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Recuerdos.—Instalacion.—Paseo matutino.—Antiguos conocidos.—Suvervielle.—M. Poinsart.—El Dr. Cupples.—Comida en su casa.—María.

El año de gracia, que maldita la que me hizo á mí, de 1866, me dió conocimiento mi asendereada fortuna con San Antonio de Béjar, con tan villano tino y con espíritu tan decidido de quemarme la sangre, que era precisamente cuando despejándose nuestro cielo de las negras nubes de la intervencion francesa, el regocijo nacional regaba de flores el regreso triunfal de Juarez al palacio de los Moctezumas.

El ilustre general Patoni y yo, con nuestras familias, abandonamos el Paso del Norte en Diciembre de 1865, atravesamos con inauditas penalidades el desierto, en una travesía que duró más de un mes, y nos reconciliamos con el mundo habitado hasta el 5 de Febrero de 1866, dia del protomártir aquel á quien reverdeció la higuera.

Caimos mi compañero de viaje y yo en San Antonio de Béjar en un hotelito de mediana fortuna, dirigido por una matrona francesa entendida y amable, con su servidumbre de negros, su comida á la francesa y sus huéspedes, en su mayoría mexicanos, con excepcion de Mr. Cupples, eminente médico inglés, severo y taciturno, que tenia por su cuenta un departamento del hotel.

Los huéspedes mexicanos que alegraron nuestra llegada, eran el General Gonzalez Ortega, D. Benito Zenea, oficial del Ejército, los Generales Poucel D. Fernando, Carbajal Antonio y no recuerdo quiénes más.

Como es nuestra pícara costumbre, á los pocos dias se relajaban las prescripciones de la casa, se introducian en la mesa nuestros platos favoritos, se cantaban al piano nuestras canciones, y el sabio médico inglés jugaba juegos de prendas con los emigrados de México, guisando en inglés los chistes mexicanos.

Hondas eran las penas que á varios de nosotros aquejaban, pero valerosa la lucha, en que al fin se sobreponia la juventud, y sobre todo, el orgullo de que ninguna de nuestras frentes se habia doblado al yugo ignominioso del invasor extranjero.

San Antonio constaba entónces de una sola calle amplia y regular, en que se caracterizaba la fisonomía americana. Calle con sus edificios altísimos, sus ventanas de persianas verdes, sus amplias banquetas ó aceras y sus tiendas degrozeries,bar-roomsy almacenes.

Fuera de la calle y á la vista, con irregularidad completa,veíanse estancias aisladas, iniciativas de calles, dilatadas cercas, sembrados, y casas de comercio, ya como en llanos y plazuelas, ya entre arboledas y jardines.

En las dos extensas plazas del centro de la poblacion se distinguian, como mal avenidas con su ayuntamiento, casitas bajas y accesorias como las de nuestros pueblos, y edificios opulentos llenos de letreros, muestras y muebles americanos.

La iglesia cristiana de la antigua mision aparecia como fuera de quicio, como un sordo en un concierto, con su chaparra y sólida arquitectura, sus dos torres con sus campanas y su aspecto como de la parroquia de Mixcoac, sin barda y sin accesorios.

Análoga á la heterogeneidad de las casas era la de los habitantes: estaban como en lucha el sombrero ancho y el fieltro, la blusa y la chaqueta, la calzonera y el pantalon ajustado, la bota grosera y el zapaton desgobernado, el albardon y nuestra silla de montar.

En el mercado, en los campos, en todas partes, se notaba la propia lucha; pero con dolor se palpaba la desventaja de la competencia, la decadencia y el naufragio de nuestra raza.

De las alturas de la ciudad parecia descender, como torrente, la invasion americana, que iba arrollándolo todo, quedando en pié vacilantes algunas propiedades mexicanas de gente de algun viso; pero los infelices, despreciados, perseguidos, sin el auxilio del idioma, sin leyes y sin jueces, se refugiaban en los afueras de la ciudad, donde el barrio mexicano presentaba tristísimo aspecto.

A las orillas del cenagoso arroyo de San Pedro, entre las quiebras de un desigual lomerío, bajo enramadas, toldos delona y de cueros, en tertulia perpétua con perros, caballos y mulas, se albergaba la poblacion mexicana, sucia y desnuda, llena de miseria y desprecio.

Muchos, para sustraerse de la situacion descrita, imitaban el trage y los modales de la peor canalla, bebian con temeridad, usaban navaja, calzaban botas groseras, se ponian en cuclillas (postura muy yankee), á las puertas de las tabernas, y se convertian en espías y enemigos de los mexicanos.

Suelen las grandes corrientes arrastrar troncos y amontonar las basuras que barre, en sus orillas; así quedaba la poblacion, como testimonio palpitante de lo que se espera á nuestra raza.

Llegaba á tal punto el desprecio y la humillacion de los mexicanos, que habiendo invadido en aquellos dias el cólera la ciudad, se cebó en ellos la epidemia; la misma caridad les mostraba desdenes.

El Dr. Cupples se hizo notable y cobró títulos á mi gratitud eterna, porque abandonando sus visitas lucrativas y costeando de su peculio abrigos y medicinas, se dedicó á ser la salvacion y el amparo de los mexicanos, como lo fueron Suvervielle, el gran Víctor Considerant, de quien tengo la honra de ser amigo, y mexicanos como Douai, Elliot, Leal y los Sres. Miguel y Juan Manuel Gonzalez, modelos de generosidad y nobleza.

Cuando la epidemia se mitigó; cuando parecia haberse aplacado la horrorosa plaga, se anunciaba en los periódicos:

"El cólera se va: demos gracias á la Providencia divina. Ya solo mueren algunos negros, ysiguen muriendo los mexicanos."

"El cólera se va: demos gracias á la Providencia divina. Ya solo mueren algunos negros, ysiguen muriendo los mexicanos."

Acababan de pasar la guerra del Sur y la bonanza delalgodon: la primera destruyendo grandes fortunas y dejando en la orfandad muchas familias; le segunda derramando por todas partes cuantiosas riquezas é improvisando caudales en toda nuestra frontera y hasta Monterey y el Saltillo.

Al revés de California, en Texas, los hijos de mexicanos en general, borraban y como que escondian los recuerdos de sus padres, y éstos hacian más hondo é implacable su odio á los yankees.

La razon de esta diferencia es muy obvia. Los mexicanos enriquecidos de California se elevaron á una decente posicion social, en medio de personas de todas las naciones: en Texas se abatieron bajo el yugo yankee, porque hasta hoy es cuando se está desarrollando el elemento aleman.

Era objeto de nuestro especial cariño, en el hotel que he descrito, una niña, nietecita de M. Jecks, que entónces tendria de seis á siete años.

Blanca, de azules ojos, rubia y tan espigada, ligera y gallarda, que la comparacion con su conjunto seria grosera, si no apelara al recuerdo del celaje leve, dorado por los primeros rayos del sol, ó de la espuma flotante cuando se desliza, dejando apénas huella sobre las olas.

¡Qué alegre la contemplábamos! ¡cómo el doctor y yo, suspendiéndola de los bracitos, le fingiamos vuelo y reiamos de su reir estrepitoso y sincero!

Algun tiempo vivimos en el hotel; despues nos establecimos en una casa sola con su cercado de verjas de hierro, sus amplios departamentos y su jardin espacioso.

En esa casa pasamos cerca de ocho meses Patoni y yo con nuestras familias, el pundonoroso y patriota generalPoucel y Benito Zenea, veracruzano entusiasta y á quien todos queriamos mucho.

Estos eran en confuso los recuerdos que evocaba yo enMinger-Hotel, miéntras los criados acarreaban nuestros baúles y maletas y nos estableciamos en nuestros respectivos cuartos en toda forma.

Apénas cumplí con las reglas de mi poco fervoroso culto á la diosa del tocador, cuando salí á la calle en pos de mis recuerdos y de mis amigos y conocidos.

¡Cuán otro estaba San Antonio y qué sorprendente habia sido su desarrollo en ménos de doce años!

A los lados de la calle principal de uno y otro viento hay risueñas estancias, frondosas arboledas y calles como en Orleans y otras ciudades americanas.

Las toscas cercas y corrales se habian trasformado en barandales y jardines, atravesaban vistosos carruajes la ciudad y me parecia más que duplicada la poblacion.

Dirigíme á la casa de M. Suvervielle: su misma escogida librería, su botella de rapé en el escritorio, su ancha poltrona, sus golosinas en la pieza interior.

—Ah de casa!

—Allá van.

Fresco, regordete, alegre, con sus pantuflas y su sombrero de jipijapa.

—Oh, mi D. Guillermo!

Otros cincuenta abrazos.

—Siéntese vd., mande vd.: aquí, como siempre, es de vd. toda la casa.

—No me detengo, voy en pos de Poinsart y de Cupples.

A cincuenta pasos, tomando por la calle real, medio hundida, descubrí la casita de madera de Poinsart, mecánico excelente.

Es M. Poinsart chiquitin, colorado, alegre, de nariz roma y movimientos listos, recalca la r para hablar, sus pequeñitos ojos son el asiento de la malicia y el buen humor.

Entre exquisitas pinturas, relojes, formones, máquinas para destilar agua, telescopios y serruchos, tiene M. Poinsart sus poetas favoritos, ostenta su intimidad con Beranger, tutea á Voltaire y se da sus ratos de solaz con Alfonso Karr, con Dumas y con Alfredo de Musset.

Al descubrirme, me saltó al cuello este viejo querido, me tomó del brazo y no lanzamos nuestra primera palabra sino frente á dos vasos de cerveza, riendo sin saber de qué, pasando alegre revista de nuestros amigos y extraviando la charla por los más escondidos vericuetos de la íntima confianza....

—¡Eh! amigo Elliot, aquí, aquí, venga vd., aquí está D. Guillermo.

Y Elliot, que es un gordiflon muy campechano, se entró en mangas de camisa, como andaba en la calle, en elbar-room, y quedamos aplazados para cuando volviese de la casa de mi Dr. Cupples.

La botica en que refrescaba en los dias de grandes calores habia desaparecido; la opulenta casa de los Sres. Gonzalez estaba trasformada en oficinas militares y despacho del General Ord, la reducida piececita del Correo era una casa de comercio y el Correo tenia su edificio separado, elegante, y con todas las dependencias que exigia el acrecimiento de la poblacion.

Llegué por fin solitario, apoyado en mi baston, silenciosoy meditabundo, al que fué nuestro hotel y hoy es habitacion del Dr. Cupples.

La casita desaparece casi en raudales y cortinas de follaje que cuelgan y se balancean sobre el jardin más lleno de vistosas flores y más esmeradamente cultivado que se puede imaginar.

Lo que ántes era patio posterior, era jardin tambien, pero lleno de corpulentos árboles con sus calzadas de menuda arena, suskioskosy sus enredaderas en los pilares del corredor inferior.

La aparicion en tropel de mis recuerdos; la ausencia eterna de mi adorada compañera de infortunios; la separacion de mis hijos; el fin trágico de Patoni; la situacion de Ortega, todo me preocupó y llenaba mi alma de tal modo, que no percibí que Katty, que es ya una lindísima señorita, desde el corredor superior de la habitacion apartaba las yerbas y veia y seguia los movimientos del viejo, que con los ojos clavados en el suelo permanecia mucho tiempo entregado á profunda contemplacion.

Sin duda para saber quién era el visitante inmóvil, hizo algun ruido; levanté mis ojos, oí mi nombre, y la linda muchacha vino gritando regocijada los nombres de María y de mis hijos: como si hubiera sido mi hija, queria darme el brazo, quitarme el sombrero, llevar mi baston, que me rodearan las criadas y criados, y que Lora, su mamá, que fué de nuestra familia, hiciese festin y mandase llamar al doctor.

¡Qué lindo se platica cuando las palabras solo son pretextos de lo que se dice y siente el corazon! ¡qué de palabras cortadas! ¡qué de risas intempestivas! ¡qué quererlo sabertodo y que todos escuchen lo que á nosotros nos halaga y saboreamos como empapado en almíbar!

Venia en la calle el doctor, y Katty ya me anunciaba como una feliz nueva, viniendo á mis brazos el noble y generoso amigo, á enorgullecerse de tener lugar distinguido en mi corazon.

El Dr. Cupples es inglés de sangre pura y aristocrática: su cútis es suavísima como la de la más cuidada señorita; sus cabellos, en hilos de oro y plata, embellecen su frente luminosa, y en su mirada se abre paso la sabiduría, entre los reflejos de la bondad.

La voz de mi doctor es apagada y quejosa, pero llena de dulzura; todo lo grande del sentimiento; todo lo más elevado de la ciencia, tienen su culto en aquel noble corazon y en aquella clara inteligencia.

—¡Oh, D. Guillermo! ¡mi D. Guillermo!

—No quiere tomar nada, dijo Katty.

—Vea vd., D. Guillermo, su cuarto, su mesa y las plumas con que escribia.

—Lora, ve á traer esa buena cerveza que es la del Sr. D. Guillermo: ¿dónde está su equipaje? ¿ya avisaron lo que come D. Guillermo?

Y todo eran finezas y todo cariño. Anuncié la visita del Sr. Gomez del Palacio; se recibió con júbilo la noticia y quedamos aplazados para comer en familia, frente al jardin, pasándose invitacion especial á Gomez del Palacio y á Mr. Suvervielle, que es conocedor de nuestras costumbres, de nuestras leyes y de los negocios de la frontera, como muy pocos mexicanos.

A mi regreso al hotel, iba entrando, ya en el Correo parahacer conocimiento con el nuevo edificio, ya á una fondita en la que me llamaron la atencion las banderas mexicanas, y tiene el nombre de "San Luis Potosí," ya á la casa de Elliot, ya á una tienda en que abracé á Pascual Hernandez y departimos contentos, recibiéndole ofrecimientos generosos.

En el hotel me entregaron una tarjeta del Sr. General Ord, que habia estado dos veces á buscarme.

Con motivo del paso de las fuerzas americanas á nuestras fronteras, habia yo escrito enEl Sunde Nueva-York, tres ó cuatro artículos vehementes en contra del atentado, y habia rechazado aseveraciones deshonrosas del Senador Sleicher, al parecer enemigo irreconciliable de México.

Yo no tenia deseo de ver al General Ord; pero aquella demostracion de finura, me hizo concertar con Gomez del Palacio nuestra visita para el siguiente dia.

Otra de las tarjetas era del Sr. Leal, mexicano y padre de una familia adorable, en que forman atmósfera deliciosa la bondad y la alegría.

Por el momento, la gran cuestion era comer con el doctor y su familia; expuse á Francisco mi compromiso, suplicándole á nombre de mis amigos que nos acompañase.

Limpieza suma, manjares excelentes, amigos alegres, señoras como ángeles.

A las pocas palabras, el doctor y Francisco eran como viejos amigos. Suvervielle dió suelta á su verba francesa, Katty hacia sus monerías y se volvia niña de seis años, como cuando le enseñaba yo las primeras palabras que supo en español.

En la tarde y la noche de ese dia me ocupé en buscar áun amigo á quien me recomendó Cárlos Mejía, quien lo es mio muy querido y una de las personas que mejor conocen los Estados-Unidos, y á quien no da la valía que merece su excesiva modestia.

A ese caballero y á mi hermano Francisco Urquidi, debo las siguientes noticias de Texas, extractadas del discurso del Gobernador Kubber para la exposicion de Filadelfia, en Setiembre de 1876. Atencion al extracto:

"Historia.—Al anexarse Texas á la Union se reservó la propiedad de todos sus terrenos públicos, que ascendian entónces á cerca de 200.000,000 de acres, y el derecho de dividir su territorio cuando fuese su voluntad hacerlo entre los demás Estados, lo cual no tendrá efecto, dice el discurso, hasta que se olvide San Jacinto y el martilogio del álamo, porque la anexacion nada costó á este Gobierno, y Texas pagó su propia deuda, que importaba algunos millones.

"Area del territorio y topografia.—Texas es el más grande de los Estados americanos, mayor en extension que Nueva-York, Pensylvania, Ohio, Virginia, Maryland, Delaware y los seis Estados de Nueva-Inglaterra juntos—más de 175.000,000 de acres de tierra—274,360 millas cuadradas de territorio.

"Topográficamente se divide Texas en tres partes:—1ª. La orilla del mar del Sabina al Rio Grande.—2ª. Las tierras altas ó medianía de Texas, que constituyen la mayor superficie del Estado, y que se eleva de 500 á 800 piés sobre el nivel del mar, conteniendo gran variedad de terrenos accidentados, con colinas y valles, alternando bosques y llanuras, regados por mansas corrientes.—3ª. Los grandesllanos, inclusive el llano estacado y las tierras planas que se extienden largamente por el Oeste y el Noroeste, cuyos llanos están interrumpidos aquí y allí por elevadas cadenas de montañas, en las cabeceras de los rios Colorado, Pecos y Brazos: la primera y segunda de estas clasificaciones topográficas, no tienen igual en riqueza, fertilidad de tierra y salubridad de clima. La tercera y última division es aún la morada del salvaje, y más hácia el Oeste el criadero del búfalo.

"Salubridad.—Como prueba de ello se asegura que más de 20,000 personas viven actualmente á campo raso en las praderías de Texas, etc., etc. La mortalidad es de ménos de diez y seis al millar anualmente.

"Produccion.—Texas ha cosechado este año más de 680,000 balas dealgodon. Una quinta parte del territorio puede producir una cosecha anual mayor que la de todas las tierras del globo. En las épocas más recientes ha aumentado mucho la produccion deltrigo, y en el año pasado se aproximó á 10.000,000 debuchels. Elalgodon, eltrigo, elmaíz, elcenteno, laavena, elarroz, lacebaday laazúcar, se producen una al lado de otro en los mismos fértiles campos.

"Temperatura y lluvia.—Segun las observaciones de varios años hechas en San Antonio, Italia no podria presentar una tabla tan extraordinaria de temperatura media, humedad relativa del aire y lluvias, como la que proporcionan dichas observaciones, y que hacen que aquella ciudad pueda llamarse la más sana del mundo.

"Adelantos interiores.—La primera milla de ferrocarril se construyó en 1853; despues se han construido cerca de 3,000 millas, se ha adelantado en todo género de industria, el remover obstáculos de sus rios navegables y la irrigacion de sus llanuras occidentales, siendo la consecuencia haber adquirido millones de riquezas, una poblacion industriosa y haber extendido sus fronteras hácia el Oeste, 200 millas en veinte años.

"Educacion. Escuelas libres.—Las escuelas están dotadas con el producto de las tierras que les están destinadas, á razon de 221,400 acres por una Universidad del Estado, y 17,212 acres por cada condado, en los cuales hay 168 organizados, á que corresponden 20.000,000 de acres que se arriendan, por término medio, á $3-1/2, ó sea 61,992 pesos para cada condado. En la actualidad las tierras de la Universidad producen 749,000 pesos.

"Riqueza y poblacion.—Existen sin enajenar 75.000,000 de acres de tierras públicas: la propiedad importaba, en 1850, 51.000,000 de pesos; en 1860, 194.000,000; en 1870, 274.000,000; en 1875, 275.000,000; en 1876, 300.000,000. Se cosecha algodon anualmente más que en ningun otro Estado, llegando á la cantidad de 680,000 balas. Su exportacion anual de ganado se estima en 6.000,000 de pesos; de lana, en 15,000; cueros, 1.800,000 pesos; carne de res, 1.300,000 pesos; frutos y otros artículos, 3.000,000. La poblacion, en 1850, era 212,000; en 1860, 600,000; en 1870, 818,000; en 1876, 2.000,000 aproximadamente. Segun los últimos datos oficiales, el aumento anual de poblacion, solamente por la inmigracion, es de 250,000 personas.

"Adelanto moral.—Un gran respeto por la religion y la ley.—70,000 bautistas, 70,000 metodistas, 140,000 católicos, etc.—2,000 predicadores del Evangelio y 50,000 asistentes á las escuelas dominicales, que están aprendiendo á recordar á su Creador en los dias de su juventud.

"Emigracion y tolerancia.—Se invita á los emigrantes ofreciéndoles la más cordial hospitalidad y la mayor tolerancia respecto de opiniones políticas y religiosas, para que de todas partes de la tierra vengan á vivir y morir por Texas y la Union, en gloria de la paz y en defensa de su bandera."

Antes, en todo el Estado, como hemos dicho, habia veinte mil almas.

Era el 2 de Agosto, dia para mi corazon de muy tiernos recuerdos; era el cumpleaños de mi María, consagrado en otro tiempo á los goces íntimos de mi modesto hogar, y hoy á la exhumacion dolorosa de recuerdos adorados.

Apénas anocheció, me dirigí entre las sombras al lugar en que habité con los mios.

Las calles estaban solitarias y un tanto oscuras. Los árboles eran como fantasmas, destacándose más negros en el horizonte oscuro, y produciendo el rumor de sus hojas algo como el murmurio de la voz humana.

Llegué á la casa, no como ántes aislada, sino perdida entre otras habitaciones con sus pórticos alegres, sus jardines, sus enverjados de palo y sus cercados de chopos y de lilas.

En algunas de esas habitaciones habia luz; se veia á la mamá tejiendo, á los muchachos corriendo y haciendo bulla, al viejo repantigado en su silla, con los piés en alto y los brazos levantados, sosteniendo su periódico.

A pesar de la oscuridad, reconocia los escaloncitos de la escalera en que Patoni se sentaba, recordaba su melena de cabello rubio, su nariz roma, su dentadura blanca, su carcajear sincero y estrepitoso, sus ímpetus de leon, su alma de niño.

Veia clarísimo á Poucel con su nariz puntiaguda, sus ojos verdes, perfectamente ajustado el raido vestido, lleno de pundonor, sufriendo sus penurias sin exhalar una queja ni permitir consuelo; lo veia frente á su libro de matemáticas ó jugando ajedrez con Zenea, moreno, soberbio, de ensortijado cabello, franco y susceptible, arrebatado y fiero contra la mala suerte.

Me parecia oir en el jardin los gritos de mis hijos, tartamudeando su inglés con sus amiguitos, que venian en parvadas á inquietarlos para las travesuras.

Y así, absorbido, á la luz de las estrellas, al rumor de los árboles, á la vista de la masa negra de los edificios de laciudad, que destacaba sus torres, sus cúpulas y chimeneas, dejando ver en las alturas una que otra luz resplandeciente de los veladores, ó de algun mirador dominante.

Allí, como una aparicion dulce, dulcísima y serena, con la majestad de su virtud y con el prestigio que le da la inmensa ternura de mi corazon.... fué mi entrevista con el alma de mi María....

De esa entrevista quedaron como pálidos recuerdos, los siguientes versos:

Amor, de mi alma, mi vida,Culto de mi corazon,Santa memoria escondidaEn mi honda veneracion,De luz eterna circuida.——Vengo á implorar reverenteUn destello de luz pura,Una gota de ternuraQue refresque el labio ardienteEmpapado en amargura.——No te requiebra mi cantoQue vil cruzó por la orgíaRasgando tu régio manto;Te habla la voz de mi llanto,Escúchala, mi María.——Si obstinado enmudecíSin confiar mi voz al viento,Desde que tu luz perdíEs que como ora mi acentoLo hallaba indiano de tí.——De tí, esencia de mi sér,Alma de mi corazonBajo forma de mujer;Mi cielo, mi inspiracion,Mi santidad de placer.——Y no causa mi inquietud,Que mi mano entumecidaResbale en el ataúd;Es que le falta á mi vidaLa aureola de tu virtud.——Es que en mi profundo dueloMurió olvidado el hogar,Do eras ángel de consuelo,Y tu semblante mi cielo,Y tus rodillas mi altar.——Es que en mi pecho no sientoTu dulce faz, amor mio,Y que en mi hondo desvarío,Te llamo, y en el vacíoMuere sin eco mi acento.——Hoy en mi cruda afliccionCuando la borrasca impíaDestroza mi corazon,Te me apareces, María,Como celeste vision.——Surges divina en mi menteCual rayo de blanca auroraEn el tenebroso Oriente,Y tienes, reina y señora,Mi adoracion reverente.——¿A dónde está la ternezaQue era mi alivio y mi encantoEn mis horas de tristeza?¿Dó de tu alma la grandeza,Mi escudo contra el quebranto?——¿Dónde en la tranquila calmaMis canciones amorosasCayendo al cristal de tu alma,Como al pié de esbelta palmaRiegan pétalos las rosas?——En la ventura luciaTu amor tierno, y la exaltabaEn la adversidad sombría;Tu alma de luz me llenabaY augusta resplandecia.——Cuán dulce era despertarTras sosegado dormir,Y tu mirada encontrar,Y verte, mi bien, sonreirTu blanca mano al besar.——Oh! cuán dulce en el desvelo,Presa del intenso mal,Junto al lecho con anheloVerte arcángel de consueloCon ternura celestial.——Sér de mi sér, dulce abrigoDe mis horas de amargura,Venga tu recuerdo amigo,Ya que estoy muerto contigoEn tu misma sepultura.——Mi niña, mi amor, María,Ven de tu adorado en pos;Tu luz de cielo á mí envía....Yo por tí conocí á Dios,Porque en tí resplandecia.G. Prieto.Las once de la noche.

Amor, de mi alma, mi vida,Culto de mi corazon,Santa memoria escondidaEn mi honda veneracion,De luz eterna circuida.——Vengo á implorar reverenteUn destello de luz pura,Una gota de ternuraQue refresque el labio ardienteEmpapado en amargura.——No te requiebra mi cantoQue vil cruzó por la orgíaRasgando tu régio manto;Te habla la voz de mi llanto,Escúchala, mi María.——Si obstinado enmudecíSin confiar mi voz al viento,Desde que tu luz perdíEs que como ora mi acentoLo hallaba indiano de tí.——De tí, esencia de mi sér,Alma de mi corazonBajo forma de mujer;Mi cielo, mi inspiracion,Mi santidad de placer.——Y no causa mi inquietud,Que mi mano entumecidaResbale en el ataúd;Es que le falta á mi vidaLa aureola de tu virtud.——Es que en mi profundo dueloMurió olvidado el hogar,Do eras ángel de consuelo,Y tu semblante mi cielo,Y tus rodillas mi altar.——Es que en mi pecho no sientoTu dulce faz, amor mio,Y que en mi hondo desvarío,Te llamo, y en el vacíoMuere sin eco mi acento.——Hoy en mi cruda afliccionCuando la borrasca impíaDestroza mi corazon,Te me apareces, María,Como celeste vision.——Surges divina en mi menteCual rayo de blanca auroraEn el tenebroso Oriente,Y tienes, reina y señora,Mi adoracion reverente.——¿A dónde está la ternezaQue era mi alivio y mi encantoEn mis horas de tristeza?¿Dó de tu alma la grandeza,Mi escudo contra el quebranto?——¿Dónde en la tranquila calmaMis canciones amorosasCayendo al cristal de tu alma,Como al pié de esbelta palmaRiegan pétalos las rosas?——En la ventura luciaTu amor tierno, y la exaltabaEn la adversidad sombría;Tu alma de luz me llenabaY augusta resplandecia.——Cuán dulce era despertarTras sosegado dormir,Y tu mirada encontrar,Y verte, mi bien, sonreirTu blanca mano al besar.——Oh! cuán dulce en el desvelo,Presa del intenso mal,Junto al lecho con anheloVerte arcángel de consueloCon ternura celestial.——Sér de mi sér, dulce abrigoDe mis horas de amargura,Venga tu recuerdo amigo,Ya que estoy muerto contigoEn tu misma sepultura.——Mi niña, mi amor, María,Ven de tu adorado en pos;Tu luz de cielo á mí envía....Yo por tí conocí á Dios,Porque en tí resplandecia.G. Prieto.Las once de la noche.

Amor, de mi alma, mi vida,Culto de mi corazon,Santa memoria escondidaEn mi honda veneracion,De luz eterna circuida.——Vengo á implorar reverenteUn destello de luz pura,Una gota de ternuraQue refresque el labio ardienteEmpapado en amargura.——No te requiebra mi cantoQue vil cruzó por la orgíaRasgando tu régio manto;Te habla la voz de mi llanto,Escúchala, mi María.——Si obstinado enmudecíSin confiar mi voz al viento,Desde que tu luz perdíEs que como ora mi acentoLo hallaba indiano de tí.——De tí, esencia de mi sér,Alma de mi corazonBajo forma de mujer;Mi cielo, mi inspiracion,Mi santidad de placer.——Y no causa mi inquietud,Que mi mano entumecidaResbale en el ataúd;Es que le falta á mi vidaLa aureola de tu virtud.——Es que en mi profundo dueloMurió olvidado el hogar,Do eras ángel de consuelo,Y tu semblante mi cielo,Y tus rodillas mi altar.——Es que en mi pecho no sientoTu dulce faz, amor mio,Y que en mi hondo desvarío,Te llamo, y en el vacíoMuere sin eco mi acento.——Hoy en mi cruda afliccionCuando la borrasca impíaDestroza mi corazon,Te me apareces, María,Como celeste vision.——Surges divina en mi menteCual rayo de blanca auroraEn el tenebroso Oriente,Y tienes, reina y señora,Mi adoracion reverente.——¿A dónde está la ternezaQue era mi alivio y mi encantoEn mis horas de tristeza?¿Dó de tu alma la grandeza,Mi escudo contra el quebranto?——¿Dónde en la tranquila calmaMis canciones amorosasCayendo al cristal de tu alma,Como al pié de esbelta palmaRiegan pétalos las rosas?——En la ventura luciaTu amor tierno, y la exaltabaEn la adversidad sombría;Tu alma de luz me llenabaY augusta resplandecia.——Cuán dulce era despertarTras sosegado dormir,Y tu mirada encontrar,Y verte, mi bien, sonreirTu blanca mano al besar.——Oh! cuán dulce en el desvelo,Presa del intenso mal,Junto al lecho con anheloVerte arcángel de consueloCon ternura celestial.——Sér de mi sér, dulce abrigoDe mis horas de amargura,Venga tu recuerdo amigo,Ya que estoy muerto contigoEn tu misma sepultura.——Mi niña, mi amor, María,Ven de tu adorado en pos;Tu luz de cielo á mí envía....Yo por tí conocí á Dios,Porque en tí resplandecia.G. Prieto.Las once de la noche.

Amor, de mi alma, mi vida,

Culto de mi corazon,

Santa memoria escondida

En mi honda veneracion,

De luz eterna circuida.

——

Vengo á implorar reverente

Un destello de luz pura,

Una gota de ternura

Que refresque el labio ardiente

Empapado en amargura.

——

No te requiebra mi canto

Que vil cruzó por la orgía

Rasgando tu régio manto;

Te habla la voz de mi llanto,

Escúchala, mi María.

——

Si obstinado enmudecí

Sin confiar mi voz al viento,

Desde que tu luz perdí

Es que como ora mi acento

Lo hallaba indiano de tí.

——

De tí, esencia de mi sér,

Alma de mi corazon

Bajo forma de mujer;

Mi cielo, mi inspiracion,

Mi santidad de placer.

——

Y no causa mi inquietud,

Que mi mano entumecida

Resbale en el ataúd;

Es que le falta á mi vida

La aureola de tu virtud.

——

Es que en mi profundo duelo

Murió olvidado el hogar,

Do eras ángel de consuelo,

Y tu semblante mi cielo,

Y tus rodillas mi altar.

——

Es que en mi pecho no siento

Tu dulce faz, amor mio,

Y que en mi hondo desvarío,

Te llamo, y en el vacío

Muere sin eco mi acento.

——

Hoy en mi cruda afliccion

Cuando la borrasca impía

Destroza mi corazon,

Te me apareces, María,

Como celeste vision.

——

Surges divina en mi mente

Cual rayo de blanca aurora

En el tenebroso Oriente,

Y tienes, reina y señora,

Mi adoracion reverente.

——

¿A dónde está la terneza

Que era mi alivio y mi encanto

En mis horas de tristeza?

¿Dó de tu alma la grandeza,

Mi escudo contra el quebranto?

——

¿Dónde en la tranquila calma

Mis canciones amorosas

Cayendo al cristal de tu alma,

Como al pié de esbelta palma

Riegan pétalos las rosas?

——

En la ventura lucia

Tu amor tierno, y la exaltaba

En la adversidad sombría;

Tu alma de luz me llenaba

Y augusta resplandecia.

——

Cuán dulce era despertar

Tras sosegado dormir,

Y tu mirada encontrar,

Y verte, mi bien, sonreir

Tu blanca mano al besar.

——

Oh! cuán dulce en el desvelo,

Presa del intenso mal,

Junto al lecho con anhelo

Verte arcángel de consuelo

Con ternura celestial.

——

Sér de mi sér, dulce abrigo

De mis horas de amargura,

Venga tu recuerdo amigo,

Ya que estoy muerto contigo

En tu misma sepultura.

——

Mi niña, mi amor, María,

Ven de tu adorado en pos;

Tu luz de cielo á mí envía....

Yo por tí conocí á Dios,

Porque en tí resplandecia.

G. Prieto.

Las once de la noche.


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