PARTE PRIMERA

Ilustración ornamentalPARTE PRIMERAEL ABUELO

Ilustración ornamental

EL ABUELO

La antigua galería de retratos señoriales del burgo de Heppenheff. Esta galería, que era circular, se extendía al rededor del castillo y se comunicaba con lo demás del edificio por cuatro grandes puertas situadas á los cuatro puntos cardinales. Al levantarse el telón, se descubre parte de esta galería que se pierde por detrás del muro circular del castillo. Á la izquierda, una de las cuatro grandes puertas de comunicación. Á la derecha, otra puerta alta y ancha que da paso al interior, levantada sobre tres gradas é inmediata á una puerta falsa. En el fondo, una galería romana abovedada con pilares bajos y capiteles rasos que sostienen un segundo piso practicable que se comunica con la galería por una gran escalera de seis gradas. Al través de estas amplias arcadas, se ve el cielo y lo demás del castillo en cuya más alta torre flota al viento una inmensa bandera negra. Á la izquierda de la puerta grande de dos hojas, una ventanilla cerrada con una vidriera de colores. Cerca de la ventana una poltrona. Toda la galería tiene el aspecto ruinoso é inhabitable. Las paredes y las bóvedas de piedra en las que se distinguen algunos vestigios de frescor están verdosas y enmohecidas por las filtraciones de las lluvias. Los retratos colgados en los muros de la galería están todos vueltos del revés, es decir de cara á la pared.

Al levantarse el telón, está anocheciendo. La parte del castillo que se ve por las arquivoltas del fondo, parece iluminado interiormente, bien que sea aún de día. Óyese hacia esta parte del burgo són de trompetas y clarines, y á intervalos canciones entonadas por robustas voces al sonsonete de los vasos. Más cerca suena ruido de hierros, como si alguna gente encadenada fuera y viniera por la parte no visible de la galería.

Una mujer, sola, vieja, medio oculta bajo un largo velo negro, vestida con un saco de pardo sayal en andrajos, sujeta con una cadena que se agarra con doble anillo á su cintura y á su descalzo pié y un collar de hierro á la garganta, se apoya en la puerta grande y parece escuchar los cantos de la inmediata pieza.

GUANHUMARA, sola, escuchando.(Canto dentro):

¡De tan crüentas guerrasnuestro poder brotó!Á las ciudades... ¡fisga!y á los reyes... ¡mayor!Prosperan los burgravesdel exterminio en pos.Barones, fisga al papa,fisga al emperador.Á hierro y fuego reinesólo nuestro pendón.¡Fisga, burgraves, fisgaá Satanás y á Dios!

¡De tan crüentas guerrasnuestro poder brotó!Á las ciudades... ¡fisga!y á los reyes... ¡mayor!Prosperan los burgravesdel exterminio en pos.Barones, fisga al papa,fisga al emperador.Á hierro y fuego reinesólo nuestro pendón.¡Fisga, burgraves, fisgaá Satanás y á Dios!

¡De tan crüentas guerrasnuestro poder brotó!Á las ciudades... ¡fisga!y á los reyes... ¡mayor!

¡De tan crüentas guerras

nuestro poder brotó!

Á las ciudades... ¡fisga!

y á los reyes... ¡mayor!

Prosperan los burgravesdel exterminio en pos.Barones, fisga al papa,fisga al emperador.

Prosperan los burgraves

del exterminio en pos.

Barones, fisga al papa,

fisga al emperador.

Á hierro y fuego reinesólo nuestro pendón.¡Fisga, burgraves, fisgaá Satanás y á Dios!

Á hierro y fuego reine

sólo nuestro pendón.

¡Fisga, burgraves, fisga

á Satanás y á Dios!

(Trompetas y clarines.)

Guanhumara.—Muy alegres están los príncipes. Todavía dura el festín. (Mirando á la otra parte del teatro.) Los cautivos trabajan bajo el látigo desde el alba. Allá el ruido de la orgía; acá el ruido de los hierros. (Mirando hacia la puerta de la derecha.) Allí, el padre y el abuelo, pensativos y cargados de años, buscando la sombría huella de todo lo que han hecho, meditando en su vida y en su raza, contemplando á solas y lejos de las triunfantes risas, sus maldades aún menos horribles que sus hijos. En su prosperidad hasta hoy completa, ¡cuán grandes son! Los marqueses de las fronteras, los condes soberanos, los duques, hijos de los reyes godos, se inclinan ante ellos como si fueran iguales. El burgo, henchido de tocatas, canciones y gritería, se alza inaccesible hasta las nubes. Miles de soldados, bandidos de fulgurantes ojos, vigilan por todas partes con el arco en una mano, la lanza en otra y la espada entre los dientes. Todo protege y defiende este antro aborrecible. Sola, en un desierto rincón de este formidable castillo, vieja, desconocida, débil, con la cadena al pié y el collar á la garganta, desarrapada y triste, se arrastra la pobre esclava... Pero ¡oh príncipes, temblad! ¡Esta esclava es el odio!

(Retírase al fondo y sube las gradas de la galería. Entra por la derecha una cuadrilla de esclavos encadenados trayendo en la mano las herramientas del trabajo. Apoyada en un pilar Guanhumara, los mira pensativa. Por los vestidos sucios y desgarrados de los cautivos se infieren aún sus antiguas profesiones.)


Back to IndexNext