion: á causa de esto parece haberse enfriado el entusiasmo por continuarlo.

Hace cosa de dos años hubo grandes cuestiones, que tuvieron mucho eco en la prensa, sobre lo que se pudiera hacer con el monumento: unos opinaban por su demolicion; otros por convertirlo en un arco triunfal, y otros por aprovechar el material para construirlo en otra parte. Se habló mucho de que se estaba hundiendo por lo falso del terreno; hubo, á consecuencia, un reconocimiento de peritos, que dejó las cosas en duda.

Hay cerca de ese principio de monumento un cobertizo donde se guardan varias piedras, generalmente de mármol, enviadas, para que formen parte de él, por los diferentes Estados de la Union; todas ellas contienen alguna inscripcion, explicando su orígen, y conteniendo alguna expresion de afecto al padre de la patria. Hay algunas de naciones extranjeras, entre otras, una del Imperio Celeste.

En esto llegamos á la estacion: un dependiente de un hotel puso en mis manos dos cartas de Nueva-York.

Eran de dos amigos sur-americanos muy queridos; unoy otro me invitaban á detenerme en Washington. Me reservé para leer las cartas en el camino.

Gran disgusto manifestaba de no haber distinguido siquiera desde el Capitolio áGeorge-Town, antigua ciudad situada en una pintoresca hilera de colinas en el Valle del Potomac. Es puerto de entrada del Distrito, y hay una línea destimbotesque lo comunica con Nueva-York. Uno de sus puntos más notables es un Colegio de Jesuitas.


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