CAPITULO VI.
El tipo indio boriqueño.—La indÃgena.—El indiezuelo.—Error de Iñigo Abbad.—Facultades mentales del aborigen.—La vida en tribu ó clan.—Gobierno paternal.—Elcaciqueó jefe supremo de la tribu.—Elbohiqueó curandero augur.—Elnitaynoó sub-jefe.—Tres categorÃas en los jefes.—ElnaborÃ, especie de vasallo pechero.—La aldehuela.—El aduarGuaynÃa, del caciqueAgüeybana, radicaba al Sur deBoriquén.—Fué primero del pacÃficoAgüeybana, el cacique principal de la Isla y luego de su hermano el valienteGuaybana.—Los poblejos indios óyucayeques.—Las rancherÃasGuaynÃa(de Agüeybana),Aymaco(de Aymamón),Yagüeca(de Urayoán),Guajataca(de Mabodamaca),Abacoa(de Arasibo),Otoao(de Guarionex),Sibuco(de Guacabo),Toa(de Aramaná),Guaynabo(de Mabó),Bayamón(de Majagua),Haymanio(de la cacica Yuisa),Cayniabón(de Canóbana),Turabo(de Caguax),Guayaney(de Guaraca),Guayama(de GuamanÃ),Jatibonicu(de Orocobix),Macao(de Jumacao) yDaguao(de Yuquibo).—Elcaneyó casa del cacique.—El fuego.—El boriqueño más adelantado que el nativo de las islas Marianas.—La poligamia.—La compra de la mujer.—ElcolesibÃy elguanÃncomo dote.—Ninguna ceremonia religiosa.—Elmatriarcado, para heredar.—Guaybanaheredó áAgüeybana, su hermano, y no los hijos de éste.—El boriqueño no era adúltero.—Las ablusiones.—Eltatuaje.—El achiote óbija.—Lajagua.—El boriqueño no practicaba el hurto.—Respeto á la propiedad en los primeros tiempos de la colonización.—Alimentación del indÃgena.—Sus bebidas.—Uso del tabaco.—Desconocimiento de la sal para adobar su comida.—Estadios públicos.—Juegos de pelota.—BatoyBatey.—El baile.—Enfermedades y cuidados del curandero.—El ben purgativo ótautúa.—El agua frÃa y el masaje.—Por qué aceptamos en el boriqueño un estado polÃtico-social-religioso.
El indÃgena boriqueño era de estatura regular, de menor talla que el español, bien formado y de buen aspecto; el tronco desenvuelto y las manos ypies pequeños. La piel de colorcanela[117], pero tirando al amarillo oliváceo, como si dijéramosbronceado, que hizo á Cristóbal Colón llamarle, de lacolor de los canarios[118]; al cronista Oviedo decir, que era loro y á Las Casas anotarle de colormoreno. El cráneo no muy redondo, sub-braquicéfalo, tendente á mesaticéfalo[119]; la cara grande, cameprosópica[120]y ancha; la frente fugitiva, inclinada hacia atrás; la boca con labios gruesos, sin ser negroides, y la comisura labial alta, dando asà á la fisonomÃa aspecto bondadoso; la mandÃbula algo pronunciada, prognática[121]; los ojos negros, más bien grandes que pequeños, megasemes[122], separados, y la oblicuidad palpebral ligeramente determinada; turbia la esclerótica; la nariz corta, estrecha, leptorrina[123]; recta y con las ventanas dilatadas. La cabellera negra, abundosa y crinada. Barbilampiño. SolÃa deformarse el cráneo, apretando con vendas de algodón la cabeza de los recien nacidos.[124]TenÃa los cinco sentidos corporales muy bien templados, con esquisito desarrollo de la vista y tacto. Era muy parcoen su alimentación. Predominaba en él el espÃritu de bondad, siendo muy poco afecto al rencor y la venganza. A pesar de su mansedumbre y delicada complexión era resistente y varonil. Fué buen flechero, y cuando la colonización, cargaba tres y cuatro arrobas de peso[125]y las llevaba en luengas caminatas, cantando y riendo con sus compañeros de fagina.
La india boriqueña era agraciada y guapa hembra. Los caribes de las islas de Barlovento, cuando ejercÃan sus depredaciones sobre elBoriquén, se proveÃan de ellas para convertirlas en sus mujeres. Por eso extrañó tanto al misionero francés Fray Raymundo Breton encontrar en las islas DomÃnica y Guadalupe, que los indios hablaban un lenguaje y las indias otro. Estas indias eran boriqueñas. Cuando Colón tocó en su segundo viaje, en la isla de Guadalupe, recogió á bordo algunas indÃgenas, que á nado se fueron á las carabelas, y resultaron serboriqueñas.[126]La historia quisqueyana nos habla de la hermosura de la cacicaAnacaonay de los novelescos amores de su hijaHigüemotacon el pulido español Güevara; y también de las hermosas doncellas indÃgenas de la tribu deBojekio, el célebre cacique haytiano. Las Casas nos refiere, que conoció en La Española (en la Vega y Santiago) indiascasadas con españoles, que eran demirable hermosura y cuasi blancas, como mujeres de Castilla.[127]Era la boriqueña muy fecunda[128]; siendo bien conformada, y de fáciles partos.[129]
Los niños eran de buena Ãndole, graciosos y vivarachos; y muy dóciles á las enseñanzas de los frailes. Algunos tenÃan el cabello tirando á castaño, indicio de algún lejano cruzamiento ómestizaje.
Fray Iñigo Abbad comete el error de escribir, que el indio boriqueño era de colorcobrizoy de nariceschatas.[130]El benedictino escribÃa de referencia, como nosotros, y al terminar el párrafo de su capÃtulo, dedicado á este asunto, puso una llamada y anotó como cita, á Oviedo, libro 3º folio 25, con esta letra (f). Pues bien, he aquà la prueba de que hay que beber en fuentes puras para no caer en equivocaciones. Oviedo no dice tal cosa. Véase la edición de la Academia Española de la obra de Oviedo, publicada en Madrid en 1851, tomo 1º página 68, lÃnea 23, y se verá, que el Cronista dice: “La color de esta gente eslora.†Este vocablo viene del adjetivo latinoluridus, cetrino. En castellano es sinónimo de color amulatado,moreno, lo que concuerda con la nota de Las Casas. Algunos escritores puertorriqueños han caido en error, por seguir á Iñigo Abbad. Y respecto á la nariz, confundió nuestro primer historiador la narizcortacon ventanas dilatadas del indo-antillano con la narizchatade la raza africana. En el lenguaje antropológicola nariz de nuestro indio eramesorrinay la del africano esplatirrina.
Las facultades mentales del boriqueño correspondÃan á las del hombre natural en el perÃodoneolÃtico; con la inferioridad comprobada de la raza roja ante la raza blanca; más, la influencia deprimente de los trópicos sobre un organismo, que no tenÃa las ventajas positivas del cruzamiento étnico. Elmestizajees favorable á ciertas razas. El desarrollo intelectual del boriqueño era escaso, la voluntad tardÃa, pero la memoria feliz, porque la cultivaba para la recitación de sus historitosareytos.
Refiere Las Casas, que de veinte á treinta pliegos de papel, escritos sobre doctrina cristiana, el indÃgena los conservaba todos en la memoria y los repetÃa sin tropezones.[131]
En la numeración el boriqueño llegaba hasta 20. Se conservan los nombres de los cuatro primeros números. El indo-antillano tenÃa vocablos hasta diez. De once en adelante hasta veinte recurrÃa á los dedos.[132]Entre los caribes la palabra usada para decirdiezsignifica los dedos de ambas manos, y para decirveintela voz equivale á los dedos de pies y manos. Según el padre Gumilla, los indios del Orinoco se servÃan también de los pies y de las manos juntos para indicar veinte.[133]Según Dobritzhofer, elguaranÃno tenÃa palabras más que hastacuatro, y de ese número en adelante decÃaincontable. Si ésto es cierto, elCaribey elAruacahabÃanadelantado á su progenitor, pues llegaban hasta 10 con palabras y hasta 20 con signos. No es de extrañar tan penosos avances en el cálculo, porque nada hay más abstracto que la idea del número.
El boriqueño no tenÃa ideas cronológicas. El tiempo corrÃa para él impensadamente. Sólo procuraba retener en sus históricosareytoslos sucesos más memorables de su pueblo, ó los que más herÃan su imaginación pueril. El tiempo para él se concretaba á la división patente del dÃa y la noche. Estaba lejos de poder utilizar los cuartos de luna como los peruanos; y mucho menos la marcha del sol como los mejicanos.
Cuando los conquistadores pusieron el pie enBoriquén, los naturales vivÃan ya en clans ó tribus, diseminadas por varios puntos de la Isla.[134]El gobierno de estas agrupaciones era patriarcal, tratando los régulos á sus súbditos como si fueran sus propios hijos: palabras textuales del obispo de Chiapa.[135]Amor que fué correspondido fielmente por los indÃgenas, cuando el triste perÃodo para ellos de la Conquista, en el que procuraron ocultar cuidadosamente á sus jefes de la activa persecución de los invasores, que tendÃan siempre á apoderarse de los caudillos para sofocar las iniciativas guerreras en contra de la colonización española.
Lo que podrÃamos llamar la constitución polÃticadel boriqueño, era monárquica, con su soberano, elcacique; el gobierno paternal con los subjefes ónitaynos, y la casta sacerdotal debohiques. Naturalmente, con todos los defectos de una sociedad humana incipiente: como que era el hombre de la edad de la piedra. En Boriquén habÃa un jefe principal, que en la época de Ponce de León (1508) eraAgüeybana, á quien los otros caciques de la Isla veÃan como más potente.La Española, ó seaHaytÃ, estaba dividida en cinco cacicazgos principales, con sus correspondientes reyezuelosGuarionex,GuacanagarÃ,Bojekio[136],CaonabóéHiguanamá.
La división social de los indios de Boriquén era: elcacique, ó jefe de la tribu; elbohique, ó augur curandero, como si dijéramos médico-sacerdote; elnitayno, subjefe ó lugarteniente á las órdenes del cacique; y elnaborÃ, ó miembre de la tribu. Esta sencilla agrupación tenÃa desde luego su plan administrativo y la división del trabajo con arreglo á su limitada civilización y reducidas necesidades. CorrespondÃa alcacique, como jefe supremo de la aldehuela y su comarca, cuidar de los aprestos guerreros y de la defensa general del poblejo, mantener las buenas relaciones con los régulos vecinos y obedecer las órdenes del jefe más fuerte de la Isla, que vivÃa al Sur. Elnitayno, ó sub-jefe, venÃa á ser el lugarteniente sustituto del cacique. Eran varios: uno cuidaba de los lÃmites del cacicazgo; otro atendÃa á los cultivos y recolección de frutos; otro á la caza; otro á la pesca; otro á la confección delcasabÃ; etc. DisponÃa cadanitaynode un pelotón denaborÃs, quetrabajando en cuadrillas podÃan cumplir con sus faenas. Las mujeres no eran agenas á algunas de estas labores. Es indudable, por lo tanto, que las incipientes industrias de alfarerÃa, tallado y pulimento de hachas y demás utensilios de piedra ó madera, tejido de algodón y cordelerÃa demajaguaymagueypara hamacas, redes de pescar, taparrabos y faldellines, construcción de arcos, flechas, azagayas y macanas, estaban regularizadas de algún modo; pero era una reglamentación al fin. Asà estarÃa también el comercio de estos objetos entre las aldehuelas é islas vecinas.
Los jefes indo-antillanos tenÃan tres categorÃas, como si dijéramos las de capitán, teniente y alferez que venÃan á corresponder á los vocablosMatunjerÃ,BajarÃyGuaojerÃ.[137]No eran tÃtulos de nobleza, ni mucho menos; pero, sÃexpresiones de aprecio y distinción para establecer cierta distinción social de personas entre ellos. La humanidad en sus procedimientos, se repite con frecuencia en distintas zonas, porque el hombre ha tenido que pasar por fases muy parecidas en todas las partes del planeta.
Elbohique, curandero augur, cuidaba como agorero de los ritos y ceremonias religiosas; y como médico de la salud de los miembros de la tribu. AtendÃa también á la educación de los indiezuelos en lo correspondiente á enseñarles losareytosó romances históricos, para que conservaran en sus memorias las hazañas de sus antepasados y la sucesión de las cosas. Era ayudado en esta labor, de lamúsica, que siempre atrae sobremanera al hombre natural y sencillo. Un recitado monótono con alguna nota discordante y su obligado estribillo era la canciónborÃqueña. Acompañaba alareytoel ritmo cadencioso del tamboril de madera, llamadomagüey, y el ruido acompasado de la sonajera hecha con unahigüerapequeña y vacÃa, con pedrezuelas dentro, lamaraca, que ha llegado hasta nosotros, conservada por tradición entre nuestros campesinos. A la recitación delaretyose unÃa la danza óaraguaco. Estos espectáculos no sólo tenÃan carácter histórico, sino algunas veces religioso ó guerrero. También era costumbre delbohiquepreparar á los jóvenes indios, que habÃan de sustituirle en el ejercicio de la hechicerÃa y curanderÃa.
Y, finalmente, el último miembro de la tribu era elnaborÃ, el hombre más inferior del clan, dedicado á labriego, sirviente, cazador, pescador ó guerrero, según las necesidades de la agrupación. ElnaborÃvenÃa á ser como el vasallo pechero de la antigüedad.
Este era el orden correlativo social de nuestro indÃgena, que atravesaba en la época del Descubrimiento, el tercer perÃodo de la edad de la piedra, ó sea elneolÃtico; no conociendo aún el uso de los metales útiles; pero si utilizando la madera y la roca pulimentada, y viviendo en pacÃfico consorcio, sujeto á un método civil patriarcal; rindiendo culto á sus ideas religiosas de pueblo primitivo, y desenvolviéndose en la agricultura, la industria y el comercio, en harmonÃa con su rudimentaria civilización.
Hemos dicho, que el aduar deAgüeybana, el régulo principal deBoriquén, demoraba al Sur de la Isla. Opinamos, que se llamabaGuaynÃa, vocablo indio, alterado en los cronicones con el cambio de lanend(Guaydia). Era el mejor caserÃo indÃgena; y estaba junto al rÃo de su mismo nombre, que naciendo en las alturas deMacaná, vierte sus aguas en el mar Caribe.[138]Fué visitadoGuayniapor el conquistador Juan Ponce de León, en 1508, cuando practicó la primera exploración delBoriquén. En el repartimiento de indios, que hizo Juan Cerón, en Noviembre de 1509, adjudicóAgüeybanacon su rancherÃa y trescientos súbditos á don Cristóbal de Sotomayor, hijo de la condesa de Caminar, que trajo á las Indias una Real Cédula, en la que se le hacÃa merced, como poblador, delmejorcacique de esta Isla.[139]
Las otras aldehuelas principales deBoriquénradicaban en valles apropiados: la del caciqueCaguaxjunto al rÃoTurabo; la del caciqueMabóen Guaynabo; la del caciqueMajaguaen Bayamón; la del caciqueGuacabojunto alSibuco, rÃo de Vega Baja; la del caciqueGuaracajunto alGuayaney, en Yabucoa; la del caciqueGuamanÃen los territorios de Guayama; la del caciqueCanóbanajunto alCayniabón, en los campos de la actual Carolina; la del caciqueOrocobixen las alturas delJatibonicu, hoyAybonito, Barranquitas y Barros; y la del caciqueAramanáen las márgenes costeras del rÃoToa. Cuando la conjura general de indÃgenas, contra los conquistadores, aparecieron otros caciques, no pacificados, que se pusieron al frente del alzamiento, y que también tenÃan sus correspondientes aldehuelas. La deGuaybanaera la misma de su hermanoAgüeybana, cuyo cacicazgo habÃa heredado, no inclinándose á serguaitiaode los españoles; y fué puesto este valiente indio, uno de los primeros jefes instigadores de la rebelión de 1511. La rancherÃa deUrayoánestaba junto alGuaorabo, enYagüeca, comprendiendo los territorios de Añasco y Mayaguez; la deAymamónen las riberas delCoalibina, por la Aguada; la deMabodamaca, en el Guajataca, comprendiendo los llanos de Quebradillas é Isabela; y la del valienteGuarionex, destructor del fortÃn de Sotomayor, en elOtoao. Posteriores al alzamiento de 1511, aparecieron alzados en armas los caciquesJumacao, deMacaoyYuquibodelDaguao, siendo éste el último cacique que hizo frente á los españoles.
Indudablemente habrÃa algunas otras aldehuelas en elBoriquén; asà como las de segundo orden, correspondientes á losnitaynosó sub-jefes; pero sus rastros no hemos podido encontrarlos con fijeza en los cronicones del Archivo de Indias.
La historia nos conserva detallada la descripción del poblejo, que creemos perteneciera al caciqueAymamón. Hé aquà como nos lo pinta el hijo de Colón, narrando el segundo viaje de su padre: “Después aportó (el Almirante) á la isla que llamóSanJuan Bautista, que los indios llamabanBoriquén. Y surgió con la armada en una canal de ella á Occidente; donde pescaron muchos peces, algunos como los nuestros, y vieron halcones[140], y parras silvestres[141]y más hacia Levante fueron unos cristianos á ciertas casas de indios, que según su costumbre estaban bien fabricadas, las quales tenÃan la plaza[142]y la salida hasta el mar, y la calle muy larga, con torres[143]de caña á ambas partes, y lo alto estaba tejido con bellÃsimas labores de plantas y yerbas como están en Valencia los jardines, y lo último hacia el mar era un tablado en que cabÃan diez ó doce personas, alto y bien labrado.â€[144]
En todas estas aldehuelas la casa del jefe se diferenciaba en construcción de la de sus súbditos. ElbohÃodel régulo, llamadocaney, tenÃa configuración cuadrilonga con un pequeño pórtico, frente albateyó plazoleta; las de los demás indÃgenas eran circulares, y procuraban construirlas dejando un callejón entre ellas y dos calles principales. Cualquiera población se llamabayucayequey cada una tenÃa su nombre propio para diferenciarlas. Algunos nombres se conservan, adjudicados hoy á lugares ó rÃos. Otros se han perdido. Hemos podido salvar del olvido diez y ocho:GuaynÃa, de Agüeybana;Aymaco, de Aymamón;Yagiieca, de Urayoán;Guajataca, de Mabodamaca;Abacoa, de Arasibo;Otoao, de Guarionex;Sibuco, de Guacabo;Toa, deAramaná;Guaynabo, de Mabó;Bayamón, de Majagua;Haymanio, de la cacica Yuisa:Cayniabón, de Canóbana;Turabo, de Caguax;Guayaney, de Guaraca;Guayama, de GuamanÃ;Jatibonicu, de Orocobix;Macao, de Jumacao; yDaguao, de Yuquibo.
El descubrimiento del fuego y su uso en el hogar ha sido uno de los pases de avance de la humanidad. Antes de la invención de sacar chispas de un trozo de cuarzo y de las pajuelas de azufre, parece inverosÃmil creer las grandes dificultades del hombre antiguo, de todos los paises, para procurarse lumbre. De estos contratiempos se originó en algunos pueblos primitivos el dedicar ciertas personas á conservar el fuego; después se castigó con extremado rigor á sus guardadores, si dejaban que se apagara. Tal ha debido ser el origen de lasvestales, que trajo la santidad y culto del fuego. El boriqueño, en la época colombina, contaba ya con este progreso humano. Lo obtenÃa por el frotamiento sostenido de maderas apropiadas. Sobre la juntura de dos troncos, muy secos, pareados y atados con un fuertebejuco, hacÃa jirar perpendicularmente un recio palo, de punta, dándole el movimiento de vaivén, que se suele imprimir al molinillo de madera de una chocolatera. ¡Con qué regocijo verÃa el indÃgena brotar el ansiadoguatú(el fuego) y con qué solicitud procurarÃa conservarlo! Refiere Pigafetta, en la relación del viaje de Magallanes, que en algunas de las islas Marianas no se conocÃa el fuego. Este viaje fué en 1521. De manera, que nuestro indÃgena, en 1493, estaba más adelantadoque los naturales de algunas islas del PacÃfico. En cambio, en otras le superaban en todo.[145]
La aptitud afectiva se desarrolla en el hombre al par de la inteligencia: primero imperan las necesidades animales; y satisfecho el incentivo del hambre y apagada la sed surge el deseo bestial. Estos han debido ser los primeros móviles del salvaje; y luego, al constituir familia y cultivar el suelo, pasando el hombre de lahordaá latribu, ha desenvuelto ya los sentimientos afectivos del amor. El boriqueño, en la relación de sexos y vida doméstica practicaba la poligamia, principalmente los caciques. AdquirÃa muchas veces su mujer mediante eldotede un collar de cuentas marmóreas, llamadocolesibÃ, á cuya prenda daba extremado valor y estimación. Entre los jefes solÃa obtenerse la hija de un cacique ó de un nitayno mediante la dote de unguanÃn. Naturalmente, que no ocurrirÃa esto con el infeliznaborÃ, que se procurarÃa su mujer á más bajo precio, ó aceptando los despojos de sus jefes. La compra de la mujer la encontramos en todos los pueblos. Entre los boriqueños el matrimonio no tenÃa carácter religioso. Lo mismo sucedÃa en la América del Norte.[146]LosAruacasde la América meridional, de cuyo tronco procedÃan nuestros indÃgenas, no observaban ninguna ceremonia para el casamiento.[147]Igual costumbre tenÃan losGuaranÃsdel Brasil[148], generadores de losAruacas. El pueblo romano, en la noche de los tiempos, tenÃala poligamia jurÃdicamente permitida[149], y tuvo el matrimonio por compra (coemptio), que llegó hasta la época de las Doce Tablas, donde fué elevado á una especie de matrimonio civil.[150]Los babilonios vendÃan las mujeres para el casamiento, en pública subasta, mediante un pregonero y al mejor postor; y con el dinero que producÃa la venta de las hermosas se dotaban las feas, para que pudieran colocarse maritalmente.[151]
Empero, el amor entre nuestros aborÃgenes era algo más que el deseo de posesión de la hembra; y aunque cada cacique retenÃa para sà dos, tres ó más mujeres, al capricho, siempre habÃa una predilecta; conservando respecto á las herencias elmatriarcado, por lo que los hijos de las hermanas sucedÃan á los caciques en el gobierno de los cacicazgos.[152]Los hijos deAgiieybanano heredaron de su padre el gobierno deGuaynÃay la supremacÃa deBoriquén, sino su hermanoGuaybana. Las delicadezas y sentimientos morales del verdadero amor era natural fueran desconocidos á nuestros indÃgenas, dado el estado de cultura inferior en que se encontraban; pero, á pesar de esta poligamia no habÃa adulterio entre ellos, ni ningún indio forzaba á mujer alguna.[153]
El boriqueño, al levantarse por las mañanas solÃa bañarse en el rÃo ó la quebrada; y después, ayudado de la india hacÃa sutatuajecorrespondiente, elembijamientode la piel. El indo-antillano era muy afectoá las abluciones y se lavaba con frecuencia noche y dÃa.[154]Usaba eltatuajepara preservarse de las inclemencias del tiempo y de la molesta acción de los insectos, principalmente de las picaduras del mosquito grande, elcorasÃ, y del mosquito pequeño, eljején. Preparaba sus adobes y cosméticos con el grano del achiote, labija[155], el cual reducido á polvo en el pétreo morterillo y mezclado con aceite vegetal, quedaba hecho un ungüento para elembijamientode todo el cuerpo, después del matutino baño. Cuando los jefes se preparaban para una guerrilla, ó cuando elbohiqueiba á impetrar los augurios de la divinidad, solÃan hacerse grandes fajas, alternas, con el teñido del negruzco jugo de lajagua.[156]La guerrilla, óguasábara, era provocada generalmente porque el vecino invadÃa el territorio en busca de pesca ó caza, ó por haber hecho la petición de la hija de un cacique inmediato para casamiento y recibir una negativa de parte del otro régulo, ó dársela á otro cacique.
Respecto á la idea de la propiedad, Pedro Mártir de AnglerÃa cayó en el error de anotar, que los indo-antillanos no conocÃan lomÃoy lotuyo. El célebre cronista escribÃa sobre este punto bajo la impresión de los informes del primer viaje del Almirante, limitado á las islas Lucayas y á una exigua parte de Cuba y HaytÃ. El boriqueño, en la época colombina, tenÃa ya idea rudimentaria de la propiedad y de la división del trabajo; y era leal á susvecinos no practicando el hurto de los objetos particulares. Refiere Las Casas,[157]que en los primeros tiempos de la colonización de La Española, no usaban los pobladores llaves ni cerraduras en las arcas, y que jamás faltó un granillo de oro en las casas, ni una ropilla, ni objeto alguno.
El boriqueño era en sus comidas muy frugal. Su alimento común era la batata ó el boniato, asados, é impregnados del picanteajÃ. Su pan, elcasabÃ. Utilizaba las frutas silvestres, que no cultivaba. El maÃz lo comÃa crudo ó tostado. Pescado, ave ó reptil era plato extraordinario, en cuyo guiso usaba el vinagre de yuca. No conocÃa el uso de la sal en confecciones culinarias. El indÃgena de Cuba y Santo Domingo tenÃa varios animalillos, como lajutÃa, que aprovechaba en su alimentación, el boriqueño carecÃa de ellos, ó si los tuvo fueron muy escasos. Por bebida común tenÃa el agua, aunque sabÃa sacar partido del casabe y del maÃz, fermentados, para preparar una bebida excitante. Tomaba su alimento por la mañana y por la noche. Después de la cena fumaba sutabaco. Y como no todos eran fuertes á la acción de lanicotina, y habrÃa también sus novicios, algunos solÃan vomitar la comida: lo que indujo á creer que el indio usaba lanicocianaplanta como vomitivo. Y el error fué más grande aún al anotar, que el curandero tomaba siempre de lamisma medicinaque su doliente clientela, cuando vieron los primeros invasores que el indÃgena enfermo y elbohiquefumabanjuntoslos informes cigarrosy quedaban envueltos en bocanadas de humo. No hubiera sido entonces muy socorrido el oficio de médico; ni, aceptada la disparada noticia, puede concebirse organismo humano que la resistiera. En este punto el ermitaño Pane y el cronista Oviedo cayeron en error craso.
Existen en determinados puntos de la Isla unos estadios ó palenques, que los actuales habitantes del paÃs designan con el impropio nombre dejuegos de bolas. Indudablemente elboriqueñotrabajó y preparó estos sitios para congregarse en ellos con algún fin. Estos palenques están limitados por bloques pétreos de diversos tamaños. Las piedras mayores no exceden de una vara; y vienen á determinar un espacio de seiscientos á mil pies cuadrados, en forma rectangular.
Estas plazoletas servÃan para juegos de pelota, danzas y cantares (losareytos) y ejercicios guerreros. Pobres esbozos del estadio griego y del circo romano. En ellos tendrÃantambién los caciques, bohiques y nitaynos sus asambleas para resolver sus algaradas bélicas, óguasábaras, á fin de defenderse de las invasiones caribeñas y también para tomar consejo sobre sus luchas internas, por lÃmites de cacicazgos. El doctor Stahl partió de ligera, al aceptar la leyenda de nuestros campesinos, de que esos sitios eranjuegos de bolas.[158]He aquà como Las Casas describe estos estadios, que en Santo Domingo llamancorrales de indiosy nuestros jÃbaros les han dado el impropio nombre dejuegos de bolas: “TenÃan los indÃgenasuna plaza, comunmente ante la puerta del señor, muy barrida, tres veces más longua que ancha, cercada de unos lomillos de un palmo ó dos de alto; y el salir de los quales la pelota era falta. PonÃanse veynte ó treinta indios de cada parte, á lo largo de la plaza. Cada uno ponÃa lo que tenÃa... Echaba uno la pelota é rebatÃala el que se hallaba más á mano. Si la pelota venÃa por alto, la rechazaba con el hombro; si venÃa por lo bajo, con la mano derecha. De la misma manera la tornaban hasta que alguno caÃa en falta. Era alegrÃa verlos jugar cuando encendidos andaban, é mucho más cuando las mujeres unas con otras jugaban é rebatÃan la pelota con las rodillas é con los puños cerrados.â€[159].
El boriqueño hacÃa la pelota con motas de algodón, fibras de palmera y la pez del fruto del árbolcupey. Cerca de algunos rÃos y quebradas se encuentran los restos pétreos de estos palenques, llamadosbatey, y radicaban cerca de alguna corriente de agua, por la sencilla razón de que los boriqueños, después de sus agitados juegos, se bañaban con placer. El vocablobateyse ha conservado entre nosotros pasando á designar la plazoleta que hay frente á las casas de campo, y en los ingenios azucareros frente á la fábrica ó trapiche. En la aldehuela indÃgena no habÃabateymás que frente á la casa del jefe.
Si aficionado era el boriqueño al juego de pelotas no lo era menos al baile. Al son de sus roncos atabales y tarareando una coplilla danzaban alegrementey bailaban suaraguaco. Colocaban los brazos de unos sobre los hombros de otros, formando hileras. Las indias, por su parte, bailaban con el mismo compás, tono y orden que los hombres. La cancioncilla iba al tenor de sus sencillos instrumentos.[160]TodavÃa conservamos de ellos la alborotadoramaraca, y el ásperogüiro; y al seco tamboril ómagüey,se le ha agregado el retumbante cuero para hacerlo más sonoro.
El boriqueño tenÃa quien le atendiera en sus enfermedades. El hombre primitivo de todos los pueblos ha considerado las enfermedades como enviadas por un poder sobrenatural. Ha creido entonces que era su deber aplacar á la divinidad ofendida. Y de ese amalgama imaginario de espÃritus maléficos y enfermedades nació la idea de hermanar y fundir en una sola las dos facultades, la del médico y la del sacerdote. Por eso elbohiqueera curandero augur. Cuando sus auxilios eran solicitados para un paciente, empezaba elbohiqueporsugestionaral enfermo, haciendo una invocación á los espÃritus, como lo hacen hoy losmediumsespiritistas, que se dedican al arte de curar. Hecha la invocación alzem×algún muñeco de piedra, barro, madera ó algodón, que no faltaba comodios penateen la choza indo-antillana—empezaba elbohiqueá reconocer al enfermo. Entre las maneras que tenÃa de curar á los enfermos descollaba elmasaje. Empezaba por los hombros y brazos, continuaba por todo el cuerpo y terminaba por las piernas, estregándolosiempre y soplando.[161]Si consideraban al enfermo muy malo daban orden á los parientes que lo sacaran delbohÃoy lo llevaran al monte. Allà lo acomodaban, le dejaban algunas vasijas con agua fresca y algunas cosas de comer. Y de cuando en cuando iban á lavarlo con agua frÃa, por lo adicto que eran á las abluciones corporales.[162]Elbohiquepurgaba á sus enfermos con la semilla deltau-túa, ó ben purgativo; y probablemente también con la semilla deltártago, llamado hoy en Cuba y Santo Domingopiñón, y cuyo nombre primitivo hemos perdido. Estos arbolitos medicinales los cultivaba el indÃgena junto á su choza.[163]
El boriqueño enterraba sus muertos lejos de la casa, en simples sepulturas, colocando los cadáveres sentados. Al indo-antillano le acompañaba su amuleto, ó dios tutelar, hasta la fosa. Con el cacique difunto solÃa algunas veces enterrarse espontáneamente alguna de sus mujeres. Era el amor ciego y consecuente más allá de la tumba. Era la hembra fiel, siguiendo á su macho hacia lo desconocido. El amor violento y brutal arrostrando toda clase de peligros. Hoy pasa lo mismo con distinta morfologÃa. La mujer, más sensible que el hombre, siempre está dispuesta al sacrificio.
Estrañará á algunos,que hayamos concedido civilización y un estado polÃtico-social-religioso al pueblo indioboriqueño, que vivÃa en completa desnudez,los hombres con un simple taparrabo, las mujeres casadas con un faldellÃn de algodón, lanagua[164], desde la cintura hasta los tobillos, y las doncellas como sus madres las parieron. Mas, esta sorpresa desaparece tan pronto tengamos en cuenta, que era un pueblo primitivo, morando en una zona tropical. El hombre de los paÃses frÃos, aunque sea salvaje, es el que procura satisfacer como una de sus principales necesidades el cubrir sus carnes, para resguardarlas de la inclemencia de las estaciones. El pueblo ario, que procedÃa de una zona cálida, al invadir la Europa, llevaba únicamente como vestido un mandil de cuero.[165]
Y respecto á civilización, nosotros opinamos, que desde el momento en que el hombre empezó á trabajar elsilexpara procurarse armas y utensilios, rompió la cadena que le ataba á la vida nivelada de los demás animales y comenzó para él la civilización, lenta y trabajosa, pero progresiva, que ha llevado á la humanidad al estado actual de cultura y civismo.
Zemi. Amuletos. Bohio.