89. Como quiera que sea, oigamos lo que sobre el mismo libro dicen Sancho y Don Quijote[126]: "Yo apostaré—dijo Sancho—que antes de mucho tiempo no ha de haber bodegón, venta ni mesón, ó tienda de barbero, donde no ande pintada la historia de nuestras hazañas; pero quería yo que la pintasen manos de otro mejor pintor que el que ha pintado á éstas." "Tienes razón, Sancho—dijo Don Quijote—, porque este pintor es como Orbaneja, un pintor que estaba en Úbeda, que cuando le preguntaban qué pintaba, respondía: "Lo que saliere." Y si por ventura pintaba un gallo, escribía debajo: Éste es gallo", por que no pensasen que era zorra. De esta manera me parece á mí, Sancho, que debe ser el pintor ó escritor, que todo es uno, que sacó á luz la historia de este nuevo Don Quijote que ha salido, que pintó ó escribió lo que saliere, ó habrá sido como un poeta que andaba los años pasados en la Corte, llamado Monleón, el cual respondía de repente á cuanto le preguntaban. Y preguntándole uno qué quería decirDeum de Deo, respondió: "Dé donde diere."
90. El mismo Don Quijote, hablando en otra ocasión con don Álvaro Tarfe (que en la historia del aragonés hace mucho papel), tuvo este coloquio[127]: "Dígame vuesa merced, señor don Álvaro: ¿parezco yo en algo á ese tal Don Quijote que vuesa merced dice?" "No, por cierto—respondió el huésped—; en ninguna manera." "¿Y ese Don Quijote—dijo el maestro—traía consigo á un escudero llamado Sancho Panza?" "Sí traía—respondiódon Álvaro—, y aunque tenía fama de muy gracioso, nunca le oí decir gracia que la tuviese." "Eso creo yo muy bien—dijo á esta sazón Sancho—, porque el decir gracias no es para todos, y ese Sancho que vuesa merced dice, señor gentilhombre, debe de ser algún grandísimo bellaco, frión y ladrón juntamente, que el verdadero Sancho Panza soy yo, que tengo más gracias que llovidas, y si no, haga vuesa merced la experiencia y ándese tras de mí, por lo menos, un año, y verá que se me caen á cada paso, y tales y tantas que, sin saber yo las más veces lo que me digo, hago reir á cuantos me escuchan; y el verdadero Don Quijote de la Mancha, el famoso, el valiente y el discreto, el enamorado, el desfacedor de agravios, el tutor de pupilos y huérfanos, el amparo de las viudas, el mantenedor de las doncellas, el que tiene por única señora á la sin par Dulcinea del Toboso, es este señor que está presente, que es mi amo. Todo cualquier otro Don Quijote y cualquier otro Sancho Panza es burlería y cosa de sueño." "Por Dios, que lo creo—respondió don Álvaro—; porque más gracias habéis dicho vos, amigo, en cuatro razones que habéis hablado, que el otro Sancho Panza en cuantas yo le oí hablar, que fueron muchas; más tenía de comilón que de bienhablado, y más de tonto que de gracioso. Y tengo por sin duda que los encantadores que persiguen á Don Quijote el bueno han querido perseguirme á mí con Don Quijote el malo; pero no sé qué me diga, que osaré yo jurar, que le dejo metido en la casa del Nuncio, en Toledo, para que le curen[128], y ahora remanece aquí otro Don Quijote,aunque bien diferente del mío." "Yo—dijo Don Quijote—no sé si soy bueno; pero sé decir que no soy el malo, para prueba de lo cual quiero que sepa vuesa merced, mi señor don Álvaro Tarfe, que en todos los días de mi vida he estado en Zaragoza; antes, por haberme dicho que Don Quijote fantástico se había hallado en las justas de esa ciudad, no quise yo entrar en ella, por sacar á las barbas del mundo su mentira. Y así me pasé de claro á Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza única. Y aunque los sucesos que en ella me han sucedido no son de mucho gusto, sino de mucha pesadumbre, los llevo sin ella, sólo por haberla visto. Finalmente, señor don Álvaro Tarfe, yo soy Don Quijote de la Mancha, el mismo que dice la fama, y no ese desventurado, que ha querido usurpar mi nombre y honrarse con mis pensamientos. Á vuesa merced suplico, por lo que debe á ser caballero, sea servido de hacer una declaración ante el alcalde de este lugar de que vuesa merced no me ha visto en todos los días de su vida hasta ahora y de que yo no soy el Don Quijote impreso en la segunda parte[129], ni este Sancho Panza, mi escudero, es aquél que vuesa merced conoció." "Eso haré yo de muy buena gana—respondió don Álvaro—, puesto que causa admiración ver dos Don Quijotes y dos Sanchos á un mismo tiempo, tan conformes en los nombres como diferentes en las acciones. Y vuelvo á decir, y me afirmo, que no he visto lo que he visto ni ha pasado por mí lo que ha pasado..." Entró acaso el alcalde del pueblo en el mesón, conun escribano, ante el cual alcalde pidió Don Quijote por una petición, de que á su derecho convenía, de que don Álvaro Tarfe, aquel caballero que allí estaba presente, y que no era aquél que andaba impreso en una historia intituladaSegunda parte de Don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal de "Avellaneda", natural de Tordesillas. Finalmente, el alcalde proveyó jurídicamente. La declaración se hizo con todas las fuerzas que en tales casos debían hacerse, con lo que quedaron Don Quijote y Sancho muy alegres, como si les importara mucho semejante declaración y no mostrara claro la diferencia de los dos Don Quijotes y la de los dos Sanchos sus obras y sus palabras. Muchas cortesías y ofrecimientos pasaron entre don Álvaro y Don Quijote, en las cuales mostró el gran manchego su discreción, de modo que desengañó á don Álvaro Tarfe del error en que estaba, el cual se dió á entender que debía de estar encantado, pues tocaba con la mano dos tan contrarios Don Quijotes.
91. Últimamente, el mismo Don Quijote de la Mancha, ó, por mejor decir, Alonso Quijano el bueno, restituído ya á su entero juicio, en una de las cláusulas de su testamento ordenó lo siguiente[130]: "Iten suplico á los dichos señores mis albaceas (el señor cura Pero Pérez y el señor bachiller Sansón Carrasco estaban presentes), que si la buena suerte los trajere á conocer al autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título deSegunda parte de las hazañas de Don Quijote de la Mancha, de mi parte le pidan cuan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasión que, sin yo pensarlo, le di de haber escrito tantos y tan grandes disparates como en ella escribe, porque parto deesta vida con escrúpulo de haberle dado motivo para escribirlos."
92. Mucha razón, pues, tuvo Miguel de Cervantes Saavedra para juzgar y decir que la gloria de continuar con felicidad la historia de Don Quijote de la Mancha sólo quedaba reservada á su pluma. Y para que esto no sonase á jactancia, puso este discreto razonamiento en boca de Cide Hamete Benengeli, hablando éste con su propia pluma. Dice, pues, Cervantes[131]: "Y el prudentísimo Cide Hamete dijo á su pluma: "Aquí quedarás, colgada de esta espetera y de este hilo de alambre, ni sé si bien cortada ó mal tajada, péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte. Pero antes que á ti lleguen, les puedes advertir y decirles en el mejor modo que pudieres[132]: "Tate, tate, folloncicos; de ninguno sea tocada; porque esta empresa, buen rey, para mí estaba guardada." Para mí sola nació Don Quijote, y yo para él; él supo obrar y yo escribir; solos los dos somos para en uno, á despecho y pesar del escritor fingido y tordesillesco, que se atrevió ó se ha de atrever á escribir con pluma de avestruz, grosera y mal deliñada, las hazañas de mi valeroso caballero; porque no es carga de sus hombros ni asunto de su resfriado ingenio. Á quien advertirás (si acaso llegas[133]á conocerle) que deje reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de Don Quijote, y no le quiera llevar, contra todoslos fueros de la muerte, á Castilla la Vieja[134], haciéndole salir de la huesa, donde real y verdaderamente yace tendido de largo á largo, imposibilitado de hacer tercera jornada y salida nueva; que para hacer burla de tantas como hicieron tantos andantes caballeros, bastan las dos que él hizo[135], tan á gusto y beneplácito de las gentes, á cuya noticia llegaron, así en éstos como en los extraños reinos; y con esto cumplirás con tu cristiana profesión, aconsejando bien á quien mal te quiere, y yo[136]quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente como deseaba; pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que por las de mi verdadero Don Quijote van ya tropezando y han de caer del todo sin duda alguna.Vale." En efecto, luego que salió el primer tomo de la historia de Don Quijote, este caballero andante empezó á arrinconar á todos los demás, y después que salió el segundo tomo, en el año 1615, fué tan grande y tan universal el aplauso que mereció esta obra, que muy pocas han logrado en el mundo tanta, tan general y tan constante aprobación. Porque hay libros que sólo se estiman porque su estilo es texto para las lenguas muertas; otros, á quienes hicieron célebres las circunstancias del tiempo, y pasadas aquéllas, cesó su aplauso; otros,que siempre se aprecian por la grandeza del asunto. Y los de Cervantes, teniéndole ridículo, siendo ahora menos extendido el dominio español, y estando escritos en lengua viva reducida á ciertos límites, viven y triunfan á pesar del olvido, y son hoy en el mundo tan necesarios como cuando salieron á luz la primera vez, porque después que Francia con la feliz protección de Luis XIV llegó á la cumbre del saber, empezó á decaer, y faltando letrados semejantes á Sirmondo, Bossuet, Huet y á otros varones como ellos, de inmortal memoria, comenzó á prevalecer el espíritu novelero, y ha cundido de manera la afición á las fábulas, que sus diarios literatos[137]están llenos de ellas, y de Francia apenas nos vienen otros libros. El daño que causaron en otro tiempo semejantes fábulas fué tan grande, que se puede llamar universal. Por eso aquel juiciosísimo censor de la república literaria, Juan Luis Vives, quejándose gravísimamente de las corrompidas costumbres de su siglo, decía[138]: "¿Qué manera de vivir es ésta, que no se tenga por canción la que no sea torpe? Conviene, pues, que las leyes y los magistrados den providencia contra esto, y también contra los libros pestilenciales, cuales son en España:Amadís,Esplandián,Florisando,Tirante,Tristán, á cuyos despropósitos no se pone término, cada día salen de nuevo más y más: comoCelestina, alcahuete, madre de maldades, cárcel de amores. En Francia:Lanzarote del Lago,París y Viena,Puntho y Sidonia,Pedro Provenzal y Magalona,Melisendra, dueña inexorable. Aquí en Flandes (escribía Vivesen Brujas, año 1523):Florián y Blanca Flor,Leonela y Canamor,Curias y Floreta,Píramo y Tisbe. Hay algunos libros traducidos de latín en lenguas vulgares, como las desgraciadísimasGracias de Pogio,Eurialo y Lucrecia[139], las cien novelas de Bocaccio. Todos los cuales libros escribieron unos hombres ociosos, mal empleados, imperitos, entregados á los vicios y á la porquería. En los cuales me maravillo que haya cosa que deleite. Pero las cosas malas nos halagan mucho. Medicina, pues, muy eficaz fué la que aplicó el ingeniosísimo Cervantes, pues purgó los ánimos de toda Europa de tan envejecida afición á semejantes libros tan pegajosos. Vuelva, pues, á salir Don Quijote de la Mancha, y desengañe un loco á muchos locos voluntarios; divierta un discreto, como Cervantes, á tantos ociosos y melancólicos, con la entretenida y apacible lectura de sus artificiosos y graciosísimos libros. Sobre los cuales suele haber duda cuál de los dos tomos es el mejor: ¿el que contiene la primera y segunda salida de Don Quijote, ó la tercera?
93. Yo quiero que la decisión de esta cuestión tan crítica no sea mía, sino del mismo Cervantes, el cual, habiendo oído el juicio que algunos anticipadamente habían hecho, introdujo este coloquio entre Don Quijote de la Mancha, el bachiller Sansón Carrasco y Sancho Panza[140]: "¿Por ventura—dijo Don Quijote—promete el autor (esto es, Cide Hamete Benengeli) segunda parte?" "Sí promete—respondió Sansón—, pero dice[141]que no ha hallado, ni sabe quién la tiene; y así estamos enduda si saldrá ó no. Y así por esto, como porque algunos dicen: nunca segundas partes fueron buenas; y otros: de las cosas de Don Quijote bastan las escritas, se duda que no ha de haber segunda parte. Aunque algunos, que son más joviales que Saturninos, dicen: Vengan más quijotadas. Embista Don Quijote y hable Sancho Panza, y sea lo que fuere; que con eso nos contentamos." "¿Y á qué se atiene el autor?", dijo Don Quijote. "¿Á qué?—respondió Sansón—. En hallando que halle la historia que va buscando con extraordinarias diligencias, la dará luego á la estampa, llevado más del interés que de darla se le sigue, que de otra alabanza alguna." Á lo que dijo Sancho: "¿Al dinero y al interés mira el autor? Maravilla será que acierte, porque no hará sino harbar, harbar, como sastre en vísperas de Pascuas: y las obras que se hacen aprisa, nunca se acaban con la perfección que requieren. Atienda ese señor moro, ó lo que es, á mirar lo que hace, que yo y mi señor le daremos tanto ripio á la mano en materia de aventuras y de sucesos diferentes, que pueda componer, no sólo segunda parte, sino ciento. Debe de pensar el buen hombre, sin duda, que nos dormimos aquí en las pajas; pues ténganos el pie al errar, y verá del que cojeamos. Lo que yo sé decir, es, que si mi señor tomase mi consejo, ya habíamos de estar en esas campañas deshaciendo agravios y enderezando tuertos, como es uso y costumbre de los buenos andantes caballeros." En cuyo coloquio quiso Cervantes darnos á entender que tenía ingenio para la invención, no sólo de uno, sino de cien Quijotes. La del segundo tomo no es menos agradable que la del primero, y la enseñanza es mucho mayor. Fuera de esto, en la narración principal no entremetió novela alguna totalmente separada delasunto, lo cual es muy contra el arte de fabular, sino que diestramente ingirió muchos episodios muy bien enlazados con el principal asunto, cosa que pide gran ingenio y singular habilidad. Oigamos otra vez al mismo Cervantes[142]. "Dicen que en el propio original de esta historia se lee, que llegando Cide Hamete á escribir este capítulo, no le tradujo su intérprete como él le había escrito, que fué un modo de queja que tuvo el moro de sí mismo, por haber tomado entre manos una historia tan seca y tan limitada como ésta de Don Quijote, por parecerle que siempre había de hablar dél y de Sancho, sin osar extenderse á otras digresiones y episodios más graves y más entretenidos; y decía que el ir siempre atenido al entendimiento, la mano y la pluma, á escribir de un solo sujeto, y hablar por las bocas de pocas personas, era un trabajo incomportable, cuyo fruto no redundaba en el de su autor; y que por huir de este inconveniente había usado en la primera parte del artificio de algunas novelas, como fueron la delCurioso impertinentey la delCapitán cautivo, que están como separadas de la historia, puesto que las demás que allí se cuentan son casos sucedidos al mismo Don Quijote, que no podían dejar de escribirse. También pensó—como él dice—que muchos, llevados de la atención que piden las hazañas de Don Quijote, no la darían á las novelas, y pasarían por ellas, ó con priesa ó con enfado, sin advertir la gala y artificio que en sí contienen; el cual se mostrara bien al descubierto, cuando por sí solos, sin arrimarse á las locuras de Don Quijote, ni á las sandeces de Sancho, salieran á luz. Y así en esta segunda parte no quiso ingerir novelas sueltas, ni pegadizas, sinoalgunos episodios que lo pareciesen[143], nacidos de los mismos sucesos que la verdad ofrece, y aun éstos limitadamente y con solas las palabras que bastan á declararlos. Y pues se contiene y cierra en los estrechos límites de la narración, teniendo habilidad, suficiencia y entendimiento para tratar del universo todo, pide no se desprecie su trabajo, y se le den alabanzas, no por lo que escribe, sino por lo que ha dejado de escribir." Los que dicen, pues, que Cervantes en su segunda parte no se igualó á sí mismo, sepan que su opinión nace, ó de la tradición de los que enamorados de la primera pensaron que no podía tener segunda, ó de su poca inteligencia, pues echan menos en ésta lo que el mismo Cervantes confesó, que en la otra habían sido defectos del arte ó licencias del artífice, para desahogo de su imaginación y divertimiento de la del lector.
94. En medio de tantas y tan justas alabanzas, así de la admirable invención de Cervantes, como de su prudente disposición y singular elocuencia, como el que escribe es uno, y los que leen muchos, y la atención del autor, ocupada en inventar, tal vez se deja transportar de la viveza de su imaginación, y siendo ésta demasiadamente fecunda, la misma multitud de circunstancias suele hacer que éstas no se conformen entre sí ó no convengan al tiempo ó al lugar en que se fingen, no es mucho que Miguel de Cervantes Saavedra tropezase algunas veces con la inverosimilitud y falsedad, en lo cual tiene Cervantes por compañeros á cuantos han escrito hasta hoy obras en que la invención haya sido dilatada, pues en todas ellas se hallan semejantesdescuidos. Bien lo conoció el mismo Cervantes, pues habiéndole censurado algunas cosas de las que había escrito en su tomo primero, confesó sus descuidos en los "capítulos tercero, cuarto y cuarenta y tres de su tomo segundo", donde borró muchos de sus yerros con la misma ingenuidad de tenerlos por tales; y procuró dorar algunos de ellos con tan graciosas disculpas, que la misma defensa es un nuevo y glorioso género de confesión. Tan generoso, pues, era su genio, que si viviese hoy, y le propusieran nuevas censuras, como fuesen justas, ciertamente se daría por bien advertido.
95. Con la confianza, pues, que me da el ser yo uno de los más apasionados, me atreveré á decir que en algunos casos excedió los límites de la verosimilitud, y tal vez tocó en los de una manifiesta falsedad. Porque en la célebre pendencia que tuvo con el vizcaíno don Sancho de Aspeitia, en suposición de que Don Quijote le arremetió con determinación de quitarle la vida, es inverosímil que el vizcaíno, que tendría ocupada la mano siniestra con las riendas de su mula, no sólo tuviese tiempo para sacar la espada con la derecha, sino también para tomar una almohada del coche, que le sirvió de escudo, pues los que iban en el coche, naturalmente, estarían sentados sobre ella, y cuando así no fuese, siempre tiene su dificultad que pudiese el vizcaíno tomarla tan aprisa, dando lugar á todo esto la furia de un loco.
96. También me parece inverosímil que Camila, que en la novela delCurioso impertinentese finge que hablaba á solas y consigo misma, hablase tanto y de manera que, Anselmo, que estaba escondido, pudiese oir un tan largo soliloquio. Pues si los cómicos de mayor arte introdujeron en sus comediasalgunos soliloquios, fué para que los mirones se instruyesen en los pensamientos ocultos de las personas de la fábula, pero no para que las personas introducidas escuchasen tan prolijas arengas.
97. El razonamiento que hizo Sancho Panza á su amo Don Quijote, referido en el capítulo VIII del tomo II, ciertamente excede la capacidad de un hombre tan sencillo como Panza. No haré cargo á Cervantes de la poca verosimilitud con que escribió lo que sigue[144]: "Este Ginés de Pasamonte, á quien Don Quijote llamaba Ginesillo de Parapilla, fué el que hurtó á Sancho Panza el rucio, que por no haberse puesto el cómo ni el cuándo en la primera parte, por culpa de los impresores, ha dado en que entender á muchos, que atribuían á poca memoria del autor la falta de la imprenta. Pero en resolución, Ginés le hurtó, estando sobre él durmiendo Sancho Panza, usando de la traza y modo que usó Brunelo, cuando estando Sacripante sobre Albraca, le sacó el caballo de entre las piernas, y después le cobró Sancho, como se ha contado." Digo que no haré cargo á Cervantes de que esta invención tiene más de posible que de verosímil, porque se ve que Cervantes tiró en esto á reprender á los autores que suelen disculpar sus errores en los descuidos de los impresores, sin advertir que los de éstos sólo suelen reducirse á trocar letras ó palabras, y á omitir tal vez algunas cláusulas. Y en lo que toca á la salida del modo y tiempo en que Ginesillo de Pasamonte hurtó el rucio, parece, si no conozco mal el genio de Cervantes, que su fin sólo fué reirse de la invención del modo de hurtar el caballo de Sacripante.
98. Pero no sé yo cómo poder disculpar la ficción[145]de que en un lugar de Aragón de más de mil vecinos durase ocho ó diez días[146]la publicidad de tener un gobernador de burlas. Si esto es verosímil, los aragoneses lo digan. Lo que yo sé es que, no habiendo en Aragón caverna alguna que tenga de largo media legua, es contra toda verdad haber fingido que Sancho Panza anduvo por ella todo ese trecho, hasta parar en un lugar donde Don Quijote desde arriba oyó sus lamentos[147].
99. Tampoco sé cómo poder disculpar el que habiendo dicho Cervantes[148]que la fama había guardado en las memorias de la Mancha, que Don Quijote, la tercera vez que salió de su casa, fué á Zaragoza, donde se halló en unas famosas justas que en aquella ciudad hicieron, y allí le pasaron cosas dignas de su valor y buen entendimiento; después, Cervantes, en su continuación dice que Don Quijote no pondría los pies en Zaragoza, por sacar mentiroso al historiador moderno, siendo así que, en hacerle ir á las justas de Zaragoza, hubiera seguido á la fama.
100. Menos disculpa tiene haber llamado Cervantes "Juana Gutiérrez" á la mujer de Sancho Panza[149], ó "Juana Panza", que es lo mismo, porque se usa en la Mancha tomar las mujeres el apellido de sus maridos[150], y reprender al continuador aragonés[151], porque no sin alguna razón[152]la llamó"Mari Gutiérrez", y llamarla después el mismo Cervantes, en todo su segundo tomo, "Teresa Panza", aunque yo creo que esto picó en historia verdadera[153].
101. Fuera de todo esto, cualquiera que se entretenga en formar un diario de las salidas de Don Quijote, hallará la cuenta de Cervantes muy errada y nada conforme á los sucesos referidos.
102. En una cosa debe ser tratado Cervantes con algún rigor, y es en los anacronismos ó retrocedimientos de tiempo, porque habiéndolos reprendido tan justamente en sus contemporáneos cómicos[154], también en él deben ser censurados. Señalaré algunos de estos defectos.
103. Pero para que se entienda mejor lo que voy á decir es menester suponer que ha sido costumbre de muchos que han publicado libros de caballerías, querer autorizarlos, diciendo que se habían hallado en alguna parte escritos con letras muy antiguas difíciles de leer. Así Garci-Ordóñez de Montalvo, regidor de Medina del Campo, después de haber dicho que había corregido "los tres libros deAmadís", que por falta de los malos escritores ó componedores se leían muy corruptos y viciosos, inmediatamente añadió que publicaba aquellos libros, "trasladando y enmendando el libro cuarto con las Sergas de Esplandián su hijo que hasta aquí no es en memoria de ninguno ser visto, que por gran dicha pareció en una tumba de piedra que debajo de la tierra en una ermita cerca de Constantinopla fué hallado y traído por un húngaro mercader á estas partes de España, en la letra y pergamino tan antiguo, que con mucho trabajose pudo leer por aquéllos que la lengua sabían." Imitando en esto Cervantes á Garci-Ordóñez de Montalvo, dijo[155]: "Que la buena suerte le deparó un antiguo médico que tenía en su poder una caja de plomo que, según él dijo, se había hallado en los cimientos derribados de una antigua ermita, que se renovaba, en la cual caja se habían hallado unos pergaminos escritos con letras góticas, pero en versos castellanos, que contenían muchas de sus hazañas (esto es, de Don Quijote) y daban noticia de la hermosura de Dulcinea del Toboso, de la figura de Rocinante, de la fidelidad de Sancho Panza y de la sepultura del mismo Don Quijote, con diferentes epitafios y elogios de su vida y costumbres." Escribía esto Cervantes en el año 1604 y lo imprimió en el siguiente. Dejo al arbitrio del juicioso lector determinar la edad en que, según las referidas circunstancias, se finge que vivió Don Quijote de la Mancha. Referir un antiguo médico el hallazgo de los pergaminos donde estaban los epitafios de Don Quijote; haberse hallado en los cimientos derribados de una antigua ermita y estar escritos en letras góticas, cuyo uso se prohibió en España en tiempo del rey don Alfonso VI[156], todas son circunstancias que arguyen el pasaje de algunos siglos. Y esto mismo supone un discurso de Don Quijote, tan ocultamente erudito como graciosamente disparatado[157]: "¿No han vuestras mercedes leído—respondió Don Quijote—los anales é historias de Inglaterra, donde se tratan las famosas hazañas del rey Arturo, que continuamente, en nuestro romance castellano, llamamos el rey Artús, de quien es tradiciónantigua y común en todo aquel reino de la Gran Bretaña que este rey no murió, sino que por arte de encantamiento se convirtió en cuervo y que andando los tiempos ha de volver á reinar y á cobrar su reino y cetro?" Á cuya causa no se probará que desde aquel tiempo á éste haya ningún inglés muerto cuervo alguno. Pues en tiempo de este buen rey fué instituída aquella famosa Orden de Caballería de los caballeros de la Tabla Redonda, y pasaron, sin faltar un punto, los amores que allí se cuentan de don Lanzarote del Lago con la reina Ginebra, siendo medianera de ellos y sabedora aquella tan honrada dueña Quintañona, de donde nació aquel tan sabido romance, y tan decantado en nuestra España, de
Nunca fuera caballeroDe damas tan bien servidoComo fuera LanzaroteCuando de Bretaña vino.
Con aquel progreso tan dulce y tan suave de sus amorosos y fuertes hechos. Pues desde entonces, de mano en mano, fué aquella Orden de Caballería extendiéndose y dilatándose por muchas y diversas partes del mundo. Y en ella fueron famosos y conocidos por sus hechos el valiente Amadís de Gaula, con todos sus hijos y nietos, hasta la quinta generación, y el valeroso Félix Marte de Hircania, y el nunca, como se debe, alabado Tirante el Blanco[158]. Y casi que "en nuestros días" vimos y comunicamos y oímos al invencible y valeroso caballero don Belianís de Grecia. Esto, pues, señores, es ser caballero andante, y la que he dicho es la Orden de su Caballería." Si Don Quijote, pues, fué tan vecinoal tiempo en que se fingió haber vivido don Belianís de Grecia y la demás caterva de caballeros andantes, habiéndose referido éstos á los siglos inmediatos al origen del cristianismo, como lo observó y censuró el erudito autor delDiálogo de las lenguas, es consiguiente que Don Quijote de la Mancha se finja haber vivido muchos siglos ha. ¿Cómo, pues, Cervantes supone introducido ya en tiempo de Don Quijote el uso de los coches, siendo así que Gonzalo Fernández de Oviedo, en suAdición ó Segunda parte á los Oficios de la casa Real, Título del Caballerizo de las Andas, dice que la princesa Margarita, cuando vino á casar con el príncipe don Juan, trajo el uso de los carros de cuatro ruedas, y que habiéndose vuelto viuda á Flandes, cesaron tales carros y quedaron las literas que antes se usaban? Aun en Francia, de donde nos vino esta moda, como casi todas las demás, no es muy antiguo el uso de los coches, porque Juan de Laval Boisdanfin, de la casa de Memoransi, fué el primero que á lo último del reinado de Francisco I se sirvió de un coche por causa de su corpulencia, que era tal, que no le permitía ir á caballo. Debajo del reinado de Enrique II sólo había en la Corte de Francia dos coches, uno para la reina, su mujer, y otro para Diana, hija natural del rey. En la ciudad de París, habiendo sido nombrado primer presidente Cristóbal de Thou, fué el primero que tuvo coche, pero nunca se sirvió de él para ir á la casa real. Estos ejemplos, que introdujo la grandeza ó necesidad, fueron luego tan perniciosos, que llegó la vanidad al último grado. Por lo que toca á España, escribiendo de esto don Lorenzo Vander Hansen y León, en elLibro primero de la vida de don Juan de Austria, dijo estas bien sentidas palabras: "Venía (Charles Pubert, criado del rey emperador Carlos V)en un coche ó carrocilla de las que en aquellas provincias se usaban. Cosa raras veces vista en estos reinos. Salían las ciudades enteras á verla con admiración. Tan corta noticia se tenía por entonces de este género de deleite. Sólo lo que usaban eran carretas de bueyes, y en ellas andaban las personas más graves tal vez. Don Juan (por que no traigamos ejemplos de fuera de casa) fué muchas á visitar el templo de Nuestra Señora de Regla (Loreto de Andalucía) en una de éstas, en compañía de la duquesa de Medina. Esto se usaba en aquel tiempo. Pero dentro de pocos años (el de setenta y siete) fué necesario prohibir los coches por pragmática. Tan introducido se hallaba ya este vicio infernal, que tanto daño ha causado á Castilla." Para pintar este abuso, Miguel de Cervantes hizo que Teresa Panza, mujer de un pobre labrador, manifestase deseos de servirse de coche, sólo por imaginar que su marido era gobernador de la Ínsula Barataria, así como para reirse de algunos grados de doctor que se daban en su tiempo, y que debían suponer pero no hacían á los hombres doctos, hizo mención de algunos licenciados graduados en las universidades de Sigüenza[159]y Osuna[160]en tiempo de Don Quijote, siendo así que por consejo del cardenal Jiménez de Cisneros erigió la de Sigüenza don Juan López de Medina, consejero de Enrique IV y su enviado en Roma, arcediano de Almazán, dignidad de la catedral de Sigüenza y canónigo de Toledo, y más adelante, en el año 1548, fundó la de Osuna, con aprobación de Carlos V y Paulo III, don Juan Téllez Girón, conde de Ureña. Si Cervantes viviese hoy, sobre este punto de losgrados diría algo más. Pero sea su comentador don Diego de Saavedra, en suRepública literaria.
104. Fué también falta de atención aludir en el supuesto tiempo de Don Quijote al Concilio de Trento[161], que empezó á celebrarse el año 1545, siendo Pontífice Paulo III, y se acabó en tiempo de Pío IV.
105. También Cervantes hizo mención de la América del Cura[162], antes que Américo Vespucio, florentino, el año 1497, hubiese puesto los pies en ella dándole su nombre, siendo en esto más feliz que Cristóbal Colón, genovés, que fué su primer descubridor en el año 1492.
106. Ni debía haber hecho mención de Hernán Cortés[163], ni de la destreza de los jinetes mejicanos[164], antes que en el mundo hubiese Cortés, conquistador de Méjico, y que en tal ciudad hubiese habido caballos. Nombró también el famoso cerro del Potosí[165], antes que descubriese sus prodigiosas venas de plata aquel bárbaro cazador[166]. Y la voz "cacique"[167], venida de la isla española[168], no debía ponerse en boca de Sancho Panza[169].
107. Fuera de esto, siendo tan reciente la impresión, no había de suponer su uso en tiempo de Don Quijote[170]; ni hacer mención de tantos autoresmodernos, así extranjeros como españoles. Extranjeros como Ariosto[171], Miguel Verino[172], Jacobo Sannazaro[173], Antonio de Lostaso, poeta sardo[174], Polidoro Virgilio[175]y otros. Españoles como Garci-Laso de la Vega, á quien unas veces alaba expresamente[176], otras alega sus versos, sin nombrarle[177], y otras alude á él claramente[178]. De Juan Boscán, poeta contemporáneo y muy amigo de Garci-Laso, dice Don Quijote[179]: "El antiguo Boscán se llamó Nemoroso." En lo cual erró de muchas maneras, llamando antiguo á Boscán; y aludiendo á la primera égloga de Garci-Laso de la Vega.
108. El mismo Don Quijote, hablando muy discretamente de la común desgracia de las traducciones, dice[180]: "Fuera de esta cuenta van los dos famosos traductores, el uno, el doctor Cristóbal de Figueroa en suPastor Fido; y el otro, don Juan de Jáuregui en suAminta, donde felizmente ponen en duda cuál es la traducción ó cuál el original." Y se ha de advertir, que el doctor Suárez de Figueroa publicó elPastor Fido, tragicomedia pastoral de Bautista Guarini, en Valencia, año 1609, en la oficina de Pedro Patricio Mey; y don Juan de JáureguiEl Aminta, comedia pastoril de Torcuato Tasso, en Sevilla, por Francisco Lira, año 1618, en 4.º
109. También una pastora, hablando con Don Quijote, nombró con anticipación de tiempo á Camoens, celebrándole como poeta excelentísimo en su misma lengua portuguesa[181]. Que fué lo mismo que reprender las traducciones castellanas de Luis Gómez de Tapia, de Benito Caldera y de Enrique Garcés, para que se vea la dificultad que tienen las traducciones; pues dos tan semejantes dialectos de una misma lengua no son iguales en la expresión y armonía.
110. En el celebrado capítulo VI del tomo I, suponiéndose el escrutinio en tiempo de Don Quijote, se hacen críticas de las obras de Jorge de Montemayor, Gil Polo, López Maldonado, don Alonso de Ercilla, Juan Rufo, Cristóbal de Virués, y aun deLa Galateadel mismo Cervantes.
111. También hace éste mención[182]de las obras del obispo de Ávila, don Alonso Tostado[183], natural de Madrigal, de donde quiso llamarse, el cual nació cerca de los años del Señor mil cuatrocientos, y murió en Bonilla de la Sierra, á 3 de Septiembre de 1455[184]. Cita elDioscóridesilustrado por el doctor Laguna, impreso en Salamanca, año 1586, y los refranes del Comendador griego[185], publicados en la misma ciudad, año 1555. También lasSúmulasde Villalpando[186], siendo así que el doctor Gaspar Carrillo de Villalpando las imprimió en Alcalá, año 1599.
112. Las obras que censuró Cervantes sin nombrar sus autores, casi todos coetáneos suyos, sonmuchísimas. Me contentaré con apuntar algunos ejemplos.
113. Hablando de la traducción que hizo de Ludovico Ariosto, don Jerónimo de Urrea, la cual salió á luz en León de Francia, impresa en 4.º, por Guillermo Roville, año 1556, dice en nombre del cura[187]: "Le perdonáramos al señor Capitán, que no le hubiera traído á España y hecho castellano, que le quitó mucho de su natural valor. Y lo mismo harán todos aquéllos que los libros de verso quisieron volver en otra lengua, que por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento." De donde puede inferirse cuánto más insípidas serán las dos traducciones que hicieron en prosa, y publicaron dos toledanos: el uno, Fernando de Alcocer, año 1510; el otro, Diego Vázquez de Contreras, año 1585. Entrambos tan malos, como fieles intérpretes de la letra de Ariosto. Más adelante, hablando el cura de las tresDianas, es á saber: de la de Jorge de Montemayor, que tiene primera y segunda parte, publicada en Madrid por Luis Sánchez, año de 1545, en 12.º; de la de Alfonso Pérez, doctor en Medicina, conocido por el nombre de "Salmantino", la cual salió á luz en Alcalá, año 1564, en 8.º, y la de Gaspar Gil Polo, impresa en Valencia, año 1564. Hablando, digo, el cura de las tresDianas, dice así: "Y pues comenzamos por laDianade Montemayor, soy de parecer que no se queme, sino que se le quite todo aquello que trata de la sabia Felicia y de la agua encantada, y casi todos los versos mayores, y quédesele en hora buena la prosa, y la honra de ser primero en semejantes libros." "Éste que sesigue—dijo el barbero—es laDiana, llamada Segunda, del "Salmantino", y este otro, que tiene el mismo nombre, cuyo autor es Gil Polo." "Pues la del "Salmantino"—respondió el cura—acompañe y acreciente el número de los condenados al corral, y la de Gil Polo se guarde como si fuera del mismo Apolo." Poco más adelante prosiguió el barbero, diciendo: "Estos que se siguen sonEl pastor de Iberia,Ninfas de HenaresyDesengaños de celos." "Pues no hay más que hacer—dijo el cura—sino entregarlos al brazo seglar del ama, y no se me pregunte el por qué, que sería nunca acabar." El autor deDesengaños de celosno sé quién fué. DeEl pastor de Iberialo fué Bernardo de la Vega, natural de Madrid, canónigo de Tucumán, en la América meridional, y le imprimió en el año 1591, en 8.º Bernardo Pérez de Bobadilla fué el que escribió la novelaNinfas y pastores de Henares, y la publicó el año 1587, en 8.º Aludiendo Cervantes á estas dos censuras, y queriendo dar á entender que en elViaje del Parnaso(en el cual fingió que concurrieron casi todos los poetas de España) había alabado á muchos según la fama popular, introdujo un poeta descontento, haciéndole cargo por la omisión de estos dos poetas y la censura que les hizo. Reprende dicho poeta á Cervantes de este modo[188]:
Yo te confieso, oh bárbaro, y no niego,Que algunos de los muchos que escogiste(Sin que el respeto te forzase, ó ruego)En el debido punto los pusiste.Pero con los demás, sin duda alguna,Pródigo de alabanzas anduviste.Has alzado á los cielos la fortunaDe muchos que en el centro del olvido(Sin ver la luz del sol, ni de la luna)Yacían. Ni llamado, ni escogidoFué el gran Pastor de Iberia, el gran Bernardo,Que de la Vega tiene el apellido.Fuiste envidioso, descuidado y tardo,Y á las Ninfas de Henares y Pastores,Como á enemigos les tiraste un dardo.
Más adelante puso Cervantes entre los poetas delViaje del Parnasoá Bernardo de la Vega, pero entre los malos poetas, diciendo así:
Llegó el Pastor de Iberia, aunque algo tarde,Y derribó catorce de los nuestros,Haciendo de su ingenio y fuerza alarde.
114. Continuándose el escrutinio de los libros de Don Quijote, dijo el barbero: "Este que viene esEl pastor de Fílida." "No es ese pastor—dijo el cura—sino muy discreto cortesano." (Habla de Luis Gálvez de Montalvo, que publicó suPastor de Fílida, en Madrid, año 1582.) "Guárdese como joya preciosa. Este grande, que aquí viene, se intitula—dijo el barbero—Tesoro de varias poesías." "Como ellas no fueran tantas—dijo el cura—fueran más estimadas. Menester es que este libro se escarde y limpie de algunas bajezas que entre sus grandezas tiene. Guárdese, porque su autor es amigo mío, y por respeto de otras más heroicas y levantadas obras que ha escrito." Este es Fray Pedro Padilla, natural de Linares, religioso carmelita, y antes, según dicen, caballero de la Orden de Santiago. Entre otras muchas obras poéticas, publicó unCancionero, en el cual se contienen algunos sucesos de los españoles en la jornada de Flandes. Imprimióse en Madrid, en casa de Francisco Sánchez, año 1583, en 8.°, y Miguel de Cervantes escribió un soneto en alabanza del autor.
115. Últimamente, por acabar su escrutinio,dice Cervantes: "Cansóse el cura de ver más libros, y así, á carga cerrada, quiso que todos los demás se quemasen; pero ya tenía abierto uno el barbero, que se llamaba:Las lágrimas de Angélica." "Lloráralas yo—dijo el cura—en oyendo el nombre, si tal libro hubiera mandado quemar, porque su autor fué uno de los famosos poetas del mundo, no sólo de España, y fué felicísimo en la traducción de algunas fábulas de Ovidio." Entiendo yo que habla aquí del capitán Francisco de Aldana, alcaide de San Sebastián, que murió gloriosamente en África peleando con los moros, cuya gloriosa muerte celebró en octavas rimas su hermano Cosme de Aldana, gentilhombre de Felipe II, al principio de sus sonetos y octavas, que se imprimieron en Milán, año 1587, en 8.º Este Cosme de Aldana imprimió todas las obras que pudo hallar de su hermano Francisco, en Madrid, en la imprenta de Luis Sánchez, año 1593, en 8.º, y habiendo recogido después otras muchas, publicóSegunda parteen Madrid, en la imprenta de Pedro Madrigal, año 1591, en 8.º De Francisco de Aldana dice su hermano Cosme, que tradujo en verso sueltoLas epístolas de Ovidio, y que compuso una obraDe Angélica y Medoro, de innumerables octavas; y si bien no se imprimieron, porque no se hallaron; porque de estas dos obras venimos en conocimiento de que Cervantes habló de Francisco de Aldana, y no de Luis Barahona de Soto, de quien tenemos doce cantos deLa Angélica, prosiguiendo la invención de Ariosto. De cuyo poema dijo don Diego Saavedra Fajardo en su admirableRepública literaria: "Ya con más luz nació Luis de Barahona, varón docto y de levantado espíritu. Pero sucedióle lo que á Ausonio, que no halló con quién consultarse. Y así dejó correr libre su vena, sin tiento niarte." Juicio que también arguye ser otro el poeta á quien alabó sin medida Miguel de Cervantes Saavedra, el cual añade en el capítulo siguiente: "Se cree que fueron al fuego, sin ser vistos ni oídos,La CaroleayLeón de España, conLos hechos del Emperador, compuestos por don Luis de Ávila, que sin duda debían de estar entre los que quedaban. Y quizá, si el cura los viera, no pasaran por tan rigurosa sentencia."La Carolea, de que Cervantes hace mención, puede ser la que Hierónimo Sempere imprimió en Valencia, año 1560, en 8.º Pero más me inclino á que sea la que publicó en Lisboa, año 1585, Juan Ochoa de Lasalde; porque hablando Cervantes en suViaje del Parnasode la lista de poetas que le dió Mercurio, dice así:
Miré la lista, y vi que era el primeroEl licenciado Juan de Ochoa, amigo,Por poeta, y cristiano verdadero.
116. El autor deEl león de Españafué Pedro de la Vecilla Castellanos, natural de León, el cual publicó su poema y otras obras en Salamanca, año 1586, en 8.º LosComentarios de la guerra de Alemania, hecha por Carlos Quinto, los escribió don Luis de Ávila y Zúñiga, comendador mayor de Alcántara, persona á quien el César estimó muchísimo, y á quien dieron grandes elogios los primeros escritores de aquella edad.
117. Estos anacronismos bastan en orden á las personas de letras. Otros muchos cometió Cervantes hablando de los que fueron ilustres en las armas: pues ya supone escrita en tiempo de Don Quijote[189]laHistoria del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, con laVida de DiegoGarcía de Paredes; siendo así que aquél murió en Granada, día 2 de Diciembre del año 1515, agravado de una cuartana (para él infausta), de edad de sesenta y dos años; y éste murió de sesenta y cuatro años en el de 1533, y las crónicas de ambos se imprimieron en Alcalá de Henares, por Hernán Ramírez, año 1584, en folio.
118. También introduce á un cautivo, refiriendo[190]que el gran duque de Alba, don Fernando de Toledo, pasaba á Flandes.
119. El mismo cautivo dice que le sirvió en las jornadas que hizo; que se halló en la muerte de los condes de Egmón y de Hornos; que alcanzó á ser alférez de un famoso capitán de Guadalajara, llamado Diego de Urbina. Habla de la pérdida de la famosa isla de Chipre, que ganó Selim II, en el año 1571; de la liga del Santo Pontífice Pío V, con España, contra el enemigo común; del general de aquella sagrada liga, don Juan de Austria, hermano natural del rey don Felipe II. Dice que se halló en aquella felicísima jornada ya hecho capitán de infantería; que se halló en la memorable batalla de Lepanto, la cual dieron y ganaron los cristianos el día 7 de Octubre del año 1572. Allí mismo refiere, cómo yendo en la capitana de Juan Andrea de Oria, por haber querido saltar en la galera de Uchali, rey de Argel, desviándose ésta, quedó cautivo. Pondera su desgracia, según se ha referido en otra parte. Algo más adelante celebra á don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, y al invictísimo Carlos V. Cuenta muy despacio la pérdida de la Goleta, y de un pequeño fuerte ó torre que estaba en mitad del Estaño, á cargo de don Juan de Zanoguera, caballero valenciano y famoso soldado.Dice que cautivaron á don Pedro Puerto-Carrero, general de la Goleta, y á Gabrio Cervellón, general del fuerte; que murieron en estas dos fuerzas muchas personas de cuenta, como Pagán de Oria, hermano del famoso Juan Andrea de Oria, y don Pedro de Aguilar, caballero andaluz, el cual había sido alférez en el fuerte, soldado de mucha cuenta y de raro entendimiento, y que especialmente tenía mucha gracia en la poesía.
120. En otra parte[191]celebra los puñales de Ramón de Hoces el Sevillano. Acuerda el cuento del licenciado Torralva[192]. Hace también mención del fullero Andradilla[193]. Y á este tenor, de otros muchos, cuya memoria era muy reciente. ¡Hay igual ensarte de anacronismos!
121. Pues no paran aquí. Dice Cervantes[194]que encontró Don Quijote unos recitantes de la compañía de Angulo el Malo, los cuales habían hecho aquella mañana, que era la octava del Corpus, el autoDe las Cortes de la muerte, y le habían de repetir aquella tarde en otro lugar: donde es digno de censura que suponga introducidos en España, en tiempo de Don Quijote, los autos sacramentales, siendo así que la gente de farsa no se conocía antes en España, ni era conforme á la gravedad de las antiguas costumbres.
122. También supone el uso de enfriar el agua con nieve[195], siendo cierto que Pablo Jarquíes fué el primero que en tiempo de Felipe III inventó el tributo de los pozos de nieve, habiendo introducidoantes en España el modo de guardarla y de usar de ella don Luis de Castelví, gentilhombre de la boca del emperador Carlos V, de quien Gaspar Escolano, explicándose de la manera que suele, escribió así[196]: "Á este caballero le debe España el uso de guardar la nieve en casas (por casas entiende los pozos), en las sierras donde cae, y el modo de enfriar el agua con ella. Porque no conociendo, generalmente, otro medio para eso que el del salmitre, fué el primero que puso en práctica en la ciudad de Valencia el manejo de la nieve, que ha sido (de más de único regalo) singular ahorro de modorrías, tabardillos, calenturas pestilentes y de otras gravísimas dolencias que nos daban en los calores del verano; y como tal, se comunicó poco á poco á lo restante de España el uso de ella, de donde nos quedó á los valencianos llamarle á este caballero don Luis de la Nieve."
123. San Diego de Alcalá y San Salvador de Orta se beatificaron en tiempo de Felipe III, y aludiendo á esto, dice Sancho á Don Quijote[197]: "Advierta, señor, que ayer ó antes de ayer, que según ha poco se puede decir de esta manera, canonizaron ó beatificaron dos frailecitos descalzos, cuyas cadenas de hierro con que ceñían y atormentaban sus cuerpos se tiene ahora á gran ventura el besarlas y tocarlas, y están en más veneración que está, según dije, la espada de Roldán en la armería del rey, nuestro señor."
124. En el reinado de Felipe III fué general de las galeras de la carrera de Indias don Pedro Vich, caballero valenciano, á quien alabó Cervantes en la novela deLas dos doncellas, y señalando á éstecon ocasión de referir que Don Quijote entró en una galera, dice[198]: "Dióle la mano el General, que con este nombre le llamaremos, que era un principal caballero valenciano, y abrazó á Don Quijote."
125. El edicto último de la expulsión de los moriscos de España se publicó en el año 1611, y Cervantes introduce á un morisco llamado Ricote[199], alabando á don Bernardino de Velasco, conde de Salazar, á quien dió Felipe III cargo de la expulsión de los moriscos.
126. Pero ¿qué me detengo yo en amontonar anacronismos, cuando toda la historia de Don Quijote está llena de ellos? Baste decir que Sancho Panza puso la fecha de su carta escrita á Teresa Panza, su mujer, á 20 de Julio de 1614[200], que quizá sería el mismo día que Cervantes la escribió.
127. Mas con todo esto, quiero disculpar cuanto pueda á Miguel de Cervantes Saavedra, diciendo que como al principio de su historia dijo que Don Quijote no había mucho tiempo que vivía en un lugar de la Mancha, siguió después el hilo de esta primera ficción, y olvidado de ella en el fin de su historia, se propuso imitar á Garci-Ordóñez de Montalvo, en el lugar citado, y anticipó el tiempo de Don Quijote. Y así sólo incurrió en este descuido. O para decirlo mejor, Don Quijote es hombre de todos tiempos, y verdadera idea de los que ha habido, hay y habrá; y así se acomoda bien á todos tiempos y lugares. Y cuando los más severos críticos no admitan esta disculpa, á lo menos no me negarán que estos descuidos, y los demás que fuera fácil añadir, de falsas alusiones y equivocaciones,que suelen ser muy frecuentes en una mente algo abstraída por la demasiada atención al principal asunto; por otra parte, se recompensan con mil perfecciones, pudiéndose decir con verdad que toda la obra es una sátira la más feliz que hasta hoy se ha escrito contra todo género de gentes.
128. Porque, si atendemos al asunto, ¿quién había de pensar que por medio de unos libros de caballerías se habían de desterrar todos los demás? El caso fué que, escribiendo con invención y estilo de todas maneras agradables, se hizo único en este género de escritos, como quien tenía bien conocido en qué habían pecado los demás escritores; y cómo podrían evitarse aquellos desaciertos cumpliendo al mismo tiempo con el gusto de los lectores; y nunca manifestó mejor su grande idea que cuando en boca del canónigo de Toledo habló de esta manera[201]: "Verdaderamente, señor cura, yo hallo por mi cuenta que son perjudiciales en la república éstos que llaman libros de caballerías. Y aunque he leído, llevado de un ocioso y falso gusto, casi el principio de todos los más que hay impresos, jamás me he podido acomodar á leer ninguno del principio al cabo. Porque me parece que, cuál más cuál menos, todos ellos son una misma cosa, y no tiene más éste que aquél, ni estotro que el otro. Y según á mí me parece, este género de escritura[202]y composición cae debajo de aquél de las fábulas que llaman milesias, que son cuentos disparatados, que atienden solamente á deleitar y no á enseñar. Al contrario de lo que hacen las fábulas apólogas, que deleitan y enseñan juntamente. Y puesto que el principal intento de semejantes libros sea el deleitar,no sé yo cómo puedan conseguirle yendo llenos de tantos y tan desaforados disparates. Que el deleite que en el alma se concibe ha de ser de la hermosura y concordancia que ve ó contempla en las cosas que la vista ó la imaginación le ponen delante; y toda cosa que tiene en sí fealdad y descompostura no nos puede causar contento alguno. Pues ¿qué hermosura puede haber, ó qué proporción de partes con el todo y del todo con las partes, en un libro ó fábula, donde un mozo de dieciséis años dé una cuchillada á un gigante como una torre, y le divide en dos mitades, como si fuera de alfeñique? Y ¿qué cuando nos quieren pintar una batalla, después de haber dicho que hay de la parte de los enemigos un millón de combatientes, como sea contra ellos el señor del libro, forzosamente, mal que nos pese, habernos de entender que el tal caballero alcanzó la victoria por sólo el valor de su fuerte brazo? Pues ¿qué diremos de la facilidad con que una reina ó emperatriz heredera se conduce en los brazos de un andante y no conocido caballero? ¿Qué ingenio, si no es del todo bárbaro é inculto, podrá contentarse leyendo que una gran torre llena de caballeros va por la mar adelante, como nave con próspero viento; y hoy anochece en Lombardía, y mañana amanezca en tierras del preste Juan de las Indias, ó en otras, que ni las descubrió Tolomeo, ni las vió Marco Polo? Y si á esto se me respondiese que los que tales libros componen los escriben como cosas de mentira, y que así no están obligados á mirar en delicadezas ni verdades, responderíales yo que tanto la mentira es mejor (habla de la mentira parabólica, que por el fin del que la dice no lo es) cuanto tiene más de lo dudoso y posible. Hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que las leyeren, escribiéndosede suerte que, facilitando los imposibles, allanando las grandezas y suspendiendo los ánimos, admiren, suspendan, alborocen y entretengan, de modo que anden á un mismo paso la admiración y la alegría juntas; y todas estas cosas no podrá hacer el que huyere de la verosimilitud y de la imitación, en quien consiste la perfección de lo que se escribe. No he visto ningún libro de caballerías que haga un cuerpo de fábula entero con todos sus miembros, de manera que el medio corresponda al principio, y el fin al principio y al medio; sino que los componen con tantos miembros, que más parece que llevan intención á formar una quimera ó un monstruo, que á hacer una figura proporcionada. Fuera de esto, son en el estilo, duros; en las hazañas, increíbles; en los amores, lascivos; en las cortesías, mal mirados; largos en las batallas, necios en las razones, disparatados en los viajes; y finalmente, ajenos de todo discreto artificio, y por esto dignos de ser desterrados de la república cristiana como á gente inútil." ¿Se podía hacer sátira más fuerte y discreta contra los escritores caballerescos?
129. Pues las críticas particulares que hizo de las obras de ellos fueron exactísimas y graciosísimas, como se puede ver en el capítulo VI de suprimer tomoy en otros muchos[203]. Con cuánto disimulo reprendió el estilo de los que le habían precedido en este género de composición, diciendo en persona de Don Quijote que el sabio que escribiese sus hechos, llegando á contar su primera salida tan de mañana, pondría de esta manera[204]: "Apenas había el rubicundo Apolo tendido por lafaz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos, con sus arpadas lenguas, habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora, que dejando la blanda cama del celoso marido por las puertas y balcones del manchego horizonte á los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero Don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante y comenzó á caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel."
130. También nos pintó Cervantes tan al vivo los vicios, así de los ánimos como de las obras de los demás escritores, que no hay más que desear. En el prólogo de su primera parte, que leído muchas veces siempre causa novedad, con gran disimulo reprende aquéllos que, faltos de doctrina, afectan erudición en las márgenes de sus libros, reventando por parecer eruditos, como si la variedad de las citas arguyese otra cosa que una tumultuaria lección ó manejo de alguna poliantea. Otros, muy fuera de propósito, encajan las citas dentro de la obra, pareciéndoles que si alegan á Platón ó Aristóteles serán tan simples los lectores que se persuadan que los han leído. Otros, habiendo apenas saludado la lengua latina, se precian mucho de afectar su culta latiniparla. Á éstos reprendió Don Quijote, pues en una ocasión[205], en que hablando con Sancho Panza, le dijo: "Que no tuviese pena del desamparo de aquellos animales, que el que los llevaría á ellos por tan longincuos caminos y regiones tendría cuenta de sustentarlos." "No entiendo eso de longincuos—dijo Sancho—ni he oído tal vocablo en todos los días de mi vida." "Longincuos—respondióDon Quijote—quiere decir apartados. Y no es maravilla que no lo entiendas, que no estás tú obligado á saber latín, como algunos que presumen que lo saben y lo ignoran." Por eso Cervantes, que se preciaba de saber la lengua castellana, pero no la latina (que esto pide una aplicación y ejercicio de muchos años), introdujo á Urganda la Desconocida, hablando con su libro de esta suerte:
Pues al cielo no le plu-Que salieses tan ladi-Como el negro Juan Lati-Hablar latines rehu-
131. Este Juan Latino fué un etíope, primeramente esclavo y condiscípulo en la gramática de Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Sessa, nieto del Gran Capitán; y después liberto suyo y maestro de lengua latina en la escuela de la iglesia de Granada.
132. También reprendió Cervantes las frioleras de los intérpretes, cuando escribió así[206]: "Entra Cide Hamete, cronista de esta grande historia, con estas palabras en este capítulo: Juró como católico cristiano, siendo él moro, como sin duda lo era, no quiso decir otra cosa, sino que así como el católico cristiano, cuando jura, jura ó debe jurar verdad, y decirla en lo que dijere, así él la decía, como si jurara como cristiano católico, en lo que quería escribir de Don Quijote."
133. En otra parte[207], tratando de Don Quijote, dice: "Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada ó Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que de este caso escriben:aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quejana." En lo cual, á mi juicio, quiso Cervantes reprender la ociosidad de muchos vanamente solícitos en amontonar varias lecciones, á fin de manifestarse ingeniosos con frívolas conjeturas.
134. Estos, pues, y semejantes escritores son aquéllos de quienes hace burla Cervantes, diciendo en su prólogo que solicitan aprobaciones hechas por sus amigos ó por ellos mismos, para satisfacer mejor á la propia ambición de granjear aplausos. Bien que algunos escritores cuerdos, que saben lo que puede con los necios la autoridad extrínseca, tal vez se dejen llevar, ó del apetito de gloria ó condescendiendo en los ruegos y cortesanía de sus amigos, son los propios fabricadores de sus alabanzas, como sospecho yo que lo practicó el Padre Juan de Mariana en casi todas su obras, y el mismo Cervantes en su tomo segundo deDon Quijote de la Mancha.
135. Los lectores no se libraron de la censura de nuestro autor. Entre otras muchas, me parece muy graciosa aquélla que hizo de los que á las márgenes de los libros ponen notas muy ridículas, cual era la que dice que tenía la historia arábiga deDon Quijote, que, traducida en castellano, dice así[208]: "Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos, que otra mujer de toda la Mancha."
136. No solamente los que escriben y leen tuvieron sus justas reprensiones, sino también los que hablan con poca enmienda. Y á esto me parece que alude lo que dijo el vizcaíno[209]: "Anda, caballero,que mal andes por el Dios que crióme, que, si no dejas coche, así te matas, como estás ahí, vizcaíno." Entendiólo muy bien Don Quijote, y con mucho sosiego le respondió: "Si fueras caballero, como no lo eres, ya yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento, cautiva criatura." Á lo cual replicó el vizcaíno: "¿Yo no caballero? Juro á Dios tan mientes como cristiano. Si lanza arrojas y espada sacas, el agua cuan presto verás, que al gato llevas: vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el diablo, y mientes, que mira si otra dices cosa." Aquí se ve claramente cuánto desfigura el lenguaje y trastorna el sentido la colocación perturbada: vicio de los libros antiguos escritos en romance, como más inmediatos al origen latino; y vicio también del mismo Cervantes en suGalatea, el cual se evita siguiendo la costumbre de hablar; pero como ésta no está fundada en una perfecta analogía, sino que tiene por reglas muchas irregularidades, de aquí nace que no se puede hablar ni escribir con enmienda sin haber estudiado bien la gramática de la propia lengua, como lo practicaron los griegos y romanos, naciones las que mejor han hablado en todo el mundo. Y porque en España no se usa esto, han sido poquísimos los que han escrito con enmienda.
137. Omito que Cervantes también nos quiso enseñar, en boca de Don Quijote, que puede muy bien una provincia ser privilegiada y exenta de tributos, sin distinción de personas; pero que la verdadera nobleza, en opinión de todas las gentes, siempre será aquélla en que los hombres se hagan ilustres por sus hazañas y empleos, y sean honrados de sus repúblicas ó príncipes. Sobre lo cual hizo Don Quijote, en otra parte, un excelente razonamiento, explicando la diferencia de caballeros yde linajes[210]. Y Cide Hamete se ríe de la hidalguía de Maritornes, moza de una venta, diciendo[211]: "Cuéntase de esta buena moza, que jamás dió semejantes palabras (como la que había dado á un arriero de Arévalo) que no las cumpliese, aunque las diese en un monte y sin testigo alguno. Porque presumía muy de hidalga, y no tenía por afrenta estar en aquel ejercicio de servir en la venta. Porque decía ella, que desgracias y malos sucesos la habían traído á aquel estado."