XIII

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Mi tertulia.—Charla benéfica.—Iglesias Bautistas.—Casamientos.—Entierro.—Pick-nick.—"Reception,"—La Policía.—Las Comisarías.—Penitenciaría.—Blakwell's.—Barbaridades.—Huelgas de obreros.—Matanzas y horrores.—Un "meeting."—Mi viaje.—Mi tertulia.—Otra vez los huelguistas.—Reflexiones sobre los obreros.

Quede rendido de mi visita al Hospital de Mujeres: en la noche, y por vía de descanso, fuí á la casa de D. Ramon, en donde estaba, como nunca, animada la tertulia.

El calor era sofocante: á la entrada de la casa, que no puede llamarse zaguan, estaban las señoras y señores formales; las señoras, en una especie de balconcillo contiguo, tenian sus sillones; el resto de la concurrencia estaba en tapetes, sentada en los peldaños de la escalera. Los chicossubian y bajaban entre la concurrencia, juguetones y risueños.

—Mucho se habrá vd. entretenido en el Hospital de Mujeres, me dijo D. Pedro: cada uno de esos establecimientos tiene mucho que estudiar.

—En efecto, repuse yo; pero quedé rendido: al menor esfuerzo, me sale lo viejo por todas las costuras.

—¿Hay muchas enfermas? preguntó D. Ramon.

—No las pude contar, repliqué, porque han ido al campo, como es costumbre.

—No vaya vd. á creer, interrumpió Doña Ambrosia: ¿ve vd. ese gimnasio, y esas espaldas, y esas fuerzas de gañanes que tienen las mujeres? pues realmente son muy enfermas. Vd. figúrese: á los ocho dias de recibir éstas un niño de Francia, andan saltando como unas cabras por esas lomas.

—Vea vd., á mí me dijeron, que aquí reinan las intermitentes, las perniciosas, las reumas, la dicteria....

—Señores, dijo Adela, nos vamos á enfermar si seguimos platicando así. Fué vd. con tanto gusto al hospital, y no quiso ir al bautizo del otro dia que le habria divertido mucho más.

—Figúrese vd., dijo Juanito, que le dieron una zabullida en un estanque á la interesada, que se quedó tiesa.

—¿Qué me está vd. diciendo?

—Lo que vd. oye. En esas iglesias, así se hace, que lo diga D. Pedro.

—Son las Iglesias Bautistas, que como vd. sabe, tienen por institucion el bautizo de los adultos.

—En el centro de la iglesia hay un estanque con agua.

—Muy fria por supuesto, dijo Doña Ambrosia.

—Sobre el estanque se ponen unas tablas y se hace el bautizo, añadió D. Pedro.

—Papá, cuéntele vd. bien áFidel; porque ha de saber vd. que hay muchísima concurrencia y cantos de dulcísima armonía. Cuando yo asistí á esa ceremonia, el sacerdote y una lindísima jóven de diez y seis años, estaban en el tablado.

—Iba la jóven vestida de blanco, como una nube, repuso Doña Ambrosia.

—Sus largos cabellos caian sobre los encajes y la trasparente muselina, añadió Juanito.

—Cuando nadie lo esperaba, cogió el padre de la nuca á la muchacha, y ¡zas! de sopeton la sumió en el estanque, dándole un sustazo de muerte: al padre no le sucedió nada, porque iba forrado de hule, dijo D. Pedro.

—Pues la muchacha estuvo de fortuna: yo he visto esa ceremonia en Washington: la tabla en que está de pié la catecúmena y descansa en el estanque, se zafa repentinamente, ella se sumerge, y aquello sí es cajeta: la rociada que llevan los concurrentes es para resfriarlos.

—Pues yo he visto más, exclamó Juanito: yo he visto en medio del invierno conducir en carretadas los negros, á bautizarlos en el Potomac, donde rompian el hielo con las cabezas: aquello sí era de encoger al más pintado. En cambio, los bautizos de los católicos se hacen como en todas partes.

—¿Y los matrimonios? pregunté yo esperanzado en saber algo de costumbres.

—De los matrimonios puede decirse, me respondió D. Pedro, como del bautizo: la ceremonia es con arreglo á los ritos religiosos.

—Hablemos de protestantes, dijo Adela, deseosa de complacerme y con la viveza que le es genial. Se anuncia el matrimonio, poniéndose á la entrada de la casa una cortina é instalándose en la propia casa dos policías.

En la puerta de la iglesia se pone tambien cortina.

La novia va vestida de blanco, como el dia de la primera comunion....

—Pero en la iglesia, todo es muy desairado, observó Doña Ambrosia: figúrese vd. que no hay arras, ni hay velacion, ni nada; se cambian muy friones los anillos, y se acaba todo.

—Pero, dijo D. Ramon, al salir á la iglesia, se les echa á los novios flores á manojos, y se deslizan sus botellitas de Champaña entre las ruedas del coche.

—Eso no es nada, insistió Doña Ambrosia; tambien dirá vd. que entre las flores suelen arrojar un zapato.

—Eso quiere decir, exclamó Adela con malicia, que aunque sea en un pié, debe salir á la calle la mujer.

—Ese es el orígen del refran de la mujer casada: "los piés quebrados y en casa," que tiene su equivalente en español.

—Si se llevara á cabo ese refran aquí, las mujeres se morian.... para una mujer, encerrarla es como enterrarla viva.

—Y ahora que hablamos de entierros, seguí yo, ¿es cierto que luego que muere alguno se le sepulta en hielo?

—Es mucha verdad, contestó Doña Ambrosia: ¡figúrese vd. qué sorbete!.... ¡si tienen estos hombres cosas!....

—Eso tiene la ventaja de que á nadie se le entierre vivo.... del mal, el ménos.

—Ya se ve.... el más vivo espicharia con semejante refresco.

—Hay tambien su comitiva de duelo.

—Muy corta, cuando en la casa mortuoria hay proporciones; porque en la casa se alquilan los coches: cuando son pobres, cada cual lleva su coche.

—Pero ya habrá vd. visto; la gente va como de paseo tras el carro fúnebre: no se conoce el luto, las mujeres y los niños parece que se van á un dia de campo. No, esa sí es una falta de caridad y de respeto al muerto, dijo Doña Ambrosia: ya se ve, llevan á la iglesia el cadáver y allí le descubren, y cada quien lo está mirando y observando como si se tratara de una estatua.

—Pues á mí eso me agrada, dijo Juanito.

—Pues hay gustos que merecen palos, dijo Doña Ambrosia amostazada.

Yo, queriendo que no degenerara en tristeza la conversacion, pasé bruscamente de uno á otro punto, diciendo á D. Pedro:

—De lo que no tengo ni remota idea es de un baile en una casa particular, si no es en San Francisco, en casas mexicanas.

En Orleans asistí, como aquí, á Pick-nicks de carácter público, y no á los dias de campo de familias, que contribuyen con un manjar para sus comidas íntimas, como suele suceder entre nosotros.

El Pick-nick se verifica en un jardin; se canta, se baila, cuchichean los novios y los niños juegan alegres.

Hay diversiones de esas que tienen carácter dejamaicas, como hemos visto en Orleans; y por último, en el mar, como la deRockway Island, de que he hablado; pero baile en forma, no lo conozco.

—Yo he asistido, me dijo Adela, á lo que se llamaReception, que es en realidad un gran baile en que se ostenta lujo y esplendor.

ElReceptiones de dia, á las dos ó tres de la tarde. La señora de la casa, que es quien ha hecho la invitacion, recibe á los invitados á la puerta del salon, con ramos de flores que les distribuye.

Se baila sin cesar cuadrillas y wals: la danza es desconocida casi.

En una de las piezas interiores hay una gran mesa con exquisitos manjares y vinos, entre los que el Champaña hace el principal papel.

No hay asientos al rededor de la mesa: las personas que desean refrigerarse visitan el comedor, comen con la premura que devora unluncheun hombre de negocios, y sigue bailando, no como quien ha comido, sino como á quien se ha dado cuerda.

—Pero esos bailes, que duran hasta las nueve de la noche, solo se verifican en invierno. En la presente estacion no se visita; se quitan las alfombras y se envían á que se renueven, se pintan las casas, se reparan los muebles y todo el mundo está en el campo y en los baños, en que como en Saratoga, se vive la vida del hotel y es un perpétuo festin la temporada.

Eran las doce de la noche: los cafés y parques tenianconcurrencia y se oian á lo léjos las locomotoras, rugiendo como leones.

Una de las cosas que más elogia y que más complacen al viajero que visita Nueva-York, es la policía, comenzando por el personal que siempre es escogido, aun tratándose del físico de sus individuos.

Visten levita y pantalon azul con botones de plata, guantes blancos de algodon y un sombrero de fieltro con sus borlitas de oro. Por toda arma usan una especie de grueso bolillo de dos tercias de largo, suspendido á su mano con un cordon.

Estos hombres rondan dia y noche la ciudad, aun los policías de los parques y paseos, que se distinguen porque su uniforme es gris y usan cachucha.

ElMayoró Prefecto de la ciudad, elige los Jefes y la Junta de Comisarios.

Hay superintendente, un secretario y una fuerza de poco ménos de dos mil hombres, con 35 capitanes, 133 sargentos, 75 vigilantes y 80 ordenanzas. El total de los empleados en este ramo, son 4,000 hombres.

El Cuerpo de policía se compone de hombres en todo el vigor de la edad, y se buscan verdaderos atletas, que dan gusto de ver.

Nada más interesante que ver á los policías entre la maraña de coches y el indescriptible tragin de Broadway, que cruzan por entre carros y caballos, llevando del brazo á un ciego, cargando un niño, y amparando, siempre respetuosos, á una jóven.

La generalidad paga con afecto las atenciones de estos caballeros, porque tal nombre puede dárseles, y aun la gente viciosa les considera, con excepcion de los ébrios, que ponen á prueba su paciencia.

Por lo que á nosotros toca, jamás hemos visto á un policía maltratar á un preso; nunca esa familiaridad repugnante con la gente perdida; en ninguna circunstancia faltando á las leyes de la buena crianza y del deber, abusando de la autoridad.

A todas horas del dia y de la noche se les encuentra por todas partes y es de su deber guiar al viajero, lo que para los extranjeros aumenta más la simpatía.

Lascomisarías, que tienen funciones como en México, están situadas convenientemente en la ciudad, en número de treinta y seis, y son oficinas en toda forma. La oficina que yo ví en la calle de Greenwich, tiene su amplio despacho, con las mesas cercadas de un barandal de madera, su reloj y su telégrafo para comunicarse con la oficina de City-Hall, dar avisos, pedir auxilios, acudir al llamado del superior, etc. Este telégrafo presta á la ciudad servicios importantísimos.

Contiguo al despacho hay un salon con asientos, y otra sala pequeña en que los heridos reciben los primeros auxilios.

Dividido por un pasadizo pequeño, pero embutido entre los muros del edificio, como un gran dado en su holgada caja, hay un edificio pequeño formado de celdillas en que se asegura á los reos hasta por una noche, miéntras se les conduce á su destino.

El piso del cuarto es como un ataúd, con una puerta debarras de hierro; no podrian caber dos personas de frente dentro de aquellos cuartos, que son oscuros y malsanos. En uno de ellos habia detenido un niño porque habia cortado unas flores.

A mí me pareció cruel aquel modo de detener, aun á personas declaradamente criminales: cualquiera de las jaulas de fieras del Parque Central, me pareció en mejores condiciones de vida.

Habia visitado ántes en Blakwell's la Penitenciaría. Blakwell's es una isla en que hay hospital y edificios destinados á la beneficencia y al trabajo.

Allí se encuentra la casa de dementes, la de trabajo, el hospital y la penitenciaría, en que se tiene una detencion temporal.

La isla está al Este, y entre arboledas y risueños prados casi desiertos, se descubren los grandes edificios de piedra de cantería oscura, que negrea tristemente, como que va á morir en ellas la luz, y donde parecen condenadas á la expiacion las cortinas de enredaderas que trepan las paredes, dejando los claros de las ventanas, como hay muchas casas en la ciudad.

Desgraciadamente, la persona con quien hablé en la penitenciaría de Blakwell's, es de las muy pocas que he encontrado en los establecimientos públicos, ásperas y poco atentas con las órdenes y recomendaciones que yo llevaba; así es que ví mal el edificio y no puedo entrar en pormenores como quisiera. Diré, no obstante, lo que ví.

Figurémonos una inmensa galera de robustas paredes, con sus hileras de ventanas y su techo altísimo.

Dentro de la galera está construido el edificio, que es uncuadrilátero de piedra, de celdas en ala, con sus escaleras y su corredor de hierro en la parte exterior.

Ese cuadrilátero queda como una gran caja dentro de la galera, sirviéndole en la parte exterior de salones y de tránsitos á la vez.

El interior de las celdillas tiene el ancho de poco más de vara; yo me puse en las sienes las palmas de las manos, y tocaba con los codos los muros. El largo será de dos varas. En uno de los rincones hay una ironía de cama.

Todo lo demás del sepulcro es desmantelado: la luz le viene de la pieza exterior.

La puerta la forman barras de hierro, cubiertas de modo que solo queda un boquete para la respiracion de la fiera. Una gruesa barra de hierro asegura la puerta.

Parece que la prision es accidental y que en ella residen por vía de pena correccional; pero yo ví en las puertas papeles que indicaban la permanencia en aquellos nichos de panteon, de cinco ó seis meses, aunque esto no es comun.

Aquella soledad, aquellos muros, aquella escasa luz, me parecieron peores que la misma muerte.

Dicen que la prision no es solitaria, y en efecto, ese sistema está del todo abolido; pero lo existente es brutal, es salvaje; convierte en afectacion hipócrita el cuidado del pájaro y del niño y la institucion caritativa para los animales.

Y por más que repugne y que parezca increible, se hace aquí la apología de los azotes de Delaware: hay Estados en que se sujeta al reo con un corbatin de hierro á la pared, y los ahorcados son comunes, habiendo en este acto sacrílego verdadero lujo de barbarie y de degradacion humana. ¡Qué vergüenza! !qué humillacion! !qué afrenta para el hombre elde ese columpio infame desde el que parece que la barbarie en triunfo hace el apoteósis de la pena de muerte y desafía á la civilizacion y á la humanidad!

Hay veces que se tiene á los sentenciados meses enteros en espectativa del suplicio, y ántes de morir se les toma medida para el cajon en que los entierran.

Hace pocos dias hubo once ahorcados, y diremos algo de esta historia por la trascendencia que está teniendo.

Es el caso, que con motivo ó pretexto de la parálisis de los negocios, se habia hecho en varias negociaciones el rebajo de diez por ciento en los salarios, rebajo muy sensible, porque aquí son poderosas las necesidades del obrero. En varias fundiciones y fábricas, al mismo tiempo de amenguarse el salario, se aumentó el trabajo y en alguna se hizo notable el mal trato á los obreros.

Es de advertir que en este país hay sus imitaciones europeas, en cuanto á colisiones (Trait d'union), semejantes á las ligas inglesa y francesa que produjeron la internacional, y que entre las importaciones han tenido la de comunistas alborotadores y feroces, aunque con ménos éxito, por las condiciones de felicidad en que se encuentran los pueblos.

Los obreros de las fundiciones de Macburg (Pensylvania), protestaron y se levantaron contra la disminucion de sueldo y el aumento de trabajo; los dueños se opusieron, hubo desórdenes y asesinatos, y de resultas de ellos fueron condenados á muerte once obreros de los de mayor inteligencia y prestigio, que representaban en las colisiones.

Las ejecuciones se hicieron con todo el lujo de barbarie que hemos descrito, y estuvo al estallar una insurreccionuniversal, porque operarios en el ferrocarril, fundidores, herreros, carboneros y toda esta especie de gremios, tienen poderosas ligas.

Al fin estalló lahuelgaen los caminos de fierro y minas de carbon de Macburg, Pittsburgo y toda Pensylvania; y como si hubieran sido regueros de pólvora los rieles, se propagó el incendio de una tremenda insurreccion.

Destrozáronse trenes de mercancías, incendiáronse wagones y se lanzaron ardiendo á los grandes depósitos; millares de hombres se precipitaban contra la fuerza armada que simpatizaba en algo para con los insurrectos, y el incendio, la matanza y el desencadenamiento de todo lo que hay de más feroz en el tumulto, se vió en grandes focos, y tiene, con razon, en alarma y en espanto á la sociedad entera.

El telégrafo, instante por instante, trasmite relaciones de horrores que vocean los muchachos.

En las mañanas, en las tardes, á deshora de la noche, los papeleros infatigables, van como con teas encendidas difundiendo la alarma.

Ayer 25 publicóEl Herald, como encabezamiento de su periódico, con letras colosales como aquí se acostumbra, lo siguiente:

Un dia de alto en la historia del derramamiento de sangre.

Alborotos en Siracusa, Albany, Chicago y San Luis.

El Nueva-York central en huelga.

Delaware, Lackwana y el Oeste se unen.

Extiéndese el alboroto en el Oeste.

Un tren con milicia detenido.

Efectos de la detencion de los fletes.

Escasez de carbon y fierro, fábricas cerradas en Pittsburgo.

La harina subiendo, los duraznos pudriéndose.

50,000 hombres próximos á lanzarse al tumulto.

Una voz para las fábricas.

Entrevista con el jefe Arturo, de la locomotiva de Brotherhood.

La situacion en Nueva-York.

Un gran "meeting" convocado por los comunistas.

Formidables precauciones para conservar el órden.

Ataque en San Francisco de alborotadores contra los chinos.

El texto de lo escrito corresponde á los rubros: cuéntanse por millones las pérdidas; y las hondas lacras, y los grandes elementos de vida de esta sociedad, se ponen de manifiesto en estas circunstancias formidables.

La preponderancia tiránica de los ricos que fungen en grandes Compañías, con intereses opuestos á los de la comunidad; aristocracia del peor género, que tuerce la marcha gubernativa y todo lo corrompe: los grandes errores económicos que reivindican en un solo instante los principios de la ciencia, hacinan combustible que estalla con la más leve chispa.

La cuestion del Sur solapada, pero cuyas causas subsisten enérgicas, irritadas por la tarifa, que no es sino una máquina de opresion del Sur, todo está en fermento y todo escribe con letras de fuego y de sangre, lecciones que no deberian desaprovechar los serviles admiradores de esta gran nacion.

Y si hemos puesto delante de los ojos el reverso de la medalla, en el anverso figurael imperturbable acatamiento á la ley y la fé en los principios.

Anoche, en medio de la excitacion universal, se verificó unmeetingde comunistas: nadie pensó en que se estorbase á los ciudadanos pacíficos el ejercicio de su derecho. Se tomaron precauciones, y eso fué todo.

En cuanto á la fé en los principios, no se ha pensado en aumentar el ejército; no se ha pedido socorro á la fuerza para que salve á los menores de edad, como lo habriamos hecho nosotros. En Pittsburgo, los ciudadanos en masa se han armado; ellos acuden al peligro; se arman, vigilan, se muestran hombres, se bastan á sí mismos, á pesar delas defecciones de algunos; y esto es ser pueblo, y pueblo grande y digno de la libertad.

Las vociferaciones de la prensa se valorizan por el buen sentido, alimentado por la instruccion universal, y los grupos de alborotadores pasan como compañías de cirqueros, en medio de la indiferencia de la gran masa que garantiza la paz.

En las fábricas, otra es la cuestion; pero con todo, no tenderá sus brazos la Comuna, no encenderá sus hogueras el petróleo, no recorrerá la internacional los pueblos, con su cortejo de furias del hambre.

Franceses, irlandeses y alemanes comunistas, vagos de todas las naciones, derraman en frio sus reminiscencias; y aunque la parálisis de los giros es una gran calamidad, se espera que sea la perturbacion un mal pasajero, y se vuelven los ojos á los buenos principios para encontrar de una manera cierta la paz.

Yo tenia dispuesto mi viaje para el dia de ayer. Los trastornos que acabo de referir me tienen como preso, devorando el fastidio.

—Todo eso que vd. escribe, me decia Doña Ambrosia los otros dias, está muy bueno y á mí algunas cosas tal parece que las estoy mirando, sin quitarles pelo ni tamaño; pero convenga vd. en que se le va la mano en la miel cuando describe á las mujeres, y no es eso bueno, aunque la pique de galante.

—Pues yo no he visto nada de eso, dijo Adela, agitando su abanico y dejándose ir hácia adelante en su mecedora.

—Oh! si en esos cuadros deFidel, lasladiesson divinas: ¡qué airosas! ¡qué instruidas! ¡qué expeditas!

—Y no lo podemos negar, mamá; sorprende el número de mujeres hermosas; y si no, dé vd. una vueltecita por Broadway cualquier sábado, y deslumbra tanta elegancia y tanta hermosura.

—Todo estará muy bueno; pero vd. no ha pintado una mujer dándole el brazo al hombre y el hombre dejándose llevar, como no está en el órden; nunca ha dicho vd. que señoras que por tales pasan, alzan sus piés como cualquier macho y los ponen á la bartola miéntras leen su periódico; y en esto del abanico, se lo pegan como clavado en medio del pecho, y allí sacuden, sin aquel garbo ni aquel no sé qué de nuestra raza.

—Pero, mamá, esas son pequeñeces que no hay para qué mentar.

—Tampoco diceFidel, continuó implacable Doña Ambrosia, que mucha de esa suelta y de esa libertad de los niños, depende de que no los soportan dentro de las casas, en donde acaban con las alfombras y hacen guerra á los muebles y al aseo; hay muchosbordingsen que no se admiten á los huéspedes con hijos: sobre todo, mal se avienen esos chiqueos con señoras que andan en la calle.

—Está muy bien: podrá suceder lo que vd. dice, mamá, replicó Adela; pero pierde de vista aquí á los muchos aventureros y gente ordinaria, que hace cosas que les achacan á los extranjeros, como por ejemplo eso de la bebida. Bebe más siempre un irlandés que dos yankees: si no, vea vd. ese vecino.

El vecino es un propietario que pasaba casi en paños menores y sin sombrero, con su inmensa jarra en la mano, y de varias casas salian gentes con jarrones semejantes, como en procesion, por elLeager Ber.

—Espanta lo que se bebe aquí diariamente: D. Pedro tiene pruebas, por esos libros que él lee dia y noche, que este es el país del mundo en que se bebe más.

Estábamos entretenidos en esta plática, cuando llegó D. Ramon trayendo las noticias últimas del telégrafo: eran las diez de la noche.

—En Chicago, nos dijo, los huelguistas hicieron un grande empuje para entregarse á los mismos desórdenes que en otras partes. La fuerza federal tomó parte: reforzáronse las filas de los insurrectos hasta en número de diez mil, que se abalanzaron sobre la tropa. Esta hizo jugar la artillería, y han corrido rios de sangre entre montones de cadáveres. Se cree que la chusma sucumbirá y todo quedará en paz.

—Ya vd. sabrá delmeetingde anoche; hizo fiasco, como lo preveiamos: se reunieron ménos de mil personas. Aquí todo el mundo puede gritar "¡viva!" los "mueras" se reprimen. Anoche, al primero y único "muera," sacaron sus cuellos cuatro ametralladoras, y se acabó el desórden.

A todos los edificios públicos se dió la órden de que tuvieran en las calderas agua hirviendo, para lanzarla á chorros sobre los amotinados.

—Eso habria sido espantoso, observó Adela horrorizada.

Es muy difícil, sobre todo para un extranjero que no conoce sino superficialmente y como de paso esta sociedad, desentrañar las causas que ocasionan las perturbaciones formidables que está produciendo la situacion de las clases obreras.

La cuestion cae, por la naturaleza de las cosas, bajo el dominio de una crítica parcial, en que los partidarios de la libertad y los proteccionistas se inculpan recíprocamente y acaban por encerrarse con obstinacion en sus opiniones intransigentes.

Es cierto que se ven en las huelgas de los trabajadores y en la organizacion de los obreros tentativas de imitacion europea; pero las condiciones sociales son tan distintas y son tan ilustrados los mismos obreros, que ellos en su educacion tienen el correctivo de males que en Europa son de trascendencia funestísima.

La falta de reciprocidad en los cambios, provocada por el arancel protector, deja sin salida los efectos que produce el país, y eso determina la parálisis de las fábricas y la baja de salarios: ambos males causan la huelga y la miseria.

La educacion y el hábito de igualdad han propagado mucho el trabajo por participacion, es decir, el participio del obrero en las ganancias del capitalista, elemento poderoso de la conciliacion del capitalista y el obrero.

La baratura de los trasportes y lo movedizo de la familia americana, hacen que cambie con facilidad de domicilio, en busca de mejor fortuna. Sobre todo, las cajas de ahorro y el gran número de propietarios agricultores, enfrenan la revuelta y dejan en minoría á los perturbadores del órden.

A la noticia de las huelgas del Sur, se llenaron los cuarteles de la guardia nacional, las tropas estaban listas, se ofrecieron al Presidente de parte de algunos Estados del Sur, más de cien mil hombres, y los propios obreros se pusieron del lado de los conservadores de la tranquilidad pública.

Las concesiones constantes que hace la legislacion aduanera; la riqueza del Sur, que se reintegra en su esplendor antiguo; los intereses comerciales del Oeste, producirán irresistibles efectos en favor de la libertad, y sucumbirá ese sistema prohibitivo, plagio infeliz de List, fomentado por insaciables especuladores, que son las primeras víctimas en las insurrecciones de los obreros.

Algunos de los hijos de Pelayo son deliciosos para esto de juzgar las cuestiones sociales de los americanos.

Decia uno de ellos:

—Todo lo que vdes. ven, es porque á estos judíos no les entra una idea nueva, ni á mazazos: todos ellos están encastillados en su rutina.

—¿Pero qué rutina es esa? le preguntaron.

—¿Cómo qué rutina, hombre? la rutina de hacer dinero, que no se las saca vd. de la cabeza ni con tirabuzon, ni con una yunta de bueyes....

En el momento que el Norte modifique un poco la rutina de que habla elgachupin, las cosas se compondrán.

Al volver al hotel, Francisco trazaba en el plano nuestro largo camino.

En el suelo habia baúles abiertos, papeles regados y todos los anuncios del próximo viaje....

El calor ha sido espantoso: el termómetro ha llegado á marcar 95 grados. Esa debe ser la temperatura de la boca del infierno.


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