En este canto se cuenta como vuelto el Adelantado de Ibiaza, fué al Rio de la Plata, y de la venida del capitan Rui Diaz en su demanda.
En este canto se cuenta como vuelto el Adelantado de Ibiaza, fué al Rio de la Plata, y de la venida del capitan Rui Diaz en su demanda.
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¡O mísero contento de esta vida,Aguado con sobrados descontentos!Tras el deleite siempre viene asidaLa pena, los disgustos y tormentos:Que no hace en un ser jamás manidaFortuna, sin tener mil mudamientos.Mas qué digo fortuna, la miseriaDel hombre está sugeta á tal laceria.En tanto que uno es hombre, está obligadoA dos mil infortunios y flaquezas,Qué del primero padre se ha heredadoDolor, pena, congojas y tristezas;Que todas son reliquias del pecado,Con otros mil defectos y vilezas,Que juntos en Adam los recibimos,Cuando por el pecado en él morimos.En el Ibiaza, pues, se ha recogido,Como digimos, maiz y frijoles,Y habiendo los huidos convencido,Apresta Juan Ortiz sus españolesPara salir de allí; y no ha partido,Cuando un gran temporal vereis, y diólesEn medio una laguna que pasaban,A donde seis soldados se ahogaban.Embárcanse en canoas los soldados,Y al tiempo del pasar andaba bravaLa mar, que allí desagua dó los hados,Y el crudo vendabal que resoplaba,Se juntan, y al pasar son anegadosDelante Juan Ortiz, que los miraba,Seis hombres; y mas que estos, se ahogáran,Si los indios socorro no prestáran.Pasada la laguna, se metieronLos soldados, y gente que venia,Por la montaña adentro, y padecieronTrabajo caminando en demasia.Al fin al puerto, pues, todos vinieron,Pasado en caminar el cuarto dia:Juan Ortiz por la mar viene, y navegaDos dias, y tambien al puerto allega.Llegado, con placer es recibido,Y luego determina de partirse;Y á aquellos que digimos, pretendidoHabian en la barca escabullirse,En mas grave prision los ha metido:Porque jamas intenten de huirse.Con un Sotomayor fenece presto,Dejándole en un palo y horca puesto.Al tiempo que el verdugo ya queriaQuitarle la escalera, así hablaba:"Oid un poco ahora: yo soliaUna oracion rezar, y acostumbrabaAquesto mucho tiempo cada dia,Y hoy, por mi desdicha, la olvidaba:Dejádmela decir:"—mas no ha acabado,Cuando el sayon la escala le ha quitado.El armada salió de aqueste puerto,En demanda del Rio de la Plata:Ningun piloto lleva que esté ciertoA donde seguirá; mas ya desataA los vientos Eolo, y bien abiertoHabiendo sus cavernas, disparataCon ellos por el aire de tal modo,Que parece acabarlo quiere todo.La mar sube por cima las estrellas;Los cielos hácia abajo se bajaban;Las olas parecia que centellasPor cima de las aguas arrojaban.Lloraban las mugeres y doncellas;Los hombres grande grita levantaban;De sola contricion ya se procura,Que al mar tienen por cierta sepultura.Anduvo algunos días el ArmadaFortuna acá y allá yendo y viniendo;Despues, la mar estando sosegada,Navega, en breve tiempo descubriendoLa tierra tan de todos deseada.Y sin saber dó están, yendo diciendo,¿Qué tierra puede ser la que se via?Paró el Armada allí, que anochecía.Al tiempo, pues, que Febo matizandoVenia de colores la mañana,Entraron por el rio, costeandoLa banda del Brasil que es mas cercana.La via á San Gabriel enderezando,Llevando de llegar crecida gana,A cabo de tres dias, medio á tiento,Tomó puerto el Armada con contento.Surgiendo en San Gabriel, que así se llamaEl puerto á donde surge aquesta Armada,Los indios acudieron á la fama.Mas ¡Ay dolor! la noche ya cerrada,El viento sur sacude, y hiere y brama,Y tanto se embravece, que en nonadaLa Capitana corta árbol y antena,Y el Almiranta asienta en el arena.Al dia de contento y alegriaEl triste corresponde y es vecino;La gente sin ventura, pues teniaContento, mas tristeza sobrevino.Dolor, angustia, aprieto y agonia,Aguas y huracán, mar, torbellino,Las naves traen en torno condenadas,Al fondo y en la costa desrumbadas.Pilotos y maestres, marineros,Grumetes, pages, frailes y soldados,Mugeres y muchachos, pasageros,Andaban dando voces muy turbados.Los gritos y alaridos mensagerosAllí son de una nave á otra enviados,Y cada cual socorro demandaba,Que igual era el dolor que se pasaba.Librónos nuestro Dios de aquel tormento,De aquel trance y dolor tan doloroso,Desistiendo el feroz y crudo viento,Y viniendo bonanza con reposo.Mas ¡Ay! que en acordarme del tal cuento,Temblando estoy, confuso y temeroso:Que tales cosas ví, que pareciaQue el juicio final llegado habia.¿Quien duda que el demonio no procureImpedir cuanto puede á los cristianosA que la Fé no cresca, porque dureEl reino que él obtiene en los paganos?¿Pues no está claro ya, sin que se jure,Cuan estendida está entre los indianos,Y con cuanto fervor se han bautizado,Y sus malditos ritos renunciado?Pues esta causa tengo yo por clara,Por donde Satanás tanto procura,Con su mala intencion inicua avara,Que nuestra Armada nunca esté segura.Que en su tanto le quita el cetro y vara,Y viendo su reinado poco dura,Movido de rencor y crudo duelo,Con las ondas del mar enturbia el cielo.¡Gran Dios, Señor inmenso y soberano,Que permitís azote, como vemos,Aqueste Satanás con cruda mano!El secreto tan alto no entendemos;Sabemos pero bien, que nos es sanoEl mal que muchas veces padecemos,Que son por los pecados cometidos,Los males muchas veces infligidos.El freno, que le pone Dios eterno,Le hace estar á raya; que si fueraEn manos del demonio, en el infiernoAl humano linaje ya tuviera.Es tan malo de aqueste su gobierno,Que en sus penas á todos ver quisiera,Con saber que de aquesto la gananciaQue le viese, es tormento en abundancia.Y así dice San Pedro, que rodea,Buscando á quien tragar muy presuroso,El adversario diablo, y que peleaContra el linage humano riguroso:Incita, mueve al hombre y le grangeaCon sus mañas y artes, (que es mañoso)Y cuando mas no puede con sus tretas,Contèntase en hacerle mil burletas.¿Qué diremos de aquel gran marineroCarreño, que en tres dias vino á EspañaDe las Indias, trayendo mal tempero,Huracanes, tormenta muy estraña?Ni gente de la mar, ni pasageroEn pié estaba, y andaba gran compañaDe diablos, que las velas marinabanY la nave con fuerza se llevaban.Larga escota, el piloto les decia,Y cavan el trinquete y la mesana;Y si les dice,aiza, con porfiaAmainan los traidores con gran gana.Y viendo que al contrario se hacia,Al contrario mandó: y así fué sanaSu nave por los diablos marinada;¡Y quien duda que fué de Dios guardada!Mil cuentos semejantes yo pudieraDecir aquí, mas solo por avisoA todos doy por cosa verdadera,Que si quieren gozar del Paraiso,No traten con Satán. Uno dijera,Descálzame aquí, diablo: de improvisoUn diablo de la bota le tiraba,Y la pierna á las vueltas le arrancaba.Al Armada volviendo:—habia quedadoLa Capitana en seco, y sin antena,Sin árbol, que ya dije fué cortadoUn dia de bonanza con mar llena:Por el consejo, y órden y mandadoDe Juan Ortiz, zaborda en el arena;Y así, quedando hecha fortaleza,La gente sale á tierra sin pereza.El Almiranta en floto estuvo dias,Mas torna á dar en seco, y desrumbadaHa sido, entrándole agua por mil vias:Procúrase que luego sea varada,Sus fuerzas conociendo ya ser frias,La gente fuera apenas de ella echada,Cuando yendo la mar y agua menguando,La nave cae, el un lado recostando.Estando Capitana y AlmirantaEntrambas al traves, sale la genteA tierra, dó se aloja alegre y plantaHaciendo sus chozuelas prestamente.El Zapicano ejército se espanta,De ver tantos cristianos de presente,Y acuden con gran copia de venados,Avestruces y sábalos, dorados.La gente que aquì habita en esta parteCharruahas se dicen, de gran brio,A quien ha repartido el fiero MarteSu fuerza, su valor y poderio.Lleva entre esta gente el estandarte,Delante del Cacique, que es su tio,Abayubá, mancebo muy lozano,Y el Cacique se nombra Zapicano.Es gente muy crecida y animosa,Empero sin labranza y sementera:En guerras y batallas, belicosa,Osada y atrevida en gran manera.En siéndoles la parte ya enfadosaDó viven, la desechan, que de esteraLa casa solamente es fabricada,Y así presto dó quieren es mudada.Tan sueltos y ligeros son, que alcanzanCorriendo por los campos los venados;Tras fuertes avestruces se abalanzan,Hasta dellos se ver apoderados;Con unas bolas que usan, los alcanzan,Si vén que están á lejos apartados;Y tienen en la mano tal destreza,Que aciertan con la bola en la cabeza.A cien pasos (que es cosa monstruosa)Apunta el Charruaha á donde quiere,Y no yerra ni un punto aquella cosaQue tira; que dó apunta allí la hiere.Entre ellos aquel es de fama honrosa,A cuyas manos gente mucha muere,Y tantas, cuantos mata, cuchilladasEn su cuerpo se deja señaladas.Mas no por eso deja de quitarleAl cuerpo del que mata algun despojo:No solo se contenta con llevarleLas armas ó vestidos á que echa el ojo,Que el pellejo acostumbra desollarleDel rostro: ¡Qué maldito y crudo antojo!Que en muestra de que sale con victoriaLa piel lleva, y la guarda por memoria.Otra costumbre tienen aun mas malaAquestos Charruahaes, que en muriendoAlgun pariente, hacen luego calaEn sí propios, su carne dividiendo;Que de manos y pies se corta y talaEl número de dedos, que perdiendoDe propincuos parientes vá en su vida,El Charruaha por órden y medida.Paréceme que ya me he detenidoCon esta gente tanto, que olvidadoDirán que tengo al campo, que tendidoPintè en el arenal desabrigado.Con su memoria estoy tan afligido,Que temo de me ver en tal estado:Espérenme á otro canto de amargura,Y ayuden á llorar tal desventura.Agora á Melgarejo con su genteVolvamos: como supo que pasadoHabia Juan Ortiz, muy prestamenteLa vuelta el Argentino se ha tornado:El caso se le cuenta en San VicentePor los que del patax han arribado,Con él vienen algunos de su hecho,Pretendiendo sacar algun provecho.Saliendo, pues, en nuestro seguimiento,La isla dó estuvimos han tomado,En los sepulcros vieron el descuento,De la terrible ruina y triste hado:La horca dió tambien su documento,Y muestra de temor y mal sobrado:Con todo al Ibiaza pasan derechos,A donde son de todo satisfechos.Mas quiero yo contar aquí primeroDe monos una cosa muy galana,Que cierto me contó este caballero,Diciendo: que él lo vido una mañana,Estando en esta isla muy enteroSu juicio, y razon muy libre y sana:De monos vió juntarse gran canalla,Y él púsose á escondidas á miralla.Un mono grande, viejo como alano,Estaba á la cuadrilla predicando:Heria y apuntaba con la mano,Mudando el tono á veces, y gritando:El auditorio estaba por el llano,Atento á maravilla y escuchando,Y él subido en un alto y seco tronco,De dar gritos y voces está ronco.A su lado en el tronco dos estaban,A la banda siniestra y la derecha:Aquestos la saliva le quitaban,Que gritando el monazo vierte y echa.Concluso su sermon, todos gritaban,Y la cuadrilla y junta ya deshecha,Aprieta cada cual dando mil gritos,Y despacio vá el mono y pagecitos.Rui Diaz muy confuso contemplabaEl bruto razonar de aquel monazo,Y como el arcabuz presto llevaba,Tirando le matò de un pelotazo.Los dos monillos pages que llevaba,Oyendo aquel terrible arcabuzazo,Aprietan por el monte, dando gritos,Mas en breve acudieron infinitos.Fué tanta multitud la que veniaDe monos á la muerte de aquel viejo,Que la tierra dò estaba se cubria,Y huye de temor el Melgarejo.Un Indio del Brasil que allí venia,Con sobrado dolor y sobrecejo,Le dice, y embebido en cruda saña:"¿Porqué has muerto al Señor de la montaña?"Entre los indios era conocidoAquel monazo viejo, y respetado,Y por señor y rey era tenidoDe aquel áspero monte, y despoblado.Rui Diaz de esta isla fué partido,El rumbo al Argentino enderezado,La costa y tierra firme van bojando,Y con los Guaranies rescatando.En tanto que camina lo que quedaAl rio de la Plata, quiero agoraVolver á mi real. ¡Quiera Dios puedaSegun el corazon lo siente y llora!Quien quisiere saber cual dió á la ruedaSu vuelta la fortuna burladora,Comienze conrequiescanten la gloriaEl infelice canto de esta história.
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Estando en tierra firme poblada la gente, son muertos y cautivos de indios cien hombres. Retráense los que quedan à la isla de San Gabriel, donde mueren muchos de hambre.
Estando en tierra firme poblada la gente, son muertos y cautivos de indios cien hombres. Retráense los que quedan à la isla de San Gabriel, donde mueren muchos de hambre.
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Al enhornar, decimos, que se entuertanLos panes; y así vemos que parece,Que cuando en el principio no conciertanLas cosas con prudencia, que acontece,Que al fin de todo punto desconciertan;Y el caso mal guiado en mal fenece:Lo cual se muestra claro en este canto,Que bien podria mejor llamarle llanto.Estaba, como dije, rancheadaLa gente sin ventura en aquel llano,De paja cada cual hecha morada.La inexorable Parca, con tirano,Desapiadado curso desfrenada,Con las tijeras crudas en su mano,Comienza de cortar las tristes vidas,Que estaban á la vista mas floridas.Dijimos, que el Cacique de esta gente,Llamada Charruaha, es Zapicano,Y que tiene un sobrino muy valiente,Abayubá, mancebo may galano,De gran disposicion y diligente,Discreto al parecer y muy lozano;Valor en su persona bien mostraba,Por donde Zapican mucho le amaba.Al real en mal punto fue traidoPor ciertos capitanes, y llegadoEl Juan Ortiz le prende, que ha sabidoQue entre los indios era respetado.En su busca veinte indios han venido;Un Guaranì, que entre ellos se ha criado,Y de lengua servia, ha sido preso,Y oid de estas prisiones el suceso.El un preso del otro no sabia,Que así se diera la òrden y la traza:Mas presto Zapican triste venia,Que miedo, ni temor no le embaraza.El preso à Juan Ortiz pide y enviaA su gente que traiga mucha caza,Y èl queda con el preso; y mas valiera,Que vivo del real jamas saliera.Consulta Juan Ortiz como le pideEl Cacique al sobrino: aconsejabaVergara no se dè, y aun que lo impidePor causas muy urgentes que mostraba.Por sola voluntad suya se mideEl Juan Ortiz, que á pocos escuchaba;Una canoa pide á ZapicanoLe traiga por rescate y un cristiano.Habia à un marinero maltratado,Por donde entre los indios se ha huido:Aquel y la canoa presto ha dadoEn trueco de Abayuba su querido:La caza que los indios han sacado,Por precios y rescates la han vendido;El tio y el sobrino van ufanos,Jurando de vengarse por sus manos.Los nuestros, por la falta de comida,A yerbas como suelen ván un dia:Los indios al encuentro de corridaLes salen, y mataron à porfiaCuarenta, y el que escapa con la vida,Es porque al enemigo se rendia.A pura pata dos se escabulleron,Y el caso de esta forma refirieron.Asì como llegaron, los paganosEn dos alas en torno se pusieron,Desmayaron de miedo los cristianos,Cuando en medio los indios los cogieron.Con los indios vinieron á las manos,Que de los arcabuces no pudieronAprovecharse, cosa que la mechaY pòlvora que llevan, no aprovecha.La pòlvora mojada, los cañonesTenia Juan Ortiz enmohecidos:Vencido de sus vanas pretensiones,No tiene los soldados guarnecidos;Las armas les quitò, y en ocasionesLas vuelve, que no son favorecidosCon ellas, que no son ya de provecho.Que el moho y el orin las ha deshecho.La mas gente que á yerbas ha salido,Sin armas, y sin fuerzas y sin brio,Con solos los costales han partido,Los mas casi desnudos y con frio.Pues llega el Abayuba encrudecido,A su lado con él viene su tio,Y entrambos tal estrago van haciendo,Que las yerbas del campo van tiñendo.La grita y alarido levantaban,Diciendo el capitan echa prisiones:Los nuestros defenderse procuraban,Los indios vuelan mas que unos halcones;Y à cuantos con las bolas alcanzaban,No basta á defenderles morriones.Al fin muertos y presos todos fueron,Sino fueron los dos que se huyeron.Venidos al real estos huidos,Despacha Juan Ortiz á priesa gentes:Con Pablo Santiago son partidosDiez ó doce soldados diligentes.Aquestos en un cerro estan subidosA vista del real, á dó valientesY astutos en la guerra, y muy cursados,Estan con el temor acobardados.El Sargento Mayor Martin Pinedo,Con cincuenta soldados ha partido,El Pablo Santiago estaba quedoCon sus doce, y los mas que han acudido.El Sargento Mayor no tiene miedo,Segun dice, à Roldan que haya venido.Con su gente camina; y llegadoDó estaba Santiago, así le ha hablado."Conviene que marchemos todos luego,Ninguno de seguirme tenga escusa."El Pablo Santiago como fuegoCamina, mas de à poco lo rehusa,Diciendo: "alto hagamos aquì ruego."Pinedo de cobarde allí le acusa:Con estos pareceres discordados,Bastò para que fuesen desolados.El Sargento Mayor dice "marchemos:"El otro del peligro se temiendo,"Hagamos alto, dice, pues que vemosQue indios se vienen descubriendo."El sargento replica "caminemos,Que el indio viene á priesa acometiendo:""Volvamos las espaldas:" "Santiago,No es tiempo ya: haced como yo hago."Embraza su rodela, y con la espadaResiste á los cristianos que querianVolver atras: mas viendo que de nadaLes sirve, y que los indios le herian,Con solos cinco ò seis de camaradaEspera; que los otros, que huyanTras el sargento, iban tan lijeros,Cual suelen ir tras uno mil carneros.El zapicano ejército veniaCon trompas y bocinas resonando;Al sol la polvareda obscurecia,La tierra del tropel està temblando:De sangre el suelo todo se cubria,Y el zapicano ejèrcito gritando,Cantaba la victoria lastimosaContra la gente triste y dolorosa.Los enemigos, viendo el campo roto,Siguieron la victoria tan gozosos,Cual suele el cazador ir por el coto,Matando los conejos temerosos.Cual indio espada, alfange lleva botoDe herir y matar, cual los mohososCañones de arcabuz lleva bañadosDe sangre con los sesos misturados.Cual toma el alabarda muy lucida,Y comienza á jugar con ambas manos,Quitando al que la tiene allì la vida,Despues á los demas pobres cristianos.El Sargento Mayor vá de corrida,Echando la rodela por los llanos,Caytua le siguiò, indio de brio,Y alcánzale à matar dentro del rio.El viejo Zapican con grande mañaEl escuadron y gente bien regia,Abayuba el sobrino con gran sañaEn seguimiento va del que huya.Su grande lijereza es tan estraña,Que nadie por los pies le escabullía,Cheliplo y Melibon, que son hermanos,Pretenden hoy dar fin de los cristianos.A Taboba le cabe aquella parte,A dò està con los cinco Santiago:Aqueste es en la guerra un fiero Marte,Y asì hizo este dia crudo estrago.A Canillo por medio el cuerpo parte,Un brazo derrocó á Pedro Gago:Buenrostro el Cordoves, y un Arellano,Fenecen à los pies de este pagano.El Capitan y el otro compañeroHabian grande rato peleado,Y el Taboba, muy crudo carnicero,Estaba muy sangriento y muy llagado.Y asì vino à su lado muy ligero,Y en esto ha disparado un mal soldado,Y al Capitan la espada atravesaba.Aunque su muerte presto èl esperaba.El Capitan cayò muerto en la tierra,Benito, segun dicen, lo matára:Movióle à lo matar la pasion perraQue con el capitan este tomara.Jurado lo tenia, que en la guerraSe habia de vengar, que le injuriara:Y asì le diò el castigo de este hecho,Metiéndole una flecha por el pecho.Aquí Domingo Larez, valerosoEn sangre, y en valor y valentìa,Anduvo con esfuerzo y animoso,Reprimiendo del indio la osadía:Y viendole ya andar tan orgulloso,Los indios acudieron à porfia,Y á puja, à cual mas puede, le hirieron,Y quebrándole un brazo, le prendieron.Cansados los contrarios de la guerra,O por mejor decir, de la matanza,Y viendo que la noche ya se cierra,No curan de llegar á nuestra estanza.Del fuerte se les tira, mas dió en tierraUn tiro culebrina, que no alcanza.Por eso, y por la noche à los cristianosDejaron de seguir los Zapicanos.El despojo que llevan son espadas,Alfanges, alabardas, morriones,Rodelas, salmatinas muy doradas,Sombreros, capas, sayos y jubones.Las cajas de arcabuces, ya quebradas,Llevaban solamente los cañones:Con que, dando la vuelta, ván matandoAquellos que hallaban boqueando.Y al que hallan en piè ya levantadoDel sueño de la muerte que ha dormido,Del peligro librarse confiado,Por ver como ya ha vuelto en su sentido,En un punto le tienen amarrado,Quitandole primero su vestido.Con armas y cautivos ván triunfando,Y la gente en el fuerte lamentando.Cual dice: ¡O desventura, ó caso estraño,O mìsero suceso de esta armada!Cual dice: "no viniera tanto daño,Si fuera aquesta cosa bien pensada:"Cual dice, que la causa de este engañoProcede de la hambre acobardada:Cual dice, que la suerte de esta vidaEstá á aquestas caidas sometida.Pues, quien perdiò el amigo y el hermanoLevanta hasta el cielo los gemidos,Y dice con dolor!: "¡Pueblo cristianoEn manos de los lobos desambridos!Volved con piedad, Señor, la mano,Doléos de los tristes afligidos,Doléos de los niños inocentesQue gritan, con sus ojos hechos fuentes.Doléos de las tristes afligidasQue quedan sin abrigo y compañìa;Tambien de las doncellas doloridasQue pierden á sus padres y alegrìa:De las madres, Señor, enternecidas,Que pierden à quien sombra les hacia,De todos os doled, Dios poderosoY socorred al pueblo doloroso.Mas quiero las dejar, que bien les quedaPara poder llorar el tiempo largo,Mas no al que salir del fuerte veda,Que aquesto tomò entonces á su cargo.Y quiera Dios consuelo tomar pueda,(Que tiene el corazon triste y amargo)El buen Capitan Pueyo, que al hermanoTendido vido muerto en aquel llano.Aqueste Capitan, aunque mirabaDe lejos al hermano que vé muerto,Al fuerte á grande priesa procurabaQue todos se recojan, que es lo cierto.El Juan Ortiz à priesa caminabaA donde están los indios sin concierto,Y si el desventurado allá llegàra,El resto del Armada se acabàra.Pues ido el enemigo ya, y venidaLa triste de la noche temerosa,La miserable hacienda ya metidaEn el fuerte con priesa presurosa;Nuestra gente sin fuerzas y rendidaA la tirana muerte dolorosa,Por la frigida arena està tendida,Y de puro desmayo, amortecida.El Juan Ortiz su ropa con prestezaEmbarca aquella noche; que temiaNo diese Zapicán con ligerezaSobre el fuerte y real antes del dia:Y no tardó que vino sin perezaAl punto que el aurora descubria;Y piedras à menudo al fuerte tira,Mas en tocando al arma se retira.Pues viendo como al fuerte hubo venidoEl enemigo à ver lo que pasaba,En la Capitana todos se han metido,Que cerca de la tierra en seco estaba.Allí con gran dolor se ha recogidoEl resto sin ventura que quedaba.La noche tristemente se ha pasado,Y el ùltimo remate se ha esperado.Cuando el Sol aun apenas descubria,Un indio por la playa caminandoBajaba, y el semblante que traiaParece de español: de cuando en cuandoParaba; con la priesa que traiaA dò estamos se viene ya acercando:De su trage y manera bien pareceQue alguna cosa nueva nos ofrece.Llegando donde estaba el despoblado,Sin tener á las chozas advertencia,Contra el navio el paso enderezado,Desde la playa hizo reverencia:Con un sombrero señas ha formado,Con gran placer y grande continencia.Saliendo pues por él, viene contento,Y dice de su caso el fundamento.Yamandú, dice el perro que se llama,Que arriba ya tratamos su manera,Y que Juan de Garay le quiere y ama,Por donde le encargó aquesta ligera.Que de nuestra venida tiene fama,Y que con la respuesta allà le espera,Para venir con balsas y comida,Sabiendo que el armada ya es venida.Por señal el vestido representaUn sayo de algodon con un sombrero,Y à muchos Españoles nombra y menta,Por dó su embuste pinta verdadero.Aquel que se vè puesto en una afrenta,Bien vemos que se crèe muy de ligero:Con la primera nueva que ha venidoEl ánimo dudoso es compelido.Con este Yamandù se escribe luego,Y à Garay Juan Ortiz dà cuenta largaDe la pérdida grande, y sin sosiegoEn que la gente queda, y cuan amarga:Y que venga volando como fuegoLe manda, y de comida traiga carga.Mas Yamandú malvado no salieraCuando Zapican viene à la ribera.Sus indios piedras tiran, aun alleganCon ellas á la nave, dò temblandoLa gente està. En la pólvora no peganLas mechas, aunque estan mas refregando.Los indios por las yerbas se refriegan,Motin, perneta hacen muy gritando;Al fin dejan el campo ya venidaLa noche horrible, triste, obscurecida.Apenas amanece, cuando vieneUn indio de endiablada catadura,Y muy poco en la playa se detiene,Hasta que el agua llega à su cinturaDe allí dice, que gana grande tieneDe probar en el campo su ventura,Que salga aquel cristiano del navio,Que quisiere aceptar el desafio."De parte de la Luna á quien adoro,Està diciendo el indio, yo prometoGuardar la fé que diere; que el tesoroQue estimare mayor de aqueste rieto,Serà que en estas tierras donde moroDe Zapican un indio su subiecto,Sin otra ayuda alguna en este llano,Se atreva á combatir con un cristiano."Estando aqueste indio razonandoCon superbas palabras y blasones,En breve de mi lado retumbando,Un tiro le ha acortado sus razones:De entre las yerbas salen bojeandoDel indio Zapican dos escuadrones,Que estaban à la mira en emboscada.Por dar fin y remate del Armada.Comienzan á hacer gran alboroto,En luengo de la playa ya corriendo,Ya al fuerte, que tenia todo roto,Las paredes y chozas abatiendo:Y viendo à los cristianos como en cotoEstan, aunque gran pena padeciendo,Y no pueden hacerles mal alguno,Comienzan á acogerse de consuno.Con todo aquesto viene cada diaA vista el enemigo Zapicano,Por ver en el estado que estariaEl encogido ejército cristiano.En tanto Juan Ortiz á tierra envía,Por una media barca que en el llanoEstaba, con la cual presto es mudadaAl isla San Gabriel la triste Armada.Despues que aquesta isla se tomaba,Un dia noticia cierta se ha tenido,Que Zapican su ejèrcito mudabaAl Uruguay, que es rio muy crecido.Al tiempo que el cristiano reposabaCon su gente y canoas ha subido;De aquesto dan noticia los cristianos,Que se escapan huyendo de sus manos.Vinieron seis soldados fugitivos,Y no pudieron mas, porque los atanDe noche, y dicen quedan treinta vivos,Que despues que una vez prenden, no matan.Con ellos no se muestran muy esquivos,Y si les sirven bien, no los maltratan;Pero si sirven mal, à rempujonesLes fuerzan á que salgan de harones.Aunque esto se le puso por delanteA Alonso Ontiveros, no aprovechaA que deje de obrar cosa que espante,Pues no puede tenerse por bien hecha.Aqueste en el hablar era elegante,Mas no lo fué en hacer esta deshecha,Pues bien claro descubre en el remateEl ser cualquiera cosa y su quilate.Estaba en un navio aprisionado,Que en parte del delito se hallàraPor dó Sotomayor fuera ahorcado,Cuando huirse con él se concertàra.Habiánle los grillos ya quitado,Y creese tambien que se librára:Mas él al enemigo va huyendoPor mas seguro medio le escojendo.Del Zapicano fué bien recibido,Y luego se mudó el nombre cristiano;De las costumbres de indio se ha vestido,Usando de los ritos de pagano.En confusion aqueste me ha metido,Que por amigo túvole y hermano;Huyéndo de la muerte ha apostado,Despues se arepintiò de su pecado.No quiero mas decir que estoy cansado,Y temo de cansar à quien me oyere,Mayormente que el canto desastradoHa sido, y de llorar: mas quien quisiereSaber de Juan Ortiz AdelantadoSu suerte; si leerla le plugiere,Espéreme à otro canto, que ya siento,Que da Rodrigo Diaz vela al viento.
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