CANTO DECIMO-SEPTIMO.

Levàntase D. Diego de Mendoza en Santa Cruz de la Sierra; sale el Virey D. Francisco de Toledo del Perù, con gran ejército en su demanda.

Levàntase D. Diego de Mendoza en Santa Cruz de la Sierra; sale el Virey D. Francisco de Toledo del Perù, con gran ejército en su demanda.

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Con su saber astuto y cauteloso,Sintiendo la pujanza que Adam lleva,Y viéndose no ser tan poderoso,Que pueda entrar con él en lucha y prueba,En el jardin de vida deleitoso,Satan tomó por medio á nuestra Eva,Que vencerle, sabia, no pudieraSi solo la batalla acometiera.Contra el hombre quedó Satan tan diestroQue si vencerle quiere con pujanza,Como viejo, sagaz y gran maestro,En una muger pone confianza;Y el caso que no puede muy siniestro,Por medio de muger puede y alcanza:De modo que de diez partes de males,Los nueve con muger causa cabales.Cuan claro aquesto vemos en el cuentoDel pobre de D. Diego y de Zurita,Pues solo por poner muger asientoEn el iglesia, y que otro se lo quita,Se comenzó tan gran levantamiento,Que al reyno del Perú plata infinitaLe cuesta, y aun buen triunfo le costáraSe él de Toledo no lo remediára.Las mugeres de aquestos dos trabadas,Comienzan de sembrar tan gran zizaña,Que yendo ya las cosas mal guiadas,Se fragua en poco tiempo gran maraña.El Zurita tenia desganadasLas gentes, y à D. Diego el diablo engaña:Al Zurita que manda allí, prendia,Y al Audiencia Real preso le envia.Un Diego Gomez, hombre marinero,Con su pretension mala le traíaAl pobre de D. Diego al retortero;El Cabildo en aquesto le elegia,En el lugar que estaba de primero,Zurita, que á los Charcas habia ido:Pues veis Gobernador D. Diego alzado,Y el propio del gobierno despojado.Don Diego á los alcaldes prende luego,Con otros que condenar su designo,Y viendo alborotado andar el juego,Los Salazares salen de camino.La nueva al Perú vuela como fuego,Y el D. Diego con grande desatinoMató á los Salazares, procurandoQuedarse para siempre gobernando.Don Francisco, virey de tanta fama,Y en servicio del Rey muy estimado,Sabido este negocio, echa de rama,Y en breve grande ejército ha juntado.A gente de valor y suerte llama,Y el hecho con presteza concertado:La cordillera se entra muy pujante,Echando un caballero de delante.Aqueste es D. Gabriel, que de su tierraY sangre hereda esfuerzo Placentino:[75]A Santa Cruz le envia de la SierraCon gente de la suerte que convino,A que rompa por paces ó por guerraDel triste de D. Diego su destino,Despues, dando la vuelta, que pretendaEn Ibitupuá ganar hacienda.Don Francisco se vá por otra parte,Por Presidente queda el de Quiñones:Aqueste caballero con gran arteEl Audiencia regia y escuadrones,Temiendo de su industria el fiero Marte,De su sagacidad y discreciones:Que tanto era el ardid que allí mostraba,Que en la guerra las letras encumbraba.A Don Diego la nueva llega en esto,Que de parte del Rey se hace gente,De Santa Cruz se sale muy de prestoA las horcas de Chaves diligente:En llegando despacha muy de prestoEn casa Ibitupuá, indio valiente,Diciéndoles, se junten mano armada,Y no dèn al Virey paso ni entrada.Que si el Virey se le entra por la tierra,Que vivirá en eterna servidumbre;Que habrá de conquistar toda la Sierra,Sin dejar lo mas alto de la cumbre:Que ahora podrá bien darle la guerra,Para librarse de esta pesadumbre;Que perfecta prudencia es y cordura,Gozar en la ocasion la coyuntura:El indio le responde, que guardaseSu tierra, y que jamas no pretendiese,Que en cosa con los suyos le ayudase,Que allá D. Diego solo se lo hubiese.Que no tiene temor que nadie entraseEn su tierra, por fuerza que trajese,Que de ánimos constantes tiene un muro,Y fuerza, con que vive muy seguro.Ibitupuá, óviento levantado,Aqueste indio se llama, es de gran brio,Magnánimo, valiente y esforzado,De muy grande valor y señorio:En grande rectitud tiene su estadoSujeto por su esfuerzo y poderio:En toda la comarca es muy temido,Y muchos favorecen su partido.Entre los suyos hizo llamamiento,Y désque á todos juntos los tenia,Les hizo un concertado parlamento,Diciéndoles el fin que pretendia."Aquesta tierra, dice, es nuestro asiento,A nadie de derecho otro venia;Por tanto el nuestro propio defendamos,Y la vida por él todos pongamos.""Yo he puesto diligencia en mis aguerosY hallo buen presagio en cuanto veo,Y espero que saldrán bien verdaderos,Cortados á medida del deseo:Y veros tan valientes y guerreros,Cual sé lo sois, y siempre yo lo veo,Me pone nuevas fuerzas y me animaA conquistar los Charcas, Cuzco y Lima.""Noticia tengo ya de como vieneEl soberbio cristiano, mano armada:En las horcas de Chaves se detieneDon Diego con su gente levantada,De todos el resguardo nos conviene,Y guardar nuestra tierra libertada;Que si cualquiera de ellos nos venciere,De nosotros hará lo que quisiere."Bebiendo de la chicha y del brevage,Que habia para ello el aparejo,Celebrado con grita y con corageDe todos fué el acuerdo y el consejo.En medio de la junta, de buen trageUn indio se levanta, cano, viejo,Con manta que parece fina grana,Y en el brazo de plata una chipana.Aqueste con muy grande reverenciaAl gran Cacique dijo, conveniaDespachase con mucha diligenciaA Condurillo.—Izoca: "mas valdria,Responde muy soberbio, sin paciencia,Matar toda la sangre vieja y fria,Pues quita á los osados corazonesLa causa de venganza y ocasiones."El viejo Tabobá con pecho fiero,A Izoca respondió: "mal has hablado,Contino la tuviste ser parlero,Sin seso, sin verguenza, deslenguado:A ti junto con otro compañeroHaré entender quien soy en estacado."Izoca acude al arco que traía,De presto Ibitupuá los despartia.Las tazas andan tales y los mates,Que el acuerdo se vuelve en voceria;Allí se disputaban mil debates,Y cada cual su caso difería.Con borradas razones y dislates,El uno al otro dice vencería,Aunque traiga consigo por ayudaLa isla Jamaíca y la Bermuda.Una India que las tazas ministraba,Muy vieja lagañosa y colmilluda,A todos los mancebos animabaCon su lengua mordaz y tartamuda:Entre otras muchas cosas que hablaba,Aquesta razon dice la barbuda:"En medio el Paraguay y Perú estamosAquestos y á los otros resistamos."Gran grita y alarido levantaronLos indios en le oir estas razones:El dicho con aplauso celebraron,Cesaron diferentes opiniones.El consejo con gozo consumaronConformes en el alma y corazones,Sujetándose al dicho de la viejaY así cada cual dellos se apareja.El nuestro Paniagua placentino,Con gente muy lustrosa y muy lucida,Con ánimo de fuerte paladinoComenzó, como dije, su partida.Y tan pujante fué, que de caminoLa tierra á su diccion quedó rendida.Don Diego de esperarle ya cansado,A Santa Cruz, enfermo, se ha tornado.De manos y de pies Dios le ha tullido;Que es lástima de ver al caballero,Que aun obras naturales no ha podidoSin ayuda hacer de otro tercero.A Santa Cruz de vuelta ya venido,De D. Gabriel le viene un mensageroCon cartas del Virrey, y prometidasDel propio, y Gomez y Avila las vidas.Llegando D. Gabriel á aqueste puesto,Que las horcas de Chaves es llamado,Halló como D. Diego con el restoDe su gente ya habia caminado.Las cartas despachando muy de presto,Con los suyos se queda allí alojado,Que adelante pasar no se podia,Que la tierra de aguas se cubria.A Santa Cruz las cartas llegan breve;El Avila ha ayudado en esta parte,Causando que se haga lo que debeHacerse, aunque siguiera el estandarteContrario: mas agora no se atreve,Por ver del de Toledo la grande arte,Y que el D. Diego está sin pies y manos,Y aquellos que le siguen son tiranos.El órden que se dió, que desistieseDel mando y del gobierno que tenia,Y al Cabildo y Consejo se le diese,Que aquestos dicen todos convenia.El Gomez, que fué causa que hicieseDon Diego la contada demasia,Y fuera al parecer su grande amigo,En viéndole sin mando, fué enemigo.Desiste, pues, D. Diego de su mando,Y deja que el Cabildo gobernase,Por aquesta manera procurandoQue el Virrey su delito perdonase.Algunos de su parte y de su bandoLe dicen al Virrey se presentase:Que en ver su poca culpa y su inocencia,Sin duda que usaria de clemencia.El Cabildo enviar procura luegoA D. Gabriel la nueva de este hecho:Salgado sale ya sin grande ruego,Mas no sin gran doblez de inicuo pecho.De Santa Cruz, saliendo como fuego,A las horcas de Chaves vá derecho;Veinte mancebos lleva arcabuceros,Y mas cincuenta infantes muy guerreros.Don Diego del negocio ya arrepiso,Pensando de volver el juego en maña,A Salgado le ha dado por aviso,Que mate á D. Gabriel con su compaña.El indio Chiriguana nunca quisoVenir en el concierto y la maraña;Que si el indio en el concierto consintiera,Don Gabriel con su gente pereciera.El hecho de esta suerte se guiaba,Que llegado Salgado con su genteA donde D. Gabriel y el campo estaba,Seria recibido alegremente,Por el socorro y nuevas que llevaba:Y que despues, un dia de repenteMarchando con los suyos el SalgadoRevuelta sobre el campo descuidado.Con sus arcabuceros de delanteHabia de ir Salgado y sus flecheros:Paniagua tras él con el restanteEn dos tercios, y que él con los primerosRevolviese á traicion, con tal semblanteQue pensasen ser indios los postreros:Hicieran desta suerte todos alto,Y así Salgado diera un crudo asalto.Llegado, pues, Salgado donde estabanPaniagua y los suyos alojados,De todos con la nueva se holgaban,Por ver ir los negocios bien guiados:Y con esto de presto se aprestabanPara dar en los indios no domados:De Ibitupuá, digo, el valeroso,Valiente, astuto, sábio y belicoso.Salgado se ofreció que con su genteIrá en la delantera de contino,Recíbese su oferta alegremente,Que D. Gabriel no sabe su destino.Mas el malvado piensa prestamenteEn efecto poner su desatino;Y así para efectuar el crudo hechoDescubre con los suyos su mal pecho.Al tiempo, pues, que ya lo concertabaDe dar en D. Gabriel que vá marchando,El indio guaraní lo revelaba,Que con Salgado iba caminando.Y aunque el Salgado bien se lo rogaba,No quiere el guaraní seguir su bando,Que dice, que de andar está cansadoTras D. Diego, que siempre le ha burlado.A D. Gabriel el caso refiriendoEl guaraní con pecho y osadia,Y toda la maraña descubriendo,Que trabada Salgado ya tenia,Al tiempo que la iba mal tejiendo,El hilo conocido descubriaEl triste de Salgado, de tal suerte,Que vino á fenecerse con la muerte.Colgóle D. Gabriel y prestamente,Despacha á Santa Cruz de aquel parajeLos indios Guaranies, y la genteQue dije que vinieron, y un mensageA D. Diego le envia diligente,La palabra le dando y homenaje,Que venga, que al Virey hará servicio,Y que él le será en todo muy propicio.Don Diego en esto, y Avila pensando,Que en su negocio hacen mucho hecho,A los Charcas caminan, procurandoLlevar siempre camino muy derecho.A D. Diego el temor le vá acusando,Aunque Avila le pone alegre pecho;Las aguas con gran fuerza le apuntaban,Y volverse por esto procuraban.Sabiendo en Santa Cruz como querianVolverse, porque el Gomez lo ha tratado,Diciendo que las aguas ya venian,Y no estaba el camino aparejado:A Diego Gomez presto le prendianY al Audiencia le envian á recado.Don Diego no desiste del camino,Que tullido y enfermo á Mizque vino.Ibitupuá, que estaba muy pujante,Espera á Don Gabriel con pecho fiero:No viene el Placentino muy triunfanteQue le quita la fuerza el mal tempero:Las aguas tambien mira de delante,Y el importuno tiempo venidero,Y viendo como todo le adversaba,Batalla solamente presentaba.Y aunque nunca romper ha procurado,Con todo, el enemigo se mostrandoTan fuerte, que á los nuestros ha apretado,Y del todo á romper les obligandoAlgunos rompimientos ha formado,En que lo mas seguro se llevandoEl Español, el bárbaro moriaCantando la victoria que perdia.Al fin, porque convino así hacerlo,Retíranse los nuestros, que imposibleAl bárbaro será en breve vencerlo,Que habita en una tierra muy terrible:Lo que es mas principal para cogerlo,Y es cosa hacedera y muy posible,Prenderles las mugeres, que prendidasDarán en trueco dellas dos mil vidas.Es cosa de notar de aquesta genteEn como á su muger ama el marido,Que ni hijos, ni padres, ni parienteEn tanto tiene: y sé que ha sucedidoVenir tras su muger muy diligente,Y dar en trueco un hijo muy queridoEl indio con tristeza lastimera,Por verse sin su dulce compañera.Zeloso suele ser y recatadoEl indio con la india que es su amada,Y dó quiera que va la lleva al ladoEn tanto que no ve que está preñada:Despues suele decir; ya está ocupadoEl vientre, y ocupada la posada,Si mi muger no hubiere de guardarseMi obra ya no puede despintarse.Salió pues D. Gabriel de entre esta genteSin hacer el efecto pretendido,Que el invierno le estaba ya presente,Por dó dejar la guerra ha convenido.De Chuquisaca en esto el PresidenteQuiñones con socorro se ha partido,En busca del Virrey va caminando,Que á Condurillo viene atravesando.Al tiempo que el Virrey entró en la SierraCon cuatrocientos hombres bien armados,Con otra mucha gente de la tierraDe todos aderentes pertrechados,Con fin de reducir por paz, ó guerraAl indio guaraní con sus estados,La tierra considera, y la demarcaDesde un pueblo que llaman Chalamarca.De aquí por su mandado á priesa fueronTres hombres con despachos y recadosA Tucuman, dó en breve se pusieron,Que en el camino estaban bien cursados.Con esto en Tucuman presto tuvieronNoticia de Don Diego y de sus hados.Al Paraguay tambien la nueva vieneAl tiempo que velarse le conviene.En tal término y punto está la cosa,Que si Don Diego á caso allá bajára,Hallára nuestra gente deseosaDe cualquiera revuelta y se holgára.Mas quiso con su mano poderosaEl Alto remediar; que si la alzára,El Argentino todo se perdieraY en aprieto al Perú todo pusiera.Alguna vez oí á mis oídos,Que Don Diego venia levantado,Y ví que se holgaban los nacidosEn la tierra del caso relatado.Los pechos de estos fueron conocidosCuando despues se hubieron rebeladoEn Santa-Fé, en aquel levantamiento,De que yo en su lugar la verdad cuento.De allí de Chalamarca pues enviaDespachos el Virrey, como contamos,Al Rio de la Plata, que temíaEl mal que en esta historia ya apuntamos.A Zárate despacha recta vía,En busca de unos indios Comogamos;En Condurillo habita aquesta gente,Y así es dicho el cacique, muy valiente.Tambien salió el Virrey á la otra mano,Por sierras cordilleras de boscage:En partes pocas hay camino llano,Que todo es cordillera este parage.El asiento de Manso está cercano:Seguro estoy si fuera allá el bagageY pueblo, el buen Virrey allí poblára,Que mucho á su pretenso le importára.Con gran pujanza vá el Virrey siguiendoSu derrota y camino comenzado:El indio guaraní se está riendo,Por ver que el aparato es escusado;Y en viendo al Español, tira huyendoDe lejos, el motin haciendo usado:Don Francisco y su campo van marchandoLa vuelta del Perú ya deseando.Aquí quedan cansados los carneros,Allí desmaya ya y muere el caballo,Desean muchos hombres verse en cuerosEl hato dejan ya por no llevallo.A los Charcas salieron mensageros,Quiñones se dá priesa, que encontralloAl Virrey con socorro determinaEn el asiento y pueblo de Tomina.Marucare en aquesto muy furioso,Huyendo de su asiento y de su casa,Porque en quemarla nadie esté gozoso,El propio la ha dejado hecha una brasa.Con Taboba el valiente y ardidoso,Sus mugeres y chusma presto pasaDe allí, y tan adentro se ha metido,Que no podrá jamas ser ofendido.El buen capitan Zárate bajandoEn busca del asiento Condurillo,Con tan grande trabajo atravesandoLa tierra, qué temor me dá escribillo,Los dias y las noches caminando,Al fin el indio hubo de sentillo;Y aunque de sobresalto los cogieron,La mugeres é hijos escondieron.Tres casas y buhios muy crecidosAquí Zárate halla, dó su genteAloja: que los indios escondidosVacios los dejaron prestamente.De á poco con cautela son venidos,Con cruces en las manos de repente,Diciendo, que huyeron temerosos,Y de la cruda muerte recelosos.Al Capitan decían y culpaban,Porque nunca avisó de su venida,Que dias hà que todos deseabanA los cristianos ver, que conocidaSu bondad y valor, determinabanLa tierra esté al cristiano sometida;Y porque ellos esto conocian,Las cruces en señal de ello traian.Al Capitan con esto procurabanEntretener los indios, pretendiendoHacer así mejor lo que ordenaban,Y andaban con gran priesa y maña urdiendo.En tanto que la junta concertaban,El Capitan su farsa conociendo,Un fuerte ha fabricado muy ainaDe brava palizada, y de fagina.Apenas está el fuerte fabricado,Y las paredes del no medio hechasEstaban, cuando el campo se ha quajadoDe los indios, que vienen por sus trechas,Gran grita y alarido han levantado,El aire y tierra cubren con las flechas.La guerra fué sangrienta y bien reñida,Mas huye, al fin, el indio de vencida.Los muertos y heridos muchos fueronDe parte de los indios, porque habiaOchenta arcabuceros que hicieronComo gente española de valía.De tres ó cuatro vivos que cogieron,Traidos acá al fuerte, se sabíaQue los indios llevaban en los brazosA sus casas los hechos ya pedazos.De los nuestros quedaron mal heridosAlgunos, pero pocos de esta guerra:Los indios á gran priesa son metidosPor la espesura grande de la sierra.De á pocos dias fueron descendidos,Bajando el capitan á ver la tierra;Y á quince que en el fuerte se quedaron,Las cabras, como dice, acorralaron.La tierra toda junta se ha juntadoHaciendo para el caso llamamiento,A los quince del fuerte han apretadoY puesto en confusion y gran tormento:Muy grandes baterias les han dado,La cosa andaba en mucho rompimiento,Cuando dando la vuelta los cristianosDel fuerte se retiran los Paganos.El Capitan estuvo allí tres diasRehaciendo su gente; y como vieseQue el estar mas allí, por todas vias,Dañoso era, ordenóse que se fueseEn busca del Virrey y compañías,Que no se sabe de él á dó estuviese.Mas él, tan gran camino vá haciendo,Que sin poder errar le van siguiendo.De presto todos juntos se juntaron,Y dando ya la vuelta presurososCon el buen Presidente se encontraron,De que todos se hallan muy gozosos.A sus casas alegres se tornaron,Aunque todos venian perdidosos:D. Diego de Mendoza tambien viene,Y oid en otro canto el fin que tiene.

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En este canto se trata de la muerte y justicia que hizo el Virrey D. Francisco de Toledo, de D. Diego de Mendoza en Potosì, y del gran Señor Topamaro en el Cuzco.

En este canto se trata de la muerte y justicia que hizo el Virrey D. Francisco de Toledo, de D. Diego de Mendoza en Potosì, y del gran Señor Topamaro en el Cuzco.

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Aquel es de valor y grande estimaQue sabe con prudencia gobernarse:Diremos con razon tener la primaAquel que vemos sabe resguardarseCon gran maña en el arte de la esgrima,Y à su tiempo procura señalarse:Aquí apuntando el golpe por lindo arte,Y al fin haciendo el lance en otra parte.Aunque el Virrey la causa publicabaDe su salida ser el Chiriguana,Y al principio de aquesto se trataba,En Don Diego de dar tiene mas gana.Y así al punto luego se tornaba,Sabiendo Santa Cruz estaba llana;Que no estando la causa sosegadaAllá fuera el Virrey de mano armada.Bien claro se mostró, pues preveniaAl Perú, y á las demas gobernaciones,Que à priesa á todas partes escribiaDe Don Diego las vanas pretensiones.La nueva á Tucuman presto venia,Que mas vuelan los tres que unos halcones:Tambien allega al Rio de la PlataDó Juan Ortiz echaba la bravata.Responde con soberbia al mensagero,Mostrandole desnudo el viejo pecho,Que diga à Don Francisco, que harneroLo tiene por servir al Rey, bien hecho:Y que tiene de ser siempre el primeroDó fuere menester ser de provecho:Que estan muy enseñadas ya sus manosA derramar la sangre de tiranos.Mas no fueran bastantes, si bajàraDon Diego, sus bravatas y sus fieros,Que mucha gente moza le ayudàra,Que al fin eran antiguos compañeros:Y así la cosa acaso le obligáraA buscar su remedio, y agujerosA donde se meter à priesa listo,Que no estaba en la tierra muy bien quisto.Mas no tuvo Don Diego tal designo,Que puso en el Virrey toda esperanza,Que habrà de perdonar su desatino,Y así sale con esta confianza:Y no ha bien concluido su camino,Y à Diego Gomez vido que le alcanza;Que preso le traìan, y á recado,De que à Don Diego mucho le ha pesado.D. Francisco saliendo de la guerra,A Potosì se fué, que deseabaJuntar los naturales de la tierra,Porque esto al Gran Filipo le importaba:De los valles los trajo, y de la sierra,Y en breve mucho número ha juntado,Y pòneles la tasa en los jornalesDel trabajo y labor de los metales.Los indios son en grande muchedumbre,Que nunca acabaremos describillos:Difieren en los trajes y costumbre,Y asì se diferencian sus aillos;Subidos en los altos de la cumbreDel cerro, acà parecen pajarillos:Sacando allì el metal de sus mineros,Acà al pueblo lo bajan en carneros.Los ingénios los muelen muy aina,Por muy graciosa traza y artificio;Y hecho ya el metal cual pura harina,Se hace con azogue el beneficio.En breve sale piña y plata fina,Y muchas veces hace bien su oficioEl azogue, quedando tan enteroSegun y como estaba de primero.El grande laberinto, que de CretaEs dicho, con razon puede llamarseEl cerro Potosí, à dó una vetaA muchos enriquece; y engañarseA otro fuerza tanto, que te metaEn ella hasta vivo sepultarse;Quedando sò la tierra sepultadoA vueltas de la plata que ha buscado.Estando aquì el Virrey, D. Diego vieneAl asiento llamado de Tomina,A dó un Corregidor, que el pueblo tiene,Al punto que lo vè con èl camina,Prendiendole, que quiere que se sueneQue èl mismo á le prender se determina:A Potosì lo lleva diligente,Y el pobre de D. Diego và doliente.A las casas reales fuè llevado,A dò està la Real Hacienda, y plata;Allì lo tienen preso, y á recado,En tanto que su causa se vé y trata.No estuvo muchos dias, que acabadoEn breve su negocio, no dilataD. Francisco el castigo que queriaHacer, segun entiende convenia.La villa Potosí alborotadaVereis andar la gente dolorosa;Sabido la sentencia estaba dada,Y que la ejecucion era forzosa,Decian "¡Ha de ser ejecutadaLa sentencia de muerte rigurosa!"Algunos se metieron de por medio,Mas nunca pudo darse algun remedio.Al fin, pues, en la plaza fabricaronUn famoso cadalso muy de presto,Y al pobre de D. Diego le sacaronSubido en una mula muy de presto.Al tablado llegando, celebraronSu muerte, con dolor y luto puesto;Sintiendo pena de ello y gran mancillaLos galanes y damas de la Villa.Tambien á Diego Gomez, el que habiaAl triste caballero aconsejado,Colgaron; y lo mismo aqueste diaAl Avila hicieran, que sacadoCon estos tambien fuè, y ya queriaEl verdugo colgarle: encaramadoEstuvo en los postreros escalones,Y à grande priesa viene el de Quiñones.A no llegar con priesa y diligenciaPerdiera sin falta Avila la vida;Que el verdugo ejecuta la sentenciaSi no viene Quiñones de corrida.Por señal el bordon de Su ExcelenciaTraia, que es señal muy conocida;Perdonan al que està medio difunto,Y parece nacer en aquel punto.En su túnica y soga muy revuelto,Pensando ser vision y que soñaba,A la cárcel ha sido luego vueltoEn tanto que su causa se trataba:Al fin saliò de à poco libre y suelto,Y de gozo y placer no se hallaba;Que es burla muy pesada y que espantaVerse un hombre la soga à la garganta.Si solo imaginar un sentenciadoQue habia de morir al otro dia,Le hizo que el cabello sea tornadoDe negro, blanco, luego encanecìa:[76]Quien se vido en la escala levantado,Y al verdugo que echarle ya queria,Diremos que ha probado el trago fuerteDe la descomunal y cruda muerte.¡O muerte, cuan amarga es tu memoria!Al hombre que en sus varios bienes fia,De Reyes, y no Reyes has victoria.De noche nos combates y de dia,En esta vida triste transitoria,Que al tiempo mas florido se desvia.Habiamos de tenerte por espejo,Por regla, por medida, y por consejo.Aquel santo consejo celebrado,Que dice, del morir nos acordemosEn todas nuestras obras bien notado,Seguro quein æternumno pequemos,En nuestro cristianismo consagrado,Creido, y aun sabido bien tenemos,Que ataja la memoria del tormentoY muerte, y gloria al malo pensamiento.No finjo santidad ni hipocresía,Que sè soy pecador desconocido:Mas digo que en el tiempo que teníaLa muerte al ojo, siendo muy sabido,Que de hambre morian cada dia,En la parte que arriba he referido,Tenia la conciencia tan medida,Cual nunca jamas tuve yo en mi vida.La muerte de si tiene dar tristeza,Por no saber el hombre el paradero:Que si deste se tiene la certezaAlegre es aquel trance y placentero:Dejar un mundo tal, y tal vilezaHabia de dar gozo muy entero,Y en lugar de tristeza gran consuelo,Pues vemos que salimos de este suelo.Una generacion muestra contentoAl tiempo de la muerte, y hace fiesta,En lugar del funesto sentimiento,Que hace la española gente mesta.Si se tuviese el buen conocimientoDe aquesta triste vida tan funesta,Con la muerte contento se teniaTomándola por gozo y alegria.Julio Solino cuenta una costumbreDe aquellos hiperbóreos tan nombrados;Empero estos carecen de la lumbreDe Fé: aquestos, dice, que cansadosDe vivir, y teniendo pesadumbreDe ver tardar la muerte, muy untadosCon cierta uncion, habiendo bien comido,Pecando así, se dan fin dolorido.En Tomahavi vide una estrañeza,Que es digna de contarse de camino:En un pantano grande de llanezaDe tierra, está temblando de contino,A dò llegando perros, sin perezaBailando como recio torbellino,Se arrojan en la fuente dó se cuecen,Y vivos con su baile alli perecen.Parece que el morir les dà contento,Y asì muestran querer aquella muerte,Y vemos frecuentarse aquel asientoDe perros, y morir de aquella suerte.Yo vide aquesto propio que aquì cuento,Que por juzgar el caso yo por fuerte,A verlo fuí, y los perros que allá fueronBailando ví, en la fuente perecieron.El cisne, blanco, bello, dicen; sueleCantar cuando la muerte le es vecina,Que dejar esta vida no le duele,Teniéndola por triste y por maligna.Razon es, pues, mas justa se consueleEl hombre racional, que à Dios se inclina,A quien, si vive bien, tiene guardadaAllà en el cielo Dios mejor posada.[77]Pues vemos que no es cierta y duraderaLa ciudad que habitamos sin firmeza,Busquemos la que es firme y verdadera,Que dure para siempre en gran alteza.La muerte viene á priesa muy ligera,No es justo espante al bueno su fiereza.Temerla es natural, mas sea de suerteLa vida, que no pese de la muerte.Sabìa bien la vida que habia hechoEl vaso de eleccion, y deseosoDe ver á Jesu-Cristo satisfecho,Que muriendo tenia gran reposo:Pedia con instancia ser desecho,Y disuelto del cuerpo trabajoso,Creyendo gozaria en guadio eternoA Cristo, sumo bien, con fin superno.Pero, aquel que no sabe ni está cierto,Mas antes con razon muy temerosoLo que ha de ser de si despues de muerto,Con la vida se halla muy gozoso.Así lo experimenta quien conciertoNo tiene en su vivienda: el virtuosoNo huye de la muerte, cuando entiendeQue en ella hallarà lo que pretende.Pregunten à los Màrtires gloriososDe los falsos tiranos afligidos,Si iban à la muerte muy gozososEn verse por Jesus ser perseguidos.No estaban de su prémio recelosos,Mas con firme esperanza guarnecidos,Creian les estaba aparejadaLa corona de gloria consumada.Esta hizo al pastor, aunque primeroPor divino secreto fué libradoDe la càrcel, que esté como corderoHumilde á aquel nerónico mandado:La misma à su querido compañeroLe convida à que sea degollado;Y como acá en su vida ellos se amaronEn la muerte tampoco se apartaron.Esta à Bartolomè hizo que diesePor su Señor la vida y el pellejo:Esta al buen Andres hizo murieseEn una cruz, con ser ya cano y viejo:Esta hizo à Santiago que volvieseOtra vez à Judea, donde aparejoHallò de conseguir la merecidaCorona que tenia prometida.Aquesta à los Apòstoles gloriososLes hizo que sufriesen con contentoLa muerte, y á los monges religiososHacía se privasen del sustento.¡Qué de santos estàn ahora gozososQue por esta sufrieron gran tormento!Que dà muy gran esfuerzo à la buena almaTener allà en la gloria prémio y palma.El indio Topamaro no sabiaDespues de muerto el fin de su jornada,Y tanto de la muerte se temia,Que diera al de Toledo sugetadaLa vida á servidumbre, aunque teniaEn otro tiempo fuerza señalada.Mas el proverbio, y vulgo dice y grita,Que viva la gallina con pepita.Aqueste en Vilcabamba residiaCon Incas, y valientes compañeros;Y como por Señor èl se tenia,Formaba allà sus leyes y sus fueros.A cristianos jamas él ofendia,Ni supe que hiciese desafueros:En sus tierras se estaba retirado,Y de los suyos era respetado.Algunos de los cuales acudianAl reino del Perú y sus poblados:Con ellos muchos indios se metianEn Vilcabamba, siendo maltratadosDe aquellos españoles que servian:Que muchos suelen ser desatinadosDe tal suerte en mandarles lo que quieren,Que hacen que los indios desesperen.D. Francisco, que siempre procurabaEn el real servicio señalarse:Como supo que este indio se jactabaDe ser Señor, acuerda de tornarseDe Potosí, y al Cuzco se bajaba;Y sabiendo podia confiarseDe Loyola, esta empresa le ha nombrado,Y en breve mucha gente le ha entregado.Martin Garcìa Loyola, caballeroEra del hábito de Calatraba,Discreto, afable, sábio, compañero:En cosas de justicia se mostrabaCon grande rectitud muy justiciero;De remiso ninguno le notaba,Porque, de mas de ser sabio y prudente,Es vivo como azogue y diligente.Saliendo á la conquista ha padecidoGrandìsimos trabajos y fatigas:En gran tiempo no hubieron parecidoLos indios, aunque son mas que hormigas.Loyola, porque vé el campo afligido,[78]Siguiendo aquestas gentes enemigas,Con solos dos soldados parte un dia,Con un esfuerzo grande y osadia.En luengo un grande rio caudalosoCon sus dos compañeros fué bajandoTres dias, y en un prado verde umbrosoQue el rio con sosiego va bañando,Metido en una choza al valerosoTopamaro le ha hallado reposando,Sin gente, que no saben la venidaDel Capitan Loyola á su guarida.Una cadena le echa á la gargantaDe fino oro, muy rica y bien labrada:El Inca luego al punto se levanta,Sintiendo de esto pena muy sobrada.Loyola con sus dos victoria canta,Juzgando por dichosa tal entrada:Rio arriba se vuelve placentero,Triunfando del cautivo y prisionero.Saliò de Vilcabamba victorioso,Y en la ciudad del Cuzco entra triunfandoDel triste Topamaro doloroso,Que su miseria viene lamentando.Hallóse él de Toledo tan gozoso,Y el caso de tal suerte exagerando,Que al licenciado Polo, su teniente,Le dice le deguelle prestamente.El licenciado Polo le responde,Que no quiere èl hacer esa torpeza:Que no halla derecho, ni por dondeA aquel Inca cortarle la cabeza;Y que si causa él tiene, y no la absconde,Se la muestre, y harálo sin pereza:Mas sin otro recado, que no quierePonerse al riesgo y mal que le viniere.El Virrey replicó, que lo hicieseComo justicia suya, y su teniente:El Polo se resume en que escribieseDe su mano el mandato, y que se asiente;Que no quiere algun tiempo le pidieseDel Inca aquella muerte algun pariente.El Virrey ordenó luego un escritoDel Inca publicando su delito.Al punto que se supo de su muerte,Que ejecutarse manda, se juntaronEn breve tanta gente de su suerte,Que toda la ciudad alborotaron.Y aunque fué rogado, estuvo fuerteEl Virrey, que con él no aprovecharonLos frailes, y un Obispo que decia,Que á España à Topamaro llevaria.Al fin en una mula le sacaron,Con un pregon su culpa publicando,Que los indios por èl se levantaron,Aquesto iba el verdugo pregonando.Tantos indios en esto se juntaron,El Cuzco de tal suerte alborotando,Que necesario fuè que le rogasenAl Inca que mandase que callasen.Allà en el cadalso pues subido,El Inca en alto levantó la mano,Al punto el alboroto y el ruidoCesó: porque veais si aquel paganoDe sus indios sería bien temido.En esto determina ser cristiano:Bautìzale un Obispo que está al lado,Y al punto la cabeza le han cortado.Fué tanto el alarido y voceríaQue los indios entonces levantaban,Que el mundo parecía se hundìaY las cosas ya todas se acababan.En tanto este negocio sucedía.Los tristes zaratinos lo pasabanAllá en nuestro Argentino de tal suerte,Que el mal allí menor era la muerte.De su hambre y desastres trataremos,Siquiera porque alguno haga memoriaDe piedad, y á Dios le rogaremos,Que tenga à los finados en su gloria;Y en esto de esta hambre hablaremos,Como á quien cupo parte de la historia;Que tal me vide à veces, que rabiabaPor comer, mas comida no hallaba.Y así probé manjares, y guisadosJamas de hombres humanos conocidos.Allì fueron los monos celebradosPor cabritos, y mas enternecidos,Tigres, osos, leones, desusadosManjares, de la hambre convencidos.Comiamos: empero tal me via,Que con la hambre pura no dormía.Viniendo de la iglesia una mañana,Que habia sacrificio celebrado,Una comadre mia, Mariana,De su pequeña choza me ha llamado,En una isla dò antes la tiranaLe habia à su marido sepultado,Y oid lo que me dice muy gozosa,Aunque del hecho suyo recelosa.Un solo perro habia en el ArmadaDe gran precio y valor para su dueño,Llamado entró ese dia en su posada,Mas nunca mas salió de aquel empeño;Porque ella le matò de una porrada,Al tiempo del entrar, con un gran leño:Mostràndolo me dice: "¿què haremos?"Yo dije: "asad, Señora, y comeremos."Comímonos el perro con secreto,Aunque ella su negocio exagerabaPor malo: mas yo dije, que el preceptoDe no hurtar, jamas se quebrantabaEn casos semejantes; que el conceptoMuy bien en la escritura se esplicaba;Que entre los sabios es muy ordinarioCarecer de la ley lo necesario.

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