El cultísimo cronista de Valencia y distinguido jefe de la Biblioteca Universitaria, don José María Torres Belda, fué el primero en darnos á conocer, tras pacientes investigaciones, algunas noticias referentes á la estancia de Cervantes en la ciudad del Turia.
Consignadas quedaron estas ligeras noticias en el tomo primero de laRevista de Valencia, correspondiente á los años 1880-1881, donde puede leerlas el curioso; pero la prueba plena, documental, del paso de Cervantes por Valencia, la dió el eminentísimo bibliógrafo don Cristóbal Pérez Pastor en el volumen primero de susDocumentos cervantinos hasta ahora inéditos, Madrid, 1897.
Según resulta de la lectura de estos documentos, Cervantes, que había sido rescatado en Argel por el Procurador general de la Orden de la Trinidad, redentora de cautivos, Padre Fray Juan Gil, el día 19 de Septiembre de 1580, permaneció durante algunas semanas en el lugar de su cautiverio, evacuando cierta información que le era muy necesaria por haber perdido todos sus papeles y necesitar se leacreditasen los servicios prestados durante los cinco años que estuvo cautivo.
Provisto de un traslado de la mencionada información (cuyo original se conserva en el Archivo de Indias en Sevilla), suscrita por Pedro de Rivera, notario apostólico entre los cristianos de Argel, fecha el 10 de Octubre de 1580, y de un apéndice á la misma, fecha 22 del mismo mes, embarcó en Argel—según testimonio de Francisco Aguilar (documento número 18)—el 24 de Octubre, en compañía de Diego de Benavides, Francisco de Aguilar, Rodrigo de Chaves y otros dos rescatados más, llegando á Valencia á fines del indicado mes.
En la información solicitada por el padre de Miguel de Cervantes en Madrid en primero de Diciembre siguiente, comparecen dos testigos declarando que habían visto á Miguel rescatado y libre en Valencia, hacía como mes y medio poco más ó menos, y afirmando otro que "vinieron juntos en una nave cuando se rescataron, hacia la cibdad de Valencia, donde al presente está el dicho Miguel de Cerbantes..."
De la información practicada el 19 de Diciembre acerca del cautiverio de Rodrigo de Chaves, no llega á precisarse el lugar donde embarcaron; pero en la declaración de Cervantes, que figura ya como testigo en esta información, se dice que, rescatados á un mismo tiempo, "vinieron juntos en un baxel hasta Denia, que es en el reino de Valencia".
Bien fuera el puerto de Denia ó el Grao de Valenciael lugar donde desembarcara el príncipe de nuestros ingenios, el hecho ciertísimo es que se dirigió á Valencia para formar parte de la procesión con que se celebraba la redención de los cautivos.
La solemne entrada de los redimidos en Valencia hacíase, según refiere Pérez Pastor, solicitando previamente la licencia del virrey, y obtenida ésta, los religiosos de la Orden Redentora reunían á todos aquéllos y se organizaba la procesión, en la cual, precedidos de trompetas y atabales, iban todos los cautivos con la cabeza descubierta y en el pecho el escapulario de la Orden que los había redimido, por la calle del Mar, hasta la iglesia Mayor, donde oían Misa y sermón.
Cervantes permaneció en Valencia ocupado en el arreglo de sus asuntos—pues era deudor al mercader valenciano Hernando de Torres de 200 ducados, que le había facilitado para ayuda de su rescate, y de 2.000 reales al Padre Fray Juan Gil, con el anterior objeto—todo el mes de Noviembre y los primeros días de Diciembre de 1580, afirmación que se comprueba por la solicitud presentada por su padre en Madrid el primero del último mes y en que se dice que estaba Miguel en Valencia.
Durante este mes y medio debió frecuentar Cervantes el trato con los principales ingenios valencianos, especialmente con el editor, poeta y librero Juan de Timoneda, quien hubo de mostrarle el precioso libro de caballeríasTirant lo Blanch, vertido del portugués en lengua valenciana por MossenJoannot Martorell y Martí de Galba, como más tarde hubo detraducirCervantes el manuscrito del árabe Benengeli con el títuloEl Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
En diferentes ocasiones hubo de recordar Cervantes estas amistades, dando prueba de ello en el "Canto de Calíope", que forma parte deLa Galatea, en donde elogia á nuestros ilustres paisanos Juan Coloma, Luis Garcerán, Alonso Rebolledo, el doctor Falcón, Micer Rey de Artieda, Gaspar Gil Polo y Cristóbal de Virués.
En elViaje del Parnaso, publicado en los últimos años de su vida, vuelve á recordar á nuestros ingenios y les tributa los siguientes elogios, sin dejar de olvidar la hermosa tierra que le recibiera amorosa después de un lustro de cautiverio:
Y en esto descubrióse la grandezaDe la escombrada playa de ValenciaPor arte hermosa y por naturaleza.Hizo luego de sí grata presenciaEl gran don Luis Ferrer, marcado el pechoDe honor, y el alma de divina ciencia.Desembarcóse el dios, y fué derechoÁ darle cuatro mil y más abrazos,De su vista y su ayuda satisfecho.Volvió la vista, y reiteró los lazosEn don Guillem de Castro, que veníaDeseoso de verse en tales brazos.Cristóbal de Virués se le seguíaCon Gaspar de Aguilar, junta famosaDe las que Turia en sus riberas cría.No le pudo llegar más valerosaEscuadra al gran Mercurio, ni él pudieraDesearla mejor, ni más honrosa.Luego se descubrió por la riberaUn tropel de gallardos valencianos,Que á ver venían la sin par galera:Todos con instrumentos en las manosDe estilos y librillos de memoria,Por bizarría y por ingenio ufanos:Codiciosos de hallarse en la victoria,Que ya tenían por segura y cierta,De las heces del mundo y de la escoria.Pero Mercurio les cerró la puerta.Digo, no consintió que se embarcasen,Y el por qué no lo dijo, aunque se acierta.Y fué porque temió que no se alzasen,Siendo tantos y tales, con Parnaso,Y nuevo imperio y mando en él fundasen.En esto vióse con brioso pasoVenir al magno Andrés Rey de Artieda,No por la edad decaecido ó laso.Hicieron todos espaciosa rueda,Y cogiéndole en medio, le embarcaron,Más rico de valor que de moneda.Al momento las áncoras alzaron,Y las velas ligadas á la entenaLos grumetes apriesa desataron.De nuevo por el aire claro suenaEl son de los clarines, y de nuevoVuelve á su oficio cada cual sirena.Miró el bajel por entre nubes Febo,Y dijo en voz que pudo ser oída:—Aquí mi gusto y mi esperanza llevo.
En su póstuma obra,Los trabajos de Persiles y Sigismunda, dedicada á su protector el conde deLemos, cuatro días antes de su muerte y después de recibida la extremaunción, se encuentran otros elogios á nuestra ciudad por todo extremo halagadores y que tenemos verdadero gusto en reproducir: "Cerca de Valencia llegaron, en la cual no quisieron entrar por escusar las ocasiones de detenerse; pero no faltó quien les dijo la grandeza de su sitio, la excelencia de sus moradores, la amenidad de sus contornos, y finalmente, todo aquello que la hace hermosa y rica sobre todas las ciudades, no sólo de España, sino de toda Europa; y principalmente les alabaron la hermosura de las mujeres, y su extremada limpieza y graciosa lengua, con quien sola la portuguesa puede competir en ser dulce y agradable."