Chapter 8

VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA NATURAL DE MADRID[3]

SU AUTOR

DON GREGORIO MAYÁNS SISCAR

Miguel de Cervantes Saavedra, que viviendo fué un valiente soldado, aunque muy desvalido, y escritor muy célebre, pero sin favor alguno, después de muerto es prohijado á porfía de muchas patrias. Esquivias dice ser suyo, Sevilla le niega esta gloria, y la quiere para sí. Lucena tiene la misma pretensión. Cada una alega su derecho, y ninguna le tiene.

1. Defiende la parte de Esquivias don Tomás Tamayo de Vargas, varón eruditísimo: quizá porque Cervantes llamó "famoso" á este Lugar; pero el mismo Cervantes se explicó diciendo: "Por mil causas famoso: una por sus ilustres linajes, y otra por sus ilustrísimos vinos."

2. El grande émulo de Tamayo, don Nicolás Antonio, patrocina la causa de Sevilla, y para probarla,alega dos razones ó conjeturas. Dice que Cervantes, siendo niño, vió representar en Sevilla á Lope de Rueda; y añade que los apellidos "Cervantes" y "Saavedra" son sevillanos. La primera conjetura prueba poco. Yo, siendo niño, vi representar en el teatro de Valencia un gran comedión (que es el único que he visto), y no soy de Valencia, sino de Oliva. Fuera de esto, diciendo Cervantes que[4]"Lope de Rueda, varón insigne en la representación y en el entendimiento, fué natural de Sevilla", era natural también llamarla su patria; y ni en ese ni en otros lugares donde nombró á Sevilla la reconoció como tal. La segunda conjetura aún prueba menos, porque si Miguel de Cervantes Saavedra hubiera sido de los Cervantes y Saavedras de Sevilla, siendo nobles estas familias, lo hubiera él apuntado en alguna parte, hablando en tantas de sí; y lo más que dijo fué ser hidalgo, sin añadir circunstancia que indicase su solar; y á ser natural de Sevilla, en las mismas familias sevillanas de Cervantes y Saavedras se hubiera conservado desde aquel tiempo la gloriosa memoria de haber dado á España tan ilustre varón. Prueba que hubiera alegado don Nicolás Antonio, siendo de esta opinión y natural de Sevilla.

3. En Lucena dicen que hay tradición de haber nacido allí. Cuando se pruebe la tradición, ó se exhiba la fe de su bautismo, deberemos creerlo.

4. Entretanto, tengo por cierto que la patria de Cervantes fué Madrid, pues él mismo, en elViaje del Parnaso[5], despidiéndose de esta grande villa, le dice así:

Adiós, dile á la humilde choza mía.Adiós, Madrid, adiós, tu Prado y fuentes.Que manan néctar, llueven ambrosía.Adiós, conversaciones suficientesÁ entretener un pecho cuidadoso.Y á dos mil desvalidos pretendientes.Adiós, sitio agradable y mentiroso.Do fueron dos gigantes abrasadosCon el rayo de Júpiter fogoso.Adiós, teatros públicos, honradosPor la ignorancia que ensalzada veoEn cien mil disparates recitados.Adiós, de San Felipe el gran paseo;Donde si baja ó sube el turco galgoComo en Gaceta de Venecia leo.Adiós, hombre sotil de algún hidalgo,Que por no verme ante tus puertas muerto,Hoy de mi "Patria" y de mí mismo salgo.

5. Hecha esta observación, he recurrido á los "Apuntamientos" que hizo don Nicolás Antonio para formar su "Biblioteca", y en la margen de ellos he hallado añadida esta misma prueba de la patria de Cervantes; pero deseoso don Nicolás de mantener su antigua opinión, concluye así; "Si bien mi patria se puede entender por España toda". Cualquiera que lea atenta y desapasionadamente los tercetos de Cervantes, juzgará que esta interpretación de don Nicolás Antonio es violenta y aun contraria á la mente de Cervantes, porque los cinco primeros tercetos son una definición descriptiva de "Madrid"; los dos primeros versos del sexto terceto, una apóstrofe ó razonamiento dirigido á su hambre; y el último verso un retorno á la villa de Madrid, donde ya había dicho que tenía la "humilde choza suya", de la cual salía para ir al Parnaso: viaje cuya descripción le sacaba de tino.

Hoy de mi patria y de mí mismo salgo.

Fuera de esto, en el terceto inmediato, dice así:

Con esto poco á poco llegué al puertoÁ quien los de Cartago dieron nombre,Cerrado á todos vientos y encubierto.Á cuyo claro y singular renombreSe postran cuantos puertos el mar baña,Descubre el sol, y ha navegado el hombre.

6. Si Cervantes entendiera por "patria suya" á toda España (cosa muy impropia y que no cabía en su pluma), al salir de ella sería cuando la llamaría "patria"; pero no hablando con Madrid, y al salir de esta villa para Cartagena, y más caminando "poco á poco" para llegar á aquel famoso puerto, donde se había de embarcar para hacer con Mercurio el viaje al Parnaso.

7. Quede, pues, por asentado que Madrid fué la patria de Miguel de Cervantes Saavedra, y también el lugar de su habitación. El mismo Apolo dió las señas de ésta en el sobrescrito de una graciosa carta, que dice así:[6]"Á Miguel de Cervantes Saavedra, en la calle de las Huertas, frontero de las casas donde solía vivir el Príncipe de Marruecos, en Madrid. Al porte medio real, digo diez y siete maravedís." Y parece que su habitación no era muy acomodada, pues en el fin de la descripción de su viaje dijo:

Fuime con esto, y lleno de despechoBusqué mi antigua y lóbrega posada.

8. Nació Miguel de Cervantes Saavedra el año 1549, según se colige de esto que escribió[7]el día 14 de Julio del año 1613: "Mi edad no está ya para burlarse con la otra vida; que al cincuenta y cinco de los años, gano por nueve más, y por lamano." "Por la mano" entiendo yo la anticipación de algunos días; de manera que, en mi sentir, nació en el mes de Julio; y cuando escribía eso tenía sesenta y cuatro años y algunos días.

9. Desde sus primeros años tuvo grande afición á los libros; de suerte que, hablando de sí, dijo:[8]"Yo soy aficionado á leer aunque sean los papeles rotos de las calles." Amó muchísimo las buenas letras, y totalmente se aplicó á los libros de entretenimiento, como son las novelas y todo género de poesía, especialmente de autores españoles é italianos. En estos géneros de letras fué su erudición consumadísima, como lo manifiesta el donoso y grande escrutinio de la librería de Don Quijote[9]; las frecuentes alusiones á las historias fabulosas; los exactísimos juicios de tantos poetas[10]y suViaje del Parnaso.

10. De España pasó á Italia, ó bien para servir en Roma al cardenal Aquaviva, de quien fué camarero[11], ó bien para militar, como militó algunos años, siguiendo las vencedoras banderas de aquel sol de la milicia, Marco Antonio Colonna[12].

11. Fué uno de los que se hallaron en la célebre batalla de Lepanto, donde perdió la mano izquierda de un arcabuzazo[13], ó á lo menos herida de él le quedó inhábil[14]. Peleó como debía un tan buen cristiano y soldado tan valiente. De lo cual él mismose gloría no sin razón, diciendo muchos años después[15]:

Arrojóse mi vista á la campañaRasa del mar, que trujo á mi memoriaDel heroico don Juan la heroica hazaña.Donde con alta de soldados gloria.Y con propio valor y airado pecho.Tuve (aunque humilde)[16]parte en la victoria.

12. Después, no sé cómo ni cuándo, le apresaron los moros y le llevaron á Argel. De aquí coligen algunos que laNovela del cautivo[17]es una relación de las cosas de Cervantes. Y por eso añaden que sirvió en Flandes al duque de Alba, que alcanzó á ser alférez de un famoso capitán de Guadalajara, llamado Diego de Urbina, y después, hecho ya capitán de Infantería, se halló en la batalla naval, yendo con su compañía en la capitana de Juan Andrea, de la cual saltó á la galera de Uchali, rey de Argel, y desviándose ésta de la que había embestido, estorbó que con sus soldados le siguiesen, y así se halló solo entre sus enemigos, herido, sin poder resistir; y en fin, de tantos cristianos victoriosos, sólo él gloriosamente cautivo. Todo esto, y mucho más, refiere de sí el "Cautivo", que es el principal sujeto de la dicha "Novela", el cual, después de la muerte de Uchali Fartax, que quiere decir "el Renegado tiñoso" (porque había sido uno y otro), recayó en el dominio de Azanaga, rey cruelísimo de Argel, el cual le tenía encerrado en una prisión ó casa, que los turcos llaman "Baño", donde encierran los cautivos cristianos, así los que son del rey como de algunos particulares,y los llaman de "almacén", que es como decir cautivos del Concejo, que sirven á la ciudad en las obras públicas que hace y en otros oficios; y estos tales cautivos tienen muy dificultosa su libertad, que como son del común y no tienen amo particular, no hay con quien tratar su rescate. Uno de los cautivos que por aquellos tiempos había en Argel, juzgo yo que fué Miguel de Cervantes Saavedra, y tengo para esto una prueba manifiesta en lo que de él dijo el "Cautivo" hablando de las crueldades de Azanaga: "Cada día ahorcaba el suyo, empalaba á éste, desorejaba á aquél, y esto por tan poca ocasión, y tan sin ella, que los turcos conocían que lo hacía no más de por hacerlo, y por ser natural condición suya ser homicida de todo el género humano. Sólo libró bien con él un soldado español, llamado tal deSAAVEDRA, el cual, con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar libertad, jamás le dió palo, ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra; y por la menor cosa de muchas que hizo, temíamos todos que había de ser empalado, y así lo temió él más de una vez, y si no fuera porque el tiempo no da lugar, yo dijera ahora algo de lo que este "soldado" hizo, que fuera parte entreteneros y admiraros harto mejor, que con el cuento de mi historia." Hasta aquí, Cervantes, hablando de sí mismo en boca del otro "cautivo"; de cuyo testimonio consta que sólo fué soldado, y así se llamó en otras ocasiones, y no[18]alférez y capitán, títulos con que se hubiera honrado, á lo menos en el frontispicio de sus obras, si los hubieratenido. Cinco años y medio fué cautivo, donde aprendió á tener paciencia en las adversidades[19]. Volvió á España, y se aplicó á la cómica. Compuso varias comedias, que se representaron con aplauso, por la novedad del arte y adorno de las tablas, el cual debieron al ingenio y buen gusto de Cervantes los teatros de Madrid. Tales fueron, losTratos de Argel,La Numancia,La batalla naval, y otras muchas[20], manejando Cervantes el primero y último asunto como testigo de vista. También compuso algunas tragedias, que fueron bien recibidas[21]. Su buen amigo Vicente Espinel, inventor de las décimas, que por él se llamaron "espinelas", le juzgó digno de ponerle en su ingeniosaCasa de la memoria[22], quejándose de la desgracia de su cautividad y celebrando la gracia de su genio poético, en esta octava:

No pudo el hado inexorable avaro,Por más que usó de condición proterva,Arrojándote al mar, sin propio amparoEntre la mora desleal catervaHacer, Cervantes, que tu ingenio raro,Del furor inspirado de Minerva,Dejase de subir á la alta cumbre,Dando altas muestras de divina lumbre.

Antes que Espinel, explicó estos mismos pensamientos Luis Gálvez de Montalvo, en uno de los sonetos que preceden áLa Galatea, que dice así:

Mientras del yugo sarraceno anduvoTu cuello preso, y tu cerviz domada,Y allí tu alma al de la fe amarradaÁ más vigor, mayor firmeza tuvo.Gózase el cielo, mas la tierra estuvoCasi viuda sin ti, y desamparadaDe nuestras musas la real morada,Tristeza, llanto, soledad mantuvo.Pero después que diste al patrio sueloTu alma sana, y tu garganta sueltaDentre las fuerzas bárbaras confusas,Descubre claro tu valor el cielo,Gózase el mundo en tu felice vuelta,Y cobra España las perdidas musas.

La conclusión de este soneto prueba que Miguel de Cervantes Saavedra, aun antes de ser cautivo, era ya tenido en España por uno de los más ilustres poetas de su tiempo.

13. Pero como el informe que se tiene por los oídos no suele ser el más exacto, quiso Cervantes sujetarse al riguroso examen que hacen los juicios de los lectores en vista de las obras. En el año 1584, publicóLOS SEIS LIBROS DELa Galatea, los cuales ofreció, como primicias de su ingenio, á Ascanio Colona, entonces abad de Santa Sofía, y después presbítero cardenal, con el título de la Santa Cruz de Jerusalén. Don Luis de Vargas Manrique celebró esta obra de Cervantes con un soneto, que por ser mucho mejor que los que suelen hacerse, le pondré aquí:

Hicieron muestra en Vos de su grandeza,Gran Cervantes, los dioses soberanos:Y, cual primera, dones inmortalesSin tasa os repartió Naturaleza.Jove su rayo os dió, que es la vivezaDe palabras que mueven pedernales.Diana, el exceder á los mortalesEn cantidad de estilo con presteza.Mercurio, las historias marañadas.Marte, el fuerte vigor que el brazo os mueve.Cupido y Venus, todos sus amores.Apolo, las canciones concertadas.Su ciencia las hermanas todas nueve,y al fin, el dios silvestre, sus pastores.

14. Este soneto es una igualmente verdadera que hermosa descripción deLa Galatea, novela en que Cervantes manifestó la penetración de su ingenio en la invención, su fecundidad en la abundancia de hermosas descripciones y entretenidos episodios, su rara habilidad en desatar unos nudos al parecer indisolubles y el feliz uso de las voces acomodadas á las personas y materia de que se trata. Pero lo que merece mayor alabanza es, que trató de amores honestamente, imitando en esto á Heliodoro y Athenágoras, de los cuales, aquél nació en Emisa, ciudad de Fenicia, y escribióLos amores de Theágenes y Clariquea, y éste no se sabe si vivió jamás, porque, si son verdaderas las conjeturas del sabio obispo de Avranches, Pedro Daniel Huet, Guillermo Filandro fué el que compusoLa novela del perfecto amor, y la prohijó á Athenágoras. Como quiera que sea, nuestro Cervantes escribió las cosas de amor tan aguda y filosóficamente, que no tenemos que envidiar á la voracidad del tiempo lasEróticas, ó libros amorosos, de Aristóteles, de sus dos discípulos Clearco y Theofrasto, y de Aristón Ceo, también peripatético. Pero esta misma delicadeza con que trató Cervantes del amor temió que había de ser reprehendida; y así procuró anticipar la disculpa. "Bien sé—dice—lo que suele condenarse exceder nadie en la materia del estilo que debe guardarse en ella, pues el Príncipe de la poesía latina fué calumniado en alguna de sus églogas, por haberse levantado más que en las otras. Y así no temeré mucho que alguno condene haber mezclado razones de filosofía entre algunas amorosas pastoras, que pocas veces se levantan á más que tratar cosas de campo, y esto con su acostumbrada llaneza. Mas advirtiendo que muchos de los disfrazados pastores de ella lo eran sólo en el hábito,queda llana esta objeción." No tuvo Cervantes igual disculpa que alegar en satisfacción de otra censura, que viene á parar en una nota de la fecundidad de su ingenio; y es, que entretejió en esta su novela tantos episodios, que su multitud confunde la imaginación de los lectores, por atenta que sea; porque enlazados unos con otros, aunque con gran artificio, este mismo no da lugar á seguir el hilo de la narración, frecuentemente interrumpida con nuevos sucesos. Bien lo conoció él, y aun lo confesó, cuando en boca del cura Pero Pérez (que era hombre docto, graduado en Sigüenza) y del barbero Maese Nicolás, introdujo este coloquio[23]: "¿Pero qué libro es—preguntó el cura—ese que está junto á él? (Habla delCancionero, de Lope Maldonado.)La Galatea, de Cervantes—dijo el barbero—. Muchos años ha—respondió el cura—que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención: propone algo y no concluye nada. Es menester esperar la segunda parte que promete; quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y entretanto que éste se ve, tenedle recluso en vuestra posada." No llegó el caso de publicar la segunda parte deLa Galatea, aunque la prometió muchas veces[24]. Una cosa noté algunos años ha[25]y lo repito ahora por ser propia del asunto, y es que el estilo deLa Galateatiene la colocación perturbada y por eso es algo afectado. Las voces de que usa son muy propias;su construcción violenta, por ser desordenada y contraria al común estilo de hablar. Imitó en esto los antiguos libros de caballerías, se conoce que de industria y por el deseo que tenía de la novedad; pues su dedicatoria y prólogo tienen la colocación más natural, y las obras que publicó después, mucho más, de suerte que son una manifiesta retractación de su antiguo error. EnLa Galateahay coplas de arte menor, de suma discreción y dulzura, por la delicadeza de los pensamientos y suavidad del estilo. Sus composiciones de arte mayor son inferiores, pero hay en ellas muchos versos que pueden competir con los mejores de cualquier poeta.

15. Pero no es ésta la obra por la cual debe medirse la grandeza del ingenio, maravillosa invención, pureza y suavidad de estilo de Miguel de Cervantes Saavedra. Todo esto se admira más en los libros que compuso delIngenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Este fué su principal asunto; y el desapasionado examen de esta obra lo será también de mi pluma en estos mis apuntamientos de su vida, la cual escribo con mucho gusto, por obedecer á los preceptos de un gran honrador de la buena y feliz memoria de Miguel de Cervantes Saavedra, que cuando no tuviera, como tiene, una fama universal, la conseguiría ahora por el favor de tan ilustre protector[26].

16. Es la lectura de los libros malos una de las cosas que corrompen más las costumbres y de todo punto destruyen las repúblicas. Y si tanto daño causan los libros que solamente refieren los malos ejemplos, ¿qué no harán los que se fingen de propósito para introducir en los ánimos incautos el veneno almibarado con la dulzura del estilo?Tales son las "fábulas milesias", llamadas así porque se introdujeron en Mileto, ciudad de Jonia, provincia infamemente aplicada á todo género de delicias; como también los sibaritas en Italia, de donde tomaron nombre las "fábulas sibaríticas". El asunto de estas fábulas (hablo ahora solamente de las malas) suele ser: destruir la religión, embravecer los ánimos, afeminarlos ó instruirlos en todo género de maldades.

17. Escribieron los hebreos las desvariadas fábulas de laCábalay elThalmud, para sostener los desatinos de su incredulidad con la crédula persuasión de las mentiras más ridículas, enormes y despreciables que se pueden imaginar, y para no dar asenso á la verdad de la religión cristiana, más visible al mundo que á la luz del sol; y es tal su afición á las patrañas, que en la misma verdad desconocieron la verdad, llegando á persuadirse, sin otro fundamento que su afición á las fábulas, que el libro de Job es una mera parábola. Diéronles fe los anabaptistas, y arrojada y temerariamente dijeron que la historia de Esther y de Judith también eran parábolas, compuestas por los hebreos para diversión del pueblo. Así abusan ellos de sus fábulas para confirmar su secta, y de sus propias invenciones para destruir la verdad de las historias más auténticas que tiene el mundo, y como tales nos las conservaron sus propios mayores.

18. Con este mismo intento de destruir la verdadera religión está escrito también elKorán, de Mahoma, el cual, según observó el doctísimo maestro Alexico Venega[27], "contiene una secta cuarteada, cuyo principal cuarto es la vida porcuna, quedicen epicúrea. El segundo, es tejido de ceremonias judaicas, vacías del significado que solían tener antes del advenimiento de Cristo. El tercero cuarto, de las herejías arriana y nestorea. El cuarto cuarto es la letra del Evangelio, torcida y mal entendida, conforme á su desvariado propósito. También son fábulas á este jaez laCunayJara, que urdieron los moros en su iglesia de malignantes".

19. El otro designio de los perversos libros milesios es afeminar los ánimos, representando con viveza las cosas del amor y excitando con las imágenes pensamientos y deseos amorosos. En este género de escritos mucho mejor es no citar ejemplos, y cuando se alegue alguno, seaEl asno de Apuleyo, para que el mismo ejemplo sea recuerdo de que la torpeza transforma los hombres en bestias.

20. Afeminan los ánimos por una parte, y por otra los embravecen, ciertos libros que llamamos de "caballerías", porque en ellos se describen las monstruosas hazañas de unos caballeros imaginarios, que tenían sus damas, y por ellas hacían mil locuras, hasta llegar á hacerles oración, invocándolas en sus peligros con ciertas fórmulas, como si fuesen abogadas de las lides y peleas[28], y por su respeto emprendían y hacían mil locuras. La lectura, pues, de estos libros incitaba los ánimos á unas acciones bárbaras por el imaginario punto de defender las mujeres, aun por causas deshonestas. Y esto llegó á tal extremo, que las mismas leyes los juzgaron dignos de reprensión, y como tal lo refieren entre los abusos, diciendo[29]: "E aún porque esforzasen más, tenían por cosa guisada que los que oviesen amigas que las nombrasen en las lides,porque les creciesen más los corazones é oviesen mayor vergüenza de errar."

21. El último género de perniciosas novelas es el que, con pretexto de cautelar de la vida pícara, la enseña. De cuya composición tenemos en España tanto número de ejemplos, que sería cosa ociosa citar algunos.

22. De todos estos libros, los que malearon más las costumbres públicas fueron los "caballerescos". Las causas de su introducción fueron éstas:

23. Las naciones septentrionales se apoderaron de toda Europa. Los habitadores de ellas arrojaron las plumas y empuñaron las armas. El que más podía, más valía. Pudo más la barbarie, y salió vencedora y triunfante; quedaron abatidas las letras, perdido el conocimiento de la antigüedad y aniquilado el buen gusto. Pero como donde no se hallan estas cosas la necesidad las echa menos, sucedieron en su lugar la falsa doctrina y depravado gusto. Escribieron historias que fueron fabulosas, porque se perdió ó no sabía buscarse la memoria de los sucesos pasados. Unos hombres que de repente querían ser los maestros de la vida, mal podían enseñar á los lectores lo que nunca habían aprendido. Tal fué Telesino Helio, escritor inglés, que cerca del año 640, reinando Artús en Bretaña, escribió los hechos de este rey fabulosamente. Imitóle Melquino Avalonio, que en tiempo del rey Vortiporio, cerca del año 650, escribió la historia de Bretaña, mezclando los cuentos del rey Artús y de la Tabla Redonda. La historia publicada en nombre de Gildas, por renombre "el Sabio", monje que fué de Gales, es del mismo jaez. Refiere las maravillosas hazañas del rey Artús, de Porcebal y Lanzarote. El libro de Hunibaldo Franco, reducido á compendio por el abad Trichemio, es un montón dementiras neciamente fingidas. El otro libro, falsamente atribuído al arzobispo Turpín, siendo posterior á él más de doscientos años, trata de las hazañas de Carlomagno, llenas de patrañas, y se fingió en Francia, no en España, como alguno dijo sólo porque quiso. Con esos libros se deben adocenar las fabulosas historias falsamente prohijadas á Hancón Fortemán y Salcón Fortemán, á Sivardo el Sabio, á Juan Abgil-lo, hijo de un rey de Frisia, y á Adel-Adelingo, descendiente de los reyes de la misma nación, todos los cuales se dice que fueron frisios y se finge que vivieron en tiempo de Carlomagno, cuyas cosas escribieron.

24. También fué fabulosa laHistoria de los orígenes de Frisia, atribuída á Occón Escarlense, nieto, según fingen, de una hermana de Salcón Fortemán, y coetáneo de Othón el Grande. Ni merece mayor crédito la Historia de Ganfredo Monumetense, bretón, donde están escritas las hazañas del rey Artús y del sabio Merlín, por más que se diga que las sacó de memorias antiguas.

25. Estas eran las historias que tanto se aplaudían entre las naciones que entonces eran menos rudas. Había hombres neciamente ocupados en fingir y publicar tan extravagantes caprichos, porque había lectores más necios que ellos, que los leían y aplaudían y tal vez los creían.

26. Los trovadores también, quiero decir los poetas, que en tiempo de Ludovico Pío empezaron á cultivar "La Gaya Ciencia", esto es, la poesía, como si dijésemos "La Ciencia festiva", se aplicaron á reducir al metro aquellas mismas patrañas, y cantándolas todos se hicieron vulgares.

27. En España, el uso de la poesía es mucho más antiguo. No trato de los tiempos más apartados del nuestro, y por esto no me valgo del testimoniode Estrabón[30]. Hablo sólo de la poesía vulgar, que llamamos "rítmica". No hay memoria de ella en toda Europa antes de la entrada de los árabes en España. Ellos solos tienen mayor número de poetas y poesías que todos los europeos. Pegaron esta afición ó confirmaron más en la que ya tenían á los españoles, los cuales componían rimas con todo el primor que requiere el arte, como lo refiere con prolija curiosidad Álvaro Cordobés[31], quejándose de ello ciento treinta años después de la pérdida de España. Si algunas ó muchas de aquellas poesías árabes que refiere Álvaro eran especie de novelas, no me atreveré á afirmarlo. Las hazañas de su Buhalul, tan celebradas de ellos, en prosa y verso, sin duda lo son. Lo cierto es que la tradición aún hoy conserva en España ciertas hablillas, que llamamos "cuentos de viejas", llenos de encantamientos, de donde viene á tantos la credulidad de éstos. Por eso Cervantes, hablando con la propiedad que suele, llamó "cuentos" á sus novelas[32]. Bien que Lope de Vega quiso distinguir los cuentos de las novelas cuando, escribiendo á la señora Marcia Leonarda, dijo así[33]: "Mándame V. m. escriba una novela. Ha sido novedad para mí, que aunque es verdad que enLa ArcadiayPeregrinohay alguna parte de este género y estilo, más usado de italianos y franceses que de españoles, con todo es grande la diferencia y más humilde el modo. En tiempo menos discreto que el de agora, aunque de más hombressabios, llamaban á las "Novelas", "Cuentos". Estos se sabían de memoria, y nunca, que yo me acuerde, los vi escritos." Yo soy de sentir, que entre cuento y novela no hay más diferencia, si es que hay alguna, que lo dudo, que ser aquél más breve. Como quiera que sea, los cuentos suelen llamarse novelas, y las novelas, cuentos; y éstos y aquéllos, fábulas. Los que pretenden hablar con distinción, aún añaden otra especie de fábulas, que llaman "caballerías". Por eso Lope de Vega, continuando en referir las costumbres de los españoles en lo que toca á la afición de relaciones fingidas, inmediatamente añadió: "Porque se reducían sus fábulas á una manera de libros que parecían historias, y se llamaban en lenguaje castellano "caballerías", como si dijésemos hechos grandes de caballeros valerosos. Fueron en esto los españoles ingeniosísimos, porque en la invención ninguna nación del mundo les ha hecho ventaja, como se ve en tantos Esplandianes, Febos, Palmerines, Lisnartes, Floranhelos, Esferamundos, y el celebrado Amadís, padre de toda esta máquina, que compuso una dama portuguesa." Al leer esto último, me detuvo la novedad, porque en el tiempo que se publicó la fingida historia de Amadís, no sé yo que hubiese en el reino de Portugal dama capaz de escribir libro de tanta invención y novedad.

28. El erudito y juicioso autor delDiálogo de las lenguas, que escribió en tiempo de Carlos V y examinó esta obra muy de propósito, siempre habla suponiendo que el autor fué hombre y no mujer. El sabio arzobispo de Tarragona, don Antonio Agustín, dice, hablando deAmadís de Gaula[34]: "El cual dicen los portugueses que lo compuso VascoLobera." Y uno de los interlocutores añade luego: "Ese es otro secreto que pocos lo saben." Manuel de Faria y Sousa, en el erudito prólogo que hizo á suFuente de Aganipe, publicó un soneto que dice que escribió el infante don Pedro de Portugal, hijo del rey don Juan el Primero, en alabanza de Vasco Lobera, por haber escrito elAmadís. Yo he observado queAmadís de Gaulaes anagrama puro de laVida de Gama. De donde mis amigos los portugueses podrán inferir otras muchas y muy probables conjeturas.

29. Como quiera que sea (que semejantes cosas después de tanto tiempo no son fáciles de averiguar), siendo nuestro libro de caballerías más antiguo, cerca de cien años posterior á los que tratan de Tristán y Lanzarote; esto dió motivo á que el eruditísimo Huet, siguiendo á Juan Bautista Giraldo, dijese[35]que los españoles recibieron de los franceses el arte de novelas. En lo que toca al asunto de caballerías, lo creeré sin repugnancia. Pero la misma arte que recibieron los españoles, ruda y desaliñada, la pulieron y hermosearon tanto, que pasó el atavío á descompostura. Empezaron los españoles de la misma suerte que los extranjeros. La ignorancia de las historias verdaderas, puestos en ocasión de haber de escribirlas, les obligó á llenarlas de mentiras, particularmente tratando de cosas pasadas, que raras veces fué tan grande el atrevimiento y descaro, que se atreviesen á mentir á las claras escribiendo de las presentes. Pero como el tiempo presente se hace pasado, la libertad de fingir confundía de tal suerte la verdad con la mentira, que no se podía distinguir la una de la otra. Así vemos que los cantares fabulosos, ópor hablar más claro, los "romances", en mi opinión así llamados deroman, palabra francesa, que significa novela, vemos, digo, que los cantares ó romances mentirosos, que al principio sólo eran entretenimientos del vulgo ignorante, después llegaron á autorizarse tanto, repitiéndose en boca de los demás, que con facilidad pasaron á ser texto, entretejidas sus ficciones en laCrónica general de España, que fué copilada por autoridad real. Pernicioso ejemplo, cuya imitación llegó á poner nuestras historias en tan infeliz estado, que se atrevió á decir un historiador nuestro, reputado por uno de los más discretos de su tiempo, que "fuera de las letras divinas, no hay que afirmar ni que negar en ninguna de ellas". ¿Y quién era este hombre que desterraba la "verdad" de la Historia, siendo ésta el testigo más abonado y casi único de los tiempos pasados? Dígalo el mismo que derechamente se lo reprendió el eruditísimo bachiller Pedro Rhua, profesor de letras humanas, el cual, escribiéndole, le dice así[36]: "Es vuestra señoría en sangre, Guevara[37]; es en oficio, coronista; es en profesión, teólogo; es en dignidad y méritos, obispo; de todos estos renombres es amar la verdad; escribir verdad; predicar verdad; vivir en la verdad, y morir por ella." Y más adelante: "Escribí á vuestra señoría, que entre otras cosas que en sus obras culpan los lectores, es una la más fea é intolerable que puede caer en escritor de autoridad, como vuestra señoría lo es; y es, que da fábulas por historias, y ficciones propias por narracionesajenas; y alegra autores que no lo dicen, ó lo dicen de otra manera, ó son tales que no los hallarán sinoin Aphanis, como dijeron los crotoniatas á los sibaritas; en lo cual vuestra señoría pierde su autoridad, y el lector, si es idiota, es engañado, y si es diligente, pierde el tiempo, cuando busca á do cantan los gallos de Nibas, como dice el refrán griego." De esta falsa opinión que tenía el obispo de Mondoñedo de la libertad de fingir historias nació el persuadirse que, pues otros muchos habían escrito lo que se les había antojado, podía él imitarlos; licencia que se tomó tan atrevidamente, que no sólo fingió sucesos y autores, en cuyos nombres lo confirmaba, sino también leyes. Y aludiendo á esto Rodrigo Dosma en elCatálogo de los obispos de esta ciudad, que se halla al fin de susDiscursos patrios, hablando del rey Don Alfonso IX de León, dijo: "Pobló la ciudad y le dió fueros, llamados de Badajoz, que yo tengo ciertos, no los fingidos de Guevara." Como tales los tenía el doctísimo Aldrete, pero por su gran modestia no se atrevió á manifestar del todo su juicio. "Lo mismo es—dice[38]—en los Fueros de Badajoz, si son ciertos, que yo en esto no quiero determinar. Por el autor que los puso, corre riesgo su certidumbre, por la poca que tienen otras cosas que escribe." Harto hizo señalando con el dedo al obispo de Mondoñedo. De quien dijo tales cosas don Antonio Agustín, aunque tan modesto, que por la autoridad de quien las refiere, más quiero yo que se lean en susDiálogos, que no copiadas aquí[39]. No es mi ánimo infamar la memoria de un varón de tan delicada conciencia, que habiendo sido cronista delemperador Carlos V, y escrito sus crónicas hasta que vino de Túnez, mandó en su testamento que se restituyese á su majestad el salario de un año, porque en él no había escrito cosa alguna; considerando, como debía, que éste y semejantes salarios no se dan en remuneración de servicios pasados, sino en recompensa del trabajo que se debe poner, satisfaciendo á la obligación del propio empleo, la cual es indispensable, porque se debe á toda la república, que es lo mismo que decir que son acreedores legítimos los que son y serán miembros suyos, esto es, los ciudadanos presentes y venideros. Sólo he referido tan memorable ejemplo para que se considere lo que puede la costumbre de las ficciones contrarias á la verdad, si aquélla se extiende, pues aun á los hombres buenos, naturalmente discretos y muy estudiosos, como fué el obispo Guevara, llega á pervertir el juicio, y miserablemente pervirtió los de la mayor parte de los españoles, sólo porque se dejaban llevar del pernicioso halago de los libros de caballerías.

30. Acostumbrados, pues, los entendimientos á la maravilla que causaban las extravagantes hazañas entretejidas en las historias, se atrevieron á escribir unos libros enteramente fabulosos, lo cual sería mucho más tolerable y aun digno de alabanza, si fingiendo con verosimilitud, representasen la idea de unos grandes héroes en quienes se viese premiada la virtud y castigado el vicio en la gente ruin. Pero de qué manera se escribiesen aquellos libros, dígalo el juicioso autor delDiálogo de las lenguas: "Cuanto á las cosas—dice—, siendo esto así, que los que escriben mentiras las deben escribir de suerte que se alleguen cuanto fuere posible á la verdad, de tal manera que puedan vender sus mentiras por verdades, nuestro autor deAmadís(que fué el primero y el que mejor escribió los libros de caballerías), una vez por descuido, y otras no sé por qué, dice cosas tan á la clara mentirosas, que en ninguna manera las podéis tener por verdaderas." Lo cual confirma con varios ejemplos. Esto mismo reprendía el sabio Luis Vives, con aquella gravedad y peso de razones que le hizo el más severo crítico de su tiempo[40]. "La erudición—decía—no se ha de esperar de unos hombres que ni aun vieron la sombra de la erudición. Pues cuando cuentan algo, ¿qué gusto puede haber en unas cosas que fingen tan abierta y neciamente? Este hombre solo mató á veinte juntos; aquél, á treinta; el otro, traspasado con seiscientas heridas y dejado ya por muerto, se levanta luego; y al día siguiente, restituído ya á su salud y fuerzas, mata en un desafío á dos gigantes y sale de allí cargado de oro, plata, sedas, piedras preciosas, con tanta abundancia, que ni una nave de carga las podría llevar. ¿Qué locura es dejarse llevar y detenerse en semejantes despropósitos? Fuera de esto no hay cosa dicha con agudeza, sino es que se cuenten como tales algunas palabras que sacaron de los más ocultos escondrijos de Venus, las cuales se dicen muy á propósito, para mover y sacar de sus quicios á la que dicen que aman, si por ventura en ella hay alguna constancia en resistirse. Si por esto se leen estos libros, menos mal será leer aquéllos que tratan, permitid, lectores, el término, de alcahuetería. Porque en lo demás, ¿qué discreciones pueden decir unos escritores faltos de toda buena doctrina y arte? Yo nunca he oído á hombre que dijese agradarle tales libros, exceptuando sólo á los que nunca tocaron en sus manoslibro bueno; y confieso mi pecado, que también los he leído alguna vez; pero no hallé rastro alguno ó de buena intención ó de mejor ingenio. Á aquéllos, pues, que los alaban, de los cuales conozco algunos, entonces les daré crédito, cuando digan eso después de haber gustado á Séneca, ó á Cicerón, ó á San Jerónimo, ó á la Sagrada Escritura, y cuando sus costumbres también no sean del todo estragadísimas; porque las más veces, la causa de aprobar tales libros es contemplar en ellos sus costumbres representadas como en un espejo y regocijarse de verlas aprobadas. Finalmente, aunque lo que dicen fuese muy agudo y agradable, yo nunca querría un deleite emponzoñado, y que mi mujer se ingeniase para hacerme traición."

31. Á este tenor prosigue el sabio Vives, el cual en otra parte refiere[41], entre las causas de la corrupción de las artes, la leyenda de los libros de caballerías: "Quieren—dice—leer unos libros manifiestamente mentirosos y llenos de meras bagatelas, por cierto halago del estilo, comoAmadísyFlorián, españoles;Lanzarotey laTabla Redonda, franceses;Rolando, italiano; los cuales libros fingieron unos hombres ociosos, y los llenaron de un género de mentiras, que ni conducen algo para saber, ni para juzgar bien de las cosas, ni para vivir, sino solamente para hacer cosquillas á la concupiscencia. Y aun por eso los leen unos hombres de unos ingenios corrompidos con el ocio y condescendencia de su propio amor: no de otra suerte que algunos estómagos delicados que se lisonjean mucho, y sólo se sustentan con ciertas confituras de azúcar y miel, desechando toda comida sólida." No era sólo Vives el que se quejabade esto. Pero Megía, cronista de Carlos V y discreto historiador de aquellos tiempos, se lamentó de lo mismo con gran sentimiento[42], tanto que el inca Garcilaso, por sólo su testimonio, nunca quiso leer tan desatinados libros. El maestro Venegas, con su acostumbrado juicio, dijo[43]: "En nuestros tiempos, con detrimento de las doncellas recogidas, se escriben los libros desaforados de caballerías, que no sirven sino de ser unos sermonarios del diablo con que en los rincones caza los ánimos tiernos de las doncellas." Omitiendo el testimonio de otros gravísimos autores, uno de los españoles de mayor juicio y el mayor teólogo que hubo en el Concilio de Trento, visto es que hablo del obispo Cano, nos dejó escrito lo siguiente[44]: "Nuestra edad ha visto un sacerdote que estaba muy persuadido á que cosa que una vez se hubiese impreso, de ningún modo era falsa. Porque, según decía, los ministros de la república no habían de cometer tan gran maldad, que no sólo permitiesen que se divulgasen mentiras, sino que también las autorizasen con su privilegio, para que más seguramente se esparciesen por los entendimientos de los hombres; y movido de este argumento, llegó á creer que Amadís y Clarián verdaderamente obraron aquellas cosas que se cuentan en sus libros patrañeros. Cuanto peso tenga el motivo de aquél (aunque sencillo sacerdote) contra los ministros de la república, no es propio de este lugar y tiempo el disputarlo. Yo, ciertamente, por lo que á mí me toca, con grande sentimiento y dolor de mi alma, digo que,con gran daño y ruina de la Iglesia, sólo se cautela en la publicación de los libros que no estén rociados de errores contra la fe, sin cuidar que no los haya dañosos á las costumbres. Y principalmente no me inquieto por esas novedades, que poco ha nombré, aunque escritas sin erudición, y tales, que nada nada conducen, no digo para vivir bien y dichosamente, pero ni aun para formar buen juicio de las cosas humanas. Porque ¿qué pueden aprovechar unas meras y vanas frioleras, fingidas por unos hombres ociosos y manoseadas de unos ingenios corrompidos con los vicios? Sino que mi dolor...", etc. Palabras dignas de escribirse en letras de oro, por las cuales se conoce cuánto apreciaba el obispo Cano los dictámenes de Vives, á quien frecuentemente copiaba, aunque tal vez le zahirió injustamente por las ocultas causas que yo me sé, y que, si Vives viviera, hubiera sabido vindicar. Pero Vives vivirá en la memoria de los hombres, y algún tiempo habrá algún aficionado suyo, que, juntando la autoridad al saber, deshará el agravio que se hizo y aún hoy se tolera contra tan piadoso varón.

32. Entretanto, basten las quejas referidas para hacer juicio del daño que hacían los libros, los cuales estaban tan encastillados en los ánimos de la mayor parte de los lectores, que las quejas, invectivas y sermones de los hombres más juiciosos, sabios y celosos de la nación no bastaban á desterrarlos. Ni se logró conseguir tan inmortal hazaña hasta que quiso Dios que Miguel de Cervantes Saavedra escribiese, como él mismo lo dice[45]en boca de un amigo suyo: "Una invectiva contra los libros de caballerías, publicando laHistoria deDon Quijote de la Mancha, la cual no mira á más que á deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballerías." Consideraba Cervantes que un clavo saca á otro, y que supuesta la inclinación de la mayor parte de los ociosos á semejantes libros, no era el medio mejor para apartarlos de tal lectura la fuerza de la razón, que sólo suele mover á los ánimos considerados, sino un libro de semejante inventiva y de honesto entretenimiento, que, excediendo á todos los demás en lo deleitable de su lectura, atrajese á sí á todo género de gentes, discretos y tontos. Para cuyo fin no era necesario gran fondo de doctrina, sino tal discreción y gracia en el decir, que se llevasen toda la atención. Por eso Cervantes, en aquel su discretísimo prólogo, en que tan agudamente satirizó la vanidad de los malos escritores, después de un graciosísimo coloquio entre él y un amigo suyo, hace que éste le proponga la idea que debe seguir, la cual es ésta: "Si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad de ninguna cosa de aquéllas que vos decís que le faltan, porque todo él es una invectiva contra los libros de caballerías, de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanzó Cicerón, ni caen debajo de la cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad ni las observaciones de la astrología, ni le son de importancia las medidas geométricas, ni la confutación de los argumentos de quien se sirve la retórica, ni tiene para predicar á ninguno, mezclando lo humano con lo divino, que es un género de mezcla de quien no se ha ningún cristiano entendimiento. Sólo tiene que aprovecharse de la imitación en lo que fuere escribiendo, que cuanto ella fuere más perfecta, tanto mejor será lo que se escribiere.Y pues esta vuestra escritura no mira á más que á deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballerías, no hay para que andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de la divina Escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos, milagros de santos, sino procurar que á la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y período sonoro y festivo; pintando en todo lo que alcanzáredes y fuere posible, vuestra intención, dando á entender vuestros conceptos, sin intrincarlos y escurecerlos. Procurad, también, que leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva á risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto no se admire de la invención, el grave no la desprecie y el prudente deje de alabarla. En efecto, llevad la mira puesta á derribar la máquina mal fundada de estos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos más, que si esto alcanzáredes no habríades alcanzado poco."

33. Estando, pues, Cervantes tan bien instruído, veamos ahora, sin pasión, si fué capaz de ejecutarlo.

34. En tres cosas consiste la perfección de un libro: en la buena invención, debida disposición y lenguaje proporcionado al asunto que se trata.

35. La invención de Cervantes es conforme al carácter de un hidalgo de harto buen juicio, que habiéndole ilustrado con la lectura de los libros le perdió desvelándose en los de caballerías; y dando en la manía de imitar aquellas locas hazañas que había leído, eligió por escudero un labrador sencillo y gracioso; y por no estar sin dama, se la figuró en su imaginación según la medida de su corazón platónicamente enamorado. Y con el pensamientode probar aventuras, él en su caballo, á quien llamóRocinante, y después, en su segunda y tercera salida, con su escudero Sancho Panza, muy sobre su asno, llamadoRucio, salió en busca de la buena suerte.

36. La idea, pues, de Miguel de Cervantes Saavedra y el sentido de ella, á lo que yo alcanzo, son como se siguen: Alonso Quijada, hidalgo manchego, se dió enteramente á la lección de los libros de caballerías, vicio muy general en la gente ociosa y mal entretenida. La demasiada aplicación á los libros caballerescos le secó el cerebro y volvió el juicio, como al otro famoso rústico conocido por el nombre de Paladín. Lo cual significa que aquella vana lectura trastornaba los juicios, haciendo á los lectores atrevidos y temerarios, como si hubiesen de tratar con hombres meramente fantásticos. El infeliz manchego creyó ser verdaderas aquellas hazañas prodigiosas que había leído y le pareció necesaria en el mundo la profesión de los caballeros andantes para deshacer y enderezar entuertos, como él decía. Quiso, pues, entrar en tan honrosa cofradía y emplearse en unos ejercicios tan saludables al género humano. Condición muy propia de hombres presumidos de valientes, que con insolente atrevimiento todo lo quieren remediar, sin ser de su obligación. Alonso Quijada tomó para sí el renombre de "Don Quijote de la Mancha" y se dejó armar caballero de un ventero. Los que salen de su esfera, luego se tienen por unos Guzmanes, suelen variar los apellidos y, si se llega á esto alguna exterior marca de honor, piensan que sólo se lee aquel sobrescrito y que en el mundo político no hay zahorís que miren, noten y registren lo más interior.

37. "Don Quijote" se llamó, con el ribete "de la Mancha", y su dama imaginaria "Dulcinea del Toboso",lugar de la Mancha; porque, según he oído decir, Miguel de Cervantes fué allá con una comisión, y por ella le capitularon los del Toboso, y dieron con él en una cárcel. Y en agradecimiento de esto (que no le hemos de llamar venganza, habiendo resultado en tanta gloria de la Mancha) hizo Cervantes manchegos á su caballero andante y á su dama. Que Cervantes (cual otro Nevio, que escribió en la cárcel sus dos comediasEl ArioloyLeonte) compusiese esta historia encarcelado también lo confesó él mismo, diciendo[46]: "¿Qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno? Bien; como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación."

38. Veamos ahora qué es lo que hace Don Quijote, el cual ya sale de su casa en un caballo flaco, símbolo de la debilidad de su empresa, siguiéndole en su segunda y tercera salida Sancho Panza en su rucio, jeroglífico de la simplicidad.

59. En Don Quijote se nos representa un valiente maniático, que pareciéndole muchas cosas de las que ve semejantes á las que leyó, sigue los engaños de su imaginación y acomete empresas, en su opinión, hazañosas, en la de los demás disparatadas, cuales son las que los antiguos libros caballerescos refieren de sus héroes imaginarios, para cuya imitación bien se echa de ver cuánta erudición caballeresca era necesaria en un autor que á cada paso había de aludir á los hechos de aquella innumerable caterva de caballeros andantes. Lalectura de Cervantes en este género de historias fabulosas fué sin igual, como lo manifiesta en muchísimas partes[47].

40. Fuera de sus manías, habla Don Quijote como hombre cuerdo, y son sus discursos muy conformes á razón. Son muy dignos de leerse los que hizo sobre el siglo de oro, ó primera edad del mundo, poéticamente descrita[48], sobre la manera de vivir de los estudiantes y soldados[49]; sobre las distinciones que hay de caballeros y linajes[50]; sobre el uso de la poesía[51]; y las dos instrucciones, una política[52]y otra económica[53], las cuales dió á Sancho Panza, cuando iba á ser gobernador de la Ínsula Barataria, son tales, que se pueden dar á los gobernadores verdaderos, y ciertamente deben ponerlas en práctica.

41. En Sancho Panza se representa la simplicidad del vulgo, que aunque conozca los errores, ciegamente los sigue. Pero para que la simplicidad de Sancho no sea enfadosa á los lectores, la hace Cervantes naturalmente graciosa. Nadie definió mejor á Sancho Panza que su amo Don Quijote, cuando hablando con una duquesa, dijo[54]: "Vuestra grandeza imagine que no tuvo caballero andante en el mundo escudero más hablador ni más gracioso que yo tengo." Y en otra ocasión[55]:"Quiero que entiendan vuestras señorías que Sancho Panza es uno de los más graciosos escuderos que jamás sirvió á caballero andante. Tiene á veces unas simplicidades tan agudas, que el pensar si es simple ó agudo causa no pequeño contento. Tiene malicias que le condenan por bellaco, y descuidos que le confirman por bobo. Duda de todo y créelo todo. Cuando pienso que se va á despeñar de tonto, sale con unas discreciones que le levantan al cielo. Finalmente, yo no lo trocaría con otro escudero aunque me diesen de añadidura una ciudad." En prueba de la sencillez y gracia de Sancho Panza, léase sólo el cuento del rebuzno[56].

42. Siendo tales los principales personajes de esta historia, viene á suceder lo que en ajena persona dijo Cervantes[57]: "Que los sucesos de Don Quijote, ó se han de celebrar con admiración ó con risa"; y que Sancho es tal[58]: "á cuyas gracias no hay ningunas que se le igualen". Y sin hablarnos por boca de otros, dijo en el fin de su primer prólogo: "Yo no quiero encarecerte el servicio que te hago en darte á conocer tan noble y tan honrado caballero; pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza, su escudero, en quien á mi parecer te doy cifradas todas las gracias escuderiles, que en la caterva de los libros vanos de caballerías están esparcidas."

43. Para que la historia de un caballero andante no enfadase á los lectores con la uniformidad ó semejanza de los sucesos, lo cual acontecería si únicamente se tratase de locas aventuras, ingirióCervantes muchos episodios, donde los sucesos son frecuentes, nuevos y verosímiles; los razonamientos, artificiosos, claros y eficaces; los enredos, maravillosamente enmarañados; las salidas de ellos, fáciles, naturales, y, sobre todo, tan agradables, que dejan el ánimo sosegado, quedando muy quietos y pacíficos aquellos afectos, que con singular industria y artificio se habían alborotado. Y lo que más admira á los perspicaces lectores, es que todos estos episodios, menos dos, "Las novelas" digo "del Cautivo y del Curioso impertinente", están entretejidos en el principal asunto de la fábula tan ingeniosamente, que cual hermoso tapiz forman con ella una misma tela y hacen una labor muy amena y agradable.

44. Cuando es muy hábil el artífice, nadie conoce mejor que él la perfección de sus obras. Por eso decía el mismo Cervantes, hablando de su historia[59]: "Los cuentos y episodios de ella, en parte, no son menos agradables y artificiosos y verdaderos que la misma historia."

45. Para hacer Cervantes su invención mucho más verosímil y plausible, fingió[60]haber sido el autor de ella Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo, natural de la Mancha. Fingióle manchego para suponerle bien informado de las cosas de Don Quijote. Es cosa muy graciosa ver cómo celebra Cervantes la escrupulosa puntualidad de Cide Hamete en la relación de las cosas aún más mínimas, como cuando hablando de Sancho Panza, maltratado á garrotazos, dijo[61]: "Despidiendo treinta ayes y sesenta suspiros, y ciento veinte pestes yreniegos de quien allí le había traído, se levantó." Y cuando dice de otro[62]: "Era uno de los ricos arrieros de Arévalo, según lo dice el autor de esta historia, que de este arriero hace particular mención, porque le conocía muy bien, y aún quiere decir que era algo pariente suyo. Fuera de que Cide Hamete Benengeli fué historiador muy curioso y muy puntual en todas las cosas; y échase bien de ver, pues las que quedan referidas, con ser tan mínimas y tan rateras, no las quiso pasar en silencio. De donde podrán tomar ejemplo los historiadores graves, que nos cuentan las acciones tan corta y sucintamente, que apenas nos llegan á los labios, dejándose en el tintero, ya por descuido, ya por malicia ó ignorancia, lo más sustancial de la obra. ¡Bien haya mil veces el autor deTablante de Ricamonte, y aquél del otro libro donde se cuentan los hechos del conde Tomillas, y con qué puntualidad lo escriben todo!" No habló más discretamente el mismo Luciano en sus dos librosDe la verdadera historia.

46. En otra parte, poniendo en práctica esta misma puntualidad en referir las cosas muy por menor, dice Cervantes en boca de Benengeli[63]: "Entraron á Don Quijote en una sala, desarmóle Sancho, quedó en valones y en jubón de camuza, todo bisunto con la mugre de las armas: el cuello era valona á lo estudiantil, sin almidón y sin randas, los borceguíes eran datilados y encerados los zapatos. Ciñóse su buena espada, que pendía de un tahalí de lobos marinos, que es opinión que muchos años fué enfermo de los riñones; cubrióse un herreruelo de buen paño pardo; pero antes detodo, con cinco calderos ó seis de agua, que en la cantidad de los calderos hay alguna diferencia, se lavó cabeza y rostro." ¡Nimiedad sencilla y graciosa! ¡Verosimilitud admirable y sin igual! Exclame, pues, Cervantes, y con razón[64]: "Real y verdaderamente, todos los que gustan de semejantes historias como ésta, deben mostrarse agradecidos á Cide Hamete, su autor primero, por la curiosidad que tuvo en contarnos las semínimas de ella, sin dejar cosa, por menuda que fuese, que no la sacase á luz distintamente. Pinta los pensamientos, descubre las imaginaciones, responde á las tácitas, aclara las dudas, resuelve los argumentos, finalmente los átomos del más curioso deseo manifiesto. ¡Oh, autor celebérrimo! ¡Oh, Don Quijote dichoso! ¡Oh, Dulcinea famosa! ¡Oh, Sancho Panza gracioso! Todos juntos, y cada uno de por sí, viváis siglos infinitos, para gusto y general pasatiempo de los vivientes."

47. Fingió Cervantes que el autor de esta historia fué arábigo[65], aludiendo en esto á lo que muchos piensan, que los árabes pegaron á los españoles la afición de novelar. Es cierto que Aristóteles[66], Cornuto[67]y Prisciano[68], hicieron mención de las "fábulas líbicas". Luciano añade[69]que entre los árabes había hombres empleados en explicar las fábulas. Locman, á quien celebra elKorán, de Mahoma, es opinión muy válida que fué Esopo, fabulero insigne. Tomás Erpenio fué elprimero que tradujo sus fábulas en latín, en el año 1625. Bien cierto es que las de Esopo están acomodadas al genio de cada nación. Aun las que están en griego no son las mismas que escribió Esopo. Fedro, que las tradujo en latín, confiesa que las interpoló[70]. Yo las tengo en español, impresas en Sevilla por Juan Cronberger, año 1533, y están interpoladas y añadidas extrañamente. No es maravilla, pues, que los árabes las hayan acomodado á su genio. Y ¿qué mayor fábula que elKorán, de Mahoma? Este se escribió á manera de novela, para que se aprendiese con más facilidad y se olvidase menos. Las vidas de los patriarcas, profetas y apóstoles, que tienen escritas los mahometanos, están llenas de fábulas. Algunos de sus filósofos, que intentaron explicar los sonados misterios de su doctrina, formaron unos libros á manera de novelas. De este género es la historia de Hayo, hijo de Yocdán, de quien contó Avicena grandísimas patrañas. León Africano y Luis del Mármol, como testigos de vista, dicen que los árabes tienen tanta afición á las novelas, que celebran las hazañas de su Buhalul en prosa y verso, como los nuestros las de Reinaldos de Montalván y Rolando el Enamorado. Y sin salir de España, los que llamamos "cuentos de viejas" son unas breves novelas, cuyos asuntos, de ordinario, son encantamientos y apariciones de horribilísimos negros, para causar espanto á los niños, haciéndolos así vilmente medrosos; están manifestando ser invención arábiga.

48. Prueba de esto es también que los primeros libros de caballerías se escribieron en España en tiempo en que los árabes aún estaban en ella. Y así,entiendo que escribía trascordado Lope de Vega cuando dijo[71]: "Llamaban á las novelas, cuentos. Estos se sabían de memoria, y nunca, que yo me acuerde, los vi escritos." Haylos escritos, y los había leído Lope en los mismos libros de caballerías: pero no se acordaba, quizá, porque los que le habrían contado no serían los mismos. Aunque yo no niego que muchos están hoy únicamente encomendados á la tradición de los ociosos habladores.

49. Tenemos manchego y árabe al autor de esta historia escrita en arábigo. Añade Cervantes, siguiendo el hilo de su ficción, que mandó traducirla de arábigo en castellano á un morisco aljamiado[72]. Aludiendo á esto, introdujo al bachiller Sansón Carrasco, que, hablando con Don Quijote, dijo así[73]: "Bien haya Cide Hamete Benengeli, que la historia de vuestras grandezas dejó escrita, y rebién haya el curioso[74]que tuvo cuidado de hacerlas traducir de arábigo en nuestro vulgar castellano, para universal entretenimiento de las gentes."

50. Y para que se entendiese que el traductor también hacía sus críticas, en abono suyo, añadió esto Cervantes[75]: "Llegando á escribir el traductor de esta historia este quinto capítulo, dice que le tiene por apócrifo, porque en él habla Sancho Panza con otro estilo del que se podía prometer de su corto ingenio, y dice cosas tan sutiles que no tiene por posible que él las supiese; pero no quiso dejar de traducirlo por cumplir con lo que á su oficio debía, y, así, prosiguió diciendo:", etc. Gran documentopara los traductores, que no saben que su oficio es como el de los retratistas, que no hacen su deber si sacan un retrato más perfecto que el original. Hablo de las cosas, que en lo tocante al estilo cada cual usa de sus colores, y éstos deben ser proporcionados á lo que se quiere representar. Siendo esto así, no sé cómo disculpar á Cervantes, el cual hace que en otra parte falte el traductor á su acostumbrada puntualidad, diciendo así[76]: "Aquí pinta el autor todas las circunstancias de la casa de don Diego, pintándonos en ellas lo que contiene una casa de un caballero labrador y rico; pero al traductor de esta historia le pareció pasar éstas y otras semejantes menudencias en silencio, porque no venían bien con el propósito principal de la historia, la cual más tiene su fuerza en la verdad que en las frías digresiones." ¿Por ventura diremos que lo que es reprensión del traductor es tácita alabanza de la puntualidad de Cervantes ¿Ó que con esto quiso reprobar la enfadosa prolijidad de muchos escritores, que desviándose de su principal asunto se paran en hacer descripciones de palacios y de semejantes cosas? Uno y otro es posible. Lo cierto es que laNovela del verdadero y perfecto amor, atribuída á Athenágoras, es desagradable por las frecuentes descripciones de palacios, hechas con tan sobresaliente arte, y ésta vitruviana, que parece que el que las hizo no podía disimular ser arquitecto, pues describía los palacios como artífice, no como novelista. De donde infirió el sagacísimo Huet que el autor de aquella novela no fué Athenágoras, como se supone, sino Guillermo Filandro, ilustrador insigne de Marco Vitruvio, el cual quiso en aquella obra lisonjear el genio de su granfavorecedor el cardenal Gregorio Armanac, muy amigo de la arquitectura. Ni podía Athenágoras pintar tan al vivo como pinta las costumbres modernas. Y no fué difícil persuadir á Fumeo, publicador de la "novela", que el original griego que le enseñaron era verdadero; pero debía él haberle examinado mejor, para que no creyésemos que su traducción es supuesta. Fumeo se portó muy al contrario de aquéllos que cuando publican algunos libros que saben ellos ser falsos ponen gran conato en persuadir su legitimidad, diciendo haberlos sacado de manuscritos muy antiguos, de letra apenas legible, carcomidos del tiempo y que estaban en ésta ó en la otra librería, donde nadie los vió, que pudieron lograrlos por medio de uno que ya no vive. Y éstos y semejantes artificios son los que engañan á los sencillos lectores, y los que nos representa Cervantes[77]fingiendo que el autor de esta obra fué historiador arábigo y manchego, el traductor morisco, y la continuación de la historia, por buena dicha, hallada y comprada de un muchacho que vendía unos cartapacios y papeles viejos en el Alcana de Toledo. Pudo ser arbitrario fingir en Toledo tal hallazgo. Pero á tiempo que Cervantes decía esto corría muy valido entre la gente crédula haber en Toledo quien tenía unaHistoria universaldonde todos hallaban lo que buscaban y aun lo que querían. El autor de ella se suponía gravísimo. Y en efecto, aquella historia que trataba de todas las cosas y otras muchas más; esto es, de cuanto querían los que preguntaban algo al que suponían tesorero de la erudición eclesiástica, era una fábula preñada de muchas fábulas, que con toda propiedad se llamaría en francés con el nombre deroman,y en buen romancecuento de cuentos; los cuales fueron tan bien recibidos, que salieron varias continuaciones, no menos aplaudidas que las de los libros de Amadís; y lo que es mucho peor, más leídas y más creídas, y aún no desterradas, reservando Dios esta gloria á quien se digne dar tantas fuerzas é industria, que sea capaz de embestir y vencer á todo el vulgo de una nación. Pero éste no es asunto propio de este lugar. Lo será de otro y en otra ocasión, si Dios quiere.


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