Puesto ya el pie en el estribo,Con las ansias de la muerte,Gran señor, ésta te escribo.
"Ayer me dieron la Extremaunción y hoy escribo ésta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y con todo esto llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir, y quisiera yo ponerle coto hasta besar los pies á V. E., que podría ser fuese tanto el contento de ver á V. E. bueno en España, que me volviese á dar la vida; pero si está decretado que la haya de perder, cúmplase la voluntad de los cielos, y, por lo menos, sepa V. E. este mi deseo, y sepa que tuvo en mí un tan aficionado criado de servirle que quiso pasar aún más allá de la muerte mostrando su intención. Con todo esto, como en profecía, me alegro de la llegada de V. E. Regocíjome de verle señalar con el dedo y realégrome de que salieron verdaderas mis esperanzas, dilatadas en la fama de las bondades de V. E. Todavía me quedan en el alma ciertas reliquias y asomos deLas semanas del jardíny del famosoBernardo. Si á dicha, por buena ventura mía, queya no sería ventura, sino milagro, me diese el cielo vida, las verá, y con ellas fin deLa Galatea, de quien se está aficionado V. E. Y con estas obras, continuando mi deseo, guarde Dios á V. E. como puede. De Madrid, á 19 de Abril de 1616 años. Criado de V. E., Miguel de Cervantes."
178. Don Tomás Tamayo de Bargas, movido de la fecha de esta carta, escribió en laContinuación del Euquiridión de los tiempos, de fray Alonso Venero, que Miguel de Cervantes Saavedra murió el mismo día diez y nueve; pero de un libro de entierros que se conserva en Madrid, en la iglesia parroquial de San Sebastián, consta que murió en la calle de León, el día veintitrés de Abril del referido año 1616, habiendo mandado que le enterrasen en el convento de las monjas Trinitarias y dejado por testamentaria suya á su mujer, doña Catalina de Salazar, á la cual, en el día 24 de Septiembre de dicho año, se concedió licencia para imprimirLos trabajos de Persiles y Sigismunda, que salieron á luz con este título:Los trabajos de Persiles y Sigismunda, historia setentrional, por Miguel de Cervantes Saavedra. En Madrid, por Juan de la Cuesta. Año 1617. En 4.º Dentro de pocos años los tradujo en italiano Francisco Elío, milanés, y salieron impresos en Venecia de la oficina de Bartolomé Fontana. Año 1626, en 8.º
179. En la primera impresión hay dos epitafios, tales, que para su duración merecían grabarse en bien ligero corcho. El uno es un soneto de Luis Francisco Calderón, que no contiene cosa particular. El otro es una décima, que por el raro pensamiento de quien la hizo se trasladará aquí al pie de la letra.
180. "De don Francisco de Urbina á Miguel de Cervantes, insigne y cristiano ingenio de nuestrostiempos, á quien llevaron los Terceros de San Francisco á enterrar con la cara descubierta, como á Tercero que era.
EPITAFIO
Caminante, el peregrinoCervantes aquí se encierra.Su cuerpo cubre la tierra;No su nombre, que es divino.En fin hizo su camino:Pero su fama no es muerta,Ni sus obras. Prenda ciertaDe que pudo á la partidaDesde ésta á la eterna vidaIr la cara descubierta."
181. Este epitafio dió ocasión al autor de laBiblioteca Franciscanapara poner en ella á Cervantes como uno de los escritores que fueron Hermanos de la Cofradía de la Tercera Orden; Biblioteca que si los ha de comprender á todos, será ciertamente la más copiosa de todas.
182. Cervantes dijo que suPersiles y Sigismundase atrevía á competir conHeliodoro. La mayor alabanza que podemos darle, es decir que es cierto. Los amores que refiere son castísimos; la fecundidad de la invención, maravillosa; en tanto grado, que, pródigo su ingenio, excedió en la multitud de los episodios. Los sucesos son muchos y muy varios. En unos se descubre la imitación deHeliodoro, y de otros, muy mejorada; en los demás campea la novedad. Todos están dispuestos con arte, y bien explicados, con circunstancias casi siempre verosímiles. Cuanto más se interna el lector en esta obra, tanto es mayor el gusto de leerla, siendo el tercero y cuarto libro mucho mejores que el primero y segundo. Los continuosTrabajosllevadosen paciencia, acaban en descanso, sin máquina alguna; porque un hombre como Cervantes sería milagro que acabase con algún milagro, para manifestar la felicidad de su raro ingenio. En las descripciones excedió áHeliodoro. Las de éste suelen ser sobrado frecuentes y muy pomposas. Las de Cervantes á su tiempo y muy naturales. Aventajóle también en el estilo, porque aunque el deHeliodoroes elegantísimo, es algo afectado, demasiadamente figurado y más poético de lo que permite la prosa. Defecto en que cayó también el discreto Fenelón. Pero el de Cervantes es propio, proporcionadamente sublime, modestamente figurado y templadamente poético en tal cual descripción. En suma, esta obra es de mayor invención y artificio, y de estilo más sublime que la deDon Quijote de la Mancha. Pero no ha tenido igual aceptación; porque la invención de la historia de Don Quijote es más popular y contiene personas más graciosas; y como son menos en número, el lector retiene mejor la memoria de las costumbres, hechos y caracteres de cada una. Fuera de eso, el estilo es más natural y tanto más descansado cuanto menos sublime. Sepan, pues, los que escriben, que poner término á la invención y levantar la mano de la obra, si es á su tiempo, es la última diligencia, y mano. Y esto mismo me amonesta de que ya es hora de que yo no moleste más á mi lector, á quien suplico me perdone muchas impertinencias que aquí ha leído, pues mi fin sólo ha sido obedecer á quien debía el obsequio de recoger algunos apuntamientos, para que otro los ordene y escriba con la felicidad de estilo que merece el sujeto de que tratan. Entretanto, yo daré ahora una fidelísima copia del mismo original, procurando acabar con aquellas mismas palabras con que Miguel deCervantes Saavedra dió principio al prólogo de susNovelas.
183. "Quisiera yo, si fuera posible, lector amantísimo, excusarme de escribir esteprólogo, porque no me fué tan bien con el que puse en mi Don Quijote, que quedase con gana de segundar con éste. De esto tiene la culpa algún amigo[262]de los muchos que en el discurso de mi vida he granjeado, antes con mi condición que con mi ingenio, el cual amigo bien pudiera, como es uso y costumbre, grabarme y esculpirme en la primera hoja de este libro; pues le diera mi retrato el famoso don Juan de Jáuregui, y con esto quedara mi ambición satisfecha y el deseo de algunos que querrían saber qué rostro y talle tiene quien se atreve á salir con tantas invenciones en la plaza del mundo á los ojos de las gentes, poniendo bajo del retrato: "Éste que veis aquí de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes, ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño; la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies." Éste digo que es el rostro del autor deLa Galateay deDon Quijote de la Mancha, y del que hizo elViaje del Parnaso, á imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y quizá sin el nombre de su dueño. Llámasecomúnmente MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA. Fué soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió á tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del Hijo del rayo de la guerra, Carlos V, de felice memoria."
FIN DE LA "VIDA DE CERVANTES"