Chapter 11

138. También tuvieron su oculta, pero fuerte reprensión, los señores del tiempo de Cervantes, por no apreciar como debían las obras de ingenio. Esta sátira fué agudísima y pide muy particular atención. Pintó Cervantes admirablemente á un falso humanista, al cual solemos llamarpedante; y después de habernos dejado dos graciosísimos retratos suyos[212], en que manifestó la ridícula idea de sus obras, hizo que Don Quijote, prosiguiendo su discretísima conversación, le dijese esto: "¿Querría yo saber, ya que Dios le haga merced de que se le dé licencia para imprimir esos sus libros (que lo dudo), á quién piensa dirigirlos?" "Señores y Grandes hay en España á quien puedan dirigirse", dijo el primo. "No muchos—respondió Don Quijote—. Y no porque no lo merezcan, sino que no quieren admitirlos, por no obligarse á la satisfacción que parece se debe al trabajo y cortesía de sus autores. Un príncipe conozco yo (discreta lisonja á don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos), que puede suplir la falta de los demás, con tantas ventajas, que si me atreviera á decirlas, quizá despertarala envidia en más de cuatro generosos pechos." Antigua, pues, y como heredada, es en España esta falta de conocimiento y aprecio de los grandes escritores. Por eso ha habido quien fuera de ella ha buscado Mecenas. Y preguntado otro por qué se mostraba arrepentido de haber honrado la memoria de tantos, respondió[213]: "Porque piensan ellos, que el celebrarlos es deuda; y así no hacen mérito del obsequio. Creen que procede de justicia, cuando no es sino muy de gracia. Por lo tanto, anduvo discretamente donoso aquel autor que, en la segunda impresión de sus obras, puso entre las erratas la dedicatoria primera."

139. No anduvo Cervantes menos discreto en las cosas que pertenecen al trato civil y político. En la persona de Sancho Panza nos pintó los habladores muy al vivo, haciéndole contar un cuento sumamente apropiado, para representar la idea de un importuno hablista semejante á los que tratamos cada día[214]. Y porque en el trato civil no hay mayor impertinencia que la de un ceremonioso, remató el cuento contra la mal fundada presunción de los que ponen el ser en la rigorosa de las leyes de la etiqueta, muy fuera del caso.

140. No le pareció bien á Cervantes que algunos frailes mandasen á algunos señores, y contra esto hizo un fuerte sermón[215].

141. Reprendió el fervor de los farsantes[216], que entonces iban tomando cuerpo, y llegó á ser escándalo.

142. No se libró de su censura la distribuciónde los premios de justicia. Y, así, en boca de Don Quijote (que tales cosas solamente los locos ó simples suelen atreverse á decirlas), habló de esta manera[217]: "Ya por muchas experiencias sabemos que no es menester ni mucha habilidad ni muchas letras para ser uno gobernador, pues hay por ahí ciento que apenas saben leer y gobiernan como unos gerifaltes. El toque está en que tengan buena intención y deseen acertar en todo, que nunca les faltará quien les aconseje y encamine en lo que han de hacer, como los gobernadores caballeros y no letrados, que sentencian con asesor. Aconsejaríale yo que ni tome cohecho ni pierda derecho, y otras cosillas que me quedan en el estómago, que saldrán á su tiempo, para utilidad de Sancho y provecho de la ínsula que gobernare." Aludió en esto Don Quijote á las dos instrucciones que pensaba dar, y dió después, á Sancho Panza: una, política, para el buen gobierno de su ínsula[218], y otra, económica[219], entrambas dignísimas de ser leídas y practicadas de todo buen gobernador y padre de familias. Al propósito de los mismos gobernadores, dijo Sancho Panza[220], cuando trataba de ir á su gobierno y de llevar suRucio: "Yo he visto ir más de dos asnos á los gobiernos, y que llevase yo el mío no sería cosa nueva." El mismo Sancho anduvo sumamente discreto cuando hablando del uso de la caza respecto de los que tienen por oficio gobernar fué de contrario dictamen que su amo Don Quijote, alegando su refrancico y confirmándolo con la razón natural, que fué la que movió á decir al sabiorey don Alfonso[221]"que non deve (el rey) meter tanta costa que mengue en lo que ha de complir, nin use tanto dello (esto es, de la caza) que le embargue los otros fechos".

143. Sería menester hacer un libro muy crecido si en todo se hubiese de manifestar el alma verdadera de esta fingida historia, y más si hubiésemos de hablar de algunas personas que se creen caracterizadas en las de esta misteriosa historia. Pero pues Cervantes anduvo tan cauto que encubrió su idea con el velo de la ficción, dejemos estas interpretaciones á la curiosa observación de los lectores y sigamos el consejo de Urganda la Desconocida:

No te metas en dibu-Ni en saber vidas aje-Que en lo que no va ni vie-Pasar de largo es cordu-.

144. Solamente en lo que toca á Don Quijote no quiero pasar en silencio que se engañan mucho los que piensan que Don Quijote de la Mancha es una representación de Carlos V, sin más fundamento que antojárseles así. Cervantes apreciaba como debía la memoria de un príncipe y señor suyo de tanto valor y de tan heroicas virtudes, y muchas veces le nombró con la mayor veneración. También se engañan los que piensan que pintó en Don Quijote á don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, entonces duque de Lerma, después cardenal presbítero, con el título de San Sixto, por elección de Paulo V, en 26 de Marzo de 1618. Pero este pensamiento de ningún modo es creíble, porque mandando á España el duque de Lerma no se atrevería Cervantes á hacerle una burla tan infame, que lepodía salir muy cara, ni dedicaría la continuación de dicha obra al conde de Lemos, íntimo amigo del duque.

145. Querer hablar de las traducciones que se han hecho de la historia de Don Quijote, sería alargarnos demasiado. Solamente diré, para satisfacer de algún modo la curiosidad de los lectores, que Lorenzo Franciosini, florentino, hombre muy amante y benemérito de la lengua española, dentro de muy pocos años la tradujo en italiano y la publicó en Venecia, año 1622, omitiendo los versos; pero habiéndoselos traducido después Alejandro Adimato, también florentino, publicó por segunda vez la misma traducción en Venecia, año 1625, en 8.º, siendo el impresor Andrés Baba. Debo esta noticia á don Nicolás Antonio, y la he leído en susApuntamientos manuscritos, donde dice que así se lo había escrito desde Florencia su amigo Antonio Magliabequi. La misma historia se tradujo en francés, y se publicó en París, año 1678, en dos volúmenes en 12.º Después en inglés y en otras lenguas. Pero hay tanta diferencia del original á las traducciones, como de lo vivo á lo pintado. Decía Don Quijote, y no decía mal[222]: "Que el traducir de una lengua en otra, como no sea de las reinas de las lenguas griega y latina, es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que aunque se ven las figuras, son llenas de hilos que las oscurecen, y no se ven con lisura y tez de la haz, y el traducir de lenguas fáciles, ni arguye ingenio ni elocución, como no le arguye el que traslada, ni el que copia un papel de otro papel." Pero esto debe entenderse de aquellos libros cuya gran parte de perfección no consiste en el estilo, porque donde tanto reina la gracia dedecir, como en éste de Don Quijote, la traducción no es posible que corresponda al original. No será fuera de propósito un cuento. Bien notorio es cuán ingenioso fué Mons. Row, célebre poeta inglés. Procuraba éste obsequiar al conde de Oxford, gran tesorero de Inglaterra, el cual un día le preguntó si entendía bien la lengua española. Respondióle que no, y persuadiéndose á que pensaría enviarle á España con alguna honrosa comisión, añadió que dentro de poco tiempo esperaba entenderla y hablarla. Aprobólo el conde; retiróse Mons. Row á una quinta, y como era tan hábil, dentro de pocos meses aprendió la lengua española, y fué á dar cuenta de su buena diligencia. El conde exclamó: "¡Dichoso vuestra merced, que puede tener el gusto de leer y entender el original de la historia de Don Quijote!" Quedó el poeta tan frío, como honrada la memoria de Miguel de Cervantes Saavedra.

146. El cual, mientras estaba trabajando la continuación de la historia de Don Quijote, se divertía en escribir algunas novelas, que salieron á luz con este título:Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes Saavedra. En Madrid, por Juan de la Cuesta, año 1613, en 4.º

147. Las novelas son doce, y sus títulos éstos:La gitanilla,El amante liberal,Rinconete y Cortadillo,La española inglesa,El licenciado Vidriera,La fuerza de la sangre,El celoso extremeño,La ilustre fregona,Las dos doncellas,La señora Cornelia,El casamiento engañoso,Los perros Cipión y Berganza.

148. Estaba Cervantes tan justamente satisfecho de estasNovelas(algunas de las cuales, comoRinconete y Cortadilloy otras, años había[223]que lastenía compuestas), que dedicándolas al conde de Lemos, llegó á decirle: "Advierta vuestra excelencia que le envío, como quien no dice nada, doce cuentos, que á no haberse labrado en la oficina de mi entendimiento, presumieran ponerse al lado de los más pintados." Pero es muy del caso referir aquí cuál fué la idea de Cervantes, para que se haga mejor juicio de la censura que le hizo el escritor aragonés.

149. Después de haber dicho Cervantes que si en la historia de Don Quijote hubiera solicitado ambiciosas alabanzas le hubiera ido mejor, prosigue así: "En fin, pues ya esta ocasión se pasó, y yo he quedado en blanco y sin figura, será forzoso valerme por mi pico que, aunque tartamudo, no lo será para decir verdades, que, dichas por señas, suelen ser entendidas. Y así te digo (otra vez, lector amable) que de estasNovelasque te ofrezco, en ningún modo podrás hacer pepitoria, porque no tienen pies ni cabeza, ni entrañas, ni cosa que les parezca. Quiero decir, que los requiebros amorosos que en algunas hallarás son tan honestos y tan medidos con la razón y discurso cristiano, que no podrán mover á mal pensamiento al descuidado ó cuidadoso que las leyere. Heles dado el nombre deejemplares; y si bien lo miras, no hay ninguna de quien no se pueda sacar algún ejemplo provechoso. Y si no fuera por no alargar este sujeto, quizá te mostrara el sabroso y honesto fruto que se podría sacar, así de todas juntas, como de cada una de por sí. Mi intento ha sido poner en la plaza de nuestra república una mesa de trucos, donde cada uno pueda llegar á entretenerse sin daño de barras, digo sin daño del alma ni del cuerpo, porque los ejercicios honestos y agradables antes aprovechan que dañan. Sí, que no siempre se está en los templos.No siempre se ocupan los oratorios. No siempre se asiste á los negocios, por calificados que sean. Horas que hay de recreación, donde el afligido espíritu descanse. Para este efecto se plantan las alamedas, se buscan las fuentes, se allanan las cuestas y se cultivan con curiosidad los jardines. Una cosa me atreveré á decirte, que si por algún modo alcanzara que la lección de estas novelas pudiera inducir á quien las leyere algún mal deseo ó pensamiento, antes me cortara la mano con que las escribí que sacarlas en público. Mi edad no está ya para burlarse con la otra vida; que al cincuenta y cinco de los años, gano por nueve más, y por la mano. Á esto se aplicó mi ingenio, por aquí me lleva mi inclinación, y más que me doy á entender (y es así) que soy el primero que ha novelado en lengua castellana; que las muchas novelas que en ella andan impresas, todas son traducidas de lenguas extranjeras; y éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas. Mi ingenio las engendró y las parió mi pluma y van creciendo en los brazos de la estampa... Sólo esto quiero que consideres, que pues yo he tenido osadía de dirigir estas novelas al gran conde de Lemos, algún misterio tienen escondido que las levanta." Este misterio lo es para mí. Declárelo quien lo entienda. En lo demás, claramente entendemos el motivo que tuvo Cervantes para llamarejemplaresá susNovelas. Con todo esto el maldiciente aragonés empezó su prólogo de esta manera: "Como casi es comedia toda la historia deDon Quijote de la Mancha, no puede ni debe ir sin prólogo, y así sale al principio de esta segunda parte de sus hazañas éste, menos cacareado y agresor de sus lectores que el que á su primera parte puso Miguel de Cervantes Saavedra, y más humilde que el que segundó en sus novelas,más satíricas que ejemplares, si bien no poco ingeniosas."

150. No hagamos caso de que por burla llama "cacareado" á un "prólogo" tan justamente celebrado, queriendo parear sus necedades con aquellas incomparables discreciones. Ni nos detengamos en que llame "agresor de los lectores" á un "prólogo" en el cual nada se dice contra éstos. Lo que á este satírico, como á envidioso, le dolía, era el que Cervantes hubiese dicho haber sido el primero que, valiéndose de su propia invención, noveló en lengua castellana. Oigamos á Luis Gaitán de Vozmediano, el cual en el prólogo de la traducción que hizo de laPrimera parte de las cien novelas de Mons. Juan Bautista Giraldo Cinthio, impresa en Toledo por Pedro Rodríguez, año 1590, en 4.º, hablando de las novelas rigorosamente tales, y entendiendo por ellas, á mi ver, "unas ficciones de sucesos amorosos, escritas en prosa artificiosamente para divertir é instruir á los lectores" (según las definió el eruditísimo Huet), dice así: "Ya que hasta ahora se ha usado poco en España este género de libros, por no haber comenzado á traducirlos de Italia y Francia, no sólo habrá de aquí adelante quien por su gusto los traduzca, pero será por ventura parte el ver que se estima esto tanto en los extranjeros, para que los naturales hagan lo que nunca han hecho, que es componer novelas. Lo cual entendido harán mejor que todos ellos, y más en tan venturosa edad cual la presente." Así sucedió: porque Cervantes escribió algunas novelas con tanto ingenio, discreción y elegancia, que pueden competir con las mejores, no coartando el nombre de novela á las fábulas amorosas, sino haciendo sujeto de ella cualquier asunto capaz de divertir honestamente á los lectores. Lope de Vega estuvo tan ajeno de contradecirlo,que antes bien alabó la invención, gracia y estilo de Cervantes, cuando en la dedicatoria de su primera novela dijo: "También hay (en España) libros de novelas: de ellas traducidas de italianos, y de ellas, propias, en que no faltó gracia y estilo á Miguel de Cervantes." Pero porque esto mismo dicho con sencillez por Cervantes causó envidia al detractor, notó éste su prólogo de poco humilde, y á susNovelas, de más satíricas que ejemplares, aludiendo sin duda á las dos novelas delLicenciado Vidrieray de losPerros Cipión y Berganza: de las cuales ésta mereció la aprobación de Pedro Daniel Huecio[224], hombre el más erudito que ha tenido la Francia; y aquélla juzgo yo que es el texto donde Quevedo tomaba puntos para formar después sus lecciones satíricas contra todo género de gentes.

151. Ultimamente, por lo que toca á intitularejemplaresá lasNovelas, yo, hablando con ingenuidad, no las hubiera llamado así; y en esto no me aparto del juicio de Lope de Vega, el cual, acabando de alabar las novelas de Cervantes, añade[225]"Confieso que son libros de grande entretenimiento, y que podrían ser ejemplares como algunas de las historias de Valdelo; pero habían de escribirlos hombres científicos, ó por lo menos grandes cortesanos, gente que halla en los desengaños notables sentencias y aforismos." Pero para censurar el título que dió Cervantes á susNovelas, era menester probar que no le convenía. Mas ésta no era empresa para el censurador aragonés, el cual debía haber observado la explicación de Cervantes,y tomado esta breve lección del maestro Alexio Venegas[226]: "Resumiendo (dice) todas estas tres especies de fábulas, digo que la fábula mitológica es una habla que con palabras de admiración significa algún secreto natural ó cuento de historia. La apológica es una ejemplar figura de habla, de cuya certeza se entiende la intención del fabulador, que es componer las buenas costumbres. La fábula milesia es un desvarío vano, sin meollo de virtud ni ciencia, urdido para embravecer á los simples." Dejando, pues, Cervantes la fábula mitológica á los poetas antiguos, y la milesia á los escritores desvergonzados, antiguos y modernos, escogió para sí la apológica ó ejemplar. Y para que esto se acabe de entender, oigamos de nuevo á aquel necio reprensor, que por ventura nos dará ocasión para defender á Cervantes con alguna novedad. "Conténtese (dice)[227]con suGalateay comedias en prosa; que eso son las más de sus novelas. No nos canse." Que las comedias sean escritas en prosa, no es maravilla, pues las griegas y latinas casi todas están compuestas en versos, y ambos tan semejantes á la prosa, que muchas veces apenas se distinguen de ella. Y las mejores comedias que tenemos en español, que sonLa CelestinayEufrosina, están escritas en prosa. DeLa Celestinadijo el docto autor delDiálogo de las lenguas, que quitándole algunos vocablos fuera de propósito y algunos otros latinos, era de opinión "que ningún libro hay escrito en castellano adonde la lengua esté más natural, más propia, ni más elegante". Y después de él, dijo Cervantes[228], que era "libro ensu opinión divino, si encubriera más lo humano"; juicios que, según el mío, totalmente cuadran también áLa Eufrosina. Pero no puedo disimular, que en medio de la pureza de estilo de ésta, hay frecuentísimas alusiones pedantescas, las cuales empalagan mucho el delicado gusto de los lectores.

152. Que las novelas sean comedias, no es mucho; pues siendo la novela una fábula, es necesario que sea alguna de las especies de la fábula, y en mi juicio puede ser cualquiera de ellas, como se puede observar en esta inducción, en la cual me valdré de los ejemplos de Cervantes en cuanto ellas alcancen, para que se vea que fué diestrísimo en casi todas las especies de composición fabulosa.

153. Toda "fábula" es ficción, y toda ficción es narración, ó de cosas que no sucedieron, pero fueron posibles, ó de cosas que ni sucedieron ni fueron posibles. Si la narración es de cosas meramente posibles, y se atiende la semejanza y proporción que tiene lo fingido con lo que se quiere persuadir, se llama "parábola", de que están llenos los sagrados libros, y el que compuso el infante don Juan Manuel en su discretísimoConde Lucanor. Y si atendemos la invención se llama novela, nombre que en este significado no es muy antiguo en España. Pero si la narración es de cosas imposibles, se llama "apólogo", como las fábulas de Esopo y de Fedro. En cuyo género de composición se debe observar que, aunque sea la hipótesis imposible, una vez que sus partes se suponen existentes, se deben guardar con verosimilitud la propiedad y costumbres de las personas fingidas, siguiendo en todo la naturaleza de las cosas. Es de tanto provecho esta invención, que se halla practicada en lasdivinas letras, pues en elLibro de los Jueces[229]leemos, que los árboles de la montaña tuvieron sus cortes para alzar por rey uno de ellos. Algunos de los cuales no quisieron aceptar el reinado. La oliva, por no dejar su grosura; la higuera, la dulzura de sus frutos; la vid, el vino regocijador; y viniendo á la cambronera, no sólo aceptó el cetro, sino que á no dárselo, amenazó con pena de fuego á los cedros del Líbano. También leemos en elLibro cuarto de los Reyes[230], que Joaz, rey de Israel, envió á decir á Amasías, rey de Judá, que se contentase con las victorias que había alcanzado, sin querer haberlas consigo, guardándose no le aconteciese lo que al cepacaballo (que es el que dicen cardo corredor), el cual envió á decir al cedro del monte Líbano que diese su hija para casarla con su hijo, y al tiempo que hacía esta propuesta, pasaron los bestias del Líbano y atropellaron y maltrataron al cardo, cuando con tanta arrogancia aspiraba á ser consuegro del cedro. Esto supuesto, se debe tener por apólogoLa novela de los perros, donde introdujo Cervantes un agradable coloquio entreCipiónyBerganza, perros del hospital de la Resurrección de Valladolid.

154. En lo que toca á las novelas, dichas así especialmente, su ficción se compone, ó de partes meramente posibles, como casi todas las que hay escritas, ó de sucesos verdaderos, pero que no tuvieron el enlace y consecuencia que dice el autor, porque si no, sería historia ó relación verdadera, como lo es en gran parte laNovela del cautivo, advirtiéndolo el mismo Cervantes[231], pero no loes el enredo y desenredo en que consiste la "novela" ó "fábula".

155. La ficción de cosas posibles, ó propone la imitación de una idea perfecta, la mejor que pueda imaginarse según las acciones ilustres que se han de engrandecer, ó una idea de la vida civil que sea más practicable, ó los defectos de la naturaleza ó del ánimo, ahora sea para reprenderlos, ahora para incitar á su burla ó imitación, que á tanto como esto llega la malignidad del entendimiento humano.

156. Si la "fábula" propone una idea muy perfecta, se llama "epopeya", la cual representa con gallardía las acciones ilustres de personas insignes en las artes de la paz ó de la guerra, con el fin de excitar los ánimos de los lectores á la admiración y de moverlos á la imitación de tan heroicas virtudes. Tales son laIlíadayOdisea, de Homero.

157. Antonio Diógenes, que, según conjetura Focio[232], Patriarca de Constantinopla, vivió poco después de Alejandro Magno, escribió unaNovela de las peregrinaciones y amores de Dinias y Dercilis, donde se ve una manifiesta imitación de las peregrinaciones de Ulises y amores de Calipso. La "novela" que compuso "de las cosas de Etiopía" Heliodoro, obispo de Trica en Tesalia, también está escrita á imitación de laOdisea, de Homero; asimismo lade los amores de ClitofónyLencippes, menos honesta que la otra; su autor, Aquiles Tacio, que si creemos á Snides también fué obispo. Y para que á nuestra edad no faltase otro, también novelista á lo de Homero, Mons. Fenelón, arzobispo de Cambray, ingeniosamente escribió con estilo poéticoLas aventuras de Telémaco. Últimamente (por no apartarme de Cervantes),Los trabajos dePersiles y Sigismundason una clara imitación de laOdisea, de Homero, yEtiópica, de Heliodoro, con quien Cervantes intentó competir; y en mi juicio, le hubiera aventajado, si con la fecundidad de su ingenio no hubiera entremezclado tantos episodios, que desfiguran y desaparecen la constitución y proporción de los miembros de la fábula principal. Pero este mismo descuido tiene una singular prerrogativa, y es, que muchos de estos episodios son otras tantas "tragedias", donde la acción es una, y de persona ilustre, y el estilo correspondiente á la grandeza de la acción, sin que falte otra cosa para la composición de una perfecta tragedia, sino la disposición dramática, coro y aparato escénico.

158. La "fábula" deDon Quijote de la Manchaimita laIlíada. Quiero decir, que si la ira es una especie de furor, yo no diferencio á Aquiles airado de Don Quijote loco. Si laIlíadaes una fábula heroica escrita en verso, la novela de Don Quijote lo es en prosa: "que la épica (como dijo[233]el mismo Cervantes), también puede escribirse en prosa como en verso".

159. Si la "novela" propone una idea de la vida civil con su artificioso enredo é ingeniosa solución, es "comedia". Y por tales tengo yo casi todas las novelas de Cervantes, y como comedias se han representado muchas de ellas, sólo con haberlas dispuesto en forma dramática.

160. Si la vida que representa la novela es pastoril, se llamará "égloga" con toda la propiedad. Y así llamó Cervantes á suGalatea[234]. Veamos, pues, ahora, cuán bien cuadra lo que dijo el ignorantearagonés. "Conténtese con suGalateay comedias en prosa, que eso son las más de sus novelas. No nos canse." Á fe que no diría esto Lope de Vega, su oráculo, pues en suNovela del desdichado por la honra, dijo[235]: "Yo he pensado que tienen las "novelas" los mismos preceptos que las "comedias".

161. Si las costumbres se reprenden con acrimonia descubierta y severidad del ánimo, la "novela" será "sátira", comoLa gitanilla,Rinconete y Cortadillo,El licenciado VidrierayLos perros Cipión y Berganza, que son cuatro ingeniosísimas sátiras, semejantes, según podemos conjeturar, á las que compuso Marco Varrón, intitulándolas "menipeas", aludiendo á que Menipo, filósofo cínico, trató cosas muy graves con estilo gracioso.La gitanillaes una reprensión de las costumbres de los gitanos, salteadores, siempre perseguidos y nunca acabados.Rinconete y Cortadilloes una satírica representación de la vida ladronesca, y especialmente de la de los cortabolsas, que llamamos "gatuna".El licenciado Vidrieraes una censura general de todos los vicios.La novela de los perroses una invectiva contra los abusos que hay en la profesión de varios ejercicios y empleos.

162. Si las costumbres ó acciones se representan ridículas, la novela es "entremés", de cuya composición, como diré en su lugar y tiempo, nos dejó Cervantes ocho ideas, y en las cuatro novelas recién alabadas hay mucho de eso y aun en la de Don Quijote.

163. De las ideas torpes de los vicios, representándolos agradables, como dicen que lo hacían lasantiguas y bien perdidas "novelas sibaríticas", y se ve hoy en las "milesias", no quiso Cervantes dejarnos ejemplo por no darle malo.

164. Pero para que no nos faltase alguna idea de la "fábula sáltica", si es que debe llamarse así la que se dice que inventó ó á lo menos compuso nuestro español Luciano, nos la dejó enLa gitanillay enLa ilustre fregona, como también de la "psáltica", que podemos llamar "cantar" ó "romance", de cuya especie compuso, según él dice, infinitos[236], entre los cuales habría muchos ciertamente correspondientes á la grandeza de su ingenio, y yo (aunque por conjetura) pudiera aquí señalar algunos, y especialmente el que empieza: "En la corte está Cortés", que me agrada mucho.

165. El diestro inventor, como Cervantes, sabe hacer una agradable mezcla de todas estas especies de fábulas, así en lo que toca á los caracteres de las personas y costumbres, como al estilo, apropiándole al sujeto de que se trata. Y á esto aludió el canónigo de Toledo, esto es, el mismo Cervantes, cuando dijo[237]: "Que con todo cuanto mal había dicho de tales libros (esto es, de los "noveleros") hallaba en ellos una cosa buena, que era el sujeto que ofrecían, para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos, porque daban largo y espacioso campo, por donde, sin empacho alguno, pudiese correr la pluma, describiendo naufragios, tormentas, reencuentros y batallas; pintando un capitán valeroso, con todas las partes que para ser tal se requieren, mostrándose prudente, previniendo las astucias de sus enemigos, y elocuente orador, persuadiendo ó disuadiendo á sus soldados; maduroen el consejo, presto en lo determinado, tan valiente en el esperar como en el acometer; pintando, ahora un lamentable y trágico suceso, ahora un alegre y no pensado acontecimiento; allí una hermosísima dama, honesta, discreta y recatada; aquí un caballero cristiano, valiente y comedido; acullá un desaforado bárbaro fanfarrón; acá un príncipe cortés, valeroso y bien mirado; representando bondad y lealtad de vasallos, grandezas y mercedes de señores. Ya puede mostrarse astrólogo, ya cosmógrafo excelente, ya músico, ya inteligente en las materias de Estado. Y tal vez le vendrá ocasión de mostrarse nigromante, si quisiere. Puede mostrar las astucias de Ulises, la piedad de Eneas, la valentía de Aquiles, las desgracias de Héctor, las traiciones de Sinón, la amistad de Eurialo, la liberalidad de Alejandro, el valor de César, la clemencia y verdad de Trajano, la fidelidad de Zopiro, la prudencia de Catón, y finalmente todas aquellas acciones que pueden hacer perfecto á un varón ilustre, ahora poniéndolas en uno solo, ahora dividiéndolas en muchos; y siendo esto hecho con apacibilidad de estilo y con ingeniosa invención, que tire lo más que fuere posible á la verdad, sin duda compondrá una tela de varios y hermosos lazos tejida, que después de acabada tal perfección y hermosura muestre, que consiga el fin mejor que se pretende en los escritos, que es enseñar y deleitar juntamente, como ya tengo dicho. Porque la escritura desatada de estos libros da lugar á que el autor pueda mostrarse épico, lírico, trágico y cómico con todas aquellas partes que encierran en sí las dulcísimas y agradables ciencias de la poesía y de la oratoria; que la épica también puede escribirse en prosa como en verso." "Así es como vuesa merced dice, señor canónigo—dijo el cura—, y poresta causa son más dignos de reprensión los que hasta aquí han compuesto semejantes libros, sin tener advertencia á ningún buen discurso, ni el arte y reglas por donde pudieran guiarse y hacerse famosos en prosa, como lo son en verso, los dos príncipes de la poesía griega y latina." "Yo á lo menos—replicó el canónigo (el cual ya he dicho que es Cervantes)—he tenido cierta tentación de hacer un libro de caballerías, guardando en él todos los puntos que he significado, y si he de confesar la verdad, tengo escritas más de cien hojas; y para hacer la experiencia de si correspondían á mi estimación, las he comunicado con hombres apasionados de esta leyenda, doctos y discretos, y con otros ignorantes, que sólo atienden al gusto de oir disparates, y de todos he hallado una agradable aprobación." Entre estos ignorantes no debió consultar al censurador aragonés, el cual debía haber hecho reflexión de que quien así sabía los preceptos del arte de novelar, tomando la pluma procuraría ajustarse á ellos. En mi juicio, las novelas de Cervantes son las mejores que se han escrito en España, así por la agudeza de su invención y honestidad de costumbres, como por el arte con que se dispusieron y la propiedad y dulzura de estilo con que están escritas.

166. Un año después que publicó lasNovelasdió á luz un librito que intitulóViaje del Parnaso, compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra, dirigido á don Rodrigo de Tapia, caballero del hábito de Santiago, hijo del señor Pedro de Tapia, oidor del Concejo real y consultor del Santo Oficio de la Inquisición suprema. En Madrid, por la viuda de Alonso Martín, año 1614, en 8.º.

167. Cervantes se preció mucho de la invención de este libro. Yo juzgo que es más ingeniosa queagradable. Pero no por eso me atreveré á llamar á su autor mal poeta, como don Esteban Manuel de Villegas dijo que lo era, escribiendo al doctor Bartolomé Leonardo de Argensola[238]:

Irás del Helicón á la conquistaMejor que el mal poeta de Cervantes,Donde no le valdrá ser quijotista.

En cuyo terceto aludió á lo que había dicho Cervantes[239], que los dos hermanos Leonardo, Lupercio y Bartolomé, no habían ido al Parnaso á dar la batalla á los malos poetas porque estaban ocupados en Nápoles en el obsequio debido al conde de Lemos. Villegas, pues, torció el sentido de Cervantes, convirtiendo en sátira de aquellos grandes ingenios el no haber ido al Parnaso, cuando ellos se alegrarían de que cediese eso en gloria del conde, su protector, y más sabiendo que Cervantes hacía de sí el justo aprecio, pues aun siendo mozos los alabó muchísimo en suGalatea[240]y después en el mismoViaje del Parnaso, llegando á decir[241]en el lance más apretado de la batalla:

Quiso Apolo indignado echar el restoDe su poder y de su fuerza sola,Y dar al enemigo fin molesto.Y una sacra canción, donde acrisolaSu ingenio, gala, estilo y bizarríaBartolomé Leonardo de Argensola,Cual si fuera un petrarte Apolo envíaAdonde está el tesón más apretado,Más dura y más furiosa la porfía.Cuando me paro á contemplar mi estado,Comienza la canción[242], que Apolo poneEn el lugar más noble y levantado.

168. Y lo que más es de admirar (en prueba de la rectitud del juicio de Cervantes), es que alababa á los Leonardo, hallándose quejoso de ellos porque no hacían con el conde de Lemos los buenos oficios que le habían prometido[243]. Don Esteban Manuel de Villegas, que sabía esto, por lisonjear á Bartolomé Leonardo torció el pensamiento de Cervantes, y haciendo comparación de uno y otro, prefirió á Bartolomé. De cuya censura no se puede hacer buen juicio, si no se habla con distinción, según las especies de poesías. Porque en las coplas de arte menor es maravilloso el juicio y gravedad de Hernán Pérez de Guzmán y de don Jorge Manrique: como también el ingenio, discreción y gracia de don Juan Manuel, Hernán Megía, Gómez Manrique, Luis Bivero, Suárez, el Comendador Ávila, don Diego de Mendoza y de otros muchísimos, cuyos pensamientos fueron agudísimos y sus expresiones tan graciosas como nobles. Es admirable la festividad de Castillejo; la urbanidad de Luis Gálvez de Montalvo; el natural decir de todos éstos, castizo, inteligible y de todas maneras agradable. Garcilaso de la Vega es el único maestro de las églogas. De la comedia y tragedia hablo yo en otra parte. De la poesía lírica es príncipe el que lo fué de Esquilache, don Francisco de Borja, á quien aventajó en erudición don Luis de Góngora, pero aunque hizo versos felicísimos é inimitables, no supo igualarle en la observación del arte y purezadel estilo. La sátira y poesía heroica empezaron tarde en España. El doctor Bartolomé Leonardo de Argensola guardó en aquélla el rigor del arte, como hombre versadísimo en los tres satíricos latinos, Horacio, Juvenal y Persio, á quienes más copió que imitó. Don Francisco de Quevedo observó menos el arte y fué más libre en la reprensión. En todo manifestó su gran ingenio, pero en laEpístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos, escrita á don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, en su valimiento, nos dió á entender que si no hubiera querido dejarse llevar de su genio, hubiera excedido á los mayores satíricos que ha tenido el mundo. Respecto de la poesía heroica, más quiero que se lea el juicio de Cervantes que el mío. Introduce al bachiller Sansón Carrasco, hablando de los famosos poetas que había en España, y refiere[244]"que decían, que no eran sino tres y medio". El mismo Cervantes nos dirá cuáles son éstos. Haciendo el cura y el barbero el escrutinio de los libros, dijo el barbero[245]: "Aquí vienen tres todos juntos:La Araucana, de don Alonso de Ercilla;La Austriada, de Juan Rufo, jurado de Córdoba, yEl Monserrate, de Cristóbal de Virués, poeta valenciano. Todos esos tres libros—dijo el cura—son los mejores que en verso heroico en lengua castellana están escritos, y pueden competir con los más famosos de Italia. Guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España." El medio poeta entiendo yo que era el mismo Cervantes, pues en boca de Don Quijote dijo de sí mismo[246]: "Á fe que debe de ser razonablepoeta, ó yo sé poco del arte." Y con razón; porque según el testimonio del mismo Mercurio[247], fué raro inventor, y la invención es la parte que anima la poesía. En aquello mismo que inventa suele guardar la debida puntualidad y el común decoro[248]. Pero como no tenía ni la profunda erudición que requiere la poesía heroica, ni su genio festivo podía atarse á los rigorosos preceptos de una arte tan seria, con cuerda modestia no se atrevió á llamarse poeta entero. Y en efecto no dió muestras de serlo, ni en elCanto de Calíope[249]ni en elViaje del Parnaso.

169. Este último libro (escrito á imitación de César Caporal), á primera vista, parece una laudatoria de los poetas de su tiempo; pero, realmente, es una sátira contra ellos. Y por eso está escrito en tercetos. El intento del autor se descubre en varias partes. En una, dice[250]:

Desta manera andaba la poesíaDe uno en otro, haciendo que hablase,Este, latín, aquél, algarabía.

En otra parte[251]introduce á un poeta mal contento reprendiendo al nuestro porque sin mérito había canonizado á tantos. Las palabras del poetastro son éstas:

Oh tú (dijo) traidor, que los poetasCanonizaste de la larga listaPor causas y por vías indirectas:¿Dónde tenías, Magancés, la vistaAguda de tu ingenio, que así ciegoFuiste tan mentiroso coronista?Yo te confieso, oh bárbaro, y no niego,Que algunos de los muchos que escogiste(Sin que el respeto te forzase ó ruego)En el debido punto los pusiste;Pero con los demás, sin duda algunaPródigo de alabanzas anduviste.

170. Á cuyo cargo satisfizo con decir que Mercurio le había dado aquella lista y que tocaba á Apolo, como á dios de la Poesía, darles los puestos que pedían sus ingenios y habilidad.

171. También es esteViajeun "memorial" de Miguel de Cervantes Saavedra; y como los hombres desvalidos, aunque modestos, se ven obligados á referir sus méritos, porque no tienen otros que los cuenten, introduce dos coloquios suyos, uno con Mercurio, á quien fingió la mitología mensajero de los dioses, y otro con Apolo, soberano protector de las ciencias, y en uno y otro dijo Cervantes lo que convenía que supiese y premiase el rey de España por medio de su privado, que los que lo son tienen obligación de referir á sus amos los que merecen premio ó castigo, so pena de condenarse á sí propios á una infamia perpetua. El primer coloquio, con Mercurio, dice así:

Mandóme el dios parlero luego alzarme,Y con medidos versos y sonantes,Desta manera comenzó á hablarme:"¡Oh Adán de los poetas! ¡oh Cervantes!¿Qué alforjas, y qué traje es éste, amigo,Que así muestra discursos ignorantes?"Yo, respondiendo á su demanda, digo:"Señor, voy al Parnaso, y como pobreCon este aliño mi jornada sigo."Y él á mí dijo: "¡Oh sobrehumano, y sobreEspíritu cilenio levantado!Toda abundancia y todo honor te sobre.Que en fin has respondido á ser soldadoAntiguo y valeroso, cual lo muestraLa mano de que estás estropeado.Bien sé que en la naval, dura palestra,Perdiste el movimiento de la manoIzquierda, para gloria de la diestra.Y sé que aquel instinto sobrehumanoQue de sano inventor tu pecho encierraNo te le ha dado el padre Apolo en vano.Tus obras los rincones de la tierra(Llevándolas en grupa Rocinante)Descubren, y á la envidia mueven guerra.Pasa, raro inventor, pasa adelanteCon tu sotil designio, y presta ayudaÁ Apolo, que la tuya es importante.Antes que el escuadrón vulgar acudaDe más de siete mil sietemesinosPoetas, que de serlo están en duda.Llenas van las sendas y caminosDesta canalla inútil contra el monte,Que aun de estar á su sombra no son dinos.Ármate de tus versos luego, y ponteÁ punto de seguir este viajeConmigo y á la gran obra disponte.Conmigo segurísimo pasajeTendrás, sin que te empaches, ni procuresLo que suelen llamar matalotaje."

172. El razonamiento que Cervantes hizo á Apolo fué con ocasión de verse en el Parnaso, siendo el único que no tenía asiento en él, aludiendo á la desestimación que se hacía de su ingenio, habiendo sido el que en su tiempo empezó á levantar la Poesía. Como en este razonamiento dijo Cervantes de sí propio muchas cosas, es preciso copiarlo. Dice así[252]:

Suele la indignación componer versos;Pero si el indignado es algún tonto,Ellos tendrán su todo de perversos.De mí yo no sé más, sino que prontoMe hallé para decir en tercia rimaLo que no dijo el desterrado al Ponto.Y así le dije á Delio: "No se estima.Señor, del vulgo vano el que te sigueY al árbol sacro del laurel se arrima.La envidia y la ignorancia le persigue,Y así envidiado siempre y perseguido,El bien que espera por jamás consigue.Yo corté con mi ingenio aquel vestidoCon que al mundo la hermosaGalateaSalió para librarse del olvido.Soy por quienLa Confusanada feaPareció en los teatros admirable,Si esto á su fama es justo se le crea,Yo con estilo en parte razonableHe compuesto "comedias", que en su tiempoTuvieron de lo grave y de lo afable.Yo he dado enDon QuijotepasatiempoAl pecho melancólico y mohinoEn cualquiera sazón, en todo tiempo.Yo he abierto en misNovelasun caminoPor do la lengua castellana puedeMostrar con propiedad un desatino.Yo soy aquél que en la invención excedeÁ muchos, y al que falta en esta parte,Es fuerza que su fama falta quede.Desde mis tiernos años amé el arteDulce de la agradable poesía.Y en ella procuré siempre agradarte.Nunca voló la pluma humilde míaPor la región satírica, bajezaQue á infames premios y desgracias guía.Yo el "soneto" compuse que así empieza,Por honra principal de mis escritos:"Voto á Dios, que me espanta esta grandeza."Yo he compuesto "romances" infinitos,Y el de losCeloses aquél que estimo,Entre otros que los tengo por malditos.Por esto me congojo y me lastimoDe verme solo en pie, sin que se apliqueÁrbol que me conceda algún arrimo.Ya estoy, cual decir suelen, puesto á piquePara dar á la estampa al granPersiles,Con que mi nombre y obras multiplique.Yo en pensamientos castos y sotiles,Dispuestos en soneto de á docena,He honrado tres sujetos fregoniles.También al par deFilismiFilenaResonó por las selvas, que escucharonMás de una y otra alegre cantilena.Y en dulces varias rimas se llevaronMis esperanzas los ligeros vientos,Que en ellos y en la arena se sembraron.Tuve, tengo y tendré los pensamientos,Merced al cielo que á tal bien me inclina,De toda adulación libres y exentos.Nunca pongo los pies por do caminaLa mentira, la fraude y el engaño,De la santa virtud total ruina.Con mi corta fortuna no me ensaño,Aunque por verme en pie, como me veo,Y en tal lugar, pondero así mi daño.Con poco me contento, aunque deseoMucho." Á cuyas razones enojadas,Con estas blandas respondió Timbreo:"Vienen las malas suertes atrasadas,Y toman tan de lejos la corriente,Que son temidas, pero no excusadas.El bien les viene á algunos de repente,Á otros poco á poco y sin pensallo,Y el mal no guarda estilo diferente.El bien que está adquirido, conservalloCon maña, diligencia y con cordura,Es no menor virtud que el granjeallo.Tú mismo te has forjado tu ventura,Y yo te he visto alguna vez con ella,Pero en el imprudente poco dura.Mas si quieres salir de tu querella,Alegre, y no confuso, y consolado,Dobla tu capa, y siéntate sobre ella.Que tal vez suele un venturoso estado,Cuando le niega sin razón la suerte,Honrar más merecido, que alcanzado.""Bien parece, señor, que no se advierte,(Le respondí), que yo no tengo capa."Él dijo: "Aunque sea así, gusto de verte.La virtud es un manto con que tapay cubre su indecencia la estrechezaQue exenta y libre de la envidia escapa."Incliné al gran consejo la cabeza,Quedéme en pie; que no hay asiento bueno,Si el favor no le labra, ó la riqueza.Alguno murmuró, viéndome ajenoDel honor que pensó se me debía,Del planeta de luz y virtud lleno.

173. Miguel de Cervantes Saavedra dice en este "memorial" que su pluma nunca voló por la región satírica, queriendo decir que nunca hizo libelos infamatorios. Pero ésta es una "sátira" muy penetrante, que en cualquiera pecho que no sea inhumano excita la misericordia de ver desvalido un ingenio, de quien hizo juicio el sabio crítico Pedro Daniel Huet[253], que debe contarse entre los ingenios más aventajados que ha tenido España, y conmueve al mismo tiempo la indignación contra los que, teniendo á vista su mérito, no le premiaron según debían. Yo no lo extraño, porque el P. Juan de Mariana, honra inmortal de la Compañía de Jesús, escribiendo á Miguel Juan Vimbodi[254], natural de la villa de Onteniente en el reino de Valencia, que á la sazón se hallaba en corte romana sirviendo de secretario al cardenal P. Agustín de Espínola, arzobispo de Santiago, le dice: "Aquí se echa menos á cada paso la cultura de las letras humanas. Como no se ofrecen por ellas premios algunos, ni tampoco honra, están abatidas miserablemente. Las que dan que ganar, se estiman. Esto es lo que pasa entre nosotros. Y es que, como casi todos valoran las artes por la utilidad y ganancia, tienen por inútiles las que no reditúan." No era el P. Mariana uno de aquellos lisonjeros en todos tiempos tan frecuentes, que sólo secreteando y con grandes misterios dicen las verdades. Quejándose de lo mismo no menos que con Felipe III, le dijo á vista de todoel mundo[255]: "¿Mas qué maravilla, pues ninguno por este camino se adelanta? Ningún premio hay en el reino para estas letras. Ninguna honra, que es la madre de las artes." Algunos ánimos viles, que reconociendo las virtudes ajenas se atormentan envidiándolas y se enfurecen de que los mismos que las tienen las acuerden para ser remunerados, interpretarán como arrogancia aquellas justísimas quejas en que prorrumpió Cervantes. Pero él pudiera decir lo que en ocasión semejante el igualmente desfavorecido que erudito don José Pullicer[256]: "Y no sin justificación. Porque no se debe negar al estudioso lo que es lícito al militar. Á cualquier soldado le es permitido recapitular con verdad los servicios, ocasiones y trances en que intervino; y ésta fué virtud, no soberbia, cuando en Roma se merecían los anillos militares y las guirnaldas, murales y cívicas, los trofeos y triunfos públicos. Así no se debe atribuir á adulación, que yo haga alarde de operaciones y de honores, cuando la ignorancia y la maledicencia dan motivo á ello con injurias y calumnias, también públicas. Si yo mintiese en ello, fuera crimen. Pero, por mi verdad, sería ligereza, siendo yo vivo, permitir la relación de lo que he llegado á obtener á otra pluma." Así lo practicaron los mayores hombres de España, don Antonio Agustín, Jerónimo de Zurita, el doctor Benito Arias Montano, el maestro fray Luis de León, el padre Juan de Mariana, don Nicolás Antonio, don Juan Lucas Cortés. Y por decirlo en una palabra, ¿qué hombre grande no lo ha practicado así en su caso y lugar? Mengua del saber llamó San Pablo[257]álas alabanzas de sí propio, pero mengua á que tal vez suele obligar la injusticia ajena. En Cervantes eran desahogo del justo sentimiento de su desfavor, y muy tolerables atendiendo su genio, pues como dijo él mismo[258]:

Jamás me contenté, ni satisficeDe hipócritas melindres. LlanamenteQuise alabanzas de lo que bien hice.

Pero como no las encontraba en otros, por la envidia que le tenían, les dió ocasión de tenerla mayor, no con fin de aumentársela, sino de manifestar la satisfacción de su propia conciencia, refrescando la memoria de lo que había trabajado en beneficio público. Por eso en el gracioso coloquio que tuvo con Pancracio de Roncesvalles, el cual puede servir de comento al razonamiento de Cervantes con Apolo, introdujo al dicho Pancracio, figura de un remislado poeta de aquellos tiempos, preguntándole[259]: "Y vuesa merced, señor Cervantes—dijo él—, ¿ha sido aficionado á la carátula? ¿Ha compuesto alguna comedia?" "Sí—dije yo—, muchas; y, á no ser mías, que parecieran dignas de alabanza, como lo fueron losTratos de Argel[260],La Numancia,La gran turquesa,La batalla naval,La Jerusalén,La Amarante ó la del Mayo,El bosque amoroso,La única y la bizarra Arsinday otras muchas de que no me acuerdo; mas la que yo más estimo, y de la que más me precio, fué y es de una llamadaLa Confusa, la cual (con paz sea dicho de cuantas comedias de capa y espada hasta hoy sehan representado) bien puede tener lugar señalado por buena entre las mejores."Pancracio: "¿Y agora tiene vuesa merced algunas?"Miguel: "Seis tengo, con otros seis entremeses."Pancracio: "Pues ¿por qué no se representan?"Miguel: "Porque ni los actores me buscan, ni yo los voy á buscar á ellos."Pancracio: "No deben de saber que vuesa merced las tiene."Miguel: "Sí saben, pero como tienen sus poetas paniaguados y les va bien con ellos, no buscan pan de trastrigo. Pero yo pienso darlas á la estampa para que se vea despacio lo que pasa apriesa, y se disimula ó no se entiende cuando la representan. Y las comedias tienen sus razones y tiempos, como los cantares." Hasta aquí Cervantes, cuyo coloquio fué un como prólogo echadizo, que anticipó al libro que publicó el año siguiente con este título:Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados, compuestos por Miguel de Cervantes Saavedra. En Madrid, por la viuda de Alonso Martín. Año 1615, en 4.°.

174. Llegó Cervantes á tan miserable estado de pobreza, que por no tener caudal para imprimir este libro, le vendió á Juan Villarroel, á cuyas costas se imprimió. Los nombres de estas comedias son los siguientes:El gallardo español,La casa de los celos,Los baños de Argel,El rufián dichoso,La gran sultana,El laberinto de amor,La entretenidayPedro de Urdemalas. Entremeses:El juez de los divorcios,El rufián viudo,Elección de los Alcaldes de Daganzo,La guarda cuidadosa,El vizcaíno fingido,El retablo de las maravillas,La cueva de SalamancayEl viejo celoso. El entremés segundo y tercero están escritos en verso, los demás en prosa. Como esta especie de composición es una viva representación de cualesquiera acciones remedadas de suerte que parezcanridículas, siempre los entremeses parecen mejor representados que leídos. Y así Lope de Rueda, que viviendo embelesaba á los mirones, leído en los "entremeses" que publicó Juan de Timoneda, famoso valenciano y escritor plausible en su tiempo, da poquísimo gusto.

175. Las comedias de Cervantes, comparadas con otras más antiguas, son mucho mejores, exceptuando siempre la deCalisto y Melibea, conocida por el nombre deCelestina, alcahueta tan infame como famosa por el incierto autor que primero la ideó y empezó á dibujar y colorir, porque el bachiller Fernando de Rojas, que la dió fin, no pudo igualar al primer inventor. Después de Cervantes se han compuesto comedias de mayor invención que las griegas (porque los cómicos latinos Plauto y Terencio sólo imitaron), pero de arte mucho inferior. El que dudare esto, infórmese primero de la suma dificultad que tiene el arte cómico, leyendo á Aristóteles en suPoética, y si no puede entenderla, á don Jusepe Antonio González de Salas, en su eruditísimaIlustración á la Poética de Aristóteles. Pero para que el lector quede más bien informado de lo que deben á Cervantes los teatros de España, oigámosle á él como á cronista en estos reinos. En el prólogo que hizo á susComedias, dice así: "No puedo dejar, lector carísimo, de suplicarte me perdones si vieres que en este prólogo salgo algún tanto de mi acostumbrada modestia. Los días pasados me hallé en una conversación de amigos, donde se trató de comedias y de las cosas á ellas concernientes, y de tal manera las sutilizaron y atildaron, que á mi parecer vinieron á quedar en punto de toda perfección. Tratóse también de quién fué el primero que en España las sacó de mantillas y las puso en toldo, y vistió de gala yapariencia. Yo, como el más viejo que allí estaba, dije que me acordaba de haber visto representar al gran Lope de Rueda. Varón insigne en la representación y en el entendimiento. Fué natural de Sevilla y de oficio batihoja, que quiere decir de los que hacen panes de oro. Fué admirable en la poesía pastoril, y en este modo, ni entonces, ni después acá, ninguno le ha llevado ventaja; y aunque por ser muchacho yo entonces no podía hacer juicio firme de la bondad de sus versos, por algunos que me quedaron en la memoria, vistos ahora en la edad madura que tengo, hallo ser verdad lo que he dicho. Y si no fuera por no salir del propósito de prólogo, pusiera aquí algunos que acreditaran esta verdad. En el tiempo de este célebre español, todos los aparatos de un autor de comedias se encerraban en un costal, y se cifraban en cuatro pellicos blancos, guarnecidos de guadamecí dorado, y en cuatro barbas y cabelleras, y cuatro cayados, poco más ó menos. Las comedias eran unos coloquios como églogas entre dos ó tres pastores y alguna pastora. Aderezábanlas y dilatábanlas con dos ó tres entremeses, ya de negra, ya de rufián, ya de bobo y ya de vizcaíno, que todas estas cuatro figuras y otras muchas hacía el tal Lope con la mayor excelencia y propiedad que pudiera imaginarse. No había en aquel tiempo tramoyas, ni desafíos de moros y cristianos, á pie ni á caballo. No había figura que saliese ó pareciese salir del centro de la tierra por lo hueco del teatro, al cual componían cuatro bancos en cuadro y cuatro ó seis tablas encima, con que se levantaba del suelo cuatro palmos. Ni menos bajaban del cielo nubes con ángeles ó con almas. El adorno del teatro era una manta vieja tirada con dos cordeles de una parte á otra, que hacía lo que llaman vestuario; detrás de la cualestaban los músicos cantando, sin guitarra, algún romance antiguo. Murió Lope de Rueda, y por hombre excelente y famoso le enterraron en la Iglesia Mayor de Córdoba (donde murió) entre los dos coros, donde también está enterrado aquel famoso loco Luis López. Sucedió á Lope de Rueda, Naharro, natural de Toledo, el cual fué famoso en hacer la figura de rufián cobarde. Este levantó algún tanto más el adorno de las comedias, y mudó el costal de vestidos en cofres y en baúles. Sacó la música, que antes cantaba detrás de la manta, al teatro público; quitó las barbas de los farsantes, que hasta entonces ninguno representaba sin barba postiza; é hizo que todos representasen á cureña rasa, si no era los que habían de representar los viejos ú otras figuras, que pidiesen mudanza de rostro. Inventó tramoyas, nubes, truenos y relámpagos, desafíos y batallas, pero esto no llegó al sublime punto en que está ahora; y esto es verdad que no se me puede contradecir (y aquí entra el salir yo de los límites de mi llaneza), que se vieron en los teatros de Madrid representar losTratos de Argel, que yo compuse,La destrucción de NumanciayLa batalla naval, donde me atreví á reducir las comedias á tres jornadas, de cinco que tenían. Mostré (ó por mejor decir) fuí el primero que representase las imaginaciones y los pensamientos escondidos del alma, sacando figuras morales al teatro, con general y gustoso aplauso de los oyentes. Compuse en este tiempo hasta veinte comedias ó treinta, que todas ellas se recitaron, sin que se les ofreciese ofrenda de pepinos, ni de otra cosa arrojadiza. Corrieron su carrera sin silvos, gritas ni barahundas. Tuve otras cosas en que ocuparme. Dejé la pluma y las comedias. Y entró luego el Monstruo de la naturaleza, el gran Lope de Vega,y alzóse con la monarquía cómica; avasalló y puso debajo de su jurisdicción á todos los farsantes; llenó el mundo de comedias propias, felices y bien razonadas; y tantas, que pasan de diez mil pliegos los que tiene escritos; y todas (que es una de las mayores cosas que puede decirse) las ha visto representar, ú oído decir (por lo menos) que se han representado. Y si algunos (que hay muchos) han querido entrar á la parte y gloria de sus trabajos, todos juntos no llegan en lo que han escrito á la mitad de lo que él solo. Pero no por esto (pues no lo concede Dios todo á todos) dejen de tenerse en precio los trabajos del doctor Ramón, que fueron los más después de los del gran Lope. Estímense las trazas artificiosas en todo extremo del licenciado Miguel Sánchez; la gravedad del doctor Mira de Mescua, hombre singular de nuestra nación; la discreción é innumerables conceptos del canónigo Tárraga; la suavidad y dulzura de don Guillem de Castro; la agudeza de Aguilar; el tropel, el boato, la grandeza de las comedias de Luis Vélez de Guevara; y las que ahora están en jerga del agudo ingenio de don Antonio de Galarza; y las que prometen las fullerías de amor de Gaspar de Ávila; que todos éstos, y otros algunos, han ayudado á llevar esta gran máquina al gran Lope. Algunos años ha que volví yo á mi antigua ociosidad, y pensando que aún duraban los siglos donde corrían mis alabanzas, volví á componer algunas comedias, pero no hallé pájaros en los nidos de antaño. Quiero decir, que no hallé autor que me las pidiese, puesto que sabían que las tenía. Y así las arrinconé en un cofre y las consagré y condené al perpetuo silencio. En esta sazón me dijo un librero que él me las comprara si un autor de título no le hubiera dicho que de mi prosa se podía esperar mucho, pero quedel verso nada. Y si va á decir la verdad, cierto que me dió pesadumbre el oirlo, y dije entre mí: Ó yo me he mudado en otro, ó los tiempos se han mejorado mucho, sucediendo siempre al revés, pues siempre se alaban los pasados tiempos. Torné á pasar los ojos por mis comedias y por algunos entremeses míos, que con ellas estaban arrinconados, y vi no ser tan malas ni tan malos que no mereciesen salir de las tinieblas del ingenio de aquel autor, á la luz de otros autores menos escrupulosos y más entendidos. Aburríme, y vendíselas al tal librero, que las ha puesto en estampa, como aquí te las ofrece. El me las pagó razonablemente. Yo cogí mi dinero con suavidad, sin tener cuenta con dimes ni diretes de recitantes. Querría que fuesen las mejores del mundo, ó á lo menos, razonables. Tú lo verás, lector mío, y si hallares que tienen alguna cosa buena, en topando á aquel mi maldiciente autor, dile que se enmiende, pues yo no ofendo á nadie; y que advierta, que no tienen necedades patentes y descubiertas; y que el verso es el mismo que piden las comedias, que ha de ser de los tres estilos el ínfimo; y que el lenguaje de los entremeses es propio de las figuras que en ellos se introducen; y que para enmienda de todo esto, le ofrezco una comedia que estoy componiendo, y la intitulo:El engaño á los ojos, que (si no me engaño) le ha de dar contento. Y con esto, Dios te dé salud, y á mí paciencia."

176. Esta es la historia de los progresos de la cómica española. Había sido Cervantes el que más la había adelantado; y, para perfeccionarla más, quiso darnos un ejemplo de una gran "tragicomedia" escrita en prosa. Muchos años había que estaba meditando y escribiendoLos trabajos de Persiles y Sigismunda. Habíalos ofrecido en variasocasiones. En el prólogo de susNovelas, hablando de éstas, dijo: "Tras ellas, si la vida no me deja, te ofrezcoLos trabajos de Persiles, libro que se atreve á competir conHeliodoro, si ya por atrevido no sale con las manos en la cabeza. Y primero verás, y con brevedad, dilatadas las hazañas de Don Quijote y donaires de Sancho Panza. Y luegoLas semanas del jardín. Mucho prometo con fuerzas tan pocas como las mías. Pero ¿quién pondrá rienda á los deseos?" La continuación de la historia de Don Quijote salió, como vimos, el año 1616. En su dedicatoria al conde de Lemos, fecha en Madrid el último de Octubre de 1615, llegó Cervantes á decir esto: "Con esto me despido, ofreciendo á V. E.Los trabajos de Persiles y Sigismunda, libro á quien daré fin dentro de cuatro meses,Deo volente, el cual ha de ser ó el más malo ó el mejor que en nuestra lengua se haya compuesto, quiero decir de los de entretenimiento. Y digo que me arrepiento de haber dicho el más malo, porque, según la opinión de mis amigos, ha de llegar al extremo de bondad posible. Venga V. E. con la salud[261]que es deseado, que ya estaráPersilespara besarle las manos y yo los pies, como criado que soy de V. E." En efecto, Cervantes acabó de escribirLos trabajos de Persiles y Sigismunda, pero antes que salieran á luz acabó la muerte con él.

177. Su enfermedad fué tal, que él mismo pudo ser y fué su historiador. Y porque no tenemos otro, y refiere todas las cosas con tanta gracia, veamos lo que dejó escrito en el fin del prólogo que pensaba hacer, ó sea prólogo entero, empezadoex abrupto, donde dice así: "Sucedió, pues, lector amantísimo, que viniendo otros dos amigos y yo delfamoso lugar de Esquivias, por mil causas famoso, una por sus ilustres linajes y otra por sus ilustrísimos vinos, sentí que á mis espaldas venía picando con gran priesa uno que al parecer traía deseo de alcanzarnos, y aun lo mostró dándonos voces, que no picásemos tanto. Esperámosle y llegó sobre una borrica un estudiante pardal, porque todo venía vestido de pardo, antiparras, zapato redondo y espada con contera, valona bruñida y con trenzas iguales. Verdad es, no traía más de dos, porque se le venía á un lado la valona por momentos, y él traía sumo trabajo y cuenta de enderezarla. Llegando á nosotros, dijo: "¿Vuesas mercedes van á alcanzar algún oficio ó prebenda á la Corte? pues allá está su Ilustrísima de Toledo, y su Majestad ni más ni menos, según la priesa con que caminan, que en verdad que á mi burra se le ha cantado el vítor de caminante más de una vez." Á lo cual respondió uno de mis compañeros: "El rocín del señor Miguel de Cervantes tiene la culpa de esto, porque es algo que pasilargo." Apenas hubo oído el estudiante el nombre de Cervantes, cuando apeándose de su cabalgadura, cayéndosele aquí el cojín y allí el portamanteo (que con toda esta autoridad caminaba), arremetió á mí, y acudiendo á asirme de la mano izquierda, dijo: "¡Sí, sí, éste es el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre y, finalmente, el regocijo de las musas!" Yo, que en tan poco espacio vi el grande encomio de mis alabanzas, parecióme ser descortesía no corresponder á ellas; y así, abrazándole por el cuello, de donde le eché á perder de todo punto la valona, le dije: "Ése es un error donde han caído muchos aficionados ignorantes. Yo, señor, soy Cervantes; pero no el regocijo de las musas ni ninguna de las demás baratijas que ha dicho vuesa merced. Vuelva ácobrar su burra y suba, y caminemos en buena conversación lo poco que nos falta de camino." Hízolo así el comedido estudiante. Tuvimos algún tanto más las riendas, y con paso asentado, seguimos nuestro camino, en el cual se trató de mi enfermedad, y el buen estudiante me desahució al momento, diciendo: "Esta enfermedad es de hidropesía, que no la sanará toda el agua del mar Océano que dulcemente se bebiese. Vuesa merced, señor Cervantes, ponga tasa al beber, no olvidándose de comer, que con esto sanará, sin otra medicina alguna." "Eso me han dicho muchos—respondí yo—. Pero así puedo dejar de beber á todo mi beneplácito, como si para sólo eso hubiera nacido. Mi vida se va acabando, y al paso de las efeméridas de mis pulsos, que, á más tardar, acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida." "En fuerte punto ha llegado vuesa merced á conocerme; pues no me queda espacio para mostrarme agradecido á la voluntad que vuesa merced me ha mostrado." "En esto llegamos á la puente de Toledo, y yo entré por ella y él se apartó á entrar por la de Segovia. Lo que se dirá de mi suceso tendrá la fama cuidado, mis amigos gana de decirlo, y yo mayor gana de escucharlo. Tornéle á abrazar. Volvióseme á ofrecer. Picó á su burra y dejóme tan mal dispuesto, como él iba caballero en su burra, quien había dado gran ocasión á mi pluma para escribir donaires. Adiós, regocijados amigos, que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida." La de Cervantes estaba ya en el confín de la muerte. La hidropesía se le agravó. Pero cuanto más le debilitaba el cuerpo, tanto más procuraba él fortalecer su ánimo; y habiendo recibido la Extremaunción para salir victorioso, como atleta cristiano, en la última lucha,esperaba la muerte con ánimo tan sereno, que parece no la temía; y lo que es más de admirar, aún estaba para decir y escribir donaires; de suerte que, habiendo recibido el último Sacramento el día 18 de Abril del año 1616, el día siguiente escribió ó dictó la dedicatoria deLos trabajos de Persiles y Sigismunda, citando coplas á su patrón el conde de Lemos, para quien dejó escrita la siguiente dedicatoria: "Aquellas coplas antiguas, que fueron en su tiempo celebradas, que comienzan: "Puesto ya el pie en el estribo", quisiera yo no vinieran tan á pelo en mi epístola, porque casi con las mismas palabras las puedo comenzar, diciendo:


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