NUEVA-YORK(CONTINUACION)
I
City-Hall.—Plaza de Franklin.—Los periódicos.—Una cana al aire.—El gran Mercado.—Una dedicatoria á mis comadres.—"Grozeries."—Los trastos.—Las carnicerías.—Puestos.—Juguetes.—Cuanto Dios crió.—Los pollos colgados.—Un purgante.—Hermosas vistas.—"Revalufia" del mundo, la mar....—Una mexicana como una flor.
Quise hacer uso de mi varita de virtud ayer (la carta de M. Bryant), visitando á City Hall, ó casa municipal; pero visitándola de paso, para recoger órdenes especiales para visitar las prisiones.
City Hall está situada al principio de lo que se llama parte baja de la ciudad, esa parte irregular, es decir, en la frontera de las leyendas del crímen, en los recuerdos de los pobladores primitivos de las guerras, los grandes incendios y los asaltos y batallas tremendas.
Corriendo sesga y magnífica la calle de Broadway queconocemos, y va de Sur á Norte, se desvía, ó mejor dicho, hace campo al Oriente á una dilatadísima plaza, que así se llamaria si no estuviera trasformada en cuatro alegres prados tapizados de verde césped, sembrada de altísimos árboles que la sombrean, y adornada de arbustos, flores, bancas y fuentes de fierro.
Los tránsitos son muy anchos, de asfalto, que aquí no padece los accidentes que le conocemos, por la sencilla razon que no lo han sabido hacer los que lo han querido introducir en México, sino que presenta superficies tersas, sólidas y de perfecta elegancia.
De trecho en trecho se abren las calzadas en espaciosas vías, dejando claros ó glorietas en que en bancas se sombrean los ociosos; son los arbolitos de México, con la sencilla diferencia, pero diferencia importantísima, de que en los Estados-Unidos no hay huérfanos del presupuesto.
En el centro de los cuatro prados, y entre la frondosa arboleda, en un claro que es por sí una plaza, se levanta City Hall.
El edificio es de órden corintio, de atrevidas formas y de una amplitud soberbia.
Puede decirse que el edificio se compone de tres secciones: la fachada y dos laterales.
Descansa su frente en una extendida escalinata de mármol que da á un pórtico saliente de robustas columnas; se deprime y salen en seguida los baluartes ó edificios laterales, formando el grandiosísimo conjunto. Ciñe el primer cuerpo de esta imponente fábrica una balconería lujosísima con sus crujías de mármol.
La masa del suntuoso palacio, la realza una elevadísimacúpula, impera sobre el conjunto una estatua gigantesca de la Justicia. Pusieron á la diosa á tanta altura, acaso para que no estorbe en sus negocios á los hombres que se agitan á sus piés.
El edificio es de mármol y fierro.
Los arcos de que está formado, sus bóvedas y sus gruesas paredes, lo hacen en el interior sombrío.
En esto de lo sombrío, hablando del interior de grandes edificios y de habitaciones, no se me debe dar mucho crédito; á mí me parece todo sombrío.
La falta del patio, quita, ó borra mejor dicho, una de las facciones más prominentes de los edificios, y acaso tenga más influencia de lo que á primera vista parece en las costumbres.
Los amplios corredores llenos de flores, de cuadros, de arbustos; los extensos patios, en que se expansen los moradores concentrándose en el hogar, acaso son más característicos de lo que creemos.
El patio, recuerdo del serrallo y del castillo feudal, conservacion obstinada de la individualidad autonómica de la familia, comunica á ésta una fisonomía especial.
En la casa con patio se vive; en estos roperos de palo ó de piedra parece que se quedan á guardar las gentes, que realmente viven en la calle, y la calle es el tránsito de todo el mundo, ó un gran patio que no pertenece á nadie.
Parecen hechas las casas para comer y dormir: son como hoteles.
A mí todas esas casas me parecen hechas bajo el tema de buques: los mismos cuartijos y encrucijadas, los mismos barandales simétricos.
Si fuera dable que las casas se trasportasen con una asa en el techo, se llevarian como un canasto ó una porta-vianda.
La gente se enfardela; al salir se desempaca. El aire le tiene que pedir permiso al portero.
Dejemos estas consideraciones para otra vez, que hemos entrado á la oficina del Mayor de la ciudad.
Uno de estos irlandeses, que forman la magnífica y nunca bastantemente elogiada policía de la ciudad, nos dijo que el Corregidor (Mayor) habia salido; hicimos á un dependiente de la oficina nuestro pedido y nos sirvió con suma complacencia.
A la salida, y parado con la espalda al pórtico, pude disfrutar la vista del Parque y sus alrededores.
City Hall, en una de sus fachadas, ve al Sur.
A mi derecha corria tempestuoso el raudal de gentes y carruajes de Broadway, como siempre, como en riña, como con furia, como urgidos por la inundacion y espoleados por la llama. Los que cruzan se ven como algo que se parece á la insurreccion y á la locura, y azotarse contra las esquinas los piés derechos de los faroles, los pinos que sostienen los alambres telegráficos y que vienen desde la Noruega.
Al frente, y sin simétrica proporcion, se asienta el Correo, que ya hemos descrito, como una inmensa Catedral.
A la izquierda, quebrándose é interrumpiéndose en la desproporcion más accidentada, como las hojas sueltas de biombos de distintos tamaños, queriendo formar semicírculo, se ven los alcázares que tiene el arte de Guttemberg y forman la plaza de la prensa, presidida por la estatua de Franklin.
El Sol,El Mundo,El Tiempo, todos los atletas están allí de pié y como sobre las armas, sobresaliendoLa Tribuna, edificio que compite en altura con los demás, y cuya torre descuella, como llevando al espacio la noticia del tiempo, su reloj magnífico.
Si una plaza sola de nuestra ciudad, la pudiéramos rodear de nuestros templos más elevados como Catedral, la Profesa, San Francisco, Santo Domingo, Minería, tendriamos acaso idea de las alturas de los edificios de City Hall en su conjunto.
La plaza de Franklin está cruzada por una parrilla de rieles, que conduce como rios los wagones á Broadway, retrocediendo para perderse en distintas direcciones.
Antes de regresar de mi paseo, me detuve ante la estatua de Franklin, para tributarle mis homenajes de respeto.
Es hermosa y despierta ideas sublimes una montaña cubierta de nieves eternas; es augusta la contemplacion de un templo; pero es para mí como el más grandioso espectáculo la presencia de un hombre recto que ha consagrado su existencia al bien. Franklin es de esos astros que convierten en sublime el horizonte de la grandeza humana.
Nació el legislador del rayo en 1706, cerca de Boston, de padres tan humildes, que el comercio de velas y jabon á que estaban dedicados, apénas les daba para subsistir.
En sus primeros años se hizo Franklin impresor, alternando con su trabajo los estudios en que conquistó tan alto puesto en la inmortalidad.
Sabio, moralista eminente, patriota esclarecido, Franklin, como Washington, Hamilton y otros, es una de esas columnas de granito en que descansa la verdadera gloria del pueblo americano.
Ahora sí que voy á soltar la cana al aire; estoy de paseo y me acompañará á mi excursion una mexicana; esto es, llevaré á la patria del brazo á dar una vueltecita por los mercados.
Ya columbramos el otro dia los Mercados de Washington y Fulton; pero fué por fuera, como quien dice, y sin tiempo para imponerse de cuál es la clueca y la ponedera, y cuál el barracan y el señor de los anillos.
Se me va á despedazar el corazon con los recuerdos de mis comadres. Voy á apurar un verdadero cáliz de amargura, porque no me ciega la pasion; peroal mercado van las hembras con sartenes y canastos y los chicos van tras ellas ardiendo como unos diablos. Vamos al mercado.
Bien visto, aquí no se necesita mucho del mercado: á cada dos pasos se encuentra uno entre tiendas de ropa, mercerías y hoteles, una carnicería con sus percheros á la calle, con carneros tamaños de gordos. Y á propósito, vdes. me van á perdonar el lenguaje de esta parte del mercado, porque lo dedico á las mujeres pobres de mi tierra (aquí en la oreja se los diré).... ya no se los digo:pus bueno, á ellas se los dedico con susriquilorios, y su puntuacion y sus granitos de ajonjolí.
LasGrozeriesá derechas son tiendas del tlaco de la manteca, ócuantimás, tiendas mestizas; aquí todo es papel y todas son cajitas y todo es guante, digámoslo así,pusparece otra cosa.
Los efectos están al granel, nada de mostrador; cajitas por allí, y sartas de sombreros ó zapatos por el otro lado: no es mentira, hasta en medio de la banqueta. Eso sí, allí se encuentra un cristiano cuanto Dios crió, todo al estilo de éstos.
¡María Santísima! ¡qué de botes y cajitas como una condenacion! Pues como iba yo diciendo, hay frijoles, y garbanzos, cebollas,pikles: ¿saben vdes. que es eso? Son encurtidos, como los chilitos en vinagre; pero como están entre vidrieras, se dan tono.
Poco leinteligenéstos á las cazuelas y las ollas; todo es fierro: de más á más, éstos no entienden de una taza de caldo para abrigar el estómago; se lo abrigan con un pedazo de toro, que les va embistiendo por allá dentro.
Y vean vdes.: no desdeñan éstos la hoja de lata, bien que les cuadra para las coladoras, que ni de léjos pueden acabalarle á nuestros cedazos, ni á los rayos en que se raspa el coco. ¡Qué coco! como no saben de dulces.... para éstos, todo el dulce se les va en pinturas: los postres son como quien se come unatlapalería.
Hablando con verdad, la mayor parte de los trastos no los entiendo, parece que están en inglés, mala la comparacion. De platos, no crea vd. que gastan muchos. Me temo que un dia inventen un sombrero que les sirva de todo y para todo. Ellos cogen, en estas almuercerías del mercado, tomates, echan mantequilla, despues sal, despues vinagre, despues aceite, despues melaza.... y ese es un guiso, que se engullen en los vivos aires; pero, no es mentira, sorbiéndose trozos que no caben en las dos manos, y se van limpiando los dedos con un papel ó contra la puerta, diciendooll right, como tres claveles.
Las carnicerías dan gusto, siempre están albeando y ni pizca se trasciende del mal olor; sacan con sus cuchillos unas tiritas como listones, unas lonjas como pliegos de papel, y ¡qué carne! ¡deliciosa! eso sí que no se puede negar. Sobre ella caen chorritos de agua que es un primor.
Todo eso es chistoso: las naranjas están muy empapeladas en sus cajitas; las cerezas en unas canastillas preciosas, lo mismo que las fresas.... ¡y qué tono de las manzanas! ¡y qué garbo de los limones! ¡y qué aquello de las piñas tan forliponas y haciendo fortuna!.... con decir que los cacahuates andan en coche, ¡ya se dijo todo!
No digan vdes. que los dejo con la palabra en la boca; pero vuelvo en ménos que canta un gallo.
Estando en la calle con mi amabilísima paisana, que se llama Adela, y es como un grano de oro, empezamos con—"¿A dónde vamos?" y—"A donde vd. determine."
—¿Vd. quiere ir al Mercado?
—Por supuesto, y no quiero Mercado Catherine, aunque dicen que tiene 242 casillas ó tiendas, ni el Centre que cuenta 348, ni Clinton, ni Esse, porque todos son de poco más ó ménos.
—Iremos al de Fulton, me dijo la amable señorita; me han dicho que se edificó en 1821 y que importó la obra 220,000 pesos.
—Yo quiero ver el Mercado de Washington, que es el de más nombradía; aquí llevo las apuntaciones de lo que dice mi querido Antonio Bachiller respecto á él.
El Mercado de Washington es propiamente el conjunto de dos mercados, que tienen 1,772 casillas, ó como si dijéramos, tiendas y puestos.
En cuanto á lo que en ese mercado y el de Fulton cabe y se consume, es para alabar á Dios: figure vd. lo que dicen los libritos que tratan de esto: 70,000 reses vacunas por semana; 3,000 carneros; 20,000 cerdos, y otros animales que próximamente ascienden á tres millones. Las aves se calculan en 6.000,000 y los huevos en 10.000,000 al mes.
Se calcula que se venden diariamente 7,000 pesos de papas y 5,000 de granos. En 2.500,000 pesos se valúa la venta anual de manzanas; peras, 100,000 pesos; 200,000 melocotones; fresas, 600,000. El monto de las frutas importadas, como piñas, cocos, naranjas, etc., etc., ¡¡¡ascendió á 1.250,000!!!
Pero adviertan los lectores que todo es aparte de trescientos mercados privados en que hay lo propio que en estos mercados grandes, y no se lleva cuenta porque eso seria cosa de nunca acabar.
Sigamos con el paseo al Mercado.
La parte exterior son aceras, con sus cortinas cada puesto para defenderse del sol.
Cada puesto desparpaja y como que pone en las manos de los que pasan los artículos que contiene, sin contar con que á cada dos pasos se hunde el suelo y se percibe desde afuera que brotan por aquellas trampas, los zapatos, y los sombreros, y los trastos de hoja de lata, y los fardos, como de otros tantos manantiales.
Los juguetes, sobre todo, tienen gran boga, y llueven los carritos, carretelas y carretones, desde para dormir al recien nacido, hasta perniquebrar al muchacho travieso.
Y todo esto se va viendo miéntras el tumulto de la calleestá en su apogeo con los transeuntes y con que cada carro es un puesto que lleva andando una colina de zanahorias, un campo de ejotes, un camellon de cebollas, y borregos y becerros que se denuncian con unos balidos y berridos que se meten por el alma.
A medida que se penetra, se van extendiendo en hileras interminables los mostradores, que tienen en grupos cenefas y bambalinas de jamones, y esto es como una cuadra, y lo mismo quesos y mantequillas que forman calles, como quien anda por una ciudad de jamon y otra de mantequillas y quesos.
Entrase al recinto ó ciudad interior, y en grandes mostradores forrados de zinc, con mangas que derraman leves corrientes de agua purísima, entre trozos de hielo, allí están los pescados, es decir, un marde pega. Desde unas béstias que asustan por su grandeza, sus bocazas pazguatas y sus ojos empañados, hasta pescadillos que parecen de chanza y pueden servir como de cañuteros.
En esta seccion están esas ranas medio peladas que calosfrian, esas jaivas que parecen raíces, esas culebras, esos engendros raros del agua, que no sé cómo hay pícaros que se los engullen; y esas inmensas tortugas bocarriba, bolsudas, con sus cuellos cortos, sus manos como aletas, sus ojos pequeños como rendijas, su cabeza aplastada de víbora.
Las carnes ocupan sendas calles en percheros que suben al cielo, porque se trata de un edificio altísimo; los mostradores están forrados de zinc; los carniceros, sin el delantal, pudieran estar sentados en una tertulia de buen tono.
Cada seccion del buey y del carnero están expuestas con suma coquetería, como quien dice: "cómeme."
Lo que se llama menudo, me parecieron sobre un mostrador piezas de muselina y de encajes.
En esa seccion, y como se cuelgan los mundos de oblea en nuestras funciones, como formando adornos y nublando el aire, graduados como de quinqués y de candiles, formando como bosques por allá arriba, están los pollos y guajolotes pelados, suspendidos de las patas y sus cuellos colgando. Es una nublazon de guajolotes y de pollos.
Al centro, en extensísimo cuadrado, hay verdaderas tiendas de semillas á pedir de boca, y entre cristales; de suerte que se les saluda con cierto aquello, y como á novios en la iglesia, al frijolito pinto, blanco, y al gordo, á los garbanzos que están en minoría, y las lentejas y las habas que apénas chistan.
Adela, con mucha oportunidad y buen juicio, me iba instruyendo.
—De esos limones se hace mucho consumo y son muy baratos; con aquellas como tijeras de palo se exprimen; tiene una media esfera la tijera en un extremo, que da sobre el huequecito que con su coladera está en la otra; se aprieta, y sale hasta la última gota de jugo.
Aquellos pollitos que parecieron á vd. pichones, continuaba,son pollos de primaverade que se hace mucho consumo en este tiempo.
El pollo, lo mismo que el guajolote, se vende por libras, á quince centavos la libra. Esto tiene sus variaciones.
Esa yerba es chicoria; con esa se da color al café, que en general no es bueno, es una yerba amarga.
Los camotes son carísimos, la gente pobre casi nunca los come.
La manteca se vende derretida ó en banda, esto es, adherida á la piel del cerdo.
Esos como moldes de palo en que paró vd. la atencion, son para dar formas elegantes y realzar figuras en la mantequilla.
Esas como cucharas de alambre son para batir huevo; y hay otras maquinitas, pero son más caras.
En el centro de la plaza hay sus fondas pequeñas paralunche, ó como quien dice,pistos; pero no hay licores.
Habrá vd. notado que no hay trastos de barro, todo es fierro ú hoja de lata. La hoja de lata es baratísima.
Ese es ruibarbo.
—Adela.... no me lo miente vd., no me lo miente, porque con eso rellenan suspaidsestos herejes, y me han costado muy caro. Eso en cualquiera parte es un purgante indecente.
—En efecto, usan esa yerba en sus pasteles.
Yo me salí para penetrar en una especie de rinconada que da á la calle, y á donde penetran los carros.
Allí están los grandes almacenes de papa, de fresas, de todos los granos, y aquellos encierran inmensas riquezas.
Yo estaba aturdido, rompiendo olas de gente, haciendo rodar canastos, metiéndome en encrucijadas de barriles y tercios: salí no sé por dónde, y alcé la vista.
Estaba á la orilla de la inmensa bahía, que es un mar en que se pueden dar cita todas las embarcaciones del mundo; junto de mí se mecian esos alcázares de las aguas, formando bosques sus palos y cordajes, saludando sus banderas de todos los países de la tierra.
VIAJE DE FIDELLIT. H. IRIARTE, MEXICOEl Parque Central.
VIAJE DE FIDELLIT. H. IRIARTE, MEXICOEl Parque Central.
VIAJE DE FIDELLIT. H. IRIARTE, MEXICOEl Parque Central.
Monstruos acuáticos, viajeros del abismo; unos, comoanimales desconocidos; los otros, como aves abriendo las alas de sus blancas velas.
A lo léjos, y como saliendo del mar, las arboledas, las cúpulas, el caserío, las torres como barcos más gigantescos, como si anduvieran sobre las olas; en un extremo Broklyn; en el otro las colinas y campiñas de New-Jersey; al frente, los fuertes con sus monstruos de bronce, como bostezando á la orilla de las aguas.
La mano ejercitada de los conocedores, señala al rededor de aquel mercado los buques que contienen los efectos que producen afanosos los Estados del Oeste, que son granos, harinas, carnes saladas, madera de construccion, verduras y flores.
Más adelante se ve descargando su plomo el Missouri; el Lago Superior su cobre; Virginia y Mariland agitan como palmas sus hojas de tabaco, en competencia con los gigantes del Kentuky.
La Nueva Inglaterra hace alarde en el muelle de sus pescaderías y sus manufacturas; Pensylvania, titánica, espera que se acerquen á sus naves los mercaderes por su carbon y su fierro; los Estados del Sur ofrecen en el altar de los cambios, como prenda de reconciliacion, su algodon y su arroz; y California deja caer á los piés de la metrópoli del cambio, sus vinos, su oro y sus millones de plata.
Nueva-York, como en medio de una corte de soberanos, recibe esos productos y esparce en cambio sus frutas, los vinos de la Francia, el café del Rio Janeiro ó de Java, el azúcar y las frutas de la Florida y de la Habana, elthéde China y del Japon, venido de San Francisco, las lanas de la Plata y Australia, los tejidos de Europa y los perfumes de la India.
El estúpido proteccionismo americano tiene una derrota contínua con ese espectáculo de los cambios.
Adela estaba satisfecha de verme tan pregunton y tan entrometido. Yo no sé cómo explicar á tan distinguida señorita mi gratitud.
¡Con qué sencillez, con qué buen juicio y con qué gracia me hacia sus explicaciones: yo hubiera querido que todo el mundo la oyera, y cuando todos los yankees estuvieran abriendo la boca, ponerle un rótulo en la frente que dijera: "Esta chicuela es mexicana.... y una de las que hay á cientos en mi tierra, que desparraman la sal!"....
Despues que salimos del Mercado, y andando por las calles, me decia:
—Ya vd. ve: en nuestra tierra (y ese "nuestra tierra" me sabia á cielo), se critica y se pone en ridículo al que anuncia su comercio con un objeto de él; por ejemplo, una penca de maguey en una pulquería. Aquí todo es de bulto: el relojero, el fabricante de sombrillas, el zapatero, todos ponen como rótulos, sombrillas, sombreros y zapatos; y hasta caballos enjaezados, los carroceros y talabarteros.
—Hay ciertas señales ú objetos que son de convencion general. ¿Recuerda vd.?
—Sí, señor, recuerdo. Esas astas ó morillos con listas azules, encarnadas y blancas, son de las barberías ó peluquerías.... Cuando vea vd. un almirez monstruoso colocado sobre una puerta, ni que preguntar: esa es botica.
En las calles, sobre las banquetas, interrumpiendo el paso, hay muñecos desastrados de la talla humana. Ya es un indio comanche, ya un negrito que parece que le va á saltar á vd. al cuello, ya un inglés con tanta panza, ya un chino con bigotazos que barren el suelo: ya me sé que son tabaquerías.
Entre las muestras, siguió Adela, no me negará vd. que son primorosos esos vestidos de papel que visten los figurines, y que imitan perfectamente la muselina y la seda, con la ventaja de ser tan exactas las proporciones del vestido, que pudieran servir de patrones.
Eso es precioso: en cambio, nada más soso y más sin gracia que las muestras de las tabernas óbar-rooms, sea que representen vasos colorados rebosando espuma, como la cabellera cana, como un viejo frenético, y su número cinco en el centro; sea que tenga la muestra la figura de un payaso con las piernas abiertas, sacando tamaños dientes.