IX

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Castle Garden.—Su historia.—Su estado actual.—Colonizacion.—Inmigracion.—Fonda y nevería de Bigot.—Otra vez la Colonizacion.—Venta de tierras.—El Ministro Shurtz.—Instrucciones.—D. Andrés Aznar.—New-York del lado del Este.—Bancos.—Sociedades de seguros.—Woll Street.—Operaciones de Banco.—Clearing-house.—Cajas de ahorros.—Edificios de la Aduana.—La Tesorería.

Desde el dia de mi laborioso ascenso á la torre de la Trinidad, al describir la bahía, quise detenerme en la pintura de una masa de piedra circular que como que llega á tierra y parece aún flotando sobre las aguas.

La rotonda á que me refiero, como es una construccion única en su clase, se singulariza extraordinariamente, y por lo primero que se pregunta es porCastle Garden.

En los alrededores de ese edificio estuvo en un tiempo lainsegura muralla que ceñia y resguardaba la desconocida isla deManhattam.

Allí paseaban fumando sus pipas los gravedosos holandeses, admirando las piezas de á treinta y dos, que era entónces como la última palabra del arte de la guerra.

Corrieron los tiempos: el prado en que se solazaban los ganados primitivamente y despues pasearon los hombres, comenzó á poblarse, y un dia, dejando su aspecto marcial, se trasformó la insuficiente fortaleza en el templo de Apolo, y aquello fué un primor.

La Jenny Lind, Mario, la Grisi sobre todos, regaron con sus conciertos populares el aroma delicioso del buen gusto desde aquel sitio; pero hostigado al fin el padre Apolo de los calores, de los mosquitos y de cada ventisco que lo tenia sin sacar las narices por semanas enteras, abandonó su templo y lo ocuparon los primeros que llegaban á tierra. De este modo la coraza de Marte y la lira de Apolo, fueron suplantados por el baston y el saco de viaje del emigrante.

Ni por esas levantó cabezaCastle Garden: quedaron silenciosos sus muros, la basura le vistió como harapos de miseria, y la soledad se sentó, como Job, casi á maldecir el dia en que el castillo vió la luz.

Un dia, al fin, sonó la hora de la resurreccion, se barrieron las basuras, se trazaron verjeles, se abrieron amplias calles, brotaron del suelo árboles de pomposo follaje y frescas sombras, yCastle Garden, afeitado, vestido de limpio, alegre y con sombrero en mano, se adelantó á la orilla del mar á recibir á los emigrantes, como persona que sabe hacer con toda pulcritud los honores de la casa.

HoyCastle Gardenes una oficina anexa á las empresas de colonizacion.

Pero el parque lindísimo á que afluyen las avenidas todas, como un receptáculo de muchas aguas, para distribuirse en los muchos muelles que conducen al mar y son como pórticos de la bahía, y el parque contiguo á la batería que le sigue, sin más division que una calle, son bellos de belleza indescribible. Colocado el espectador al extremo y principio á la vez de la calle de Broadway, se encuentra al frente de un inspirado panorama. A su frente, y por entre las tupidas ramas de los árboles, se perciben las grandes calzadas con sus orlas de asientos y los prados en que los niños juegan, entre el tragin de carros, ómnibus y wagones. Si levanta la vista el espectador, casi le espanta ver atravesar fantásticos, perderse entre las copas de los árboles y desaparecer, los trenes del ferrocarril elevado sobre sus arcos, por donde cruzan los carruajes y entre cuyos ojos se descubre el mar con sus navíos, su bosque de mástiles, sus mil banderas agitándose, como si fueran congregadas á un festin divino todas las naciones del globo.

El rodar de los trenes y carros, los mugidos del vapor, los gritos del hombre, las explosiones de alegría del niño, todo se escucha, y se ve un todo en que los colores y las formas, y la luz, y el aire, se funden para producir sensaciones desconocidas é inexplicables.

Y aquella sensacion la nutrimos, porque vive en nosotros y nosotros vivimos de ella en comunion deliciosa, como se agita la última hoja del árbol con una brisa pura, como se refrigera el último de nuestros poros en un baño voluptuoso.

Castle Gardenestá ceñido de una pared exterior como una faja. Su entrada ve al Este.

Atravesamos un patio estrecho, penetramos por encrucijadas y salones en que habia gente escribiendo, y desde una puerta que da á una empinada escalera, pudimos abrazar la inmensa sala circular, cuyo exterior llama tanto la atencion del viajero.

El salon tiene el aspecto de una inmensa plaza de gallos, sin circo ó estadio en el centro. Al Oriente y al Occidente hay puertas: la una da á los parques por donde llegamos; la otra al muelle en que desembarcan los emigrantes y tiene al lado las oficinas de la Aduana.

Al frente de la comunicacion de tierra hay oficinas telegráficas y de despachos de ferrocarriles, unidas á un gran mostrador de muchas varas en forma de martillo, que es el despacho de los emigrantes. Frente al mostrador hay una cantina y á su inmediacion bancas.

Cruzan las alturas las cañerías del gas. El muelle es un tablado que toca en las olas, bajo una sombra de lona que protege á los empleados y á los amigos de los viajeros. Estos, á su entrada al edificio, toman á la izquierda y la puerta se cierra, quedando como toril la parte interior del edificio, y sin comunicacion los que están con los que llegan, hasta que no han llenado todas las formalidades del desembarque.

Yo me quedé mucho tiempo en el muelle, esperando la llegada de unos Mormones. Era de verse y trabar conocimiento con esos chicos, á quienes toca la fortuna ó desdicha de tener cinco hembras por barba.

Muchos participaban de mi curiosidad. Esperamos envano. En vez de Mormones llegaron unos cientos de austriacos.

Era aquel un enjambre de rostros patibularios, y trapos y sombreros como llovidos sobre sus cuerpos.

Casi todos traian consigo algun signo de su trabajo, como quien presenta ante todo su título social, y como quien no quiere desprenderse de su áncora de salvacion.

Una mujer, bajo su pañolon de lana, llevaba la parte superior de su máquina de coser; aquel atleta medio azorado blandia su serrucho; la jóven tímida tenia su cajita de pinturas; aquel caravanista de cachucha de lienzo llevaba colgado del brazo su violin; aquella especie de bueyes de sombrero de fieltro eran labradores.... y ¡oh nacion feliz! ¡ninguno de aquellos llevaba negocito de papeles con el Gobierno!

La mayor parte de los emigrantes, luego que se inscribieron en el registro que estaba en un mostrador, pasaron á otro en que se expedian boletas de ferrocarril.

La inmigracion ha sido una de las causas más poderosas del engrandecimiento sorprendente de esta nacion.

Estímulo eficaz del trabajo, medio rápido de educacion por el ejemplo, renovacion perpétua de la sávia popular y expresion la más pura de la riqueza, porque el hombre es una riqueza, sin duda la de más valía. Los americanos han prestado la más séria atencion á esta fuente de prosperidad nacional.

La Irlanda con su opresion y su pobreza; la Inglaterra con el cáncer de su pauperismo; la Alemania con su despotismo militar, son las naciones que han dado más fecundas creces á la inmigracion americana.

La audacia y el espíritu aventurero del colono; la desaparicion de razas opresoras; el espectáculo de colonos que llegaron en sus mismas condiciones y se encuentran en la cumbre de la fortuna, y participando del poder y el encuentro con gentes que poseen su idioma, tienen sus tradiciones y les abren paso para su establecimiento, sobre todo las garantías que rodean sus personas y trabajo, incentivos son estos capaces por sí mismos de atraer al inmigrante; pero, en mi juicio, hay otras causas que les sirven, á más de las enumeradas, de poderosos alicientes.

La espectativa del ingreso á una sociedad en que pueden figurar en todos los círculos, sin otro título que la posicion que se procuren; una remuneracion del trabajo que no alcanzarian en sus países, en que el salario es tan mezquino en relacion con sus necesidades; un mercado próximo y abierto siempre á la realizacion del esfuerzo humano, y una facilidad suma de comunicarse con el suelo que los vió nacer, son motivos, en mi juicio, que independientes del pábulo oficial, asimilan dia por dia elementos á la nacion que consolidan, y extienden su prosperidad.

La sola inmigracion irlandesa de 1846 á la fecha, se calcula en dos millones de almas.

En 1869, llegaron de Alemania 132,537; 60,286 de la Gran Bretaña; 64,938 de Irlanda; 24,224 de Suecia; 20,918 de la América Septentrional inglesa; 16,068 de Noruega; 12,874 de China; 3,879 de Francia; 3,650 de Suiza; 3,649 de Dinamarca.

De estos inmigrantes fueron: 88,649 obreros; 28,096 labradores; 16,553 artesanos; 10,265 sirvientes; 8,809 mercaderes, etc., etc.

La inmigracion se ha verificado en los términos que vamos á exponer, suponiendo un contingente en cualquiera de los años anteriores, de 345,837 emigrantes:

El reparto sigue invariablemente la proporcion de la demanda de brazos, y la facilidad del trasporte distribuye los elementos de vivificacion donde son más necesarios.

El pasado año fiscal disminuyeron en mucho los emigrantes, atribuyéndose á repulsion por el mal estado de los negocios, que sufren indudablemente una crísis en su conjunto.

La inmigracion ha hecho tan sensibles sus beneficios, que un sentimiento unánime la acoge con benevolencia, porque realmente, con especialidad en Nueva-York, se arriba á un país de extranjeros; pero los muchos que se encuentran en una misma situacion, se buscan, se agrupan, se estrechan, revisten con la poesía de los recuerdos sus costumbres, se congregan al rededor del templo y se señalan como puntos luminosos en los paseos y en los teatros.

La conveniencia de la especulacion rodea al extranjero de medios de comunicarse; en los establecimientos públicosse habla frances con generalidad; los sirvientes que saben dos ó tres idiomas tienen más pingües salarios que los otros; en varias peluquerías y tiendas está escrito en letras muy perceptibles:Se habla español, y no es raro que al entrar uno en una tienda, le saluden con unbuenas nochesque lo deja frio, para dar á entender el comerciante que conoce el idioma de Cervantes.

A pesar de la confusion descrita, por regla general, las mujeres y señoras europeas son las que reniegan más desvergonzadamente á su nacionalidad.

El trage largo y escurrido con profusa cola, el zapatazo con tacon agudo, el corsé tiránico, el gorrito retrechero, el portamoneda, el pañuelo abajo del cuadril en la bolsa especial del túnico, la sombrilla, todos los adminículos son objeto de su eleccion, y á los ocho dias ya le dice una europea, no inglesa,kandeschiferal pañuelo,guateral agua; pero en esta apostasía de la patria, la vieja se señala con una desfachatez que enferma los nervios, y más la vieja de raza española.

Es para ella tan inesperado el agasajo, le es tan extraña la compostura, el aprovechamiento de los despojos de su olvidada juventud le es tan simpático, que realmente se vuelve loca, se hace la mocozuela, se habilita de dientes en un decir "Jesus," se tiñe las canas en ménos que canta un gallo, se afila las uñas, se da colorete, se planta un gorro como un morrion, y se alista á correr la tuna como una polluela de quince años, diciendo á todo:yes, entre toses y sonrisas.

El hombre se obstina en sus hábitos, y si es español anda en el Parque ó en Broadway, lo propio que en cualquiera calle de Madrid ó de Sevilla, diciendo cada picardía que erizalos cabellos y sintiendo que todas aquellasladiesse condenen porque no conocen la gracia de Dios.

El italiano que tiene el monopolio de las frutas, conserva su tipo miéntras está en la miseria, vaga con su organito, sus arpas y violines, exhala sus cantos y riega á veces por estos mundos los suspiros de su lengua dulcísima.

El chino suele atravesar tambien, deleitándose. Y el aleman perseverante,que es la araña de la mosca del yankee, fuma su pipa y se ríe con sorna cuando ve que el yankee, muy de buena fé, lo cree sustituyendo al negro.

La irlandesa sirvienta conserva tambien su tipo miéntras no tiene un chico, señal infalible de que ya posee un marido, un capital y toda la gracia de San Patricio.

La constante concurrencia de extranjeros, hace en Nueva-York no solo muy difícil; sino casi imposible, el estudio de las costumbres americanas, entre otras cosas, porque no existen tales costumbres: los mismos americanos que han viajado por Europa, y de éstos hay muchos, han modificado sus costumbres.

Lo más característico en lo ostensible es la comida americana; el escaso mantel ó mantel de hule, el ejército de platos, que de un tiron nos invaden con maíces, papas sin pelar, trozos de toro, cebollas, perejiles y rábanos, el pichel de la melaza, negreando de moscas, el jarron con agua, del aspecto de un párvulo de cuatro años en camisa, y el movimiento perpétuo delconvoyque riega el vinagre, despolvorea pimienta como lumbre y tiene por escolta todo un botiquin de mostazas,piklesy salsas negras, confeccionadas con cardenillo y aguarrás.

Ese es elplan americano; pero en semejantes planes entran los obreros y hombres de negocios. Acaso se observan en el interior de las familias; pero en la buena sociedad de viajeros, la Francia domina y lacartedelrestaurantes la biblia del estómago.

Hé aquí hasta dónde hemos llegado partiendo desde la orilla del mar, ó como quien dice, desdeCastle GardenhastaBigot, que está bajo el suelo, sacando un ojo para verUnion Square.

En este recinto agradable; al ruido de esa fuentecilla con pescados de colores; viendo reproducida esta concurrencia con sus árboles y fuentes en el fondo, porque las paredes son como un solo espejo, sin accidente ni juntura visible; en este recinto descansaremos, para volver á la tarea con el nuevo dia.

—Bonita divagacion has tenido, me decia Francisco esta mañana cuando le leí, como de costumbre, lo escrito el dia anterior: ¿en qué quedó lo de la colonizacion?

—Te diré la verdad: como no estoy muy fuerte en la manera con que el Gobierno tiene reglamentado el negocio......

—Muy buen economista, que para todo busca al Gobierno y el reglamento.

—Pero, bueno, de alguna manera dirige el Gobierno la colonizacion.

—Y vuelta con la manía de la educacion española. Así te luces si juzgas á los Estados-Unidos.

—Hombre de Dios, algo ha de haber.

—Sí, señor, hay reglas para la venta de tierras públicas,hay oficina de esa venta y hay agentes; pero nada sobre colonizacion á nuestra manera.

—Me estás atarantando. ¿Pues entónces, qué sucede?...

—Sucede que en medio de las muchas inconsecuencias y contradicciones que tienen estos hombres en su gobierno, y no obstante ser los más suspicaces en la defensa de su nacionalidad, al extranjero le llenan de consideraciones, le abren las puertas de los destinos públicos con poquísimas trabas, le garantizan en el interior plena libertad y seguridad completa para su persona y bienes, y esto es lo que da el Gobierno.... y no mas, ¿entiendes? libertad, seguridad y tierras baratas.

—Hombre, pero yo he visto una que llaman aquíHomestead-Law, que trata de colonizacion.

—No es cierto, mírala bien; esa ley determina las condiciones que hay que llenar para adquirir tierras, y ni siquiera se refiere á los inmigrantes en particular.

El Gobierno, es cierto, posee sobre cuatrocientos millones de acres en quince Estados de la Federacion; en los territorios tendrá otro millon.

De 1874 á 1875 se vendieron nueve millones de acres.

El precio de las tierras es en lo general un peso veinticinco centavos por acre, y en las inmediaciones de los caminos de fierro dos pesos cincuenta centavos por acre.

Pero, continuó Francisco, con la elocuencia natural que tiene cuando se exalta, no pierdas de vista que estos no usan jamás la palabracolonizacion; nada indica sumision ni dependencia: el ingreso del extranjero es insensible y asegurado por hechos positivos.

Si emigra el extranjero á su país despues de naturalizadoy allí se le molesta, se le ampara como americano con toda la energía del poder nacional. Así sucedia cuando los alemanes, huyendo de la conscripcion de la guerra, vinieron y se naturalizaron: al regresar á su país se les quiso perseguir, y allí los amparó el poder americano.

¿Qué más? Shurtz, el sabio ilustre, el orador eminente, el ministro del Interior hoy, ha llegado aquí como un fugitivo escapando como liberal á una cruel persecucion.

El menestral europeo que nació en una condicion humilde; el agricultor que hizo brotar de la tierra regada con su sudor, los títulos que merecen la honradez y el trabajo, no puede alternar con la gente decente: se le despide de los salones aristocráticos, se le humilla, y solo por contadas excepciones se le admite en el ejercicio del poder.

Aquí, al llegar, se siente soberano; á los seis meses se le llama á la eleccion: con la excepcion única de la presidencia, puede figurar en todos los rangos de la administracion; y cuando despues de seis meses en su pueblo, nota algo que le repugne, el municipio le abre las puertas, y puesto que paga su agua, y su luz, y su empedrado, y su policía, están á su alcance los goces sociales, de una manera fácil y segura.

Uno de los más poderosos elementos de verdadera grandeza están en estas leyes, que para un americano son prácticas y convierten en la gran nacionalidad del mundo la nacionalidad americana....

—Francisco, déjame por vida tuya enviar en deseo y aplicarme algunas docenas de azotes por estas leyes de colonizacion, agencias, direcciones, folletos, colonias y toda esa multitud de supercherías de que todavía tenemos lleno el chirúmen....

—Yo te he dicho ideas muy generales: si quieres estudiar la materia, lee á Chevalier (Cartas sobre los Estados-Unidos); leeUn Reporter, publicado en 1872, escrito por Young, ó por lo ménos elAtlantic Montlyde Abril de 1872, en donde hallarás verdadera instruccion.

—Ya leeré todo eso; pero aquí he indicado lo bastante para llamar la atencion sobre la materia y para que no se duerman mis lectores.

Y ya era tiempo que dejara la pluma, pues por segunda vez tocaba la puerta Andrés Aznar, para llevarme á la parte baja de la ciudad, del lado del Este.

Desde que se llega á City Hall se conoce que se ha tocado, sin dejar Broadway, en una region de actividad suma: por millares acude la gente, rebosa en las banquetas, hormiguea en las plazas y hierve entre carros, ómnibus, tilburys, carrillos de mano y cuanto mueble rodante se ha inventado en esta bendita tierra.

Gigantes edificios, ó mejor dicho, alcázares en que el crédito ejerce su poder mágico en Bancos, Sociedades y Compañías; palacios en que se asienta dominante el cálculo para combatir la tempestad, contrariar el fuego y desarmar á la muerte de su saña destructora; y para hablar en plata, Bancos, Sociedades de seguros, Compañías de telégrafos, de ferrocarriles, de gas. Es decir, la especulacion con la vida, con el viento, con la llama, con las ilusiones y con las esperanzas, y todo en accion; de suerte que cruzan los aires viajeros por los elevadores, suben, bajan y se derraman de lasescaleras y brotan de losbassementsá incorporarse con los raudales que cruzan y se escurren por las bocacalles.

Estas bocacalles, en la parte que recorriamos, llevan á calles tortuosas, desordenadas, de angostas banquetas y piso desigual, llenas de lodo y estorbos, interceptadas por carros y caballos, presentando fachadas, y torres, y aceras curvas y sesgas que forman verdaderos laberintos: allí se apiña aún más el gentío, y es una de empellones y codazos, que magulla el cuerpo.

En aquellos callejones, no obstante, continúan las tiendas deslumbradoras de riqueza: muebles, relojes, carros, joyerías, ropa hecha, frutas y grandes almacenes de todas clases, haciendo sus enfardelamientos, sus cargas y descargas, en medio de la banqueta, sin cuidarse maldita la cosa de los transeuntes.

—Esta es la calle de Woll: se compone casi en su totalidad de Bancos, me decia D. Andrés; antiguamente, como vd. sabe, se proclamaba la libertad de los Bancos; es decir, que Perico el de los Palotes podia, si queria, sin satisfacciones ni escrúpulos, poner su Banco y emitir sus billetes, ó sea papel moneda circulante, segun el crédito ó la voluntad de la Compañía.

Muchas veces una caja de fierro, un mostrador y unos cuantos libros, fué el capital del Banco, porque el resto del aparato lo daba la casa. Las quiebras se repitieron y el contagio de los desfalcos producia el pánico, ó como quien dice, el terror á las pérdidas, motivo de grandes trastornos.

Ahora cada propietario ó Compañía deposita en el Gobierno una suma en papel que sirve de garantía á las operaciones del Banco, y tienen otras seguridades las transacciones. En cambio, los banqueros tienen mayor preponderancia, como que la concurrencia es menor.

No obstante, puede calcularse en 300 millones de pesos el giro activo de los Bancos, lo que no es un grano de anís.

Las mil transacciones se purifican y rectifican diariamente en la Casa de liquidacion, que es exactamente como elClearing-Housede Lóndres. Es decir, casa en que á una hora dada, asisten los dependientes y cambian sus bonos, liquidando y pasando las sumas que uno da á la cuenta del que recibe, y vice versa, resultando cambios de muchos millones diarios, lo que es poderosísimo aliciente para la circulacion.

Hoy existen en la ciudad 72 Bancos de depósito y descuento, y 42 Cajas de ahorros.

El interes del dinero ha oscilado entre el 5 y el 7%, de algunos años á esta parte.

El Banco de Nueva-York, el de América, el del Comercio, son magníficos; son verdaderos templos, y el lujo ha agotado sus recursos en esos establecimientos.

—Ese grande edificio que está vd. queriendo reconocer, me decia D. Andrés, es la Aduana: tiene 200 piés de largo, 171 de ancho, 77 de altura. En el salon en que vió vd. tanta gente, caben tres mil personas, el costo del edificio fué un millon ochocientos mil pesos.

Vd., continuó D. Andrés, que siempre se está fijando en las irregularidades de la arquitectura, vea con cuidado ese edificio: es la Tesorería. ¡Qué correccion de pórtico! ¡cómo no desmiente una línea el órden dórico de las columnas de ocho varas de altura y más de cinco piés de diámetro! Se sube al pórtico por 18 escalones de granito.

El arquitecto, Juan Frases, hizo una copia feliz del Partenon de Aténas: no tiene vd. un trozo de madera de una pulgada en todo el edificio. Hay quien asegure que se depositan en él, dia á dia, las dos terceras partes de las rentas de los Estados-Unidos.

—Advierto á vd., le dije á D. Andrés, que voy sudando la gota tan gorda y que estoy rendido.

—He querido, me dijo, torciendo una esquina, traer á vd. á la gran Casa de Hallen (y como esta hay muchas), á que vea la multitud de máquinas para la agricultura. En México, continuó, ¿conocen vdes. esas máquinas?

—Sí, señor, se conocen muchas; pero, como secretos, no están al alcance de todas las fortunas; los dueños de las fincas suelen comunicarse sus ensayos, y si resultan felices, se los guardan para obtener ventajas en su explotacion: despues de mucho indagar, sabe un curioso que en tal calle ó en tal almacen hay unas máquinas.


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